Prólogo
Este es, sin duda, el libro
más polémico escrito por Gustave Le Bon. No levantó tanta polémica en el
momento en que se escribió, 1894, como el que generaría en la actualidad. Es
uno de esos libros que la UNESCO, preferiría quemar hasta el último ejemplar.
El tema, en sí mismo, parece
banal e incluso cientifista. Casi darwiniano. En realidad, no es así, la
intención de Le Bon es enunciar los principios que rigen la evolución de las
culturas y sociedades, y cómo la psicología de masas influye en la evolución de
las naciones. Todas las ideas tratadas en esta obra se centran en la
naturaleza de la mente colectiva, su capacidad para la sugestión y cómo los
productos culturales como el lenguaje y los mitos reflejan y moldean la
evolución de un pueblo. Y, hasta aquí, todo parece banal: una simple
investigación psicológica…
Pero las cosas se complican
cuando Le Bon afirma que el comportamiento de un pueblo está regido por lo que
llama “el alma de la raza”. Y esto si que choca frontalmente con las líneas
maestras diseñadas por la organización de la que todos conocemos su sigla
(UNESCO), pero muchos menos su significado (Organización de las Naciones Unidas
para la Educación, la Ciencia y la Cultura)… Y sorprende que una agencia
especializada de las Naciones Unidas, niegue la existencia de las razas.
Porque, en efecto, la
UNESCO, esa organización que vela por la educación, la ciencia y la cultura y
que declara “patrimonio de la humanidad”, la paella o el sake, el día de los
muertos en México o la dieta mediterránea, sostiene que “las razas no existen”
y lo afirma con una seriedad pasmosa, sosteniendo, oh maravilla de maravillas,
que lo que históricamente se conoció como "raza" es un constructo
social que carece de fundamento científico y que ha sido usado para
justificar el racismo y la desigualdad.
Últimamente, todo se
justifica como “constructo social”: desde el sexo hasta la belleza. Quien
carece de otro argumento o su pereza mental le evita investigar algo mejor, se
limita a pronunciar la sentencia definitiva que cierra la discusión… Todo lo
que a un progresista no le gusta, tiende a considerarlo como una construcción
artificial y deformadora de la verdad roussoniana originaria.
Claro está que a los que
quienes niegan que el sexo sea ese “constructo”, tienen razón en recordar que
existen cromosomas XX que dan como resultado “mujeres” y cromosomas XY de las
que salen “hombres”. La cosa parece definitiva y enunciada por la ciencia más
actual, asestando un golpe demoledor a la teoría del “constructo social”. Se
podrá hablar de un determinismo genético, pero no una construcción artificiosa.
Sorprende todavía más que
quienes desprecian la realidad genética del ser humano, en cambio la utilicen
para justificar la inexistencia de las razas humanas. Esta, de nuevo y
paradójicamente, es la postura de la UNESCO. Nos dicen que las diferencias
genéticas entre las razas “son tan pequeñas que apenas importan”. La evidencia
científica generada por la secuenciación del genoma humano, demostraría que la
variación genética entre todas las personas es mínima, lo que valida que todos
los seres humanos pertenecen a una misma y única "raza humana"… La
UNESCO nos dice que el 99’9% del ADN humano es compartido por todos los
individuos, añadiendo que eso “invalida la idea de razas biológicamente
distintas”. No existen, pues, distintas “razas”, sino una sola “raza humana”.
Por tanto, Gustave Le Bon
perdió el tiempo explicando que el “alma de una raza” es lo que determina la
cultura, la historia, el pasado y el devenir de un pueblo. Así que, usted ha
perdido el dinero comprando este libro y puede tirarlo a la basura: la materia
que estudia Le Bon ha sido “cancelada” por la UNESCO. Todo lo que usted
necesita saber ha sido dicho en la Declaración sobre la raza y los
prejuicios raciales, aprobada en 1978 por la UNESCO y que condena el
racismo “científicamente infundado y promueve la igualdad de dignidad y
derechos para todos los humanos”.
¿Y la diversidad cultural?
Bueno, eso es, nos dice la UNESCO, el “ejercicio del derecho a la diferencia”.
A partir de ahí, decir que “yo soy de raza blanca y aquel es de raza amarilla”,
es algo digno de pasar por la “fiscalía del odio”. Porque, libros como éste,
podrían ser considerados, como “racistas”, al aludir a las distintas “almas de
las razas” (¿no sería, precisamente eso, ejercer el “derecho a la
diferencia”?).
En realidad, una cosa es la
UNESCO y la ONU y otra sus cuerpos funcionariales. La ONU no es, como se
desprende de su enunciado, una “organización de naciones unidad”, eso sería
únicamente su Asamblea General en la que están presentes delegados de cada nación.
Pero, detrás de la Asamblea General existe un cuerpo de funcionarios que son
los que gestionan el organismo, y, no se limitan a velar por la paz y la
resolución de los conflictos -empeños en los que, históricamente, la ONU ha
obtenido resultados pobres o pobrísimos- sino que “tienen ideas”. La Agenda
2030, por ejemplo.
Al ser aprobada en Asamblea
General y elaborada por el cuerpo funcionarial, la Agenda 2030 llegó a los
gobiernos como “norma superior”, prácticamente de obligado cumplimiento. En
realidad, solamente en la UE se ha tomado en serio y la ha asumido íntegramente
como eje inspirador de sus políticas (¡y así nos va!). En el resto del mundo
apenas ha generado comentarios y mucho menos acciones concretas, salvo de ONGs
subsidiadas y de partidos que la evolución de las sociedades ha dejado sin
doctrina y sin señas de identidad.
¿Qué objetivo tienen las
clases funcionariales de la UNESCO y de la ONU? Respuesta: la “unificación
mundial”, perspectiva en la que ellos serían la élite y el núcleo central
inspirador del “gobierno mundial”. Su “producto”, por tanto, es el
“mundialismo”, a no confundir con la “globalización” que sería solamente el
aspecto económico -y, por tanto, importante- de esa “unificación mundial”. Para
ello era necesario abolir todos los “constructos sociales”: ¿las naciones?
Residuos del pasado, meros “constructos” artificiales y artificiosos, como las
razas o los sexos. Lo importante y “universal” son cosas como la paella, el
sake o la dieta mediterránea que pueden ser compartidas en todo el mundo, no
así el jamón de Guijuelo o el vino de Rioja que excluiría vegetarianos,
abstemios y… musulmanes.
En esas organizaciones
internacionales reside el “núcleo duro” inspirador de cualquier concepción
“progresista” y su motor.
Hay que recordar la base del
progresismo: Juan Jacobo Rousseau, un hombre extraño, poco comunicativo,
huraño, un neurótico de manual, perdido en fantasías primitivas que se han
demostrado falsas: “el hombre es bueno por naturaleza, pero la sociedad le ha
hecho malvado”, luego, “reformemos la sociedad, hagamos una sociedad
igualitaria y problema resuelto”. Tan simple como eso.
La pena era que el punto de
partida de Rousseau era, hoy lo sabemos, una simple mamarrachada, de la cual se
han nutrido las sucesivas generaciones de “progres” incautos. Pues bien, la
culminación de aquel error originario, ha sido la Agenda 2030 y la teoría del
“constructo” racial…
Ya que la UNESCO alude a que
las diferencias entre las razas son mínimas y las reduce a un 0’1% de nuestro
material genético, deberíamos recordarle que cualquier funcionario de la UNESCO
comparte con una mosca, el 60% de los genes. La diferencia no reside en la
cantidad total de bases de ADN, sino en la gran cantidad de genes en común que
regulan funciones vitales y procesos biológicos fundamentales para ambos. Más
aún, ese mismo funcionario de la UNESCO se sorprendería al saber que su
material genético apenas está separado del de un chimpancé por un 1’2%... Pue
bien, este 1,2% es lo que nos hace seres de dos especies distintas: el
chimpancé y el humano. Por tanto, hay que relativizar los porcentajes de ADN:
aunque entre los humanos exista un 99’9% de genes comunes, eso no implica que
las razas sean “constructos humanos”.
Lo más curioso de estos
razonamientos “progresistas” es que nadie pone en duda que África es el
“continente negro” o que “China es el país de los chinos”… pero decir que “Europa
es el continente de los blancos” ¡sea anatema! Decir -como dice Le Bon- que
existe un “alma de la raza” ¡sea anatema! Establecer una jerarquía entre razas
humanas merece la hoguera. Así pues, si usted cree en las teorías de la UNESCO
sobre las razas, con este libro podrá encender un buen fuego.
Hablando de fuego. Otra de
las grandes gestas de la UNESCO ha sido defender que no fueron los islamistas
quienes quemaron la biblioteca de Alejandría. La organización de la “cultura” y
la “educación” prefiere creer que fueron los romanos y, luego los cristianos,
quienes la incendiaron. Nunca los islamistas, por mucho que el escritor del
siglo XIII Bar Hebraeus (obispo de la Iglesia Ortodoxa Siriana) citara
a Omar diciéndole a Juan Filópono (Yaḥyā al-Naḥwī): «Si esos libros
están de acuerdo con el Corán, no tenemos necesidad de ellos; y si se oponen al
Corán, destrúyelos», frase que puede ponerse en duda, pero no el hecho de que
la intolerancia islámica puede llegar a eso y a mucho más. No en vano es la
única religión que propone en su libro sagrado la “guerra santa” como forma de
expansión.
El porqué de esa preferencia
por el islamismo deriva de ser la última religión revelada y, por tanto, de la
que la ONU y la UNESCO han extraído la idea de la “umma”, la “comunidad mundial
de los creyentes” que ellos interpretan en clave de “unificación mundial”.
Claro está que el “catolicismo” deriva del latín tardío catholĭcus,
que a su vez proviene del griego katholikós (compuesto por kata
-"sobre" o "acerca de"- y holos, "todo"),
cuyo significado es "universal". Pero, la preferencia por el
islam deriva de la presencia masónica entre los fundadores de ambas
instituciones internacionales y la consideración de que la Iglesia había
traicionado a su espíritu “universal”, persiguiendo a otras creencias y
obstaculizando el “progreso”…
La lectura de la obra de Le
Bon nos sugiere una constatación: por mucho que estos organismos
internacionales hayan trabajado en favor de los “derechos humanos”, al menos
uno de ellos, ha menguado: la libertad de expresión. Lo que podía decirse
tranquilamente a finales del XIX, hoy está sometido, por una parte, a
autocensura y por otra al riesgo de “cancelación”. La obra de Le Bon, dedicada
a la psicología de las multitudes, a la psicología de las revoluciones, a la
psicología del socialismo y, como esta, a la psicología de las razas, estaría
vetada para las nuevas generaciones.
* *
*
Una última advertencia. Somos
contrario a asumir “integralmente” a un determinado pensador como “guía”. Pero
sí reconocemos que determinados elementos tratados por determinados
investigadores si deben tomarse en consideración. No todo en él es válido, hay
especulaciones personales que tenían lógica a finales del XIX, pero están
superadas en el primer cuarto del siglo XXI. Pero hay elementos que siguen
vigentes y que pueden ser utilizados en un contexto de crítica a la modernidad.
El tema de las desigualdades raciales, sin ir más lejos.
Es un problema de “cultura”.
Y vale la pena hacer un alto, antes de empezar la lectura de esta obra.
Originariamente, la palabra “cultura” derivaba de “cultivo”, pero no aludía a
los masters o a los títulos universitarios, ni siquiera a las lecturas
realizadas, sino del carácter.
Una “persona culta”, era una
persona “con carácter”. Y poco importaba que se sentara en el sillón X de la
Real Academia o bien fuera un pobre pastor de ganado: lo importante y lo que le
definía era “tener carácter”. Algo que hoy se ha olvidado.
El “alma de la raza”, para
el autor de este libro, era lo que, en cierta medida determinaba, los
caracteres individuales de los pertenecientes a esa raza. Por eso, en el fondo,
Le Bon va a converger con determinadas concepciones de Julius Evola sobre el
tema racial. Ambos coinciden en que hay razas “puras” que ya han sufrido
“mestizajes” en su carácter: salvajismo, indolencia, sumisión, servilismo,
nunca han sido los rasgos ideales de “nuestra raza”, pero es evidente que están
presentes desde mucho antes de que se iniciaran los tránsitos migratorios y,
antes de que existiera un “mestizaje racial”, éste había sido precedido por un
“mestizaje cultural”. Por tanto, el mejor complemento para la lectura de esta
obra son los escritos de Julius Evola sobre la raza; su concepto de una “raza
del alma”, tiene mucho que ver con “el alma de la raza” de Le Bon.
Y ahora, le dejamos en manos de Gustave Le Bon, esperando que el lector tenga el “carácter” suficientemente desarrollado para cribar el eje de su argumentación, de las divagaciones ocasionales que realiza el autor.
Sumario
INTRODUCCIÓN
LAS IDEAS IGUALITARIAS MODERNAS Y LAS BASES PSICOLÓGICAS DE LA HISTORIA
LIBRO PRIMERO: LOS CARACTERES PSICOLÓGICOS DE LAS RAZAS
CAPÍTULO I - EL ALMA DE LAS RAZAS
CAPÍTULO II - LÍMITES DE VARIABILIDAD DEL CARÁCTER DE LAS RAZAS
CAPÍTULO III - JERARQUÍA PSICOLÓGICA DE LAS RAZAS
CAPÍTULO IV - DIFERENCIACIÓN PROGRESIVA DE LOS INDIVIDUOS Y DE LAS RAZAS
CAPÍTULO V - FORMACIÓN DE LAS RAZAS HISTÓRICAS
LIBRO SEGUNDO - CÓMO SE MANIFIESTA EL CARÁCTER PSICOLÓGICO DE LAS RAZAS EN LOS DIVERSOS ELEMENTOS DE SUS CIVILIZACIONES
CAPÍTULO I - LOS DIVERSOS ELEMENTOS DE UNA CIVILIZACIÓN COMO MANIFESTACIÓN EXTERIOR DEL ALMA DE UN PUEBLO
CAPÍTULO II - CÓMO SE TRANSFORMAN LAS INSTITUCIONES, LAS RELIGIONES Y LAS LENGUAS
CAPÍTULO III - CÓMO SE TRANSFORMAN LAS ARTES
LIBRO III - LA HISTORIA DE LOS PUEBLOS COMO CONSECUENCIA DE SU CARÁCTER
CAPÍTULO I - CÓMO LAS INSTITUCIONES DERIVAN DEL ALMA DE LOS PUEBLOS
CAPÍTULO II - APLICACIÓN DE LOS PRINCIPIOS ANTERIORES AL ESTUDIO COMPARATIVO DE LA EVOLUCIÓN DE LOS EEUU Y DE LAS REPÚBLICAS HISPANOAMERICANAS
CAPÍTULO III - CÓMO LA ALTERACIÓN DEL ALMA DE LAS RAZAS MODIFICA LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LOS PUEBLOS
LIBRO IV - CÓMO SE MODIFICAN LOS CARACTERES PSICOLÓGICOS DE LAS RAZAS
CAPÍTULO I - EL PAPEL DE LAS IDEAS EN LA VIDA DE LOS PUEBLOS
CAPÍTULO II - EL PAPEL DE LAS CREENCIAS RELIGIOSAS EN LA EVOLUCIÓN DE LAS CIVILIZACIONES
CAPÍTULO III - EL PAPEL DE LOS GRANDES HOMBRES EN LA HISTORIA DE LOS PUEBLOS
LIBRO V - LA DISOCIACIÓN DEL CARÁCTER DE LAS RAZAS Y SU DECADENCIA
CAPÍTULO I - CÓMO LAS CIVILIZACIONES SE DESVANECEN Y SE EXTINGUEN
CAPÍTULO II - CONCLUSIONES GENERALES
Características:
Tamaño: 15x23 cm.
Páginas: 224
Portada en cuatricomía.
Impreso en papel de 80 gr.
Precio de Venta al Público: 22,88 €
Pedidos: Leyes Psicológicas de la Evolución de los Pueblos
O bien a: eminves@gmail.com
