A pesar de que todos los indicativos político-económicos sugieran
la proximidad de una crisis terminal para un país, la persistencia y agravación
de tal situación, es condición necesaria, pero no suficiente como para que
estalle un movimiento de rectificación que rompa las dinámicas existentes hasta
ese momento. Hacen falta otros elementos, a los que llamaremos “condiciones
objetivas” para un “golpe de timón”. Son ocho. Los enumeramos
A) Extendido deseo de cambio
El hartazgo extendido entre la población es otra de las
condiciones objetivas que indican la posibilidad de que se produzca un golpe de
Estado. Las masas precisan de una “levadura”, esto es, de un movimiento
organizado que las movilice, les dé rostro, objetivos y convierta su
frustración en fermento de rebelión. No vamos aquí a describir los elementos
que deben estar presentes en un “movimiento organizado de protesta nacional”,
pero sí a insistir en el hecho de que si ese movimiento -de carácter político-
no es capaz de operar la mutación de la desesperación en deseo de cambio,
extendido a un amplio sector de la población; las experiencias históricas
demuestran que con que un 20% de la población apoye ruidosamente y afirme su
deseo de cambio, es suficiente: con menos, ese movimiento quedaría diluido.
Ese 20% constituye lo que podríamos llamar “fracción activa de las masas”.
B) Sensación de que el régimen ha agotado todas sus posibilidades
Es importante que esas masas sean conscientes, no tanto de lo que
quieren, como de aquello que rechazan. Deben
estar convencidos de que el régimen ha apurado ya todas sus posibilidades, que ya
no quedan opciones que explorar dentro del régimen y que éste ha fracasado. Se
trata, por tanto, de sustituirlo antes de que ocurra algo irremediable. Que
ya no da más de sí y que cualquier hora que pasa implica unos centímetros más
en el hundimiento del país. No es algo difícil de demostrar, es el argumento
por excelencia: “no hay opciones dentro del régimen; no podemos confiar
en los que llevan tantas décadas fracasando y hundiéndonos poco a poco”.
Se ha llegado a una hora en la que ya no pueden pensarse en soluciones
“reformistas”: si hubiera sido posible cualquier reforma, hace tiempo que se
habría puesto en práctica. Si no se ha hecho es porque los partidos
mayoritarios se sienten cómodos con la actual situación: ellos no pierden nada,
el ciudadano, en cambio, se arriesga a perderlo todo, incluido el futuro de sus
hijos.
C) Insolidaridad de las masas con el régimen
Cuando llega el momento en que un sector de la población
exterioriza su desprecio hacia las instituciones, desconfía de ellas, cuando se
ha generalizado la sensación de que se trata de estructuras burocráticas
inútiles que solamente enriquecen a los staffs de los partidos políticos y a
los que están habituados a hacer buenos negocios a la sombra del poder, en ese
momento, cualquier petición -por razonable que pueda ser- del gobierno pidiendo
a los ciudadanos apretarse el cinturón, realizar algún esfuerzo en no importa
qué dirección, caerá en saco roto. No se trata de
que a las masas no les importe el futuro de las distintas opciones que han
gobernado hasta ayer, se trata de que anide en ellas una desconfiaza absoluta,
insalvable, irrecuperable, irrenunciable, no solo ante la clase política del
régimen, sino ante el mismo régimen. Cuando se llega ese punto, cuando los
representantes del régimen son abucheados en sus apariciones públicas, cuando
la abstención electoral se sitúa en torno al 40%, cuando aumenta
desmesuradamente la cantidad de votos nulos y en blanco, o, simplemente, cuando
sistemáticamente se impide que las medidas adoptadas sean respetadas y acatadas
por una fracción activa de la población, eso sugiere que ese régimen ha entrado
en una etapa de disgregación: se generarán abandonos, dimisiones, silencios
significativos y se percibirá nerviosismo e histeria en los responsables
gubernamentales, signos inequívocos de una situación de desgaste terminal.
D) Escasa credibilidad de los portavoces del régimen
Hay un momento en el que los portavoces del régimen dejan de ser
tomados en consideración: cualquier cosa que digan es, entonces, tomado con
reservas por un sector amplio de la población. Han dejado de creer en promesas,
pero también informaciones y datos, propuestas y medidas adoptadas por el
régimen. Cuando en un bar de barriada, el público
que escucha un discurso gubernamental, exterioriza burlas, incredulidad o,
incluso, odio inconmensurable, todo eso sugiere que el nivel de putrefacción
del régimen está muy avanzado y que el gobierno de turno carece por completo de
credibilidad, diga lo que diga. De todas las “condiciones objetivas” que
estamos enumerando, esta es la más significativa y lógica: desde hace tanto
tiempo, a través de los medios de comunicación, se dan explicaciones sobre tal
o cual fenómeno, que luego resultan ser falsas (¡incluso en meteorología!), que
lo normal era que la confianza de la población en su gobierno quedara
progresivamente mermada. No se trata de exteriorizar discrepancias y de
utilizar razonamientos lógicos, se trata, simplemente, de que cualquier
afirmación que haga un portavoz del régimen caiga en la sima de la indiferencia
y termine llegando al pozo de la hostilidad.
E) Existencia de una minoría organizada de las masas opuesta al
régimen
No hay que confundir la “fracción activa de las masas” con la
“clase política dirigente”, núcleo central y directorio del movimiento de
cambio socio-político. Estamos refiriéndonos a un grupo pequeño, pero
extremadamente diversificado, con capacidad para introducirse en cualquier
ambiente y transmitir la llama de la agitación. Obviamente, sus miembros deben
de pertenecer a distintos grupos sociales y estar unidos por una voluntad y un
programa. No es necesario que constituyan un movimiento político propiamente
dicha: es, más bien, una red lo que se precisa.
Red de contactos, red transmisión de sugestiones y orientaciones, red de
coordinación, red de planificación, pero también de acción. Para ser efectiva,
una red de este tipo debe tener una característica esencial: sus miembros
deben ser “mejores” que las personalidades del régimen, nombres de prestigio en
sus respectivos campos de acción, conscientes de lo que se están jugando y de
lo que está en juego. No puede tratarse de ambiciosos tornadizos y sin
escrúpulos (de estos ya hay suficientes en las bancadas parlamentarias y en las
filas del régimen), deben encarnar valores morales y responsabilidades que
hayan puesto de manifiesto y cualificaciones profesionales que nos hayan
situado como personajes conocidos, respetados e incuestionables en sus sectores
de actividad. No se trata de encontrar “influencers” que se sumen,
sino de cualificaciones mucho más exigentes. A fin de cuentas, de lo que se
trata es de sustituir a una clase política dirigente, corrupta, degenerada y
sin escrúpulos, por otra, sino por un grupo de personas que garantices:
patriotismo, eficiencia en la gestión y competencia. De la calidad de
quienes compongan este núcleo central, dependerá en grandísima medida, el éxito
o el fracaso de lo que seguirá después. Un núcleo central dirigente, no
puede apelar a “los más”, sino a “los mejores”.
F) Extendido movimiento de protesta popular
Cuando el centro dirigente, o la dinámica misma de las
circunstancias, hacen que el régimen se enfrente a la posibilidad de perder el
control en las calles, es cuando comenzarán los abandonos, las deserciones y
los “cambios de camisa”. Ha ocurrido siempre y siempre volverá a ocurrir: las
gentes se adhieren a un movimiento por convencimiento, por inercia o por miedo. Sea como fuere, cuando el régimen pierde el control de las
masas, cuando estallan protestas, revueltas, motines a lo largo y ancho del
país, suele ser el momento en el que las personalidades del régimen se dan
cuenta de que solamente tienen de su parte “papeles”, en forma de leyes que han
ido aprobando desde los orígenes mismos del régimen, pero que lo escrito en
cualquier ley puede ser sustituido, derogado o vuelto en sentido contrario.
En ese momento, es cuando las voluntades flaquean, sobre todo, si los que se
manifiestan en las calles están apoyados por personalidades de prestigio en
instituciones políticas, culturales, sociales o en estructuras jerárquicas. Lo
esencial de los movimientos de protesta popular es que transmitan miedo a los
responsables del régimen, les enseñen que están próximos al final y que ese
final puede ser terrible para ellos. De la misma forma que en la Revolución
Francesa la nobleza cedió sin prácticamente combatir, en especial después de
los primeros asaltos a los palacios. Terminó habiendo más nobles en los hoteles
de Londres que en las cárceles de la guillotina. En efecto, al presentir el
final, el ver a masas cada vez más encolerizadas, los más prefieren siempre la
huida.
G) Sinergia con movimientos similares existentes en otros países.
Un movimiento de reconstrucción nacional, por el hecho de ser
“nacional” no debe encerrarse en el interior de las fronteras de su nación.
Debe, por el contrario, abrirse a la colaboración con otras fuerzas políticas y
sociales presentes en otros países del mismo entorno geográfico. En España, ciertamente, estamos viviendo una situación de crisis
permanente, pero no es, contrariamente a lo que pueda pensarse, un rasgo
“nacional”: en todos los países de Europa Occidental (en Italia y en Portugal,
en Bélgica y en Holanda, en Suecia, especialmente, y, por supuesto en Francia y
en parte de Alemania) se está asistiendo al desmoronamiento acelerado de la
sociedad y de las instituciones. Quizás Francia esté en vanguardia de todos
estos procesos, pero también allí la polarización del electorado en dos bloques
sugiere que se ha llegado a un punto límite y que, en breve aparecerán todas
las “condiciones objetivas” necesarias para que se produzcan movimientos
políticos tendentes a restaurar los tres principios que se reconocían como
esenciales en la época del Divino Augusto: “Paz, Justicia, Orden”. El
movimiento de cambio debe, necesariamente, contactar y coordinarse con otros
movimientos similares presentes en toda la “Europa de la crisis” y con
cualquier país o movimiento político que reconozca la necesidad de una
intervención decisiva para restaurar “Paz – Justicia – Orden”. Cuando falta
alguno de estos tres elementos, no existe “seguridad” y, sin seguridad, no
puede ejercerse ninguno de los derechos humanos que pasan a ser mera palabrería
sentimental. En toda Europa Occidental existen movimientos de resistencia,
que, sin duda, pueden encontrar eco en el resto de Europa y en otros países: se
trata de coordinar esfuerzos de cara, tanto a generar el efecto contagio en
otros países como garantizar el apoyo de sus gobiernos o de parte de su
sociedad, en el proyecto de regeneración nacional y presentar como comprensible
y necesario en otros países.
H) Descontento extendido entre los poderes fácticos
No es lo mismo el que, en una granja aislada, lejos de una capital
de provincia e, incluso, alejada de la granja contigua, exista una familia que
manifieste ruidosamente su protesta ante el régimen, que el hecho de que, en
una gran ciudad, en algún barrio, se produzca una protesta popular contra las
condiciones de vida y contra la actuación del gobierno. Para que una
protesta pueda irradiar desde zonas agrícolas, hará falta que existe cierta
densidad de población. Sin embargo, en ciudad, las protestas se extienden con
mucha rapidez. Pero, incluso, dentro de una ciudad, no todos los sectores que
viven en ella tienen la misma influencia y el mismo peso social. Wellington
decía que el tricornio de Napoleón valía por 50.000 soldados. En efecto, hay
sectores sociales que son, en vistas a un movimiento de cambio, mucho más
importantes que otros. Se les ha llamado tiempo atrás “poderes fácticos”:
poderes que existen en la sociedad aun cuando carezca de poder político
directo, pero que ante situaciones de crisis, están obligados a dar ejemplo a
la ciudadanía y a asumir sus responsabilidades: magistratura, milicia, fuerzas
de seguridad, cuerpos funcionariales, por ejemplo. En otro tiempo, era
inevitable añadir la nobleza y el clero, pero la nobleza ha desertado de
cualquier responsabilidad en el futuro de la nación y el clero español,
envejecido y desorientado, tienen hoy un peso escaso, incluso despreciable.
* * *
¿Se dan todas estas circunstancias en España? Rotundamente no. Por
tanto, hoy no es posible que nadie pueda dar un golpe de Estado en nuestro
país. ¿Hay que felicitarse por ello? Seguramente,
pero hay que tener en cuenta que a pesar de que no estén presentes en los
porcentajes correctos todas estas “condiciones objetivas”, no es menos cierto
que casi todas, en mayor o menor medida, revolotean sobre la arena política
española. Este elemento es extremadamente importante a tenor de la evolución
que hemos previsto de la situación política española en los próximos años.
Podemos establecer así la situación actual de cada una de estas
“condiciones objetivas” cuando el gobierno Frankenstein 2.0. de Pedro
Sánchez se prepara para el que todos auguramos como el ciclo más inestable de
la política española desde la primavera de 1936:
A) Extendido deseo de cambio CRECIENTE
B) Sensación de que el régimen ha agotado todas sus
posibilidades INCIPIENTE
C) Insolidaridad de las masas con el régimen CRECIENTE
D) Escasa credibilidad de los portavoces del régimen CRECIENTE
E) Existencia de una minoría organizada de las masas opuesta
al régimen MÍNIMA
F) Extendido movimiento de protesta popular MÍNIMO
G) Sinergia con movimientos similares existentes en otros
países MÍNIMO
H) Descontento extendido entre los poderes fácticos INCIPIENTE
Por tanto, puede deducirse que, cuando estamos próximos al “estreno” del Frankenstein 2.0. las “condiciones objetivas” para que se dé una salida “atípica” al régimen surgido en 1978 son sólo INCIPIENTES. Si en una escala de este tipo, las gradaciones son “óptima”, “buena”, “creciente”, “incipiente”, “mínima” y “nula” y aceptamos que, para que pueda producirse un golpe de Estado, deben alcanzar la condición de “óptimas” en las ocho condiciones, deberemos aceptar que, a fecha 15 de noviembre de 2023, nos encontramos en una fase en la que tales condiciones se sitúan entre “incipiente” y “creciente”... con todo lo que ello implica, especialmente, porque nadie, absolutamente nadie, ni en este país, ni en el extranjero, ve posibilidades de que en los próximos meses vaya mejorando la situación política, social y económica, sino que tenderán a manifestarse brutalmente los elementos que hemos señalado como presentes en nuestro análisis sobre EL VERDADERO ESTADO DE LA NACIÓN.
A partir de ahí, el régimen se enfrentará a una doble alternativa:
- la de MÍNIMOS: un cambio de gobierno y a una ruptura radical con las experiencia socialistas desde 2004, lo que equivale a un problemático gobierno del "bloque de la derecha", a la vista de que cabe pensar si todavía puede resolverse la situación económico-social del país y proceder a la necesaria reforma constitucional.
- la de MÁXIMOS: a un cambio de régimen. Dado que resulta imposible que existan "consensos" suficientes para ese cambio, la única vía posible es la del "golpe de Estado".
LINKS DE LA SERIE
¿CUÁNDO UN GOLPE DE ESTADO ES LA “SOLUCIÓN FINAL”? (1) – Sobre las dictaduras de nuestro tiempo y España
¿CUÁNDO UN GOLPE DE ESTADO ES LA “SOLUCIÓN FINAL”? (2) – Cuando un golpe de Estado puede ser la solución a recurrir
¿CUÁNDO UN GOLPE DE ESTADO ES LA “SOLUCIÓN FINAL”? (3) - ¿Hay solución dentro de la constitución?
¿CUÁNDO UN GOLPE DE ESTADO ES LA “SOLUCIÓN FINAL”? (4) – Condiciones necesarias para un golpe de Estado
¿CUÁNDO UN GOLPE DE ESTADO ES LA “SOLUCIÓN FINAL”? (5) – La técnica golpista: justificaciones
¿CUÁNDO UN GOLPE DE ESTADO ES LA “SOLUCIÓN FINAL”? (6) – La técnica golpista: la práctica (A)
¿CUÁNDO UN GOLPE DE ESTADO ES LA “SOLUCIÓN FINAL”? (7) – La técnica golpista: la práctica (B)