Lo más descorazonador de la política española en este momento es
la flema y la pasividad de Alberto Núñez Feijóo… Justo en el momento en el que
tenía que movilizar a sus diputados y a la calle para poner fin al período más
negro en la historia reciente de España, Feijóo opta por esperar acontecimientos,
ver como el sanchismo se va desgastando a golpe de informe de la UCO y a la
espera de que empiecen a caer las primera sentencias por los primeros
escándalos de corrupción (el primero será el del Fiscal General, el segundo
el del “hermanísimo” e, incluso es posible que el ”caso Begoña” pase por un
juzgado popular a lo largo de 2026).
Una moción de censura “instrumental”, pactada previamente con
Junts no estaría de más. Especialmente, si en lugar de proponerse él como
candidato, lo hiciera a través de un personaje que no suscitara desconfianzas
en los nacionalistas catalanes (el nombre de Miquel Roca, es el que más se
baraja en estos momentos). Su función sería descabalgar de una vez por todas al
psicópata de la Moncloa y sustituirlo por un gobierno de gestión que durase el tiempo
justo para convocar elecciones en el plazo más breve posible. Esta es la única
posibilidad que tiene Junts de jugar un papel en la próxima legislatura.
Pero es problemático que PP o Junts acepten este planteamiento que
implicaría ofrecer la posibilidad de que Abascal embistiera, preguntando en
sede parlamentaria a Feijóo sobre su política de alianzas. Y, en lo que se refiere
a Junts, el problema sería más grave porque en Cataluña quedaría a ojos del
independentismo como el partido que, gracias a su voto, derrocó a Sánchez y
entregó el poder a un gobierno de la derecha estatalista.
También es posible que Feijóo prefiera rehuir el riesgo del cara a
cara con Sánchez y opte por dejar que los sucesivos informes de la UCO y las
investigaciones periodísticas trabajen por él. Hoy, es prácticamente imposible
que el PSOE pueda remontar las previsiones electorales que le son ampliamente desfavorables.
Máxime si la posibilidad de un fraude electoral mantiene abiertos
los ojos de los observadores, a la vista de que proliferan las maniobras
oscuras de Indra -a cargo del recuento- en varios países iberoamericanos. La
norma de fotografiar las “actas electorales” y publicarlas on line, como se
hizo en Venezuela, hace que el riesgo de fraude quede conjurado. Si hay fraude, será en el
voto por correo, por supuesto, pero a la vista de cómo están las cosas -y de
cómo se irán poniendo- parece muy difícil que el sanchismo remonte e, incluso,
que logre salvar los muebles.
Feijóo parece haber decidido optar por el “dontancredismo”:
esperar sin moverse, el desgaste del adversario hasta su derrota y mientras
seguir votando junto al PSOE en el parlamento europeo para dar muestras de “madurez”
de cara al canciller Merz especialmente.
6. Lo que puede ocurrir a partir de ahora
Cuanto más prolongue esta larga agonía del sanchismo, más
polarización del voto y más crispación aparecerán.
El olor a derrota invade todos los departamentos ministeriales y todas las
sedes del PSOE. Nadie se atreve a reconocer que, ya ni siquiera las previsiones
del CIS, ni la caterva de tertulianos amamantados por las ubres del poder logran
animar al electorado socialistas. En estas circunstancias, empiezan a actuar a
la desesperada en ayuntamientos, diputaciones y ministerios.
Es significativo que haya aumentado en las últimas semanas la “publicidad
institucional” del “Gobierno de España”… síntoma de que las comisiones generadas
en estas postreras campañas están suponiendo un reparto apresurado de sobres,
de la misma forma que las subvenciones absurdas e imposibles de seguir a las
más inverosímiles campañas humanitarias y a ONGs “sin ánimo de lucro”, improvisadas
y ridículas, suponen las últimas mordidas de un gobierno de nulidades,
mangantes y ambiciosos sin escrúpulos a imagen y semejanza del capo de tutti
i capi.
Mi impresión es que el capítulo de la corrupción socialista no se
ha cerrado todavía. Falta un final kolossal a la altura del sanchismo. La
posibilidad de pasar años a la sombra, hace que sea cuestión de tiempo el que
alguno de los puteros y vividores del sanchismo, piense si no será mejor “colaborar”
con la justicia, salvar lo salvable y liberarse de responsabilidades. Creo
que todavía nos falta mucho que ver en este terreno y las intentonas de
Marlaska de reconfigurar la UCO, indica perfectamente que aún queda mucho por
salir. Acaso lo más importante.
Ya no se trata de “lo quede del PSOE en el postsanchismo”, sino de
lo que “quede de España”. El país saldrá de este período luctuoso marcado para
siempre, con un lastre de casi dos billones de deuda que se proyectará sobre
las generaciones posteriores de españoles.
No tenemos la menor duda de que Feijóo evitará, por todos los
medios, hundir al PSOE, renunciará a sacar toda la bazofia que hay debajo de
las alfombras de los ministerios (si es que queda alguna que no se hayan
llevado los socialistas). Lo normal en el día 1 de su gobierno sería que se
auditaran todos los ministerios para saber exactamente la situación del país y la
magnitud del agujero negro dejado por los socialistas. Como “lo normal” hubiera
sido que Rajoy, cuando llegó al poder, hubiera realizado una investigación
exhaustiva de lo ocurrido el 11-M… Ni ayer Rajoy, ni mañana Feijóo tienen la
más mínima intención de hundir por completo al PSOE. Esa es la tristísima
realidad.
No va a ser un período fácil. Estamos persuadidos de que Feijóo
preferirá pactar con los restos del PSOE o bien formar un gobierno monocolor sin
participación de Vox (y Vox demostraría poca sensatez si por tener prisa en “tocar
poder”, accediera a jugar en un futuro gobierno presidido por Feijóo el mismo
papel que está jugando Yolanda Díaz en el sanchismo).
Ahora bien ¿quién será el “líder socialista” que asuma la
herencia envenenada del sanchismo? No hay ni una sola figura de alcance
nacional que pueda sustituir a Sánchez, ni mucho menos posibilidades de
reconstruir un proyecto socialdemócrata creíble. Una “gran coalición” puede
ser solamente “grande”, si los dos partidos que la forman están más o menos
igualados y muestran estabilidad interior. Y eso no ocurre: en el PP, la
posibilidad de pactar con el PSOE “liberado de Sánchez”, es una posibilidad que
rechaza de partida una parte sustancial de su electorado. Por su parte en el
PSOE las cosas no van mucho mejor: un partido que siempre ha ido de “primera” o
“segunda opción” para los electores, no puede quedar en tercer o cuarto puesto
sin sufrir un trauma interior. Y esto es lo que puede ocurrir con el PSOE
en varias comunidades, incluidas algunas provincias andaluzas. Por eso el PP se
ha equivocado, o más bien ha sido María Guardiola adelantándose y convocando
elecciones en Extremadura, cuando Andalucía o Valencia, con mucho más peso específico,
eran las adecuada para generar adelantos con repercusiones en la política
nacional.
Descartada la moción de censura, descartada la presentación de un “candidato
instrumental” para la convocatoria de elecciones, con un Sánchez aferrado al
poder y rezando para que se produzca un milagro que lo salve de pasar de la
poltrona de La Moncloa al banquillo de los acusados, podemos decir que estamos
en la “medianoche oscura de España”.
Los problemas, podridos por décadas de ignorarlos, no los va a
resolver Feijóo en su mandato: ¿cómo podrían resolverse el tema de los,
entre 200 y 400.000 okupas diseminados por toda España? ¿con una simple ley?
¿dónde van a ir a parar? No es un problema que se soluciones de un día para
otro.
¿Y la inmigración masiva? ¿cómo se va a detener la islamización
progresiva de algunas zonas del Estado? Si se
ofrecen incentivos para la natalidad, está más que claro que la inmensa mayoría
irán a parar a manos magrebíes y subsaharianas. Si se construyen viviendas sociales,
como no quede claro que son para “españoles”, se ampliará la colonización extranjera
de barrios enteros. Todo lo que no sea “remigración” no es la solución.
Si el Estado reduce ministerios, restringe gastos, sin planes de reconstrucción
industrial, ni reducción de la presión fiscal, el número de parados puede
dispararse en pocos meses. Si no se cortan de una vez por todas subsidios a los
sindicatos (“el que quiera un sindicato, que se lo pague”), estos residuos de
otros tiempos volverán a convocar “huelgas generales”, paros y manifestaciones,
a pesar de que solo tengan a la “mafia de la cultura” detrás. Si no se reordena
la educación y la sanidad (y para ello sería necesario que el Estado recuperara
la totalidad de la gestión en esas áreas), estos dos servicios públicos van a
ser cada día más y más inservibles.
No, la España que heredará Feijóo es un “regalo envenenado”, quien
se haga cargo tiene por delante un largo período de angustia, especialmente, si
no es capaz de actuar al margen de las directivas de la UE. Y Feijóo no es
capaz, desde luego.
La hora de Vox no ha llegado todavía. Llegará -como está llegando
la hora del Rassemblement National en Francia o de Acción por Alemania, del Partido
por la Libertad holandés (como se verá el próximo 29 de octubre), la de Chega!
en la nación hermana portuguesa, la del FPÖ austríaco, como ha llegado la hora
de Orban o de la Meloni, y así sucesivamente.
Solo hay que tener un poco de paciencia. Estamos en puertas de un
cambio radical en la política española. El hecho de que los resultados obtenidos
en las elecciones generales de 2023 o en las pasadas elecciones catalanas de 2024,
ya no sean los que se obtendrían hoy, sugieren que la “movilidad” del
electorado es máxima y nunca antes vista en la España democrática, síntoma
inequívoco de grandes cambios.
El problema es hasta cuándo
se prolongará esta fase terminal de un ciclo (el iniciado en 1978) y cuándo se
entrará en el “nuevo curso”. Para ello hace falta que las viejas opciones
pierdan toda credibilidad y que las nuevas se afirmen definitivamente.











