miércoles, 6 de marzo de 2019

365 QUEJÍOS (286) – JOSÉ ANTONIO Y LA “REVOLUCIÓN NECESARIA”



En nuestra obra José Antonio y los no-conformistas apuntábamos la tesis de que este movimiento francés de las entreguerras, hubiera influenciado sobre el pensamiento del fundador de Falange Española y fuera a través de esta influencia por la que había entrado el “personalismo” en la doctrina joseantoniana. Para ello nos basábamos en que las evoluciones doctrinales de José Antonio y de los “no conformistas” franceses habían sido paralelas. Añadíamos, además, que, de las tres componentes del movimiento no-conformista francés, José Antonio mostraba influencias, especialmente de la Jeune Droite y de L’Ordre Nouveau cuyas publicaciones llegaban a España (incluso Juan Aparicio menciona a la revista Plans que llegaba regularmente a la redacción de la revista JONS). Nuestra demostración se completaba aludiendo al libro escrito por Armand Dandieu y Robert Aron, La révolution nécessaire, comparándolo con el artículo que ostentaba el mismo título, La revolución necesaria, escrito por José Antonio, cuyos textos eran superponibles
*     *     *
Tanto los «no conformistas» como Primo de Rivera se consideraban «revolucionarios». Vale la pena examinar, siquiera brevemente, a qué revolución estaban aludiendo como colofón de este estudio. No se tratará tanto de comprobar si ambas corrientes son «revolucionarias» (ambas lo proclaman en multitud de ocasiones) sino de examinar los paralelismos entre ellas y ver si, razonablemente, estarán aludiendo a proyectos superponibles o bien divergentes. La primera impresión es, en cualquier caso, favorable a esta tesis.

El 28 de marzo de 1935, Primo de Rivera escribe un artículo en el semanario Arriba titulado La revolución necesaria, utilizando sin ambages el título de una de las obras escritas en comandita por Aron y Dandieu impulsores de L’Ordre Nouveau apenas un año y medio antes. La similitud entre el título del artículo de Primo de Rivera y el del libro de Dandieu y Aron se podría imputar a una misma tendencia semántica a la utilización perentoria del término revolución de no ser porque el contenido del artículo es casi un paradigma del libro publicado por los franceses que, en cualquier caso, evidencia una misma «sintonía», sin entrar en la indescifrable polémica sobre si el fundador de la Falange conoció y leyó la obra.

En efecto, reproducimos a continuación el texto completo del artículo que es, más bien, una colección de consignas:

La revolución es necesaria.
Nuestra revolución es la del espíritu contra la de materia.
De la armonía contra el número.
De la calidad contra la cantidad.
De los cuerpos sociales contra las colectividades puramente numéricas.
De la nación viva contra la Patria sin alma.
Es necesario destruir un sistema económico que reduce al hombre a una abstracción, a un útil, a un elemento estático.
Es necesario terminar con un régimen que insidiosamente nos vuelve a una esclavitud inacabada.
Es preciso acabar con una ideología que no tiene otro objeto que ofrecernos las formas más bajas del materialismo.
Y en su lugar hace falta fundar un orden nuevo, establecido en función de bases verdaderas y deseos esenciales del hombre.
El Estado debe tener autoridad e independencia para:
a) Coordinar los intereses casi siempre divergentes de los cuerpos económicos y sociales (sindicatos, regiones) y arbitrar sus diferencias.
b) Asegurar una disciplina colectiva a la vez larga y estricta, con vías a orientar las actividades particulares hacia el sentido del interés general.
c) Defender eventualmente los derechos y las libertades de la personalidad individual contra los abusos de la autoridad de las colectividades económicas y sociales.


La obra de Dandieu y Aron era conocida en España como demuestra el comentario que realizó María Zambrano que muy probablemente llegó a las manos de Primo de Rivera y que, en cualquier caso, se publicaba nueve meses antes que su artículo en Arriba. Si tenemos en cuenta que el fundador de Falange se tenía por «orteguiano» y que el artículo apareció precisamente en la Revista de Occidente, parece difícil que no hubiera tenido conocimiento, sino del libro, sí al menos del artículo de María Zambrano que apenas dos años antes había coqueteado políticamente con García Valdecasas, uno de los tres oradores del acto fundacional de Falange en el Teatro de la Comedia, en su primer proyecto político (el Frente Español). Pero donde la sospecha se convierte en certidumbre es cuando se coteja el contenido del artículo agitativo de Primo de Rivera con el contenido del libro de Robert Aron y Arnaud Dandieu: se trata, en efecto, de las mismas ideas y casi expuestas en el mismo orden.

Cuando Primo de Rivera escribe «nuestra revolución es la del espíritu contra la de la materia» está haciendo alusión al principal leit-motiv de los «no conformistas» desde 1930 y que Aron y Dandieu repiten en las primeras páginas de la Segunda Parte de su libro, titulada Espíritu y revolución (pág. 147 y sigs.). Escriben los franceses: «Intentamos mostrar (...) como definimos los medios y los fines de una revolución espiritual» (pág. 150).

Sigue Primo de Rivera: «[Nuestra revolución es] de la armonía contra el número. De la calidad contra la cantidad», ideas que están desarrolladas por los franceses en el capítulo II de la Primera Parte (págs. 89 y sigs.) titulado Intercambio y Crédito. En este capítulo y en el anterior, Aron y Dandieu realizan una crítica a las nociones económicas liberales y marxistas, insistiendo, por lo demás, en la idea de la plusvalía (un elemento completamente ausente de las doctrinas fascistas, «antipático» para los economistas clásicos y mal resuelto por los economistas marxistas, pero que interesa mucho al «último José Antonio». En ese mismo capítulo, Aron y Dandieu realizan un elogio de los sindicatos («¿Bajo qué impulso ha fracasado la sociedad capitalista? Seguramente, no es por esfuerzos de los parlamentos, ni siquiera por la presión de los partidos políticos, sino más bien bajo la presión sindical, es decir por la única fuerza social verdaderamente antiestatal del mundo contemporáneo», pág. 87). 

Antes, han aludido a la «producción cualitativa» y a la «producción cualitativa» (pág. 65) y, antes aún, condenaban la teoría clásica de la plusvalía que también será objeto de la crítica del «último José Antonio» y que Aron y Dandieu tratan extensamente de la página 43 a la 67 de su obra. Entre otras cosas escriben: «... [los trabajadores han ganado] todos los derechos salvo uno, el DERECHO AL TRABAJO» (pág. 42, las mayúsculas han sido puestas por ellos).

Cuando Primo de Rivera sigue definiendo la «revolución necesaria» como la «De los cuerpos sociales contra las colectividades puramente numéricas. De la nación viva contra la Patria sin alma», paralelamente, con unos meses de anticipación, esta temática está implícita en la introducción, especialmente de las páginas III a XIV en las que se alude constantemente a la «misión de Francia» y al carácter «anti-estatalista» (pág. IV). Esta introducción debió ser particularmente cara a Primo de Rivera porque además de las consideraciones expuestas, se alude a la «violencia revolucionaria» (lo que le debió remitir a la frase tantas veces repetida sobre la «dialéctica de los puños y de las pistolas»): «Existe una violencia espiritual o doctrinal, violencia indispensable, que se manifiesta más en los principios y en las instituciones que en los gestos, y que precisamente para nosotros el instrumento necesario del cambio de plan entre el orden caduco y opresivo que es preciso destruir y el orden nuevo que se trata de instaurar» (pág. IX).

Así mismo, los autores franceses escriben: «Algunas cuestiones se plantean a las que deseamos aportar soluciones prácticas: sustituir la organización actual de la producción, donde el trabajo indiferenciado aparece como un ideal absorbente y exclusivo, por una organización nueva donde este mismo trabajo indiferenciado sea tutelado y estrictamente limitado a algunas funciones subalternas, de forma que permitan el impulso del trabajo creador y personal, sometido al azar, al riesgo y a las alegrías fecundas de la invención humana. Sustituir la organización actual del crédito, puramente abstracto y aritmético que aparece como un medio mecánico de colonizar el porvenir, por una organización nueva en la que el crédito, aliado por lazos personales a las fuerzas de invención creadora, participe realmente en sus riesgos y en sus conquistas. Distinguir entre imperialismo y patriotismo, siendo uno la forma abstracta o se fija la realidad concreta del otro, mediante el recurso a un federalismo concreto y descentralizador» (pág. XII). No era nada que Primo de Rivera no hubiera considerado unos meses después cuando escribía en su artículo La revolución necesaria: «Es necesario destruir un sistema económico que reduce al hombre a una abstracción, a un útil, a un elemento estático» y, realmente, esta temática es la que está constantemente presente en lo que hemos dado en llamar «el último José Antonio» y concretamente, como ya hemos visto, ante el Tribunal Popular de Alicante.


La frase siguiente de Primo de Rivera («Es necesario terminar con un régimen que insidiosamente nos vuelve a una esclavitud inacabada») tiene su contrapartida en el libro de Aron y Dandieu en el Capítulo I de la Primera Parte, titulado De la esclavitud a la servidumbre (págs. 39-87), mientras que la frase siguiente («Es preciso acabar con una ideología que no tiene otro objeto que ofrecernos las formas más bajas del materialismo») encuentra su desarrollo en el libro de los autores franceses en las páginas 151 y sigs. («Condena del materialismo»).

En cuanto a la siguiente idea lanzada por Primo de Rivera en el citado artículo («Y en su lugar hace falta fundar un orden nuevo, establecido en función de bases verdaderas y deseos esenciales del hombre») no hace más que resumir la Conclusión de la obra francesa titulada «Hacia un orden nuevo» (págs. 269 y sigs.). En esta conclusión, Aron y Dandieu exponen las «primeras consignas»: «Ni capitalismo ni comunismo», «Ni derecha, ni izquierda», «Ni liberal-ismo, ni fascismo». Aluden luego a la «primacía de lo espiritual» y a la «revolución personalista». En esta obra se encuentra el rechazo a cualquier forma de estatismo que está presente también en Primo de Rivera en la última parte de su vida y, así mismo, en ella se perciben las mismas objeciones que formula al estatismo fascista.

También en la conclusión de esta obra se encuentra el recordatorio del rechazo «a las dos formas complementarias de materialismo contemporáneo: optimismo capitalista de una parte, pesimismo marxista de otra». Los franceses reconocen que el nacionalsocialismo «desde el origen ha atacado conjuntamente al capitalismo y al comunismo como los dos aspectos gemelos del materialismo y de la abstracción». Sin embargo, lo que les separa del hitlerismo es, como en el caso de Primo de Rivera, su racismo y su estatismo, tal como él mismo explicó al periodista que le requirió sobre este tema durante su estancia en prisión. Y en la página 272 explican también que ese rechazo al racismo se basa en la consideración del hombre «como universal» no «en su particularidad racial, local y cultural» (pág. 272).

La lectura de las Obras Completas de José Antonio Primo de Rivera y de La révolution nécessaire de Aron y Dandieu, nos indican que estos últimos habían llegado a un rechazo casi absoluto de la idea de “Estado”, mientras que el fundador de la Falange, poco a poco, había pasado de la idea mussoliniana de «todo dentro del Estado nada fuera del Estado», presente en el discurso del Teatro de la Comedia, a una progresiva atenuación del papel del Estado que, si bien no era de la misma intensidad que en Aron y Dandieu, era, en cualquier caso convergente (y que, en nuestra opinión se hubiera ido aproximando de no haber sido sesgada brutalmente la vida del fundador de Falange).

Sin embargo, Primo de Rivera en el citado artículo, La revolución necesaria, se cree obligado a realizar una aproximación a la idea que en ese momento tiene de «Estado» y dice: «El Estado debe tener autoridad e independencia para: a) Coordinar los intereses casi siempre divergentes de los cuerpos económicos y sociales (sindicatos, regiones) y arbitrar sus diferencias. b) Asegurar una disciplina colectiva a la vez larga y estricta, con vías a orientar las actividades particulares hacia el sentido del interés general. c) Defender eventualmente los derechos y las libertades de la personalidad individual contra los abusos de la autoridad de las colectividades económicas y sociales»... y esto es lo importante, porque ni Aron ni Dandieu habían dicho otra cosa: su desvalorización del Estado no es absoluta, sino que se basa en la presunción de que los Estados surgidos de lo que ellos llaman «revoluciones frustradas» (el bolchevismo, el fascismo y el hitlerismo) realizan abusos de autoridad contra la «personalidad individual»: «La fe personalista es el motor indispensable para la revolución necesaria. Necesaria para escapar a la necesidad, metódica para escapar al determinismo» (pág. 275). Pocas líneas antes han aludido a la descentralización («El orden nuevo será fundado sobre una descentralización, tan completa como sea posible», pág. 275). Lo que une, pues, a los «no conformistas» con Primo de Rivera (y lo que les separa, por ejemplo, de Ramiro Ledesma), es su idea de la «persona» y su intención de defenderla a toda costa de las intromisiones del Estado y de cualquiera de las proyecciones del materialismo, situando su dignidad por encima de cualquier otro valor.

No estamos hablando de dos inspiraciones diferentes que han llegado a la misma conclusión por caminos distintos, sino de una misma inspiración y de dos ritmos de evolución. La misma inspiración parte, como hemos visto, de un sustrato común, pues no en vano, sus «maestros de pensamiento», los de los «no conformistas» y los de Primo de Rivera, eran los mismos (y los hemos definido) y, al mismo tiempo, los distintos ritmos de evolución que evidencian explican por qué en Primo de Rivera existe un concepto menguante del Estado que le va alejando poco a poco del fascismo y acercándolo al de los «no conformistas». Y así como hemos intentado demostrar que la corriente «no conformista» más acreedora del pensamiento joseantoniano es la Jeune Droite, creemos suficientemente demostrado a través de este comentario sobre el artículo de Arriba, La revolución necesaria y sobre el libro de Aron y Dandieu La révolution nécessaire, que también pudo existir una interpolación con los trabajos de L’Ordre Nouveau, sino a través de la lectura directa de la obra en francés, al menos a través de la recensión realizada por María Zambrano.