Las manifestaciones masivas contra el pedrosanchismo y su política
de pactos llegaron a su límite el pasado domingo al mediodía. Por algún motivo,
alguien, al terminar la manifestación decidió que, más que ir a Ferraz (sede
de la burocracia pedrosanchista) era más justo y necesario sitiar el bunker de
La Moncloa. Y se aproximaron a la fortaleza. Pensé en el asalto a las
Tullerías el 20 de junio de 1792 por los “sans-culottes”. En aquel
episodio, las turbas consiguieron romper las defensas y penetrar en el palacio.
La familia real fue arrojada a la Bastilla y solo saldrían camino de la
guillotina. Hay, como se ve, diferencias entre ambos episodios.
En primer lugar, las “turbas” de Madrid no pertenecían a los
estratos más bajos de la sociedad, sino que eran jóvenes, clases medias,
trabajadores, jubilados, una muestra muy amplia de la sociedad española. En
segundo lugar, la guardia suiza que protegía las Tullerías apenas tenía
cartuchos contra unos “sans-culottes” que habían asaltado previamente
fortines y arsenales; los manifestantes de Madrid, iban desarmados, airados
pero desarmados. Por otra parte, Marlaska, que hasta el domingo no tuvo
asegurado permanecer en el cargo (era, tras la Montero, el ministro más requemado
del anterior gobierno y el que registraba más burlas y desprecios por subordinados
de su departamento) se ganó la permanencia gracias a desplazar a todos los
antidisturbios movilizables en defensa del garito del jefe.
El resultado fue que, Luis XVI terminó en la guillotina y Pedro
Sánchez, tiene asegurada la permanencia en el gobierno de lo que quede de
Estado, como mínimo hasta las elecciones europeas de 2024.
El lunes, felicísimo como una perdiz por repetir como ministro,
Marlaska cambió de táctica: ya no defendería a Ferraz con un cinturón de
protección, sino que arrinconaría en las aceras a los manifestantes. ¡Qué
importa que fueran cientos de vehículos los que hacían sonar sus bocinas al
pasar ante la sede! ¿Cuánto tardarán los vecinos del barrio en quejarse del
ruido por muy patriotas que sean?
Por lo demás, ayer en Ferraz había menos manifestantes. Seamos
claros: el momento álgido de las protestas ya ha pasado. Hemos asistido a la
escenificación de una victoria pírrica, pero victoria, al fin y al cabo:
Frankenstein 2.0. está en marcha. Se aprobó en el parlamento y ya no tenemos “gobierno
en funciones”, sino “gobierno funcionando”. Ahora se abre otro capítulo del
drama.
Vale la pena sacar conclusiones de todo esto.
Lo cierto es que no tiene muchas, pero la peculiar conformación
del cerebro de Sánchez le hará resistir hasta el fin numantino, sacrificar en
su en torno a quien haga falta y, al final, explicar que él lo hizo bien, pero
que el fracaso se ha debido a una “derecha secuestrada por el fascismo” y a los
ministros de Sumar, como antes atribuyó “desfases” a las ministrillas y ministrillos
de Podemos.
Y ya que mencionamos a Podemos. Hay que reconocer que hay
partidos que son víctimas de sí mismos. Las alusiones al a “unidad de la
izquierda progresista” tan cacareada por Podemos y su hostilidad a cualquier
forma que pudiera considerarse “machismo”, es lo que ha precipitado el fin de
este grupo heteróclito. En efecto, los cinco diputados de podemos, hubieran
podido exigir a Pedro Sánchez, como mínimo un ministerio. Si JuntsxCat ha
obtenido la Luna con siete diputados, Podemos podía haber vendido caro sus
cinco votos… Y, sin embargo, ha callado. Es cierto que su margen de
maniobra era limitado y que, en caso de haber votado en contra de la investidura
de Sánchez, hubiera sentenciado su muerte súbita. Pero, ahora, fuera del
gobierno, sin posibilidad de manejar presupuesto, asfixiada por deudas, rota
interiormente, desmovilizada y con la militancia decepcionada en casa o
tratando de hacerse agradable a Sumar, Podemos es un cadáver al que le
espera una agonía, incluso aunque volviera Iglesias a primera fila. Ya no se
puede salvar nada y podemos apostar que quizás llegue a las elecciones
europeos, sus "idus de marzo", pero desde luego, 2024 señala su fecha de caducidad. A los hombres y
a las mujeres de Podemos les ha faltado “hombría” para defender sus posiciones.
Apeados de sus cargos, les cabe ahora aquello del “llora como mujer…” de
la mamasita de Boabdil.
La puntilla le puede venir a Sánchez desde múltiples frentes: pero
no será, desde luego, por presión de la calle.
Sabe que, mientras el PP insista en esa estrategia, siempre le podrá colgar el
sambenito de seguir “secuestrado por el fascismo de Vox”. Las perspectivas
económicas no son nada buenas para 2024, ni las españolas ni las mundiales, ni
las europeas. Entre los CEO de las mayores empresas existe consenso en afirmar
que, como máximo, en el segundo trimestre se iniciará una recesión que
proseguirá hasta que las tasas de interés no retornen por debajo del 3%. Es
ocioso pensar que nada de todo esto repercutirá en España, país sin modelo
económico y con una economía basada en turismo y construcción, los sectores que
más sufren en momentos de recesión y altos tipos de interés…
Las elecciones europeas pueden cambiar el panorama en el
Parlamento de Estrasburgo. El fracaso y el
descontento por la gestión del gobierno de coalición “progresista” en Alemania,
un verdadero monigote acobardado mira más los intereses del Departamento de
Estado USA y del Pentágono, que los de su propio país, puede recibir un varapalo
histórico, unido a la polarización de fuerzas que se está produciendo en la
mayoría de países de Europa y que deja prever que la correlación de fuerzas en
el parlamento europeo va a varias radicalmente con un notable desplazamiento
hacia la derecha.
Y luego está, por supuesto, las posibilidades del PSOE de
satisfacer a sus nuevos socios. Con Sumar no habrá problemas, porque Sumar
es un Podemos 2.0., con la diferencia de que las ideas excéntricas y locuelas
de las alegres chicas de Podemos están más atenuadas en Sumar y, por tanto,
disminuyen las fisuras que pueda haber en el gobierno. El problema no es
lo que ocurra “dentro” del gobierno, sino con sus aliados exteriores: son
demasiados y todos ellos han olido miedo y debilidad. Muñirán la vaca mientras dé leche; luego la sacrificarán. No es, en ningún caso,
una cooperación sincera, sino la “unión de los derrotados” (todos los
nacionalistas, sin excepción, perdieron votos en las pasadas elecciones, la
sangría de Junts y de ERC en Cataluña fue histórica (pérdida de un tercio de
votos y diputados) y en el País Vasco, entre Bildu y PNV perdieron 50.000 votos).
Ahora, saben que, si Sánchez quiere seguir en el poder, cada paso que dé
deberá estar medido para satisfacer a los nacionalistas e independentistas.
Dado que en el programa del PSOE desde hace décadas aparece la
aspiración a un “Estado Federal”, ese va a ser el próximo paso. Si bien
haría falta una reforma constitucional imposible de realizar con las actuales
simetrías parlamentarias, parece mucho más razonable pensar que Sánchez irá
accediendo a todas y cada una de las reivindicaciones nacionalistas hasta que
el vínculo de Cataluña y el País Vasco con el Estado sea tan débil que casi
pueda considerarse simbólico. Se habrá llegado, sino a un federalismo constitucional,
si al menos a un federalismo de hecho.
Pero todo ello implica más endeudamiento del Estado y mayor
volumen de las administraciones autonómicas. La condonación de 17.000 millones
de deuda de la gencat puede ser el primer paso para un “café para todos”
similar al que vimos a principios de los años 80. Todos querían ser “comunidades
autónomas”, a pesar de que no existieran precedentes históricos que lo
justificasen. Ahora, todas las comunidades, incluidas las gobernadas por el
PP, van a exigir condonaciones similares y transferencias de todo aquello que pueda
suponer algún tipo de ingreso. En otras palabras, el caos autonómico.
En resumen: el pedrosanchismo no va a caer de hoy para mañana, su
primer gran obstáculo va a ser las elecciones europeas y la próxima recesión,
la disminución de flujo de fondos europeos y los pagos por intereses de la
deuda. La única solución es aplicar una mayor presión fiscal, con la
consiguiente protesta social que generará. Según el resultado de esas
elecciones, y dependiendo del nivel de desgaste del gobierno y de sus socios,
se podrán establecer mejor los plazos de caducidad del pedrosanchismo. No
hay, eso sí, ni un solo analista objetivo que apueste por la finalización de
eta legislatura en su plazo normal.
2) Los errores del PP y de Núñez Feijóo
No puede decirse que Feijóo sea un gran estratega. Desde que llegó
a la secretaría general del PP sus posiciones han sido oscilantes y sus errores
estratégicos han costado muy caros a su partido. Nada más ser elegido para
liderar el PP, proclamó que su “primera opción” de pactos era… el PSOE. Y
siguió manteniendo, incluso en el período electoral, esta opción, demostrando
que tenía muy poco conocimiento de lo que era el pedrosanchismo y el “socialismo
del siglo XXI”.
El PP consiguió un avance notable, configurándose como el vencedor
real en número de votos y diputados en las pasadas elecciones, pero no los
suficientes para poder gobernar. Su grandísimo error -que, en realidad,
también fue de Vox- consistió en no pactar, previamente a la celebración de las
elecciones, una candidatura única de la derecha que le hubiera dado los “restos”
de votos que la Ley d’Hont dejaba sin representación en varias provincias, las
necesarias para obtener la mayoría absoluta. Pero, tanto PP como Vox,
confiaban en obtener buenos resultados (el PP creyó que tendría mayoría y Vox creyó
que bastaría su aportación en diputados para que Feijóo pudiera gobernar, así
que estaría en condiciones de hacer valer su apoyo en contrapartidas
políticas). Inicialmente, ni unos ni otros creyeron que Sánchez podría
llegar tan lejos en sus pactos con los independentistas. Cuando lo comprobaron,
optaron por la movilización callejera.
En realidad, Vox ha demostrado ser algo más inteligente que el PP:
deslumbrado por las dos movilizaciones de masas de los días 12 y 18 de
noviembre, el PP no previó lo que iba a hacer después y se limitó a pedir “nuevas
elecciones”… Gran error: ¿para qué nuevas elecciones? ¿para que el PP pudiera
arañar los escaños que le faltan para la mayoría? ¿Feijóo piensa que
Sánchez accedería a dimitir para que se convocaran nuevas elecciones después del
encaje de bolillos que ha tenido que hacer para componer su Frankenstein 2.0?
Vox, en cambio, tiene cierta tendencia hacia la “judicialización” de los
problemas políticos y es por ahí por donde ha preferido tirar. De momento, ya ha presentado denuncia por prevaricación contra el
letrado, el secretario general y los diputados de la Mesa del Congreso que
tramiten la ley de amnistía. Esta estrategia le dio muy buenos resultados durante
el proceso soberanista y ahora vuelve a apostar en la misma dirección para obtener mejores
resultados.
Feijóo tiene un complejo no superado: quiere presentarse como “centrista”,
pensando que es una carta que todavía tiene tirón en el electorado. El ejemplo de Fraga que se definió como “hombre de
centro-derecha”, cree que sigue siendo todavía válido y esa cantinela que lleva
oyéndose desde los años 80 de que el poder lo da el “control sobre el centro
político”, él la sigue creyendo. Pero los tiempos han cambiado: la “ingeniería
social progresista” ha querido acelerar los tiempos (tras el aborto libre y
gratuito, ley de eutanasia, fanatismo antitabaco pero permisividad ante
cualquier droga, inmigración masiva
subvencionada, los cambios de sexo a los 14 años, leyes de bienestar animal,
leyes contra la violencia machista que parecen diseñadas por violadores compulsivos,
mitología del cambio climático, locuras de la Agenda 2030 que solamente se
toman en serio en Europa, corrección políticas, “estos, estas y estes”, etc.)
que ha generado un movimiento en contra y el reconocimiento de que ante
tales posiciones no hay posibilidades de mantener puentes “centristas”. Feijóo
no lo ha advertido.
Y, en el fondo, a tenor de que en Galicia su política lingüística fue
similar a la de ERC, y que era hijo de su padre político, Mariano Rajoy, el
creador del Fondo de Garantía Autonómica que ha ido repartiendo dinero a
espuertas entre las autonomías y especialmente a la gencat (más de 100.000
millones), no está muy clara la idea que el líder “popular” se hace de
España. No basta ya con decir que está “por la unidad de España”… Sánchez, a
fin de cuentas, también lo afirma: lo que necesario, aquí y ahora, es definirse
sobre el modelo de Estado; decir que se está por “el Estado de las Autonomías y
por la constitución”, es como vitorear los grandes fracasos que se vienen
arrastrando y confirmando desde 1978. Pues bien, eso es lo que defiende Feijóo:
constitución y autonomías.
Lo más sorprendente es que en las manifestaciones del PP se han
visto banderas de España (normal), junto a cientos de banderas de la Unión
Europea… lo que ya no es tan normal si tenemos en cuenta lo que la UE ha supuesto para nuestro país. Feijóo es de los que piensan que la UE, sea cual sea su política,
es un “gran avance”. Y, ciertamente, lo fue en otras circunstancias, pero no
ahora: ahora la UE es la “madre” de todas nuestras desgracias, sin excepción. Tras arrojarnos
a la periferia europea a causa de un acuerdo de adhesión pésimamente negociado,
tras quitarnos soberanía económica, ha destruido sectores enteros de nuestra
economía (primero con la “reconversión industrial” y luego con los acuerdos preferenciales
suscritos con terceros países que lesionaban nuestra agricultura, sin que, pudiéndolo,
ningún gobierno español, ni del PP, ni del PSOE, los hubiera vetado), la UE ha
ido perdiendo influencia y peso en el mundo (hoy es un apéndice del
Departamento de Estado) y España, que podía haber optado por una política
exterior autónoma de amistad hacia el mundo árabe y hacia Iberoamérica (prosiguiendo
la política tradicional de España hasta 1975), la ha subordinado a intereses
extranacionales.
En cuanto a Vox cabe decir que, si bien es cierto que se manifestó
por la abolición de las autonomías, también lo es que no ha tomado iniciativas (ni
siquiera a nivel de recogida de firmas) para implementar ese punto de su programa.
Nos da la impresión de que, en caso de convocarse nuevas
elecciones en 2024, es mucho más posible que se presente una candidatura unitaria
de izquierdas (PSOE+Sumar) que una candidatura unitaria de derechas (PP+Vox).
Para Feijóo, eso supondría abandonar el espacio de centro-derecha. Sigue sin
enterarse de lo que es la “política de bloques” y de que estamos en plena era de la época de
los “bloques”.
3) La gran oportunidad perdida
Reconozco que cuando empecé a ver las movilizaciones ante la sede
de Ferraz, me mostré optimista al ver rostros y siglas conocidas. Eran los
miembros de lo que se ha llamado “extrema-derecha”. La verdadera “extrema-derecha”,
a la vista de que Vox, realmente es la “derecha-derecha” y el PP el “centro-derecha”.
La extrema-derecha siempre se ha sentido a gusto en la calle, mucho más que en
un mitin cerrado, más que difundiendo su proyecto político o que lanzando
propuestas políticas. José Antonio Primo de Rivera minusvaloraba los programas,
porque -decía- “están ahí para ser incumplidos”. En ocasiones, un área
política se ha reducido tanto que no está en condiciones de realizar propuestas
políticas, ni siquiera de establecer una estrategia. Es lo que le ha ocurrido a
la extrema-derecha española desde el 23-F. Allí empezó su agonía y la irrupción
de Vox supuso su entierro definitivo. Quedaban rescoldos, pero las brasas que
sobrevivieron al 23-F ya se han convertido en polvo.
Las manifestaciones ante Ferraz, fugazmente, dieron la sensación
de que podían “revitalizar” el ambiente. Era la primera vez en muchos años
(décadas, diría) que, además de los militantes de extrema-derecha, aparecían
ciudadanos airados en sus manifestaciones. Y eso un día y otro día. Con
pancartas de varias siglas, siempre unos cuantos miles de personas.
Además, los grupos extraparlamentarios pueden permitirse todo lo
que les está vedado por las reglas del juego a los grupos parlamentarios. Cualquier
forma de lucha contra el sistema es aceptable a condición de que se realice con
lógica, sentido común y honestidad.
Ese sentido común implica, casi necesariamente, que grupos que llevan
décadas de travesía del desierto y que no han logrado salir de la etapa gropuscular, en ese momento político, ante Ferraz, meditaran en su
nuevo oasis. La multiplicidad de siglas y la limitada capacidad de cada una
de ellas, así como los riesgos de provocaciones marlaskiana, de irrupción de
incontrolados, y la necesaria elevación del tono y de la profundidad de la
protesta, casi obligaban a que los dirigentes de todos estos grupos se
sentaran y adoptaran decisiones. Por ejemplo: formar un “movimiento unitario”
con el fin de multiplicar, articular y dar contenido político a la protesta,
elevar el tono y la ubicación de la protesta. Y, sobre todo, transmitir a la
población que no vive en las manzanas próximas a Ferraz unas ideas racionales y
comprensibles, sobre el porqué de aquellas acciones de protesta.
A partir de la noche del domingo 20, el volumen de la protesta fue
menguando. El lunes, Interior cambió de táctica. Si no hay ocupación de la calzada,
la protesta se extinguirá en pocos días o bien se irá reduciendo cada vez mas. De hecho, era lo normal: de una forma u
otra, era evidente que ninguna protesta de este tipo puede extenderse más allá
de quince días o, en el límite, un mes. ¿Y después qué? ¿todos a casa a contar
durante años las batallitas de aquellos días?
Hasta ayer por la mañana creí que todavía era posible que de esas demostraciones cristalizara un movimiento extraparlamentario de extrema-derecha. Vana esperanza. Ocasión perdida. Y esta era la última. Los grupúsculos se eternizan....