miércoles, 27 de diciembre de 2023

LAS DIEZ CONTRADICCIONES INSUPERABLES POR LAS QUE COLGARÁN POR LOS PIES A PEDRO SANCHEZ SUS PROPIOS SOCIOS (2 de 3)

3. Contradicción entre Sánchez y las federaciones regionales del PSOE

Los intereses del PSOE en Castilla-La Mancha, no son las mismas que las de Pedro Sánchez, pero otro tanto puede decirse de los intereses del PSC catalán o del PSE vasco. Y no digamos de las federaciones andaluzas o extremeñas, incluso de la valenciana o de la aragonesa. En efecto, todas estas federaciones están hoy perplejas por el nivel de concesiones realizadas por Sánchez a los independentistas catalanes. No es solamente el hecho de que se haya amnistiado a Puigdemont y a 4.000 independentistas radicales, la mayoría de los cuales estaban procesados por delitos tan poco éticos como malversación de fondos o lanzamiento de objetos contundentes, levantamiento de barricadas o incendios… lo que más puede pesar en la mentalidad de estos socialistas es la condonación de una parte de la deuda pública para Cataluña, el hecho de que el representante de la Generalitat no haya asistido a la “cumbre” de financiación autonómica en la que estaban presentes todos los demás representantes regionales, indica que Sánchez ya ha negociado con la Generalitat y oculta al resto de autonomías las conclusiones a las que ha llegado: así pues, hoy, la financiación autonómica es de “geometría variable”, Cataluña ha pactado una, el País Vasco tiene otra, y el resto están a la expectativa de lo que puedan obtener y, sobre todo, de no quedarse atrás. Esto genera una contradicción insuperable entre los intereses del pedrosanchismo y los de las federaciones regionales.

A Sánchez -como buen psicópata, solamente le interesa él y lo que le beneficie a él, todo lo demás le resulta secundario o irrelevante- el futuro del PSC -que indudablemente resultará salpicado por las concesiones al independentismo y al que le será muy difícil recuperar una línea política que sea creíble para los electores catalanes- le tiene sin cuidado; el futuro de cualquier federación regional le queda muy lejos a Sánchez, está dispuesto a pactar con los rivales de esas federaciones para mantenerse en el poder, olvidando, que el futuro de la sigla “PSOE” depende precisamente de la potencia de esas federaciones. Olvida que con una Andalucía que ya ha perdido sin esperanzas de recuperar a corto plazo y de Cataluña en que el PSC iniciará una inevitable decadencia y una absoluta pérdida de credibilidad, el PSOE nunca podrá aspirar a mayoría absolutas y deberá de buscar pactos cada vez más abracadabrantes.

La cobardía y, en muchos casos, lo obtuso, de la mayoría de dirigentes regionales del PSOE impiden que, en el Comité Federal, alguien levante la voz contra Sánchez. A fin de cuentas, las “puertas giratorias” hacen que los dirigentes regionales que han perdido sus cargos tras las últimas elecciones autonómicas, sean recompensados con puestos elegibles en las próximas elecciones europeas, como lo han sido en las generales, o bien con altos cargos en la administración. Desde Alfonso Guerra se sabe que, en el PSOE “el que se mueve no sale en la foto”. Pero el problema está servido a plazo fijo, cuando la política de pactos de Sánchez sea percibida como impracticable y cuando las elecciones europeas muestren en desgaste de la sigla socialista. Y todo ello ocurrirá en el año 2024.

Es posible, incluso, que la sigla PSOE se vaya desmigajando y que alguna federación regional se escinda al intentar salvar lo salvable en su comunidad ante el hundimiento del PSOE “federal”. Además, otro elemento que no puede olvidarse es que además de las contradicciones insuperables entre Sánchez y las federaciones regionales socialistas, también existen distintos puntos de vista entre federaciones regionales. Está claro que estas últimas contradicciones se han ido tratando con paños calientes gracias al control del poder, pero ¿hasta cuándo? ¿Cuánto tiempo tardarán en estallar conflictos entre la federación socialista de Aragón y el PSC o entre el PSPV y el PSC o entre la federación extremeña y la catalana…?

El problema del PSOE es que el pedrosanchismo ha situado al partido al borde del estallido; cuando se produzca la debacle del pedrosanchismo es fácil que arrastre consigo a la sigla socialista. El PSOE ha pasado por diversas crisis en los últimos 45 años: la crisis del felipismo y su ruptura con el socialismo marxista, la crisis del zapaterismo y su ruptura con la socialdemocracia en aras del “buenismo”, finalmente, la crisis del pedrosanchismo (generada por un ego hipertrófico y no por razones ideológicas…). Pero, cuando un partido lleva un cuarto de siglo a la deriva, ya casi nadie recuerda cuál era su perfil originario, ni cómo puede recuperarlo. El PSOE ha llegado a ese punto y las decisiones del pedrosanchismo le alejan cada vez más, tanto de los intereses de las federaciones regionales como de su propia identidad.

4. Contradicción entre Sánchez y Junts.

Junts es la última mutación de Convergencia Democrática de Catalunya, el establo del clan Pujol. Al igual que CDC, Junts es un “partido de gobierno”: lo que une a sus afiliados es la posibilidad de beneficiarse de los contactos que solamente da el poder. Tras el hundimiento del clan Pujol y la acumulación de sumarios por corrupción, primero se disolvió CiU (alianza electoral entre la democracia cristiana catalana de UDC y el partido pujolista) que había gobernado ininterrumpidamente desde la instauración de la gencat hasta la caída del pujolismo. Artur Mas, sucesor de Pujol, con mucha menos habilidad que su maestro, intentó aprovecharse de la coyuntura para avanzar posiciones nacionalistas durante la crisis de 2008-2011: pero el Estado ya no tenía suficientes fondos para satisfacer las exigencias de lo que quedaba de CiU. Y Artur Mas “se echó al monte”, aprovechando el rechazo del tribunal constitucional a parte de los artículos del “nou estatut” impulsado por Pascual Maragall.

Hay que recordar que en 2002-3 no existía en Cataluña la más mínima demanda social de una reforma del Estatuto. El sueño de Maragall fue recuperado por Carod-Rovira, de ERC, socio de gobierno del PSC en la gencat. Era un “estatuto de máximos” que no tenía la más mínima posibilidad de ser aprobado durante el gobierno de Aznar. Sin embargo, las providenciales bombas del 11-M sentaron a ZP en La Moncloa y éste, en un alarde irresponsabilidad, afirmó que el gobierno aceptaría lo que saliera del parlamento catalán. Y lo que salió fue una declaración prácticamente de independencia, en la que el vínculo de Cataluña con el Estado quedaba tan reducido que era prácticamente inexistente. El constitucional rechazó estas aspiraciones independentistas, entablándose una patética competencia entre socialistas y nacionalistas para ver quién era capaz de ir más lejos en el independentismo.

Esto coincidió con el estallido de la crisis económica de 2008-2011, Zapatero quedó enterrado por su manejo inepto de la crisis y cuando Mas intentó chantajear al gobierno del Estado, amenazando con convocar un referéndum por la independencia si no se accedía a sus exigencias económicas… pero eligió un mal momento. Mas no era Pujol, carecía de ese sentido de la oportunidad para elegir el mejor momento para el chantaje. Y, por lo demás, la situación española inmediatamente posterior a la crisis de 2008-2011 no permitía dilapidar fondos para acceder a las presiones nacionalistas. Artur Mas cambió el “nacionalismo” por el “independentismo”.

Pero si Mas era una fotocopia reducida de Pujol, sus sucesores tenían todavía menos talla política. El paradigma del provincianismo independentista fue Puigdemont y su aventura independentista que generó risas, burlas y escarnios en todo el mundo. Tras el fracaso de la bufonada independentista, el nombre de Puigdemont se fue olvidando incluso en Cataluña. Se sabía que existía gracias a los informativos de TV3, pero su figura había desaparecido por completo y estaba por completo ausente de la vida política catalana. Su partido, Junts per Catalunya fue perdiendo intención de voto (como todo el nacionalismo en su conjunto) y estaba completamente desaparecido hasta llegar al resultado electoral de 2023: JuntsxCat, desde entonces, ocupa un lugar central en las políticas del pedrosanchismo: de hecho, es quien marca la agenda política con sus siete diputados. La llamada de socorro de Sánchez fue atendida especialmente por Puigdemont que vio una ocasión insuperable para realizar el chantaje al Estado.

Puigdemont busco, especialmente, su propio beneficio -regresar sin pasar por un juzgado de guardia, ni por una estancia en prisión- y garantizar un futuro para su maltrecha coalición presentándola como la que había arrancado al Estado la amnistía de los procesados por el seudo-referéndum indepe y por las malversaciones de fondos que le acompañaron. Y, además, con la promesa de celebrar un nuevo referéndum que esta vez sí sería legal. A Sánchez esto último era lo que le costaba menos: sabe perfectamente que ahora, tanto como hace cinco años, una consulta de este tipo daría un resultado negativo (y ahora mucho más que hace cinco años, cuando las intenciones de voto de los partidos nacionalistas han sufrido mermas significativas, así que no perdía gran cosa. Y, en cuanto a la amnistía, la podía justificar como “un nuevo comienzo”.

Pero el problema es que el nacionalismo siempre pide más, su cartera de reivindicaciones no se agota jamás -ni siquiera con la independencia- y ceder un poco ante sus reivindicaciones supone capitular mucho e iniciar una política de concesiones imposible de detener. Lo cierto es que Puigdemont no se fía de Sánchez, y este es perfectamente consciente de que el precio de la carne de los siete diputados de Juntsxcat irá creciendo a medida que avance la legislatura. Y habrá un momento en el que a Sánchez ya no le será posible acceder a las exigencias pueblerinas de Puigdemont. Las fechas de ruptura están cantadas: se producirá entre las elecciones europeas de junio de 2024 y las autonómicas catalanas de noviembre. Por mucho “verificador” que nombren las partes, y por facilidades que aporten los vocales del Tribunal Constitucional, va a ser muy difícil que las partes sigan de acuerdo entre esas dos fechas. De hecho, lo más probable es que el descalabro socialista en las europeas augure un futuro muy negro al gobierno Frankenstein 2.0 y a quienes lo han hecho posible: a Junts en primer lugar.

5. Contradicción entre Junts y ERC

No hay un “independentismo catalán”, hay en 2023, dos versiones, de la misma forma que hasta las elecciones municipales de 2023 había tres. Quedando la CUP fuera de juego, el terreno indepe se distribuye entre Junts y ERC. Históricamente, Junts era el partido del pujolismo nacionalista vinculado a la burguesía catalana. Pero eso era antes. Hoy Junts es el núcleo de amigos que fían su destino a la suerte de Puigdemont, mientras que ERC, cuyo nombre sugiere que es un partido “de izquierda republicana”, no pasa de ser una opción independentista que se diferencia poco o nada de la otra tendencia “progresista” o socialdemócrata.

De hecho, las grandes diferencias entre ERC y Junts no son más que odios generados por la deslealtad de Puigdemont hacia sus, por entonces socios, nacionalistas. En efecto, Puigdemont se despidió de la dirección de ERC hasta el día después, cuando ya había decidido exiliarse a Waterloo. Mientras los miembros de ERC y algunos de Junts pasaban una temporada a la sombra, Puigdemont vivía un exilio dorado financiado por la gencat. Esto dejó un resquemor imborrable entre ambas formaciones que, además, se echaban la culpa una a otra del fracaso de la payasada independentista. Y no hay perspectivas de que aquellos odios puedan restañar mientras persistan en las cúpulas de ambos partidos los mismos rostros que protagonizaron el seudo-referéndum de opereta.

Lo que está en disputa entre ambos partidos es el electorado independentista que prima las declaraciones altisonantes y los gestos dramáticos. Y es en este terreno en donde ambos partidos competirán en las elecciones de noviembre de 2024 y, en realidad, desde la campaña de las europeas. Se trata, además, de un electorado crepuscular: el referéndum por la independencia solamente figura entre las prioridades de TV3 y de Catalunya Radio, el ciudadano catalán tiene otras preocupaciones: la delincuencia cada vez más masiva, el hecho de que Cataluña esté en la cola de la enseñanza en España y ésta, a su vez, este a la cola de la enseñanza en Europa, la discreta ineficiencia de la policía autonómica…

Hay que descartar la formación de un “frente independentista”, es más probable que los dos grupos que actualmente se disputan el electorado menguante independentista tienda a fracturarse nuevamente en tres o, incluso, en cuatro grupos, todo ello, por supuesto, en nombre de la “unitat de la nació catalana. En estas condiciones el magma independentista catalán es particularmente inestable, mucho más inestable incluso que el vasco e imposible de estabilizar mediante pactos o acuerdos “de legislatura”.

6. Contradicción entre Sánchez y el PNV

El PNV es un partido de derechas y si nos atenemos a sus orígenes un partido nacional-católico-independentista. Era el exponente de la alta burguesía vasca. ¿Su lema?  “Jaungoitikoa eta lege zaharra”… “Dios y Leyes Viejas”, lema que todavía figura como característico de la formación nacionalista. ¿Tiene este lema algo que ver con Pedro Sánchez que es, justamente, la negación del mismo? ¿tiene el PNV y sus “intereses de clase” algo que ver con lo propuesto por el presidente del gobierno? Porque Sánchez no es “nacionalista”, ni el PSOE es un partido independentista o que acepte la escisión de una parte del país. La concepción oficial del PSOE es el “federalismo” y el PNV, sin duda, piensa que ese “federalismo” está más cerca de la independencia que cualquier otra concepción, incluido el jacobinismo de izquierdas (que también tiene partidarios dentro del socialismo español).

 Así pues, el PNV apoya al pedrosanchismo en la medida en que éste otorgue condiciones económicas favorables a la alta burguesía vasca y que el PSOE se sitúe decididamente -y no, limitándose a declaraciones programáticas formales- emprender el camino hacia la “federalización” del país. Pero esto requeriría una mayoría parlamentaria del 75% al implicar una reforma constitucional profunda. Y ahí es donde, cualquier promesa que haya hecho Pedro Sánchez a los nacionalistas vascos (y catalanes) se estrellará con la realidad.

El misterio es saber cuánto tiempo tardará el PNV en darse cuenta de que los brindis al sol son eso: imposibilidades materiales de concretarse. Y lo que es peor aún: ¿cuánto tiempo tardará el electorado nacionalista, fundamentalmente conservador, en advertir que el proyecto pedrosanchista incluye una disolución de la sociedad y una obra de ingeniería social que apunta contra cualquier tipo de identidad, incluida la vasca?

7. Contradicción entre Sánchez y Bildu

Hay que reconocer que esta es la menor de las contradicciones: la dirección de Bildu es consciente de que solamente pueden romper el techo del independentismo vasco gracias a Pedro Sánchez, por tanto, son los más interesados en mantenerlo en el poder y nunca votarán en contra de ninguna propuesta parlamentaria realizada por él. De momento, esto ya ha generado tensiones internas en el seno de Bildu y disidencias notables. El hecho de que el propio líder de Bildu, Arnaldo Otegui, no repita como candidato de la coalición en las próximas elecciones vascas, es significativo de las tensiones internas que está soportando la coalición.

A Bildu lo que le interesa es liquidar cuanto antes el tema ETA, lograr que absolutamente todos los condenados sean puestos en libertad, que no haya nuevos procesos, que no se revisen casos de asesinatos que han quedado impunes y que, incluso, los etarras que están presos en Francia sean puestos en libertad. Y si obtienen alguna alcaldía gracias al PSOE, mejor aún: prefieren pactar con un partido al que pueden manejar que, con “papá”, el PNV, que los conoce mejor y que tiene más autoridad en el País Vasco. El resto es, para Bildu, accesorio. La cancelación del período etarra es lo esencial y lo que interesa a la parte mayoritaria de su electorado.

Obviamente, Bildu es como cualquier otro partido político español: una cosa son los intereses del electorado y otros muy diferentes, los de su clase política que, simplemente, aspira a mayores cuotas de poder. Eso es todo. Mientras el PSOE garantice a Bildu la consecución de estas cuotas de poder, no habrá ningún problema, pero desde el momento en el que Bildu compruebe que esta alianza repercute negativamente en su electorado, el pacto podrá darse por concluido. Y hay posibilidades de que esto se produzca a corto plazo. Incluso, en el interior de Bildu se han producido reacciones en contra.

No hay que olvidar que 2024 va ser un año particularmente duro para la sociedad española (y la sociedad vasca es “española”), agravadas en España por las políticas económicas del socialismo. No va a ser el escenario más adecuado para que prosperen electoralmente los aliados de Sánchez. De hecho, a medida que avance el año y vaya empeorando la situación económica, el pedrosanchismo se convertirá en un leproso que generará desconfianza en todos los que hayan tenido un mínimo roce con él. Y Bildu no se verá libre de esa sensación.

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