A medida que se acerca el inicio
de la campaña electoral, se va afianzando la convicción de que el PSOE,
literalmente, se desintegrará. Las malas noticias se acumulan para Pedro Sánchez,
especialmente en lo que, hasta no hace mucho eran sus principales feudos: Cataluña
y Andalucía. Para colmo, las propuestas de Pedro Sánchez en materia fiscal van
a contribuir en el rechazo de una parte sustancial de su propio electorado.
En efecto, el pacto suscrito por
el PSC en el Ayuntamiento de Barcelona, no ha beneficiado a los socialistas. El
pacto debería haber servido para confirmar la estrategia de Pedro Sánchez de
pactar con la izquierda y alejar la posibilidad de un acuerdo de “gran
coalición” con el PP. Por otra parte, el haber elegido a una mujer, Meritxell
Batet como cabeza de lista (y sustituta de Carmen Chacon) no ha sido la mejor
opción. La Batet es literalmente desconocida en Cataluña, carece de conexión
con el electorado catalán y, para colmo, fue número dos en la lista socialista
por Madrid en las pasadas elecciones.
Las encuestas posteriores al pacto
municipal indican que el PSC obtendría un máximo de cinco escaños en toda
Cataluña siendo así el último partido en número de escaños en la provincia y
perdiendo tres en relación a las encuestas anteriores al pacto municipal. Los
incidentes que se desencadenaron a lo largo de toda la semana pasada con los
okupas del barrio de Gracia, han contribuido a que todas los grupos municipales
que controlan en Ayuntamiento de Barcelona hayan caído en el descrédito. El
partido de Ada Colau, En Comú, tampoco ha salido favorecido con el pacto y con
los incidentes de Gracia, pero seguramente será la fuerza mayoritaria en
Cataluña, por delante de ERC.
Si esto ocurre en Cataluña, en
Andalucía las cosas no van mejor para el PSOE: en plena campala electoral, el
sumario iniciado por la juez Alaya sigue adelante inexorablemente. En pleno
inicio de la campaña electoral, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, son
procesados y deberán sentarse en el banquillo de los acusados junto a otra
veintena de altos cargos (entre ellos seis consejeros) de la Junta de Andalucía.
Deberán responder de los delitos de malversación y prevaricación. Nada que no
se supiera y no se intuyera antes. Pero esto no es lo peor.
A pesar de que se ha anunciado
igualmente que el juicio no se celebrará ¡hasta el 2018! Los dos imputados –considerados
como “barones” del PSOE en situación de reserva- han debido de pedir la baja
del partido. Sin embargo, lo que más costes tendrá para el futuro del PSOE es
la actitud de Susana Díaz que ha tratado de quitar importancia al “caso EREs”
legando que no se trataba de una “trama organizada” sino de una “chapuza”
creada por algunos mangantes políticos. Incluso el electorado andaluz,
difícilmente podrá admitir una explicación de este tipo e incluso, la situación
(y el hundimiento generalizado del PSOE) hará que la propia Susana Díaz
renuncie a su aspiración a sustituir a Pedro Sánchez al frente de la secretaría
general.
Si esto es lo que atañe a las dos
organizaciones más fuertes del PSOE (de las que en otro tiempo se decía que sin
su triunfo en Cataluña y en Andalucía, era imposible que este partido alcanzara
la mayoría absoluta), el secretario general y cabeza de lista también está
haciendo méritos para sumergirlo en la indigencia electoral. La propuesta de
reducir el gasto público y, especialmente, los presupuestos de las comunidades
autónomas, no tiene lugar en el programa del partido. Sánchez ha optado por la
fórmula contrario: aumentar la presión sobre el contribuyente. Las dos medidas
en las que se asienta la muy opaca “reforma tributaria” que proponen los
socialistas, en la práctica, no son más que un aumento de la presión fiscal:
especialmente sobre el IRPF y para el ahorro. El programa socialista alude a
que estas medidas solamente afectarían a las “rentas bajas y medias”, pero no
establece en ningún lugar que entiende por tal. Así pues, hay que pensar que,
como desde 1983, el PSOE gravará especialmente a las clases medias con su “reforma
tributaria”, tal como ha venido haciendo sistemáticamente.
Desplome del PSC en Cataluña,
erosión creciente del PSOE en Andalucía, ausencia de un liderazgo claro en el
período post-Pedro Sánchez y, finalmente, propuestas electorales opacas,
contribuyen a crear un panorama sombrío para el PP en los próximos años que
coincide con la crisis de la socialdemocracia europea iniciada en 2009.