En los últimos meses, estamos leyendo y
traduciendo algunos textos político elaborador por grupos “nacional-revolucionarios”
y “patrióticos” en los últimos 40 años. En todos ellos se insiste mucho en los
aspectos “ideológicos” del grupo, pero muy poco, o, incluso, nada, a los
aspectos aplicativos y organizativos. Esto genera el que, históricamente, este
ambiente, siempre haya sido estéril políticamente. Hace unas semanas, en el
curso de una charla en Madrid, (ver fragmentos de la misma en LA
ULTRADERECHA EN LA TRANSICIÓN. ALGUNAS CLAVES) tuve ocasión de pasar
revista muy rápidamente a esta temática que ahora, con algo más de detalle
puedo desarrollar en INFO-KRISIS. En este artículo no se va a hablar ni de “ideología”,
ni de “programa”: se da por hecho -quizás muy apresuradamente- que quien asume
que va a realizar una acción política, dispone ya de una “doctrina” y de un “programa”.
Solamente en ese caso, estos consejos pueden tener alguna eficacia. Los apuntes
que siguen son resúmenes que deberían ser ampliados y redondeados con más datos
y ejemplos (en positivo y en negativo).
Pueblo, electores, populismo, método de
masas
Hay muchos tipos
de percepción sobre el papel de la población en los procesos políticos:
-
Para los
“populistas” y “democratistas”, hacer política significa asumir siempre las
exigencias “del pueblo”. Un “populista” es, a fin de cuentas, aquel dirigente
político cuya iniciativa sigue a lo que cree que son tales exigencias.
“Populismo” es una palabra que se aplica a esta práctica realizada en la
derecha. “Democratismo” es la aplicación de ese mismo en la izquierda. Los
“intereses populares”, en ambos casos, constituyen una obsesión para políticos
demagógicos y oportunistas. Obsesión que hay que rechazar: no todo lo que “el
pueblo” pide y exige, ni puede ser obtenido, ni siquiera es justo.
-
Para los
“oligárquicos”, se trata solamente de seguir los dictados de los grupos
oligárquicos. Es una práctica muy habitual entre los grupos políticos “mayoritarios”:
ponerse al servicio de los grupos oligárquicos que rondan el poder o tratan de
condicionarlo, especialmente de poder económico, por aquello de que “quien a
buen árbol se arriba, buena sombra le cobija”. Se trata de la forma de
oportunismo sin escrúpulos más habitual en los últimos 40 años.
Rechazadas ambas
opciones vale la pena definir, vale la pena establecer el concepto justo sobre
todos estos neologismos.
Frente al “populismo”
y al” democratismo” cabe decir que:
1) No siempre
el pueblo tiene razón, más aún: frecuentemente se equivoca. De hecho, tiene
una irreprimible tendencia a equivocarse tal como demuestra el hecho de que
durante 40 años haya estado apoyando opciones cuyas políticas, finalmente, han
terminado perjudicándole: mirad la sociedad actual y compararla con cualquier
período anterior y veréis claramente reflejado el fracaso de un régimen.
2) “Pueblo” y
“masa”: El “pueblo”, entendido como la gente que convive en una población o
en una nación, debería de ser una unidad de voluntad e intención, unida por lo
esencial, sin embargo, suele ser un conjunto de intereses egoístas e
individualistas: el “pueblo”, se ha transformado en “masa”. La primera
intención de un movimiento patriótico debería ser devolver a esa “masa” su
identidad, su unidad de voluntad, transformándola de nuevo en “comunidad del
pueblo”.
3) Los “sanos
reflejos populares”: Para generar esa transformación hay que apelar a los
“sanos instintos populares” (reconocer entre “lo propio” y “lo ajeno”, odiar la
corrupción y buscar un gobierno justo, preferir la justicia a la injusticia,
sacrificarse por los propios) que aspira a un “gobierno justo”, tendencia que debe
estar presente en el programa de un partido Democratismo patriótico y cuyos
militantes deben difundir mediante su voluntarismo.
4) Cortar los
“instintos negativos”: Así mismo se trata de cerrar el paso a los
“instintos negativos” tan diestramente manipulados por los partidos políticos
(la ley del mínimo esfuerzo, la tendencia a votar a quien de lo prometa todo y
no te dé nada, la tendencia al egoísmo social, a las modas y repetir
acríticamente patrones de comportamiento promovidos por los medios, la
tendencia a silenciar las situaciones de injusticia y a callar ante los
oligarcas)
5) Hay que
dejar de percibir a nuestros vecinos como “al pueblo”: el proceso de
degradación de las condiciones éticas y morales, unido al desastre económico y
a las tropelías burocrático-administrativas, lo ha convertido en “masa”. Por
tanto, es preciso elaborar un programa de reconstrucción de su identidad
perdida o desdibujada, oírle en sus “sanos instintos”, encarnarlos y sustituir
los “instintos negativos” por un Programa realista, ilusionante y movilizador.
El método de masas
¿Cómo se realiza este proceso?
Respuesta: a través del método de masas.
¿Qué es el “método de masas”?
Respuesta: es el conjunto de técnicas a través de las cuales podemos llegar a incorporar a la población en la lucha por la realización de nuestro Programa.
¿Cuáles son los principios del “método de masas”?
Respuesta: tres: "unir lo particular con lo global", "unir la teoría a la práctica", "unir la vanguardia a la masa"
Primer
Principio: UNIR LO PARTICULAR CON LO GLOBAL.
Es preciso
demostrar que el hecho de que existan socavones en las calles, que haya
abandono sobre el mobiliario urbano, que se haya producido un absoluto
descontrol sobre la inmigración, que la criminalidad aumente sin cesar, que
estemos ante uno o muchos casos de corrupción, son solo aspectos
particulares de un mal global: el haber votado a partidos oportunistas y sin
escrúpulos que han roto a la comunidad del pueblo, la han masificado y la han
neutralizado para poder dedicarse a medrar utilizando los recursos públicos.
Se trata de
aislar los problemas sectoriales o los problemas concretos que pueden
experimentarse en una localidad y su población, para, en un segundo paso,
vincularlos a la propuesta realizada por el programa del partido.
Por ejemplo: “la inmigración masiva en nuestra población es un
problema grave (aspecto “particular”)
y el resultado de los errores del PP y del PSOE en el gobierno de la nación
(aspecto “global”), problema
que solamente se resolverá repatriando a los excedentes de inmigración (propuesta del Programa del partido)”.
Lo que no
debe hacerse nunca es partir de un problema global para tratar luego de
proponer una solución particular. Si se parte de “lo global” se está
partiendo de algo muy alejado para la cotidianeidad de la población y, por
tanto, algo que para ella carece de interés inmediato. De trata de ir de lo
inmediato y particular a lo general y global. No al revés.
Un ejemplo en negativo: “el mundialismo favorece la inmigración
masiva, por tanto, tenemos que oponernos a la llegada de más inmigrantes”. Lo
habitual es que, quien lee una consigna así no conozca los aspectos concretos a
través de los que actúa el mundialismo. Se trata de un concepto muy alejado del
ciudadano medio y que éste no es capaz de apreciar la forma en la que afecta a
su vida cotidiana
El planteamiento correcto sería: “Los excedentes de inmigrantes
presentes en nuestra población están quitando el trabajo y tirando a la baja de
los salarios, es preciso repatriarlos a sus países de origen y liberarnos de la
casta política que ha generado este fenómeno”.
No hay que
olvidar, por lo demás, que las elecciones locales, suponen el nivel más bajo e
inmediato de acción política. No es el mejor lugar para plantear problemas de
alcance “universal”, sino para tratar de resolver problemas locales. Pero si no
fuéramos capaces de aportar soluciones más amplias (globales) seríamos una de
esas candidaturas independientes que aparecen en muchas localidades destinadas
sólo a perpetuar en el cargo a algún cacique local que no se siente bien bajo
otras siglas que bajo la suya.
Segundo
Principio: UNIR LA TEORÍA CON LA PRÁCTICA.
Nuestras
soluciones no se improvisan, ni se adoptan con un carácter oportunista: de ahí
la necesidad de que un partido patriótico disponga de un “programa político”,
lo más simple, pero, a la vez, lo más concreto posible, provisto de
ideas-fuerza, claras, sencillas y contundentes. Un programa no es el
resultado de una serie de reflexiones aisladas y sin contacto unas con otras,
sino de un análisis global de la sociedad, del aislamiento de los problemas y
que incluye una serie de soluciones coherentes. Esto es “la teoría”. En
cuanto a la “práctica”, se trata de cómo se difunde este programa.
Por ejemplo: un programa de carácter anti-inmigracionista se
difundirá en aquellos barrios en los que verdaderamente existe un problema de
inmigración o en zonas en las que un sector de la inmigración, por su
comportamiento y actitudes, haya podido crear “alarma social” o en aquellos
barrios en donde se están produciendo procesos de “gentrificación”. Es inútil
difundir una campaña anti-inmigración en barrios en los que la alta burguesía
utiliza preferentemente mano de obra procedente de la inmigración como
jardineros, chóferes, canguros, empleados en sus empresas, asistentas de hogar,
etcétera.
Significa,
también, que, si se está en contra de la corrupción, no puede tolerarse ningún
tipo de relaciones con la corrupción y mucho menos tolerar a los corruptos en
las propias filas, de tal manera que, si aparece este cáncer en el interior de
un partido patriótico, la única actitud posible, sea quien sea el implicado, es
expulsarlo. A esto se le llama unir la “teoría” a la “práctica”.
Importante:
el programa de un partido patriótico debe ser coherente y aplicarse de manera
coherente. Por ejemplo: No se puede defender la repatriación masiva de los
excedentes de inmigración… y, paralelamente participar junto a inmigrantes musulmanes
en manifestaciones de solidaridad con el pueblo palestino; una actitud de este
tipo no sería entendido, ni por la población, ni por los simpatizantes
(especialmente, cuando uno de los resultados de la crisis de Oriente Medio es
la llegada de más inmigración procedente de esos países a Europa Occidental. Otro
ejemplo: contratar ilegalmente a inmigrantes ilegales en la empresa de un
candidato de nuestra lista electoral o de uno de nuestros dirigentes políticos.
Estar a favor de una recuperación de la ética y de la moral y filmar una
película porno. No se puede estar contra la corrupción y comportarse como un
corrupto.
Tercer
Principio: UNIR LA VANGUARDIA A LA POBLACIÓN.
Un partido
patriótico no puede encerrarse en su propia torre de marfil, un local con barra
de bar en el que los “camaradas” se sienten bien y a gusto entre otros que
piensan como ellos. Los miembros de ese partido están obligados –si quieren ser
“algo” políticamente– a hacer “trabajo de captación entre la población”. Y eso
se hace en un 95% fuera del propio local. Se hace en la calle. Se hace
entre la gente. Se hace en los lugares que frecuenta la gente. Se hace entre
los medios de comunicación. No se hace nunca recluido en sí mismo: cuando el
local social se convierte en el más frecuentado por la militancia, ese partido
está llamado al fracaso.
Los miembros de
un partido patriótico deben de entender que son una “vanguardia”, es decir, el
núcleo de personas que han visto cuál es la solución a los problemas de la
comunidad antes que el resto. Pero una vanguardia que haya perdido el contacto
con la población, no es nada más que un grupo de narcisistas que se creen
superiores a otros. El contacto con la población es para un partido como el
agua para el pez. Si ese contacto se esfuma, el “pez”, simplemente, se asfixia.
De ahí la necesidad de mantener siempre, no sólo un “cordón umbilical”, sino
una estrecha relación con la población.
El miembro de
un partido patriótico debe de emplear el 95% de su tiempo en hacer proselitismo
entre sus vecinos, conocidos, familiares, compañeros de trabajo y de estudios y
el 5% a las tareas de organización y funcionamiento del partido. Cuanto más
disminuye el tiempo dedicado a la captación y aumenta el empleado en el
partido, se produce una desconexión creciente de las masas.
La tarea de una organización patriótica
ante la captación:
1) Aplicar el
método de captación entre la población.
2) Vigilar si
constantemente se aplica correctamente el método de captación, uniendo los
problemas locales de la población a las soluciones que plantea el Programa de
la organización.
3) Vigilar que
todo lo que hagan los miembros de la organización en ejercicio de su actividad
política está de acuerdo con lo que proclaman.
4) Vigilar si la
organización está aislada en sí misma o desempeña el grueso de sus actividades
entre la población.
Concepto de campaña política
¿Qué es una campaña política?:
Es un conjunto de acciones coordinadas con una finalidad concreta para conseguir el avance del partido y el aumento de su fuerza social.
Mecánica de la Campaña:
Se realiza mediante un proceso de “agitación – propaganda – organización”.
Este proceso consiste en que la agitación genera un flujo de
afiliados sobre la organización, mientras que la propaganda tiende a convertir
a estos afiliados en cuadros políticos.
La Agitación consiste en difundir pocas ideas, muy simples, sobre un público
numeroso. Sirve para popularizar temas entre la población.
La Propaganda consiste en difundir muchas ideas, muy elaboradas, sobre un
público pequeño pero predispuesto a aceptarlas. Se utiliza para formar cuadros
políticos.
La Organización: El binomio Agitación–Propaganda (Agit–Prop) es la razón de ser
de las campañas políticas que conducen, como resultado a reforzar la
organización.
La agitación atrae simpatías, la propaganda transforma esas simpatías en cuadros políticos que se integran en la organización reforzándola y ampliando su radio de acción
Elementos
esenciales de una campaña política:
Objetivo: ¿qué se pretende con la campaña?
Estrategia: ¿cómo se va a llegar al objetivo?
Táctica: ¿cómo se va a ejecutar concretamente?
Medios: ¿con qué y con quienes se va a realizar?
Planificación
de una campaña política:
Selección del tema: según la situación política
Elaboración de consignas: paradigma de la campaña
Desarrollo del agit–prop: medios digitales – carteles – panfletos – adhesivos – charlas –
manifestaciones.
Elaboración del “timming”: fechas de inicio y fin e hitos de la campaña
Balance de resultados: sólo el balance global indica si la campaña ha sido
positiva o negativa.
Lo
que toda campaña política debe tener:
Oportunidad: la campaña llega en el momento justo, en el instante preciso en
que un tema concreto salta a la palestra de la opinión pública. Ni antes ni
después.
Receptividad: la campaña debe de estar diseñada no para minorías intelectuales
excepcionalmente eruditas, sino para la población en general, para un público
sencillo y que no dispone de mucho tiempo para dedicarle a ella.
Originalidad: las campañas son tanto más eficaces en la medida en que sus
contenidos hacen gala de mayor originalidad. Una campaña puede ser cualquier
cosa menos sosa.
Adaptabilidad: las campañas políticas deben ser flexibles, en absoluto rígidas y, sobre todo,
adaptarse a un público muy distinto. Cada cual debe encontrar en cada campaña
política algo que le interese y que le llame la atención.
Coherencia: las campañas políticas implican lanzar críticas a la gestión de
determinado nivel de la administración y por eso mismo deben contener también
propuestas en positivo. Estas deben ser coherentes y no entrar en contradicción
con otros puntos defendidos en el programa.
Regla
de oro para establecer el eslogan de una campaña:
– Debe ser
breve. Una
campaña política no puede prolongarse más allá de dos semanas, a partir de las
cuales se corre el riesgo de desgaste de la militancia y de cansancio de la
población.
– Debe ser
fácilmente comprensible. Una campaña política debe de estar diseñada para que la entienda
cualquier persona sin realizar ningún esfuerzo de comprensión. Hay que huir de
los lenguajes “iniciáticos” o excesivamente elaborados, de las ideas difusas y
confusas y de los planteamientos retorcidos y opacos.
– No debe
prestarse a confusión. Una mera mirada a un cartel, a un eslogan presentado en una página
web debe ser suficiente como para a primera vista, el sujeto capte
inmediatamente qué le estamos queriendo comunicas y lo haga suyo. Esto implica
un esfuerzo de diseño gráfico y de elaboración de consignas y un progresivo
afinado de las propuestas a realizar para expresarlas con la máxima
simplicidad.
– Debe
evitar un idioma iniciático: se entiende por “idioma iniciático” aquel que solamente
es comprensible por una minoría de “iniciados”, es decir, por gente que
comparte un ideal, lo vive y lo expresa utilizando un lenguaje para otros como
él. En realidad, los documentos de agit–prop no están destinados a convencidos
sino a gente por convencer en el primer caso y a formar en el segundo. Son
pues, “neófitos”, en absoluto “iniciados”.
– Debe
encontrar eco en algún grupo social: una campaña de cierta envergadura no puede llegar a buen
puerto si no se apoya en algún grupo social concreto que pueda asumirla como
propia e identificarse con sus propuestas sin necesidad de una tarea de
convencimiento. Por ejemplo: las propuestas para una campaña en defensa de los
autónomos y del pequeño comercio, debe contener propuestas que pueda compartir
sin fisuras este sector social.
– Debe
responder a problemas concretos de hoy: en esto hay que ser extremadamente intransigente. Hay
temas sobre lo que un movimiento político concreto podría estar encantado de
realizar porque responden a cuestiones que a ellos les interesan sobremanera,
pero que la lógica política no recomienda, porque fuera de los altos muros de
ese movimiento político interesan muy poco a la población. El tema de la “memoria
histórica”, por ejemplo, puede satisfacer a escasos grupúsculos de
extrema–derecha y de extrema–izquierda, pero en absoluto tiene interés para la
inmensa mayoría de la población. Los temas y ejes de agitación y propaganda se
reducen de hecho a unos pocos que están en ese momento de actualidad y para ser
eficaces, algunos sectores de la población deben vivirlos en carne propia.
– Debe ser
exclusivo del partido: el mejor tema de agitación y propaganda es aquel que interesa a
un sector de la población y que una candidatura dispone en exclusiva, sin
posibilidades de que sea usurpado o “recuperado” por otra fuerza política.