Parafraseando aquello de Chiquito
de la Calzada de “Te llamo Trigo por no
llamarte Rodrigo”, nos negamos a que alguien que se llama Bergoglio y que
tiene de Papa tanto como usted y yo, reciba el título venerable de “Papa
Francisco”. Bergoglio y basta. El jefe de la iglesia está convencido de que la
iglesia no sirve para mucho. Es la idea que suele repetir constantemente. La
última bergogliada es notable pero se instala en el límite de la corrección
política.
Acaba de decir que la gran
mayoría de los matrimonios católicos que se celebran actualmente son nulos
porque las parejas no comprenden realmente que es un compromiso de por vida… Lo
explicó así: “Vivimos en una cultura
provisional y por ello, gran parte de nuestros matrimonios sacramentales son
nulos porque ellos dicen “si, para toda la vida”, pero no saben lo que dicen porque
tienen otra cultura”. Era así como explicaba la “crisis del matrimonio”. Lo
peor fue que la agencia vaticana que transcribió sus palabras cambió “una gran
mayoría” por “algunos”, consciente de que la “infalibilidad papal” había
quedado en evidencia. Sectores conservadores de la Iglesia han calificado la
bergogliada como “una afirmación extraordinaria, irresponsable y ridícula”.
Sorprende en primer lugar que Bergoglio
en su tarea pastoral no recuerde la importancia de la fidelidad a la palabra
dada y que considere que la ruptura de una promesa no es nada más que “otra
cultura”. El problema no es que esto afecte al matrimonio (que no fue
sacramento sino hasta el concilio de Trento y que antes era una unión bendecida
por la Iglesia), sino que por esa misma regla de tres se puede aceptar que cualquier
deslealtad (hacia la patria, hacia la familia, hacia la propia identidad, etc.)
es también disculpable porque quien la realiza ignora qué es eso de la
fidelidad o la palabra dada.
¿Acaso el sacramento de la confesión
no es “nulo en su gran mayoría” porque la misma personal incapaz de saber lo
que es la lealtad ignora también lo que es el arrepentimiento y en el “propósito
de la enmienda” y qué decir del bautismo en la que el bautizado ni se entera… ¿Acaso
la gente no acudirá a votar masivamente el próximo 26-J sin saber en su “gran
mayoría lo que implica su voto y las consecuencia del mismo?
La frase de Bergolio sería
admisible en una discusión de taberna, pero no para el líder de una institución
bimilenaria. No es que el criterio de Bergoglio sea erróneo (¡claro que los
cónyuges se juran fidelidad hasta la muerte sin ser conscientes de lo que
implica!), el error está en quién lo dice y cómo lo dice: porque si su criterio
es cierto, inmediatamente, se trata de remediar tal situación y modificar el
ordenamiento de la Iglesia en relación al matrimonio, y, además, de lo que se
trata es de llegar a las últimas consecuencias del análisis: no solamente la “gran
mayoría” ignora lo que es la fidelidad a la palabra dada, sino que es incapaz
de entender lo que es la “palabra dada”. ¿No sería mejor reconocer que estamos
ante una “crisis de civilización” y no atribuirlo todo a la pertenencia a “otra
cultura”?