En Cataluña,
los que saben de qué va la historia, dicen por lo bajini que lo mejor que le
pudo pasar a Companys fue ser fusilado. El día antes de serlo, el personaje
era odiado por todos los que habían estado en el bando republicano por su trayectoria
política desde los años 20 hasta el día en que cruzó la frontera camino del
exilio. A mí, personalmente, no me extraña los actos de homenaje por el 80
aniversario del fusilamiento de Companys. A tal señor, tal honor. Y a la vista
de los que honran al personaje, puede entenderse el por qué el “procés”
independentista ha fracasado. El fusilamiento hizo de aquel al que casi
todos tenían por un fantoche, una víctima. Aquellas aguas, trajeron estos
lodos.
Mi madre, completamente
apolítica y que vivió la guerra en Barcelona, me decía que Companys era un “pobre
hombre superado por los acontecimientos”. Mi madre era una lectora
empedernida y también una buena observadora. Durante la guerra, al haber
estudiado en el Liceo Francés y dominar ese idioma fue contratada por el
equivalente a lo que hoy sería el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y
conocía bien los entresijos y comentarios de aquella institución. Allí, Companys
no era apreciado en absoluto. De hecho, nadie lo apoyaba, a la vista de que
había traicionado a todos y se había entregado siempre al más fuerte de cada
momento. Mi madre me lo explicó, con esa indiferencia del apolítico que no
toma partido y con ese lamento por su fusilamiento. Y es que a mi madre no le
gustaba que se fusilara a nadie, ni siquiera a aquel que reconocía como responsable
del desmadre sangriento que se desencadenó en Barcelona entre el 18 de julio y el
mes de noviembre de 1936.
Mi padre,
entonces casado en primeras nupcias, también apolítico, con una pubilla
adinerada del Penedés, debió huir de su piso en calle Aribau-Diagonal, consiguiendo
llegar con su esposa a Llivia, de ahí a Perpignan y entrar de nuevo en España,
a través del Irún recién tomado por las tropas de Franco. Mi padre no
militaba políticamente, pero era católico y su esposa procedía de una conocida
familia conservadora y de buena posición económica. En el mismo edificio, ya se
habían llevado a varios, no por sus criterios políticos, sino simplemente, para
saquear sus casas. La Rabasada era el destino habitual y donde amanecían los
cuerpos de los asesinados la noche anterior. Eso era Cataluña en el segundo
semestre de 1936… Esa era la Cataluña de Companys.
El año 1936 había
empezado bien para Companys (que, por cierto, contrariamente a lo que se
tiene tendencia a pensar, nunca fue independentista, sino más bien
federalista e, incluso, en su juventud, se cuenta que había repartido estopa
entre los que bailaban la sardana, por eso, nunca, hasta el día en que fue fusilado,
nunca contó con la simpatía de los indepes que, incluso, conspiraron contra
él en noviembre de 1936). Con la victoria del Frente Popular, se decretó una
amnistía general para los condenados y exiliados por el golpe de Estado de
octubre de 1934.
Hay que recordar
las circunstancias: gobernaba Lerroux, del Partido Radical, que no había ganado
las elecciones, pero al que el presidente de la república había elegido como jefe
de gobierno. Las elecciones de noviembre de 1933, las había ganado la derecha,
concretamente la CEDA, pero solamente fue en octubre del 33 cuando, ante la
imposibilidad de seguir gobernando, Lerroux accedió a nombrar 4 ministros de la
CEDA -es decir, del partido mayoritario y vencedor de las elecciones- algo que
fue considerado como el “golpe nazi” por la prensa de izquierdas: y en esa
gilipollez se basaron los socialistas para justificar su golpe de Estado de
octubre que solamente prendió en Asturias y, por motivos muy diferentes, en
Cataluña. El PSOE de aquella época -como el de ahora, está en su ADN-
consideraba que “democracia”, “lo que se dice democracia”, solamente existe
cuando el electorado vota a la izquierda y a su sigla, más concretamente: cuando
vota a otra opción o es “la derechona” o “el fascismo” y, por tanto, es
admisible rechazar los resultados.
La
historiografía catalana nunca ha logrado explicar lo que ocurrió en aquellas
fechas: para los independentistas aquello era un “golpe para lograr la
independencia”, para los federalistas se trataba de llegar a una “República
Federal” y para los socialistas de “cerrar el paso al fascismo que quería
desandar los logros de la República” (aludiendo a la legislación anticatólica
aprobada en los primeros meses de la República). Companys vendió a cada
parte el golpe en función de lo que quería oír. Con todo, aquello fue otra
demo de que el independentismo era un tigre de papel o más bien un asno de
peluche. La charada se saldó con unas decenas de muertos y la sensación de que
alguien había mentido a alguien.
Poco después de
la llegada del Frente Popular, Companys sale de la cárcel y vuelve a ser
alguien en Cataluña. Pero tenía un problema. Su amante. A Companys siempre le
reconcomió el que la chica -antigua esposa de un militante de ERC-, antes que,
a él, se había lanzado en manos de uno de los hermanos Badía. Por aquellas
fechas, Companys estaba separado, aunque no divorciado aún -se divorció en los
primeros días de guerra, cuando la FAI asesinaba a destajo en la Cataluña que
él gobernaba-; su primera mujer, tenía extrañas fijaciones con el
espiritismo y demás zarandajas y parece que estas ideas dejaron alguna
huella en Companys.
Tarradellas -que
odió siempre a Companys a pesar de haber pertenecido a su gobierno- aludió a la
“misa negra”, explicando que Companys hizo jurar a su querida -Carme
Ballester- que le era fiel y no se lo hizo jurar en cualquier sitio, sino allí
mismo, en la Casa dels Canonges, residencia oficial de los presis de la gencat,
sobre ¡la cama en la que había muerto Macià! (el cual, por cierto, también
despreciaba a Companys al que tenía por un oportunista, en absoluto indepe).
Hoy solamente
los historiadores catalanistas niegan que Companys fuera ajeno al asesinato de
los hermanos Badía realizado por miembros de la FAI (Companys había sido en
los años 20 abogado defensor de los pistoleros sindicalistas y estaba muy bien
relacionado en esos medios. El asesinato, además, fue investigado por un
periodista poco sospechoso de connivencia con los fascistas, Abel.li
Artis-Gener, más conocido como “Tisner”, republicano de pro). El mismo día, por
cierto, unas horas antes, resultó asesinado “Pepe el de la Criolla”, encargado
de un putiferio de travestidos y del que se decía -y se sigue diciendo- que
facilitaba buenas relaciones sexuales a altos cargos de la gencat. Esos
asesinatos son otros de los motivos por los que los independentistas radicales
que conocen la historia -y no son muchos, la verdad- odian a Companys por mucho
que fuera fusilado por Franco.
Y entonces
estalló la guerra civil. En un primer momento, la Guardia Civil se decantó a
favor de la gencat, parando el primer golpe. Pero unas cuantas decenas de
guardias no hubieran podido contener a las unidades militares de guarnición en
Barcelona, de no ser porque la CNT-FAI salió a la calle y obtuvo armas del
cuartel del San Andrés. A partir de ese momento, la FAI controla Cataluña de
julio a noviembre. Es en esos momentos cuando se producen entre 8.000 y
9.000 asesinatos. Y aquí vale la
pena examinar la responsabilidad de Companys.
Buena parte
de estos crímenes fueron cometidos por la FAI. Es falso que Companys firmara todas
las sentencias de muerte. En realidad, la mayor parte de los asesinatos se
produjeron sin juicio, sin sentencia y sin firma de ninguna autoridad salvo la
del “Comité de Milicias” controlado por la FAI con permiso y autorización de
Companys. También es cierto, eso sí, que firmó algunas. Entre ellas la de su
amigo Andreu Reverter (promovido al cargo de “comisario de orden público”,
no por su experiencia en seguridad, sino por ser la esposa de éste y Carme
Ballester amigas de lo más íntimas) por otro ajuste de cuentas personal.
A parte de
estas sentencias, lo que puede reprocharse a Companys es de DEBILIDAD y de
MIRAR A OTRA PARTE, DE NO HACER NADA MIENTRAS LA FAI ASESINABA A CASCOPORRO.
Estos asesinatos fueron, en la mayor parte de las ocasiones, no por cuestiones
políticas, sino por venganzas personales, robos, saqueos. Incluso el edificio
de los tribunales que, paradójicamente se encontraban en el actual Paseo Luis Compais,
fueron tomados por un grupo de atracadores de la FAI que, durante semanas
quemaron los archivos para evitar que algún día se vieran las causas abiertas
contra ellos por delitos comunes. Companys, vale la pena no olvidarlo, era
la MÁXIMA AUTORIDAD REPUBLICANA EN CATALUÑA: de lo que pasara o dejase de
pasar, él era el último responsable.
Companys, optó
por represaliar a sus amigos (Reverter) y a los independentistas (Casanovas,
presidente del Parlament, y al secretario de Estat Catalá, antes que
enfrentarse a la FAI, verdaderos amos de la calle en Cataluña.
Durante
aquellos meses, estallarían decenas de episodios de violencia de la FAI contra
cualquiera que no perteneciera a sus filas (los “fets de La Fatarella”, en
la que los lugareños se enfrentaron a los “faieros”, son emblemáticos, pero no
únicos y salpican toda la Cataluña de 1936-1938), Companys siempre hizo
oídos sordos a las quejas de otros partidos y de los ciudadanos honrados y miró
para otro lado: SIEMPRE, DURANTE ESOS MESES PERMITIÓ A LA FAI QUE HICIERA LO
QUE LE DIERA LA GANA. Algunos de sus antiguos camaradas, lo acusaron entonces
de COBARDE.
Y mucho más
COBARDÍA demostró, cuando después de los hechos de mayo de 1937, Companys se
entregó en cuerpo y alma al PSUC y a los comisarios soviéticos. Claro está que,
en el interín, entre el 3 y el 8 de mayo, los comunistas, apoyados por los chekistas
rusos destacados en España, barrieron literalmente a la CNT-FAI, a la FIJB y a
los “Amigos de Durruti” y al POUM de las calles. A partir de ese momento, Companys
se pliega a las exigencias comunistas hasta que cruza la frontera camino del
exilio.
En el exilio,
Companys siguió siendo odiado por todos. Salvo, claro está, por Carme Ballester
con la que, a todo esto, se había casado en los primeros días de la guerra
civil.
Companys no
fue un buen presidente, fue como un junto al viento, que se inclinó hacia la
FAI, que utilizó a la FAI para sus venganzas personales, que traicionó a sus
camaradas, que vendió a bajo precio a los indepes e incluso ordenó el asesinato
de algunos de ellos; que demostró su impotencia en la insurrección de octubre
de 1934, que volvió a demostrarla en el verano-otoño de 1936 y que, finalmente,
la revalidó en mayo de 1937…
¿Y este es el
personaje cuyo nombre se ha puesto a grandes plazas y avenidas en Cataluña y
que ahora la gencat y la tonta del bote que gobierna la alcaldía de Barcelona,
han delicado loas, glosas y alabanzas? ¡Qué bochorno de personaje!
Lo diré claro,
con palabras de mi madre: “Companys no tenía carácter. Era un pobre
diablo, sin talla, sin genio para gobernar. Lo manejaron unos y otros”.
Y lo reitero con las mías propias: Cataluña, durante el tiempo en el que
gobernó Companys dejó de ser el “oasis catalán” para convertirse en una olla de
grillos gobernada por el más fuerte, primero por los pistoleros de la FAI y
luego por los comisarios soviéticos. Se reivindicó al ser fusilado por
Franco.
De su primera
esposa y de sus sesiones de espiritismo, había extraído la extraña idea de que
el alma puede sobrevivir y regresar si se pisa la tierra (de ahí que a los
condenados a muerte en la antigüedad, se les ahorcara para evitar que su alma
siguiera entre los vivos; y por eso mismo, en la propia Catedral de Barcelona,
se exhibían las sogas con las que se había ahorcado a un reo que pasaban a
tener un carácter sagrado)… Por eso se descalzó en el momento de ser
fusilado.
Sinceramente, no
creo que un muerto merezca ser maltratado, ni siquiera Luís Companys; pero
tampoco exaltado, cuando no solamente no existen razones para ello, sino, más
bien, para olvidarlo. Si la “memoria histórica” no fuera unilateral, Cataluña
tendría que cubrir a Companys con la losa del olvido, a él, al menos apreciado
de sus hijos, en su tiempo.
Pero, a fin de
cuentas, ¿qué “héroes” puede presentar el independentismo a las nuevas
generaciones? ¿Un macarrilla a lo Badía? ¿Un abuelete militroncho gagá como
Macià? ¿Un Companys que, incluso, a la hora de morir tuvo que demostrar un
carácter supersticioso? ¿Una saga de los Pujol que casi desbanca a los 40
ladrones de Bagdad?
Dime cuáles
son tus héroes y te diré la altura de tu ideal…