jueves, 16 de junio de 2016

LA INMIGRACIÓN EN EL CENTRO DE LA POLÉMICA SOBRE EL BREXIT


Las encuestas dan un 7% de ventaja a los partidarios de que el Reino Unido abandone la UE. Se ignora, sin embargo, sobre si esta cifra es real, o se trata de un intento de movilizar a los partidarios de que permanezca en la UE. Sea cual sea el resultado, lo que importa es que el tema central sobre el que ha girado el debate en torno al Brexit es la inmigración y ha relanzado la imagen pública de Nigel Farage, líder del UKIP, el partido euro-escéptico sobre cuyas espaldas ha recaído el grueso de la campaña.
La imagen de Farage ha aparecido en todos los medios de comunicación, pero, sus declaraciones realizadas el pasado domingo en la BBC parecen estar en la ventaja que han obtenido los partidarios del Brexit en los últimos días: hasta siete puntos. Farage declaró que el Reino Unido quiere sus propias leyes, control sobre sus propias fronteras y capacidad para decidir qué inmigrantes quiere y quienes no quiere. Además, advirtió que la salida del Reino Unido es el primer paso para que los países europeos reformulen sus políticas. Tras esta salida, otros países europeos se plantearán la “desconexión”, a la vista de que no se producirá con la salida inglesa, el apocalipsis económico que el stablishment augura.

Los partidarios de la permanencia hacen notar que el 45% de las exportaciones británicas van a parar a países de la UE. En materia de inmigración, el Reino Unido admite anualmente a 300.000 inmigrantes, si bien, a causa de las protestas de la población autóctona, ha prometido reducirla a “menos de 100.000 anuales”. Farage asegura que “es imposible controlar la inmigración siendo miembro de la UE”.  La inmigración es el tema central de debate sobre el Brexit: el diario The Observer ha explicado que el 50% de los electores irán a votar en función de su criterio sobre la inmigración: los votantes de origen asiático y africano, lo harán en contra del Brexit, los autóctonos a favor…
Otro de los elementos a tener en cuenta en la votación es lo que implicará una u otra de las actitudes: de permanecer en la UE, David Cameron se verá obligado a realizar alguna concesión hacia quien han votado a favor del Brexit y se verá obligado a cumplir lo prometido durante la campaña electoral de 2015: renegociar el tratado de adhesión con la UE. Pero si triunfa el Brexit, el Partido Conservador entrará en crisis. No es ningún secreto que los conservadores británicos están divididos ante esta actitud. Es incluso probable que Cameron se vea obligado a dimitir si pierde el referéndum del 23 de junio.

Pero, sin duda, el efecto más importante de un eventual triunfo del Brexit sería que quedaría demostrado para todos los países europeos, que la UE es un club al que un país puede afiliarse y desafiliarse a voluntad, según sus intereses. Lo que, hasta ahora, ha sido un “club franco-alemán”, debería revisar su funcionamiento, su estructura y armonizar mejor los intereses de cada país y, especialmente, la forma de control sobre el Euro. Nigel Farage tiene razón cuando dice que el Reino Unido sería el primer país que se da de baja en el club europeo, pero no el último. Otros seguirán. O al menos, se lo plantearán. España, entre ellos.