Creo que ha sido en facebook en
donde ha habido cierta polémica por la presencia de una candidata de origen
africano en una lista electoral de Falange Española. El tema no parece
relevante a la vista del deslucido papel electoral de este partido, pero quizás
sea bueno utilizarlo como excusa para realizar un pequeño comentario y una “revisión
histórica” sobre él.
Vaya por delante que el hecho de
que haya una candidata afro-española en la lista de un partido político no es
como para sorprenderse. Uno de los “ministros en la sombra” del gobierno de
Pedro Sánchez es Luc André Diouf de origen senegalés. Y, así mismo, en la bancada
de Podemos en la anterior legislatura se ha sentado Rita Bosaho, hija de padres
guineanos. Así pues, lo normal sería que Falange (o cualquier otro partido)
tuvieran una candidata negra. Y, sin embargo, al parecer, esto ha sorprendido a
alguien. A decir verdad, y pensándolo bien, si que tiene algo de sorprendente.
En primer lugar es sorprendente
que Falange Española haya logrado presentar una veintena de candidaturas. Obviamente,
ninguna de ellas tiene la más mínima posibilidad de que alguno de sus
candidatos resulte elegido. Cabría preguntar el objetivo que persiguen estas
listas, si no es, como suele ser en unas elecciones generales, obtener
diputados. Se trata, indudablemente, de una candidatura testimonial que da fe
de que existen “últimos mohicanos” que comparten las ideas y los principios de
quienes fundaron Falange Española de 29 de octubre de 1933. Más allá de ese “testimonio”,
no se entiende bien el porqué de la candidatura.
Vale la pena recordar que hay
algo “heroico” en Falange Española y en todos los partidos minoritarios (y hay
dos docenas largas) que han decidido presentarse a unas elecciones. En
principio, porque, todo induce a pensar que, tal como están las cosas,
presentar una lista ya supone un esfuerzo titánico para recoger los “avales”
necesarios. Luego, claro, realizado este esfuerzo –habitualmente superior
a las fuerzas de los partidos que lo intentan-, se trata de llevar a cabo una
campaña electoral de envergadura muy superior a las propias posibilidades, sin
acceso a los grandes medios de comunicación (por cierto, ¿alguien ve los “espacios
gratuitos” de publicidad electoral con los que “el sistema” alardea cínicamente
de “igualdad de oportunidades”?), sin medios para hacerse oír son posibilidades
de realizar mítines ni actos de masas… Y todo para que el recuento de votos
final en las mesas electorales parezca los resultados de una quiniela: 1 voto,
2 votos, 0 votos… En los cuatro años siguientes, estas candidaturas se reponen,
se olvidan del fracaso y vuelven a ejercer la misma rutina y, así, una y otra
vez, desde junio de 1977…
Lo sorprendente de la polémica en
torno a Falange y dentro del ambiente de extrema-derecha, no ha sido sobre la oportunidad
de presentar las listas electorales cuando no existen posibilidades de obtener resultados
significativos, sino sobre la presencia de una chica de color. Absurdo ¿verdad?
Cualquier ciudadano provisto de DNI y, por tanto, de nacionalidad española, que
no esté inhabilitado para ello, puede presentarse como candidato. Y no albergo la menor duda de que la candidata en cuestión está integrada en la sociedad española. Así pues ¿a
qué viene el guirigay generado?
Es posible que algunos hayan
suscitado esta polémica por pura visceralidad, racismo propiamente dicho o,
simplemente, por aquello de que cuando el diablo no tiene nada que hacer mata
moscas con el rabo. Especialmente en Internet donde hay mucho para agitar cualquier rabo. Pero, sin embargo, creemos que
el tema da para algo más y afecta, especialmente, a las características
psicológicas de cierto falangismo: el instalarse permanentemente en lo que se considera inusual y contradictorio.
Es evidente que “una candidata
negra” es una excepción en una lista “blanca”, pero no es la única excepción
presente en la historia de Falange Española. De hecho, algunos conciben a
Falange Española como una suma de “excepcionalidades”. Nos dicen, por ejemplo: “Falange
quiso atentar contra Franco” ¿Cuántas veces? preguntamos. Una y no
suficientemente contrastada. No es raro que Franco muriera en la cama. Luego,
esos mismos, aluden a los “falangistas fusilados por Franco” ¿cuántos? ¿uno o
dos? Y, nos hablan también de “comunistas que se pasaron a Falange Española”?
De nuevo, dos o tres; no más. Siguen explicando que José Antonio mantuvo “buenas
relaciones con Indalecio Prieto” (el cual no se opuso al fusilamiento de José Antonio,
por cierto) y la historia ha reducido esas buenas relaciones a un apretón de
manos en el parlamento y a un artículo titulado “Prieto ¿se acerca a Falange?”.
No hay más. Luego, hablan de que José Antonio envió escuadristas para proteger
a Azaña (contra el que quería atentar no recuerdo quien)… y eso ¿cuántas veces
ocurrió? Una, por supuesto. Una y no más. No una sino dos fueron las veces que
José Antonio se reunió con Ángel Pestaña (una por consejo de Mussolini y la
otra cuando pasó por Barcelona en dirección a Italia para ver a Mussolini).
Ninguno de los dos encuentros tuvo resultado alguno. Luego se habla de la “movilización
de los parados” por las CONS que se produjo una vez, no dos… De hecho, en la
historia de Falange, las CONS solamente aparecen en esa ocasión. Podríamos
seguir.
Parece como si la historia de
Falange Española estuviera hecha de “casos únicos” o que, como máximo, se han
repetido dos o tres veces. Algunos han terminado tomando estas excepciones como
regla. Es curioso que quien atribuye importancia a cada una de estas excepcionalidades, se la otorgue a todas ellas, dando la razón al refrán español de "quien hace un cesto, hace ciento", parafraseándolo: "quien da importancia a una excepcionalidad hace una historia excepcional" que, lamentablemente, no tiene nada que ver con la historia real.
Curiosamente, estos mismos no
utilizan otras excepciones que les resultan molestas. Por ejemplo, el
único partido con el que la Falange de José Antonio se presento en coalición en
las elecciones de febrero de 1936, fue en la provincia de Santander, y lo hizo
en coalición con los carlistas... Manuel Hedilla fue el promotor de la
candidatura. También, José Antonio, se presentó en marzo de 1936 en las
elecciones parciales por la provincia de Cuenca (las de febrero habían sido
anuladas por fraude) en una lista en la que figuraban Antonio Goicoechea (jefe
de los alfonsinos y presidente de Renovación Española), un candidato local de
la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) y en la que,
inicialmente, figuraba el nombre del general Francisco Franco (que finalmente
renunció). El muñidor de la candidatura fue el amigo de José Antonio, Ramón
Serrano Suñer. Tabién esto fue excepcional. El único acuerdo político suscrito por José Antonio con otro partido
fueron los Pactos de El Escorial rubricados por José Antonio, en su primera
versión con Goicoeachea (1933) y al año siguiente con Pedro Sáinz Rodríguez,
acrisolados monárquicos alfonsinos. ¿Y qué decir de la alianza del SEU con los estudiantes
monárquicos de la AET (carlistas) y con los de la Federación de Estudiantes
Católicos (la mayoría miembros de la JAP-CEDA) que prefiguraron los dos frentes
que dividieron luego a España en la guerra civil? ¿Pactaron con el BEOR o con
la FUE? Sí, en realidad, solamente hubo una ocasión: la organización de una
huelga en común en protesta por la profanación de la tumba de un benefactor de la Universidad de Madrid. Una y no más.
Como vemos, la historia de
Falange Española es una historia de excepcionalidades únicas e irrepetibles. Todo
depende del lugar en el que uno se ubique y la intención que se tenga para
juzgar a Falange Española de una manera y otra. Un falangista “de izquierdas”
(aquellos seudo hedillistas de los setenta) se aferrará siempre a las
excepcionalidades “de izquierdas” para tener una historia de Falange a su
medida y, paralelamente, olvidará las excepcionalidades “de derechas” para
eludir la sospecha de reaccionarismo.
Todo esto no parece muy serio. A
fin de cuentas, lo que cuenta no es lo que un partido o un líder político hayan
podido hacer en un momento u otro, sino la línea de tendencia que ha mantenido
desde su fundación. Cuando se dispara una bala, se sabe perfectamente la
tendencia que va a recorrer, incluso se puede calcular la curva que seguirá.
Eso es una “línea de tendencia”. Una bala nunca irá a derecha e izquierda a
voluntad de quien la dispara. Un partido es lo que está implícito en la línea
de tendencia que viene definido por su historia. Y la historia de Falange no
discurre precisamente por la izquierda, ni siquiera orillándola.
La historia del partido fundado
el 29 de octubre de 1933 y extinguido por el Decreto de Unificación de 20 de
abril de 1937, tuvo una tendencia indiscutible y si no fue algo, fue la
colección de excepcionalidades de las que algunos miembros de la “izquierda
falangista” alardearon. Basta echar una ojeada a la Falange histórica para
advertir por donde discurrían sus filias y sus fobias y cuál era esa “línea de
tendencia”… Y para los interesados en conocer cuál era esa tendencia les recomendamos
los libros que hemos escrito sobre la materia y disipado las dudas que alguien racional y razonable pudiera albergar.
Pero esto no es lo que nos
importa ahora, sino la prolongación de esa tendencia hacia la “excepcionalidad
única” que ha estado presente siempre en Falange Española. En efecto, en la Falange
histórica hubo un militante de raza negra, cubano por más señas, y, como si se
tratara de un eco en el tiempo, reiterando la misma excepcionalidad solitaria, en las
elecciones de 2016 aparece una candidata de origen africano. Otra “excepcionalidad
única”. Hubieron flechas y cadetes de la OJE en Guinea Ecuatorial que respondían a dos hechos: que todos allí eran africanos y que Guinea era provincia española... lamentablemente, no cuentan a título de excepcionalidad porque eran algo equivalente a boy-scouts del fraquismo. No al falangismo histórico ya extinguido en el Decreto de Unificación del 37...
En realidad, una lista electoral
de un partido debería estar formada por aquellos militantes y dirigentes
destacados que, por su “tirón electoral” y por su prestigio e influencia,
puedan tener atractivo para el ciudadano que va a depositar su voto. De lo
contrario, incluir a un africano, a un mandarín o a un vendedor de barquillos,
no solamente no producen el efecto deseado, sino que, además, incluso podría
ser considerado como muestra de populismo o, peor aún, de aquella cursilada de
“excusatio non petita, accusatio
manifesta”, o dicho de otra manera “pongo
a un africano en la lista para que no digan que soy racista”. Bueno… si lo
consideran favorable y si la candidata en cuestión tiene un historial que le
haga merecedora de un puesto en la lista ¿por qué no? Agarres relativos los
hay: en realidad, en el concepto de “Hispanidad” hay un elemento étnico que
presupone síntesis entre el grupo étnico europeo y el amerindio; dicho lo cual
puede añadirse que la presencia española en África fue episódica y reducida a
unas pocas décadas del siglo XX y la Hispanidad allí fue poco menos que nula.
Pero Hispanidad no es multiculturalidad, sino otra cosa. Ahora bien, si de lo
que se trata es de defender la “multiculturalidad”, cabría decir que Falange
está en el error, aunque, les importe a pocos, a la vista de sus dimensiones
actuales.
El problema, tanto para Falange
como para los partidos menores, es que solamente cuatro formaciones políticas
de alcance estatal tienen posibilidades de obtener diputados (amén de los
regionalistas, nacionalistas y separatistas, claro está) y el resto, no le
importan absolutamente a nadie. A nadie. Con candidata negra o sin ella. Hará
como 15 años, a alguien se le ocurrió la idea de presentar una lista electoral
falangista compuesta exclusivamente por mujeres para unas elecciones europeas.
Aquello debe figurar también como otra “excepcionalidad única”. Ni siquiera
desató más comentarios que los que corresponden a la mera anécdota. Y es que,
una cosa es la historia y otra la anécdota. Una cosa es la Política y otra el
anecdotario político. Y es bueno distinguir entre lo uno y lo otro.