jueves, 23 de octubre de 2025

El sionismo y el Tercer Reich (por Mark Weber) (3ª PARTE)


Stephen Wise

Los líderes sionistas de otros países se hicieron eco de estas opiniones. Stephen S. Wise, presidente del Congreso Judío Americano y del Congreso Judío Mundial, declaró en una reunión celebrada en Nueva York en junio de 1938: «No soy un ciudadano estadounidense de religión judía, soy un judío... Hitler tenía razón en una cosa: llama al pueblo judío una raza, y nosotros somos una raza»[1].

El especialista en asuntos judíos del Ministerio del Interior, el Dr. Bernhard Lösener, expresó su apoyo al sionismo en un artículo publicado en una edición de noviembre de 1935 del boletín oficial de la Administración del Reich[2] [Reichsverwaltungsblatt]:

“Si los judíos tuvieran ya su propio Estado en el que viviera la mayoría de ellos, la cuestión judía podría considerarse hoy completamente resuelta, también para los propios judíos. La menor oposición a las ideas contenidas en las leyes de Nuremberg se encontró entre los sionistas, porque se dieron cuenta inmediatamente de que estas leyes representan la única solución correcta para el propio pueblo judío. Porque cada nación debe tener su propio Estado como expresión externa de su propio espíritu nacional”.

En cooperación con las autoridades alemanas, los grupos sionistas organizaron una red de unos cuarenta campamentos y centros agrícolas en toda Alemania, donde se entrenaba a los futuros colonos para sus nuevas vidas en Palestina. Aunque las leyes de Nuremberg prohibían a los judíos utilizar la bandera alemana, se les garantizó el derecho a utilizar la bandera nacional judía, azul y blanca. La bandera que un día sería adoptada por el Estado de Israel ondeaba en los campos y centros sionistas de la Alemania de Hitler[3].

El servicio de seguridad de Himmler cooperó con la Haganá, la organización militar sionista secreta en Palestina. La agencia SS retribuyó económicamente al representante de la Haganá, Feivel Polkes, por su información sobre la situación en Palestina y por su ayuda en la organización de la inmigración judía a ese país. [Feivel Polkes incluso se reunió con el oficial de las SS Adolf Eichmann en Berlín el 26 de febrero de 1937, NDT]. Sin embargo, la Haganá estaba al corriente de los planes alemanes gracias a un espía que logró infiltrar en el cuartel general de las SS en Berlín[4]. La colaboración entre la Haganá y las SS incluyó incluso el suministro secreto de armas alemanas a los colonos judíos para la lucha contra los árabes de Palestina[5].

Tras el estallido de violencia y destrucción de la «Noche de los Cristales Rotos» en noviembre de 1938, [según algunos historiadores, este pogromo fue ordenado deliberadamente por Goebbels, celoso del control de las SS sobre la política de emigración judía, NDT], las SS ayudaron rápidamente a la organización sionista a recuperarse y continuar su trabajo en Alemania, aunque ahora bajo un control más estricto[6].

Restricciones oficiales

El apoyo alemán al sionismo no era ilimitado. Los dirigentes del Gobierno y del Partido eran muy conscientes de la campaña continua llevada a cabo por las poderosas comunidades judías de Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países para movilizar a «sus» gobiernos y conciudadanos contra Alemania. Mientras el judaísmo mundial siguiera siendo implacablemente hostil al nacionalsocialismo alemán, y mientras la gran mayoría de los judíos del mundo mostrara poco entusiasmo por reasentarse en la «Tierra Prometida» sionista, un Estado judío soberano en Palestina no «resolvería» realmente la cuestión judía internacional. Por el contrario, repetían los líderes alemanes, reforzaría enormemente esta peligrosa campaña antialemana. En consecuencia, el apoyo alemán al sionismo se limitó a respaldar un hogar judío en Palestina, bajo control británico, y no un Estado judío soberano[7].

Un Estado judío en Palestina, declaró el ministro [alemán] de Asuntos Exteriores a los diplomáticos en junio de 1937, no redundaría en interés de Alemania, ya que no sería capaz de absorber a todos los judíos del mundo, sino que solo serviría como una base de poder adicional para el judaísmo internacional, de manera muy similar a como Moscú servía de base para el comunismo internacional[8]. Reflejando un cierto cambio en la línea oficial, la prensa alemana en 1937 expresó una simpatía mucho mayor por la resistencia árabe palestina a las ambiciones sionistas, en un momento en que la tensión y el conflicto entre judíos y árabes en Palestina iban en aumento[9].

Una circular del Ministerio de Asuntos Exteriores del 22 de junio de 1937 advertía que, a pesar del apoyo a la colonización judía en Palestina, «sería sin embargo un error suponer que Alemania apoyaba la formación de una estructura estatal en Palestina bajo cualquier forma de control judío». En vista de la agitación antialemana del judaísmo internacional, Alemania no puede aprobar [la idea] de que la formación de un Estado judío en Palestina contribuiría al desarrollo pacífico de las naciones del mundo»[10] (...) «La proclamación de un Estado judío o de una Palestina administrada por los judíos», advertía un memorándum interno de la sección de Asuntos Judíos de las SS, «crearía para Alemania un nuevo enemigo, que tendría una profunda influencia en los acontecimientos [políticos] en Oriente Próximo». Otra agencia de las SS predijo que un Estado judío «trabajaría para brindar protección especial a las minorías judías en todos los países, dando así protección legal a la actividad parasitaria del judaísmo mundial»[11]. En enero de 1939, el nuevo ministro de Asuntos Exteriores de Hitler, Joachim von Ribbentropp, advirtió igualmente en otra circular que «Alemania debía considerar peligrosa la formación de un Estado judío», porque «supondría un aumento internacional del poder del judaísmo mundial»[12].

El propio Hitler revisó personalmente toda esta cuestión a principios de 1938 y, a pesar de su antiguo escepticismo sobre las ambiciones sionistas y su temor de que su política pudiera contribuir a la formación de un Estado judío, decidió apoyar aún más enérgicamente la emigración judía a Palestina. La perspectiva de librar a Alemania de sus judíos, concluyó, pesaba más que los posibles peligros[13].

Sin embargo, el Gobierno británico impuso restricciones aún más drásticas a la inmigración judía a Palestina en 1937, 1938 y 1939. En respuesta, el servicio de seguridad de las SS concluyó una alianza secreta con la agencia clandestina sionista Mossad le-Aliya Bet para introducir ilegalmente a los judíos en Palestina. Como resultado de esta intensa colaboración, varios convoyes de barcos lograron llegar a Palestina a pesar de los buques de guerra británicos. La emigración judía, tanto legal como ilegal, desde Alemania (incluida Austria a partir de 1938) hacia Palestina aumentó drásticamente en 1938 y 1939. Se había programado otra salida de 10 000 judíos para octubre de 1939, pero el estallido de la guerra puso fin a este esfuerzo. A pesar de todo, las autoridades alemanas continuaron apoyando la emigración indirecta de judíos a Palestina en 1940 y 1941[14]. Incluso en marzo de 1942, al menos un campo de entrenamiento sionista para «kibutz», oficialmente autorizado para los posibles emigrantes, seguía funcionando en la Alemania de Hitler[15].

El Acuerdo de Transferencia

La pieza central de la cooperación germano-sionista durante la época hitleriana fue el Acuerdo de Transferencia, un pacto que permitió a decenas de miles de judíos alemanes emigrar a Palestina con su fortuna. El acuerdo, también conocido como Haavara (palabra hebrea que significa «transferencia»), se firmó en agosto de 1933 tras las negociaciones entre funcionarios alemanes y Chaïm Arlosoroff, secretario político de la Agencia Judía, centro palestino de la Organización Sionista Internacional[16].

Mediante este acuerdo inusual, cada judío que partía hacia Palestina depositaba dinero en una cuenta especial en Alemania. El dinero se utilizaba para comprar material agrícola de fabricación alemana, materiales de construcción, bombas, fertilizantes, etc., que se exportaban a Palestina y vendían a través de la compañía judía Haavara en Tel Aviv. El dinero de las ventas se entregaba al emigrante judío a su llegada a Palestina, con una cantidad equivalente a su depósito en Alemania. Las mercancías alemanas llegaron a Palestina a través de Haavara, que poco después se completó con un acuerdo de trueque, por el que se intercambiaban naranjas de Palestina por madera de construcción, automóviles, maquinaria agrícola y otras mercancías alemanas. Así, el acuerdo sirvió al proyecto sionista de atraer colonos judíos y capital a Palestina, al tiempo que servía al objetivo alemán de liberar al país [alemán] de un grupo extranjero indeseable.

Los delegados del Congreso Sionista de Praga de 1933 debatieron enérgicamente los términos del acuerdo. Algunos temían que el pacto socavara el boicot económico internacional de los judíos contra Alemania. Pero los funcionarios sionistas tranquilizaron al Congreso. Sam Cohen, una figura clave del Acuerdo Haavara, aseguró que el acuerdo no era económicamente ventajoso para Alemania. Arthur Ruppin, especialista en emigración de la Organización Sionista, que había ayudado a negociar el pacto, subrayó que «el Acuerdo de Transferencia no interfería en modo alguno con el movimiento de boicot, ya que no entraría nueva moneda en Alemania como resultado del Acuerdo...»[17]. El Congreso Sionista de 1935, celebrado en Suiza, aprobó el pacto por mayoría abrumadora. En 1936, la Agencia Judía (el «gobierno clandestino» sionista en Palestina) asumió el control directo del Haavara, que permaneció en vigor hasta que la Segunda Guerra Mundial obligó a abandonarlo.

Algunos funcionarios alemanes se opusieron al acuerdo. El cónsul general de Alemania en Jerusalén, Hans Döhle, por ejemplo, criticó duramente el acuerdo en varias ocasiones durante el año 1937. Destacó que le costaba a Alemania el comercio exterior que los productos exportados a Palestina a través del pacto podrían reportar si se vendieran en otros lugares. El monopolio del Haavara sobre la venta de mercancías alemanas en Palestina a través de la Agencia Judía descontentaba naturalmente a los empresarios alemanes, así como a los árabes. El apoyo oficial alemán al sionismo podía llevar a la pérdida de mercados en el mundo árabe. El Gobierno británico también estaba descontento con el acuerdo[18]. Un boletín interno del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán de junio de 1937 aludía a los «sacrificios del comercio exterior» que se derivaban del Haavara[19].

Un memorándum interno de diciembre de 1937 del Ministerio del Interior alemán revisaba el impacto del Acuerdo de Transferencia: «No hay duda de que el acuerdo Haavara ha contribuido de manera muy significativa al rápido desarrollo de Palestina desde 1933. El acuerdo no solo ha proporcionado la mayor fuente de dinero (¡procedente de Alemania!), sino también el grupo de inmigrantes más inteligente y, en última instancia, ha aportado al país la maquinaria y los productos industriales esenciales para su desarrollo». La principal ventaja del pacto, según el memorándum, era la emigración de importantes grupos de judíos a Palestina, el objetivo más deseable desde el punto de vista de Alemania. Pero el informe también señalaba las importantes desventajas subrayadas por el cónsul Döhle y otros. El ministro del Interior, continuaba el texto, había llegado a la conclusión de que las desventajas del acuerdo superaban ahora a las ventajas y que, por lo tanto, había que ponerle fin[20].

Solo un hombre podía resolver la controversia. Hitler revisó personalmente esta política en julio y septiembre de 1937, y de nuevo en enero de 1938, y en cada ocasión decidió mantener el acuerdo de Haavara. El objetivo de liberar a Alemania de la presencia de los judíos, concluyó, justificaba los inconvenientes[21].

El Ministerio de Economía del Reich ayudó a organizar otra empresa de transferencia, la Agencia de Inversión y Comercio Internacional, o Intria, a través de la cual los judíos de otros países podían ayudar a los judíos alemanes a emigrar a Palestina. Finalmente, se transfirieron casi 900.000 dólares a los judíos alemanes en Palestina a través de Intria[22]. Otros países europeos, deseosos de fomentar la emigración judía, firmaron acuerdos con los sionistas, siguiendo el modelo del Haavara. En 1937, Polonia autorizó [la creación de] la empresa de transferencia Halifin (palabra hebrea que significa «intercambio»). A finales del verano de 1939, Checoslovaquia, Rumanía, Hungría e Italia habían firmado acuerdos similares. Sin embargo, el estallido de la guerra en septiembre de 1939 impidió la aplicación a gran escala de estos acuerdos[23].



[1] «Dr. Wise Urges Jews to Declare Selves as Such», New York Herald Tribune, 13 de junio de 1938, p. 12.

[2] F. Nicosia, The Third Reich (1985), p. 53.

[3] Lucy Dawidowicz, The War Against the Jews, 1933-1945 (Nueva York: Bantam, pb., 1976), pp. 253-254.; Max Nussbaum, «Zionism Under Hitler», Congress Weekly (Nueva York: American Jewish Congress), 11 de septiembre de 1942.; F. Nicosia, The Third Reich (1985), pp. 58-60, 217.; Edwin Black, The Transfer Agreement (1984), p. 175.

[4] H. Höhne, The Order of the Death's Head (Ballantine, pb., 1984), pp. 380-382.; K. Schleunes, Twisted Road (1970, 1990), p. 226.; Informe secreto de inteligencia interna de las SS sobre F. Polkes, 17 de junio de 1937, en: John Mendelsohn, ed., The Holocaust (Nueva York: Garland, 1982), vol. 5, pp. 62-64.

[5] F. Nicosia, Third Reich (1985), pp. 63-64, 105, 219-220.

[6] F. Nicosia, Third Reich (1985), p. 160.

[7] Esta distinción también está implícita en la «Declaración Balfour» de noviembre de 1917, en la que el Gobierno británico expresó su apoyo a «un hogar nacional para el pueblo judío» en Palestina, al tiempo que evitaba cuidadosamente cualquier mención a un Estado judío. Refiriéndose a la población árabe mayoritaria de la zona, la Declaración continuaba advirtiendo: «... quedando claramente entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina». El texto completo de la Declaración se reproduce en facsímil en: Robert John, Behind the Balfour Declaration (IHR, 1988), p. 32.

[8] F. Nicosia, Third Reich (1985), p. 121.

[9] F. Nicosia, Third Reich (1985), p. 124.

[10] David Yisraeli, The Palestine Problem in German Politics 1889-1945 (Bar-Ilan University, Israel, 1974), p. 300. ; También en: Documents on German Foreign Policy, Serie D, Vol. 5. Doc. N.º 564 o 567.

[11] K. Schleunes, The Twisted Road (1970, 1990), p. 209.

[12] Circular del 25 de enero de 1939. Documento de Núremberg 3358-PS. Tribunal Militar Internacional, Juicio de los principales criminales de guerra ante el Tribunal Militar Internacional (Núremberg: 1947-1949), vol. 32, pp. 242-243. Conspiración y agresión nazis (Washington, DC: 1946-1948), vol. 6, pp. 92-93.

[13] F. Nicosia, Third Reich (1985), pp. 141-144.; Sobre la visión crítica de Hitler del sionismo en Mein Kampf, véase especialmente el vol. 1, cap. 11. Citado en: Robert Wistrich, Hitler's Apocalypse (Londres: 1985), p. 155.; Véase también: F. Nicosia, Third Reich (1985), pp. 26-28.; Hitler le dijo a su ayudante militar en 1939 y nuevamente en 1941 que había preguntado a los británicos en 1937 sobre la posibilidad de trasladar a todos los judíos de Alemania a Palestina o Egipto. Los británicos rechazaron la propuesta, dijo, porque causaría más desorden. Véase: H. v. Kotze, ed., Heeresadjutant bei Hitler (Stuttgart: 1974), pp. 65, 95.

[14] F. Nicosia, Third Reich (1985), pp. 156, 160-164, 166-167.; H. H_hne, The Order of the Death's Head (Ballantine, pb., 1984), pp. 392-394.; Jon y David Kimche, The Secret Roads (Londres: Secker and Warburg, 1955), pp. 39-43. Véase también: David Yisraeli, «The Third Reich and Palestine», Middle Eastern Studies, octubre de 1971, p. 347.; Bernard Wasserstein, Britain and the Jews of Europe, 1939-1945 (1979), pp. 43, 49, 52, 60.; T. Kelly, «Man who fooled Nazis», Washington Times, 28 de abril de 1987, pp. 1B, 4B. Basado en una entrevista con Willy Perl, autor de The Holocaust Conspiracy.

[15] Y. Arad, et al., eds., Documents On the Holocaust (1981), p. 155. (El kibutz de entrenamiento estaba en Neuendorf y es posible que siguiera funcionando incluso después de marzo de 1942). Sobre la oposición al Haavara en los círculos oficiales alemanes, véase: W. Feilchenfeld, et al., Haavara-Transfer nach Palaestina (1972), pp. 31-33.; D. Yisraeli, «The Third Reich», Journal of Contemporary History, 1971, pp.  136-139. ; F. Nicosia, The Third Reich and the Palestine Question, pp. 126-139.; I. Weckert, Feuerzeichen (1981), pp. 226-227.; Rolf Vogel, Ein Stempel hat gefehlt (Múnich: Droemer Knaur, 1977), pp. 110 y ss.

[16] Sobre el acuerdo en general, véase: Werner Feilchenfeld, et al., Haavara-Transfer nach Palaestina (Tubinga: Mohr/Siebeck, 1972).; David Yisraeli, «The Third Reich and the Transfer Agreement», Journal of Contemporary History (Londres), n.º 2, 1971, pp. 129-148.; «Haavara», Encyclopaedia Judaica (1971), vol. 7, pp. 1012-1013.; F. Nicosia, The Third Reich and the Palestine Question (Austin: 1985), pp. 44-49.; Raul Hilberg, The Destruction of the European Jews (Nueva York: Holmes and Meier, 1985), pp. 140-141.; The Transfer Agreement, de Edwin Black, es detallado y útil. Sin embargo, contiene numerosas imprecisiones y conclusiones totalmente erróneas. Véase, por ejemplo, la reseña de Richard S. Levy en Commentary, septiembre de 1984, pp. 68-71.

[17] E. Black, The Transfer Agreement (1984), pp. 328, 337.

[18] Sobre la oposición al Haavara en los círculos oficiales alemanes, véase: W. Feilchenfeld, et al., Haavara-Transfer nach Palaestina (1972), pp. 31-33.; D. Yisraeli, «The Third Reich», Journal of Contemporary History, 1971, pp. 136-139.; F. Nicosia, The Third Reich and the Palestine Question, pp. 126-139.; I. Weckert, Feuerzeichen (1981), pp. 226-227.; Rolf Vogel, Ein Stempel hat gefehlt (Múnich: Droemer Knaur, 1977), pp. 110 y ss.

[19] W. Feilchenfeld, et al., Haavara-Transfer (1972), p. 31. Texto completo en: David Yisraeli, The Palestine Problem in German Politics 1889-1945 (Israel: 1974), pp. 298-300.

Memorándum interno del Ministerio del Interior (firmado por el secretario de Estado W. Stuckart), 17 de diciembre de 1937, en: Helmut Eschwege, ed., Kennzeichen J (Berlín: 1966), pp. 132-136.

[20] Memorándum interno del Ministerio del Interior (firmado por el secretario de Estado W. Stuckart), 17 de diciembre de 1937, en: Helmut Eschwege, ed., Kennzeichen J (Berlín: 1966), pp. 132-136.

[21] W. Feilchenfeld, et al, Haavara-Transfer (1972), p. 32.

[22] E. Black, Transfer Agreement, pp. 376-377.

[23] E. Black, Transfer Agreement (1984), pp. 376, 378.; F. Nicosia, Third Reich (1985), pp. 238-239 (n. 91).