– INMIGRACIÓN – SOLIDARIDAD
Un planteamiento político, para ser eficiente, debe ser coherente y atender a los intereses generales: si hoy, ni siquiera
los votantes del PSOE entienden las actitudes de Pedro Sánchez es, precisamente,
porque ha sacrificado toda coherencia a su única política: mantenerse en el
puesto de control todo el tiempo que pueda para salvar lo salvable desde el
punto de vista personal. Pero eso -que es “coherente” desde el punto de
vista personal- supone que sus decisiones en el día a día sean cada vez más incoherentes:
para mantenerse en el poder debe satisfacer las exigencias de todos sus
aliados y, cuanto más lejanos están, más está dispuesto a sacrificar; por el
contrario, si se trata de aliados en el gobierno -Sumar- puede tratarlos como a
simples becarios.
Mientras no tiene inconveniente en ceder a la gencat la recaudación
de impuestos, en Andalucía, territorio en el que la sigla PSOE ha perdido toda
esperanza de recuperar el poder y en donde el propio partido ha pasado a ser
tercera fuerza política, por detrás de Vox, en algunas provincias y, para
colmo, en la votación para aprobar la ley de reducción de jornada laboral,
que debería haber sido la coronación de dos años de trabajo por parte de Yolanda
Díaz, optó por ausentarse del parlamento y acudir al prestreno de una
deleznable película, para que la derrota cantada por la actitud de Junts no le
afectase negativamente y a sabiendas de que esta bofetada en la cara de Sumar
no tendría repercusiones para él porqué, a fin de cuentas, Yolanda Díaz
sabe perfectamente que su carrera política está amortizada y que, el fin del
gobierno Sánchez supondrá el propio fin de su vida política.
Bueno ¿Y qué tiene que ver todo esto con el título del presente
comentario? Mucho. Desde hace diez días, la “Vuelta a España”, una
competición ciclista en declive, ha registrado una movilización de la izquierda
con la excusa de la “solidaridad con Gaza”. Empezó con protestas de algunos
vascos que añoraban los tiempos del “kale borroka” y Sánchez vio la posibilidad
de estimular esta actitud para evitar que el tema de la corrupción polarizase
la vida política.
Sánchez empezó a percibir que la actitud ordenada a sus escuderos
de justificar cualquier corruptela con el consabido “y tú más” dirigida al
PP, estaba redundando en el crecimiento de Vox. Se está viendo en Cataluña
en donde, Vox vuelve a adelantar en intención de voto al PP, gracias a la fuga
de votos que está experimentando el PSC en los barrios obreros. Lo ha
confirmado cualquier encuesta no realizada por el CIS que demuestra que Vox es
la fuerza más votada entre los jóvenes, entre los trabajadores y en el mundo
rural y que sigue ascendiendo, mientras que el PP, no desciende, pero su
progresión es mucho más lenta.
Utilizar los medios de comunicación para reavivar el “caso novio
de Ayuso” y tratar de hacer una equivalencia entre los casos que afectan a su
propia familia, una vez más ha demostrado ser pólvora mojada. Y esto cuando se
aproxima una imputación al PSOE por “financiación ilegal”.
Constado que el “y tú más” no funcionaba, Sánchez ha optado por
estimular las manifestaciones de solidaridad con Gaza durante la “Vuelta a
España”. Interrumpir el evento, no parecía que
arrastraría consecuencias negativas: era una competición que no suscitaba
excesivo entusiasmo, no era un match de fútbol Barcelona-Real Madrid,
que hubiera tenido mayor impacto propagandístico, si se trataba de mostrar
solidaridad, pero con un alcance negativo en intención de voto y, para colmo,
tenía suficientes peones de brega entre las últimas mohicanas y los hombres
deconstruidos de Podemos. Y, además, Marlaska, estaba al mando de las “fuerzas
el orden”.
El resultado ha sido, un final abrupto de una competición que de
otra manera apenas hubiera suscitado interés mediático. Se ha dejado hacer a
los manifestantes propalestinos, se ha estimulado desde los medios de
comunicación oficialistas, incluso por el propio presidente… y el resultado ha
sido que en todo el mundo se habla de la “Vuelta a España”. Si Sánchez
quería otra baza para estar más aislado de los aliados tradicionales de España en
política internacional, hay que reconocer que, ha dado en el clavo.
Pero el problema de fondo no es constatar lo evidente, sino
adoptar una política de Estado en relación a la cuestión de Oriente Medio. Hoy España
carece de política internacional. Y la política internacional no es como la
local, en la que las decisiones que se toma afectan solo en el interior de las
fronteras; se trata de decisiones que afectan a otros países.
Hay un tema que Sánchez sabe que no puede tocar: la solidaridad
con Ucrania… Y no lo toca. Sabe perfectamente que el riesgo de extensión del
conflicto es mínimo, por mucho que la OTAN venga alertando del riesgo de una
ofensiva rusa desde hace diez meses. Se limita a callar, a no desmentir las declaraciones
de Rute, Starmer y Merz, a pesar de que lo hayan ninguneado en sus reuniones
con Zelenzky. Ni puede acceder a la subida del 5% en el presupuesto de defensa
(y mucho menos, ahora que ha concedido autonomía fiscal a la gencat), sabe que
subir un poco más los impuestos acortará su permanencia en el poder, sabe que
el electorado es contrario a la participación en una guerra de la mano de la
OTAN y sabe que, en este tema, tiene pocas opciones. Así que se limita a
aprobar una subida “creíble” del gasto en defensa, a pesar de que es consciente
de que debería de estar incluida en unos presupuestos que jamás se aprobarán y
que, por tanto, la palabra que ha dado a la OTAN jamás se podrá cumplir. Pero la
cuestión de Gaza le compromete a poco, no le obliga a nada y, por lo demás,
tiene la ventaja de desviar las miradas de los casos de corrupción presentes y
futuros.
Y todo esto con un añadido: si tenemos en cuenta que buena
parte de los 9.000.000 de extranjeros que se han establecido en España, son
musulmanes, Sánchez calcula que eso le granjeará simpatías en ese sector de la
población. Los votos “españoles” que pierde, le deberían compensar por los
votos de los “nuevos españoles” que calcula recuperar. No puede extrañar
que se haya lanzado en tromba, con las pocas fuerzas físicas que le quedan, a
una nueva actitud hipócrita: la solidaridad con Gaza.
Para esta “solidaridad”, tan hipócrita como todas las actitudes de
Sánchez, cuenta como aliados con la extrema-izquierda nacional (las
menguadas bases de Sumar y de Podemos), la extrema-izquierda vasca (Bildu) y el
independentismo catalán (esencialmente ERC y CUP), además, claro está de los
funcionarios y cargos electos del PSOE, a la vista de que sus “bases” están
desde el zapaterismo en estado gaseoso. Esto, que, en sí mismo, no es
mucho, cuenta con el apoyo de los “opinadores” de RTVE y de los medios
oficialistas (interesados también en no seguir perdiendo espectadores y
lectores).
Es dudoso que la tensión pueda mantenerse más allá de unas
semanas. Sánchez cuenta con que Netanyahu va a llegar hasta el final en su plan
de incorporar la franja de Gaza (rica en acuíferos necesario para convertir el
desierto del Negev en un vergel) al Estado de Israel y expulsar a lo esencial
de la población palestina. Pero una campaña anti-israelí de este tipo tiene
unos riesgos, incluso en política interior: las masacres judías en Gaza -que
no el “genocidio”- tienen su contrapartida en atentados enloquecidos de Hamas
en el interior de Israel. El “oficialismo” pedrosanchista trata de
ocultarlo, pero estos ataques pueden generar “efecto imitación” con atentados
yihadistas, incluso en Europa y, con unos partidos populistas que ya huelen el
poder en media Europa, le va a resultar muy mantener la “tensión solidaria” con
Gaza.
Sánchez ha intentado transformar lo “obvio” (el rechazo a la
guerra, el derecho del pueblo palestino a disponer de un territorio, los
sufrimientos de la población palestina, las malas condiciones sanitarias de la
zona) en beneficio propio, por simple cálculo
electoral y como campaña publicitaria para desactivar el impacto de los casos
de corrupción que le acosan y que la acosarán en las próximas semanas. Los
cinco informes que está preparando la UCO, van a suponer la apertura de más
frentes judiciales. Es difícil que la delincuencia, la okupación y la
inmigración masiva, el desvío de fondos hacia el “negocio de la inmigración”
(que compete tanto al gobierno central como a los de determinadas comunidades
autónomas regidas por el PP, Madrid incluido), se olviden o se hagan perdonar
gracias a la “solidaridad con Gaza”…
En realidad, la hipocresía de Sánchez en este tema es un “efecto
colateral” más de la larga agonía de su gobierno que se inició el mismo día en
el que llegó al poder tras las elecciones de 2023. Una agonía ineluctable,
permanente e insalvable.
Fuera de las anécdotas -y el gobierno de Sánchez será considerado en el futuro como la peor anécdota de la reciente historia de España- la cuestión de Gaza pide una reflexión profunda y global sobre el tema de Oriente Medio, sobre las políticas que debería adoptar la Unión Europea, también sobre el papel del sionismo y sobre las estrategias utilizadas por la resistencia palestina después de la derrota árabe en la “Guerra de los Seis Días” (1967) y de la “Guerra del Yon Kipur” (1973). Todos estos datos nos facilitarán el espinoso problema de una toma de posición coherente -que remite a lo dicho en el primer párrafo- sin la cual, no es posible establecer alternativas sólidas.
Por que de lo que se trata es de evitar mecerse como una caña al viento.
