viernes, 30 de octubre de 2020

LOS 10.000 HIJOS DE PUTIN O LA “TRAMA DE LOS CHORIZOS IDIOTAS”

El “procés” tiene dos viejas historias conspiranoicas que aparecen y desaparecen: una de ellas es la participación de George Soros en el procés. La otra la colaboración de Puigdemont con Rusia. Ambas son -por supuesto- falsas. Y esto por una sencilla razón: Soros tiene más intereses en Madrid que en Barcelona y, por lo demás, nunca invertiría en un “negocio ruinoso” como la imposible independencia catalana. En cuanto a Putin, ha hecho bien en tomárselo a broma.

Hace unos años, poco antes del proceso independentista, un programa de humor ruso convenció a la Cospedal de que Puigdemont trabajaba para el Kremlim con el nombre de “agente Cipollino” (tradicionalmente, en Cataluña, un independentista es un “çeva”, cebolla en catalán, “Cipolla” es cebolla en italiano y “Cipollino”, sería, por tanto, el “cebollino”…). Ya comentamos todo esto en su momento [ver artículo]. Era una broma, después de que el gobierno Rajoy difundiera la noticia de la participación rusa en el “procés”… Pero, haber, había algo detrás de ambas noticias.

En efecto, el tema de Soros ya lo tratamos ampliamente [ver artículo] y pudimos identificar que las relaciones entre la Fundación Open Society y “Diplocat” eran mínimas y se reducían a un traspaso de 27.024 euros para financiar unas “jornadas sobre xenofobia y euroescepticismo”. En total, Soros entregó a organismos indepes no más de 50.000 euracos, gota de agua en el “procés”… pero, manejando este dato, era posible mezclar el nombre del odiado (y odioso) financiero en el estúpido y estupidizante “procés”.

En cuanto a la implicación rusa, seguramente procedían de la inteligencia norteamericana para la que la Guerra Fría nunca ha concluido y cualquier excusa es buena para aguijonear al rival histórico. Ahora bien, cuando se habla de “participación rusa”, había que distinguir entre “participación oficial” y “participación mafiosa”. Hay que descartar por completo la primera que implicaría a las autoridades rusas e incluiría la independencia de Cataluña como una “operación encubierta”. Así pues, si ha habido algo -y algo parece que ha existido- ha debido implicar a la “mafia rusa” con la “mafia independentista”.

Sea lo que fuere, la justicia lo estaba siguiendo desde hacía años y estos días se han producido los primeros registros y detenciones. Las noticias filtradas a la prensa parecen increíbles, pero no pueden sorprender excesivamente a poco que nos fijemos en los protagonistas por parte catalana. Se trata de “empresarios”, amigos del poder convergente y del independentismo, que cometieron el error de ver y creer a TV3

Durante los años del “procés” la televisión pública pagada por todos los catalanes, daba la independencia como algo ya prácticamente conseguido, del que solamente faltaba el mero trámite del referéndum que, por supuesto, daría el “si”. Quienes se alimentaban del agit-prop difundido por los medios de comunicación de la gencat, creían que sólo quedaban unos pocos trámites fastidiosos que realizar para lograr que Cataluña ingresara en la ONU, para que fuera miembro de la UE e, incluso, tenían “embajadas” que los representaban ante los mandatarios de todo el mundo. Puigdemont, en definitiva, estaba al nivel de Putin o de Obama: en efecto, todos eran “jefes de Estado”.

Y algunos indepes con cargos en el Diplocat empezaron a tratar de ganar puntos llamando a la puerta de misiones diplomáticas e instituciones europeas (visitaron todas las embajadas de países de la UE acreditados en Cataluña e hicieron de su presencia en Bruselas y Estrasburgo, capitales de la UE, una constante. Pronto quedó claro que eran recibidos con frialdad e, incluso, a parte de las declaraciones oficiales y de las noticias de TV3, según las cuales -recuerden la consigna “Cataluña, futuro Estado europeo”-, resultó que las puertas de Europa permanecieron siempre cerradas para los indepes. Así que algunos -ahora se conocen sus nombres- trataron de elaborar un Plan B. China o Rusia, a elegir. Los chinos estaban muy lejos, además sus rostros eran impenetrables. Los indepes no tenían relaciones con ellos. Pero con los rusos era diferente: en primer lugar, porque existe una tendencia rusa a considerarse “próximos al poder” (nosotros mismos hemos conocido a un personaje que decía ser “asesor de Gorbachov”, “asesor de Eltsin” y que todavía aparece como “asesor de Putin”, otro que pasaba por antiguo miembro del KGB -si bien su juventud lo hacía improbable- y, finalmente, a un antiguo “spanetz” que también decía estar “bien relacionado” con el Kremlim) y cualquier empresario ruso, mucho más si se trata de un antiguo diputado de la Duma por Rusia Unida (el partido oficialista), podía pasar como “interlocutor válido” entre el “procés” y el gobierno ruso. Como, Serguéi Markov. A este nombre se sumó el de Mikhail Gorbachov, ex presidente ruso y hoy embarcado en tareas humanitarias, mediaciones remuneradas y presencias de prestigio.

La suma de un antiguo diputado -Markov- y de un expresidente -Gombachov- podía crear la sensación de que “Rusia estaba en el ajo” (mejor “en el encebollado”). Los servicios de seguridad del Estado debieron detectarlo pronto, porque Víctor Terradellas -antiguo responsable de “relaciones internacionales” de CDC, llamado “el Willy Fogg del procés”- es un adicto al teléfono y, sin saber que sus comunicaciones estaban intervenidas desde hacía mucho- iba hablando de sus “logros” internacionales que comunicaba a todos los pilotos del “procés”. Es con él donde la mitomanía, las falsas esperanzas, el desconocimiento del lenguaje diplomático y las medias verdades convertidas en mentirijillas para autoanimarse, han dado lugar a la “Operación Volkhov”.

La idea general es que el tal Terradellas comunicó a Puigdemont y a otros, que podría cambalachearse el reconocimiento catalán a la anexión rusa de Crimea, ¡a cambio del reconocimiento ruso a la independencia de Cataluña! Y no solo eso: en alguna conversación telefónica se habló de que los rusos estaban dispuestos a enviar “10.000 soldados para garantizar la independencia de Cataluña”. Con el sentido del humor que requiere la situación, los medios oficialistas rusos han respondido que no, que existe un error en estas cifras y que no eran 10.000, sino 1.000.000 los militares que estaban dispuestos a enviar a Barcelona… Terradellas afirmó también que esperaba “dinero chino”…

No vale la pena perder mucho tiempo tratando de intuir qué hay de cierto en todo esto. Ningún Estado seria accedería a comprometerse hoy en operaciones de carácter napoleónico. Pero el caso demuestra el nivel intelectual y moral de los dirigentes independentistas y de los personajes que se situaban en torno a ellos durante los meses del “procés”. Estaban dispuestos a admitir un “ejército de ocupación” con tal de no renunciar a su proyecto. Desde Pau Clarís, el independentismo, con excesiva frecuencia, ha hipotecado las libertades de Cataluña, se ha vendido a otro país (Francia habitualmente), no tanto para alcanzar su objetivo -la independencia- sino para “derrotar” a España. Este es su “patriotismo”. Pero hay algo todavía peor.

Esta trama, de la que formaban parte empresarios independentistas, ONGs y entidades ultrasubvencionadas, que ha desviado dinero de la Diputación de Barcelona para el “procés”, ha seguido funcionando después del derrumbe del procés y, gracias a ella, Puigdemont y su corte han podido seguir llevando un tren de vida faraónico en Waterloo. Y lo han hecho con dinero público. Esta es la única realidad, más allá de las fantasías, las ensoñaciones, las medias verdades y las mentirijillas de Terradellas y de sus interlocutores.

Sin olvidar, lo más importante, detrás de todas estas iniciativas “patrióticas”, lo que existía era prisa para que el “procés” llegara a buen puerto. Todos los implicados tenían intereses económicos y promesas de buenos negocios a la sombra de la independencia del Estado recién creado. Todos ellos querían acaparar los grandes asuntos económicos más rentables. Todos ellos eran “corruptos en potencia” -algunos de ellos, como Xavier Vendrell de ERC, están siendo paralelamente investigados por “pelotazos urbanísticos”- y, por eso, tenían necesidad de animar, incluso, a Puigdemont, a seguir dando los pasos que le han llevado a Waterloo. En este contexto, un comentario con cualquier ruso se convertía en “10.000 soldados”, una conversación con el cajero de un “todo a cien” chino, pasara a ser “promesa de dinero de Pekín”, una llamada a la telefonista de la oficina de Govachov era considerada como “muestra de solidaridad del ex dirigente ruso” o un email a Assange, la promesa de que publicaría todo lo que se le enviara... Y así sucesivamente.

El berenjenal judicial es de campeonato y, sobre todo, de comedia de situación: es la continuación al “La República no existe, idiota” y a la broma de “Cipollino”. No estoy muy seguro de si la justicia debería de tomarse todo esto en serio. A medida que se van conociendo más y más detalles de todo aquel cúmulo de despropósitos, el “procés” se va redimensionando de “aventura política” o “cena de los idiotas”. Soy de los que creen que los “políticos presos” (que no “presos políticos”) deberían haber sido juzgados por generar “alarma social” y por “dividir a la sociedad catalana”. Algunos de ellos precisaban psiquiatras más que jueces y, no me importaría que los Mossos D’Esquadra, la Policía Nacional o la Guardia Civil, crearan una “Brigada para la Represión de la Estupidez y la Credulidad” para casos como éste.

Ahora vienen elecciones a la gencat. Supongo que, desde ahora, hasta que se conozcan los resultados, se irán conociendo más y más datos sobre esta comedia de situación catalana. Que ganará ERC está cantado (por mucho que tenga la mayor tasa, en estos momentos, de corruptos, de acosadores). La exCDC ha dado lugar a una marejada de siglas de las que solamente tiene posibilidades de ser algo la que cuente con el nombre de Puigdemont y no parece que la CUP vaya a mejorar sus resultados, sino todo lo contrario. Habrá que ver, si en bloque, los partidos “estatalistas” sube o baja (lo que parece claro es que Cs fue flor de un día y está hoy periclitado y a la baja y que Vox mejorará posiciones.

Que del nuevo “parlament” saldrá una Cataluña ingobernable, parece seguro, en medio de una España covidizada. La cuestión es quién irá a votar y quien se quedará en su casa. En cuanto a la Operación Volkhov, seguro que cuando oigamos hablar de ella, volvemos a sonreír.