miércoles, 21 de octubre de 2020

LA MOCION DE CENSURA, VOX, EL DECLIVE DEL PP Y LAS NECESIDADES DEL PAIS

Espero que la moción de censura convierta a Vox, de partido marginal, en eje de la política española. Espero que el eje de la derecha deserte, de una vez por todas de un PP, ya fracasado sin necesidad de que Casado lo confirme en las próximas elecciones. Demasiada corrupción. demasiada ambigüedad, demasiada prepotencia, han condenado al PP a la extinción. Su ocaso empezó en el momento en el que ya no estuvo en condiciones de cumplir el axioma fraguista “sin enemigos a mi derecha”. A partir de ese momento, estaba obligado a definirse: o como partido de centro o como partido de centro-derecha o como partido de la derecha. Dudó, quiso ser las tres cosas a la vez y el resultado fue que Ciudadanos le comió el espacio centrista y Vox el espacio de la derecha.

Vox ha pasado por tres tiempos:

- el fundacional, en el que, posiblemente, quienes lo impulsaron -como al ya extinto PADE- eran gentes que habían quedado al margen del reparto de poder con Rajoy y decidieran crear una formación para luego volver “triunfalmente” al partido.  

- el de partido de la extrema-derecha convencional, con sus franquistas, con sus conservadores a ultranza, con sus liberales de fórmulas marchitas, el de los temas anti-ETA, anti-aborto, con fuerte presencia de sectas católicas en su interior.

- el partido “populista” según los estándares europeos, receptáculo del voto de protesta y al que van a parar votos procedentes de barrios obreros, votos ultraconservadores, votos de simple rechazo, voto del miedo y voto antiinmigración.

La primera fase ya ha quedado atrás. A partir de ahora, la cuestión es cuándo se producirá el “sorpasso” de Vox al PP y cuando pasará de ser -como es ya hoy- tercera fuerza política en intención de votos, a segunda fuerza política. A lo largo de esta moción de censura, veremos también lo que queda de la segunda fase de desarrollo del partido y si ha sido capaz de imbricar en su programa a temas “populistas”, descartando aquellos otros de temática liberal que solamente pueden corresponder a la derecha de toda la vida, esa que agoniza con las siglas PP.

Hará falta también esperar a las próximas elecciones para ver cuáles son los ejes de propaganda de Vox y si confirman el tránsito del espacio de la derecha al “populismo”, o bien adoptan una posición ambigua intermedia. Pero esto del “populismo” es como quedarse embarazado: o se está del todo o no se está, no hay término medio. No se puede ser algo franquista, algo liberal, algo de derechas, algo populista… Lo último excluye a todo lo demás, al menos como dominante.

Hasta ahora se ha dicho que el gran problema de la “derecha” en España es que está dividida en tres fracciones que, en el fondo, proponen lo mismo (menos estado de las autonomías, menos gasto público, más seguridad y cambios en la política educativa). Pero hay matices. En primer lugar:

- Ciudadanos, fuera de sus propuestas antinacionalistas, es un partido mundialista, globalizador y partidario de una economía neo-liberal que aspira a revalidar el viejo centrismo de la transición y que considera la constitución como magistral

- El Partido Popular, es la opción de las clases más conservadoras, de los restos del franquismo sociológico y de la derecha más tibia, indefinida y contemporizadora. Y, claro está, los dogmas liberales resultan inseparables de su programa.

- Vox, se encuentra en mutación: sabemos cómo se inició, pero no hacia dónde caminará. Tiene asignaturas pendientes (sacudirse a las sectas católicas que actúan en su interior, homogeneizar sus criterios, definir una estrategia clara, en definitiva, decidirse por una línea de “derecha del PP” o de “extrema-derecha”, o bien decidirse por una línea “populista”. Y lo primero que tiene que hacer es revisar sus “alianzas” en Europa y reconocer de una vez por todas, quiénes son sus reflejos en otros países y con quien conviene sentarse.

Para Vox habrá un antes y un después de la moción de censura. Y otro tanto ocurrirá para la derecha: Casado se arriesga a irse empequeñeciendo de no adoptar una política de enfrentamiento con el gobierno Sánchez-moños. Se entiende las dudas de Casado a la hora de votar a la moción: votar no, implicaría ser presentado como “traidor” para la derecha; votar sí, parecería ir a remolque de Vox; la abstención es la postura más cómoda, pero no la más prometedora de cara al futuro. Si se es oposición, hay que demostrarlo, y no solamente con los choques entre el gobierno y la CAM.

Ahora bien, Vox debe entender que no pueda basar su futuro en robarle votos a la derecha. Esos irán cayendo por su propio peso, a medida que el PP vaya perdiendo la poca mordiente que le queda. Los votos de Vox no están en la derecha: debe buscarlos en barrios que en otro tiempo votaban masivamente a la izquierda y a los que la izquierda en sus distintas variedades taxonómicas ha traicionado sin excepción. (De ahí, la necesidad, además, de claridad, es decir, de lo que hablábamos antes: estar o no embarazado)

Por eso es importante que Vox se deshaga de los liberales emboscados en sus filas, tanto como de los que sienten tortícolis de mirar hacia el franquismo. Vox debe buscar votos entre los damnificados por la globalización, entre los que tienen que convivir a metros de distancia con las riadas de inmigrantes, en los que siempre están en desventaja en relación al último recién llegado para recibir una ayuda pública, entre los que odian a la clase política y en todos los que constituyen el “frente del rechazo” que, en 2009 estuvieron con “los indignados” y que ahora se sientes ajenos al negocio del moños, a sus ideologías de género, la legislación sobre el porro, a sus propuestas de más inmigración y más multiculturalidad.

¿Se atreverá Vox a dar el paso decisivo? Francamente, no lo tengo claro. Hará falta ver el tono de Abascal en la moción. Será un doble o nada. Porque si, Abascal no da la talla, en la táctica de la moción de censura puede salirle el tiro por la culata.

La década de 2020 a 2030 va a ser decisiva para España y para todo el mundo:

- Con una disminución mundial del PIB, las consecuencias de la crisis post-covid durarán años y esto, además, en pleno período de innovación y cambios tecnológicos y científicos.

- En menos de cinco años, solamente los tarados de pocas neuronas seguirán pensando en independencias de nacioncillas pequeñitas y redonditas;

- La UE deberá haber demostrado su capacidad para innovación tecnológica y empresarial… o reconocido sus limitaciones y su fracaso;

- Quién sabe lo que ocurrirá en EEUU después de estas elecciones de noviembre y hasta cuándo China no mostrará síntomas de fatiga interior;

- Será muy difícil que, en la década, la clase política haya recuperado el respeto que perdió, es, mucho más probable que siga siendo el grupos social más desprestigiado y odiado del país y,

- Los puestos de trabajo seguirán disminuyendo, mientras la robótica y la inteligencia artificial vayan ampliando horizontes…

¡Cómo para qué este país siga mendigando en Europa, creyendo que con el ladrillo vendrá la recuperación, viviendo del turismo de litrona y balconning, discutiendo sobre autonomías o viendo como se suben impuestos hasta lo imaginable, mientras la clase política, ni alumbra alguna idea que muestre su eficacia en la práctica, ni mejore la gestión de la cosa pública, ni siquiera, por pudor, se baja los sueldos, sino que aumenta las comisiones y negocios opacos que nunca terminan de verse en los juzgados salvo cuando han prescrito o los implicados han palmado!

Los próximos diez años van a ser decisivos -y lo repetiré una vez más-: la crisis económica generada por el Covid, se transformará -se está transformando- en crisis social, con una cifra de parados que superará a la de 2010. Cuando esto ocurra la crisis social mutará espontáneamente en crisis política y será una crisis institucional en la que las costuras de este país pueden desgarrarse para siempre en forma de república federal (opción moñista), o bien superamos las faraónicas autonomías, las fundimos con la diputaciones y abaratamos costes, ahorrando para dedicarnos a lo esencial: ser competitivos, cabalgar sobre la renovación tecnológica y buscar nuevos pilares de la economía (más allá del ladrillo y el turismo).

Vox tiene que mirar al futuro y proponer a las nuevas generaciones ese futuro que los viejos partidos nos han negado. En este momento, Vox es la “gran esperanza blanca”; no quiero pensar lo que supondría el que terminara siendo otra sigla más entre un bosque de siglas que nacen, crecen, decepcionan y mueren.

Yo quiero una sigla que saque, de una puta y jodida vez, a este país de su miseria cultural, que le fije objetivos propios de la modernidad y del siglo XXI, sin caer en memeces, alucinaciones y cursiladas “políticamente correctas”. 

Quiere un partido que hable claro, claro y duro, que condene con palabras duras y claras mundialismo y globalización; no más bocachanclas clónicos que suelten el mismo discurso “moderado y liberal”. 

Quiero un partido que ataque a las raíces de los problemas, no que pode ramas perdidas, olvidadas o irrelevantes. 

Y me da igual si ese partido es Vox o el mismísimo diablo en persona: pero que barra el panorama político español de toda la basura y de todas las roñas de la partidocracia. Porque este país necesita una sigla contra todas las siglas.