sábado, 4 de junio de 2016

CANDIDATA DE ORIGEN AFRICANO EN LA LISTA DE FALANGE ESPAÑOLA


Creo que ha sido en facebook en donde ha habido cierta polémica por la presencia de una candidata de origen africano en una lista electoral de Falange Española. El tema no parece relevante a la vista del deslucido papel electoral de este partido, pero quizás sea bueno utilizarlo como excusa para realizar un pequeño comentario y una “revisión histórica” sobre él.

Vaya por delante que el hecho de que haya una candidata afro-española en la lista de un partido político no es como para sorprenderse. Uno de los “ministros en la sombra” del gobierno de Pedro Sánchez es Luc André Diouf de origen senegalés. Y, así mismo, en la bancada de Podemos en la anterior legislatura se ha sentado Rita Bosaho, hija de padres guineanos. Así pues, lo normal sería que Falange (o cualquier otro partido) tuvieran una candidata negra. Y, sin embargo, al parecer, esto ha sorprendido a alguien. A decir verdad, y pensándolo bien, si que tiene algo de sorprendente.

En primer lugar es sorprendente que Falange Española haya logrado presentar una veintena de candidaturas. Obviamente, ninguna de ellas tiene la más mínima posibilidad de que alguno de sus candidatos resulte elegido. Cabría preguntar el objetivo que persiguen estas listas, si no es, como suele ser en unas elecciones generales, obtener diputados. Se trata, indudablemente, de una candidatura testimonial que da fe de que existen “últimos mohicanos” que comparten las ideas y los principios de quienes fundaron Falange Española de 29 de octubre de 1933. Más allá de ese “testimonio”, no se entiende bien el porqué de la candidatura.

Vale la pena recordar que hay algo “heroico” en Falange Española y en todos los partidos minoritarios (y hay dos docenas largas) que han decidido presentarse a unas elecciones. En principio, porque, todo induce a pensar que, tal como están las cosas, presentar una lista ya supone un esfuerzo titánico para recoger los “avales” necesarios. Luego, claro, realizado este esfuerzo –habitualmente superior a las fuerzas de los partidos que lo intentan-, se trata de llevar a cabo una campaña electoral de envergadura muy superior a las propias posibilidades, sin acceso a los grandes medios de comunicación (por cierto, ¿alguien ve los “espacios gratuitos” de publicidad electoral con los que “el sistema” alardea cínicamente de “igualdad de oportunidades”?), sin medios para hacerse oír son posibilidades de realizar mítines ni actos de masas… Y todo para que el recuento de votos final en las mesas electorales parezca los resultados de una quiniela: 1 voto, 2 votos, 0 votos… En los cuatro años siguientes, estas candidaturas se reponen, se olvidan del fracaso y vuelven a ejercer la misma rutina y, así, una y otra vez, desde junio de 1977…

Lo sorprendente de la polémica en torno a Falange y dentro del ambiente de extrema-derecha, no ha sido sobre la oportunidad de presentar las listas electorales cuando no existen posibilidades de obtener resultados significativos, sino sobre la presencia de una chica de color. Absurdo ¿verdad? Cualquier ciudadano provisto de DNI y, por tanto, de nacionalidad española, que no esté inhabilitado para ello, puede presentarse como candidato. Y no albergo la menor duda de que la candidata en cuestión está integrada en la sociedad española. Así pues ¿a qué viene el guirigay generado?

Es posible que algunos hayan suscitado esta polémica por pura visceralidad, racismo propiamente dicho o, simplemente, por aquello de que cuando el diablo no tiene nada que hacer mata moscas con el rabo. Especialmente en Internet donde hay mucho para agitar cualquier rabo. Pero, sin embargo, creemos que el tema da para algo más y afecta, especialmente, a las características psicológicas de cierto falangismo: el instalarse permanentemente en lo que se considera inusual y contradictorio.

Es evidente que “una candidata negra” es una excepción en una lista “blanca”, pero no es la única excepción presente en la historia de Falange Española. De hecho, algunos conciben a Falange Española como una suma de “excepcionalidades”. Nos dicen, por ejemplo: “Falange quiso atentar contra Franco” ¿Cuántas veces? preguntamos. Una y no suficientemente contrastada. No es raro que Franco muriera en la cama. Luego, esos mismos, aluden a los “falangistas fusilados por Franco” ¿cuántos? ¿uno o dos? Y, nos hablan también de “comunistas que se pasaron a Falange Española”? De nuevo, dos o tres; no más. Siguen explicando que José Antonio mantuvo “buenas relaciones con Indalecio Prieto” (el cual no se opuso al fusilamiento de José Antonio, por cierto) y la historia ha reducido esas buenas relaciones a un apretón de manos en el parlamento y a un artículo titulado “Prieto ¿se acerca a Falange?”. No hay más. Luego, hablan de que José Antonio envió escuadristas para proteger a Azaña (contra el que quería atentar no recuerdo quien)… y eso ¿cuántas veces ocurrió? Una, por supuesto. Una y no más. No una sino dos fueron las veces que José Antonio se reunió con Ángel Pestaña (una por consejo de Mussolini y la otra cuando pasó por Barcelona en dirección a Italia para ver a Mussolini). Ninguno de los dos encuentros tuvo resultado alguno. Luego se habla de la “movilización de los parados” por las CONS que se produjo una vez, no dos… De hecho, en la historia de Falange, las CONS solamente aparecen en esa ocasión. Podríamos seguir. 

Parece como si la historia de Falange Española estuviera hecha de “casos únicos” o que, como máximo, se han repetido dos o tres veces. Algunos han terminado tomando estas excepciones como regla. Es curioso que quien atribuye importancia a cada una de estas excepcionalidades, se la otorgue a todas ellas, dando la razón al refrán español de "quien hace un cesto, hace ciento", parafraseándolo: "quien da importancia a una excepcionalidad hace una historia excepcional" que, lamentablemente, no tiene nada que ver con la historia real.

Curiosamente, estos mismos no utilizan otras excepciones que les resultan molestas. Por ejemplo, el único partido con el que la Falange de José Antonio se presento en coalición en las elecciones de febrero de 1936, fue en la provincia de Santander, y lo hizo en coalición con los carlistas... Manuel Hedilla fue el promotor de la candidatura. También, José Antonio, se presentó en marzo de 1936 en las elecciones parciales por la provincia de Cuenca (las de febrero habían sido anuladas por fraude) en una lista en la que figuraban Antonio Goicoechea (jefe de los alfonsinos y presidente de Renovación Española), un candidato local de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) y en la que, inicialmente, figuraba el nombre del general Francisco Franco (que finalmente renunció). El muñidor de la candidatura fue el amigo de José Antonio, Ramón Serrano Suñer. Tabién esto fue excepcional. El único acuerdo político suscrito por José Antonio con otro partido fueron los Pactos de El Escorial rubricados por José Antonio, en su primera versión con Goicoeachea (1933) y al año siguiente con Pedro Sáinz Rodríguez, acrisolados monárquicos alfonsinos. ¿Y qué decir de la alianza del SEU con los estudiantes monárquicos de la AET (carlistas) y con los de la Federación de Estudiantes Católicos (la mayoría miembros de la JAP-CEDA) que prefiguraron los dos frentes que dividieron luego a España en la guerra civil? ¿Pactaron con el BEOR o con la FUE? Sí, en realidad, solamente hubo una ocasión: la organización de una huelga en común en protesta por la profanación de la tumba de un benefactor de la Universidad de Madrid. Una y no más.

Como vemos, la historia de Falange Española es una historia de excepcionalidades únicas e irrepetibles. Todo depende del lugar en el que uno se ubique y la intención que se tenga para juzgar a Falange Española de una manera y otra. Un falangista “de izquierdas” (aquellos seudo hedillistas de los setenta) se aferrará siempre a las excepcionalidades “de izquierdas” para tener una historia de Falange a su medida y, paralelamente, olvidará las excepcionalidades “de derechas” para eludir la sospecha de reaccionarismo.

Todo esto no parece muy serio. A fin de cuentas, lo que cuenta no es lo que un partido o un líder político hayan podido hacer en un momento u otro, sino la línea de tendencia que ha mantenido desde su fundación. Cuando se dispara una bala, se sabe perfectamente la tendencia que va a recorrer, incluso se puede calcular la curva que seguirá. Eso es una “línea de tendencia”. Una bala nunca irá a derecha e izquierda a voluntad de quien la dispara. Un partido es lo que está implícito en la línea de tendencia que viene definido por su historia. Y la historia de Falange no discurre precisamente por la izquierda, ni siquiera orillándola.  

La historia del partido fundado el 29 de octubre de 1933 y extinguido por el Decreto de Unificación de 20 de abril de 1937, tuvo una tendencia indiscutible y si no fue algo, fue la colección de excepcionalidades de las que algunos miembros de la “izquierda falangista” alardearon. Basta echar una ojeada a la Falange histórica para advertir por donde discurrían sus filias y sus fobias y cuál era esa “línea de tendencia”… Y para los interesados en conocer cuál era esa tendencia les recomendamos los libros que hemos escrito sobre la materia y disipado las dudas que alguien racional y razonable pudiera albergar.

Pero esto no es lo que nos importa ahora, sino la prolongación de esa tendencia hacia la “excepcionalidad única” que ha estado presente siempre en Falange Española. En efecto, en la Falange histórica hubo un militante de raza negra, cubano por más señas, y, como si se tratara de un eco en el tiempo, reiterando la misma excepcionalidad solitaria, en las elecciones de 2016 aparece una candidata de origen africano. Otra “excepcionalidad única”. Hubieron flechas y cadetes de la OJE en Guinea Ecuatorial que respondían a dos hechos: que todos allí eran africanos y que Guinea era provincia española... lamentablemente, no cuentan a título de excepcionalidad porque eran algo equivalente a boy-scouts del fraquismo. No al falangismo histórico ya extinguido en el Decreto de Unificación del 37...

En realidad, una lista electoral de un partido debería estar formada por aquellos militantes y dirigentes destacados que, por su “tirón electoral” y por su prestigio e influencia, puedan tener atractivo para el ciudadano que va a depositar su voto. De lo contrario, incluir a un africano, a un mandarín o a un vendedor de barquillos, no solamente no producen el efecto deseado, sino que, además, incluso podría ser considerado como muestra de populismo o, peor aún, de aquella cursilada de “excusatio non petita, accusatio manifesta”, o dicho de otra manera “pongo a un africano en la lista para que no digan que soy racista”. Bueno… si lo consideran favorable y si la candidata en cuestión tiene un historial que le haga merecedora de un puesto en la lista ¿por qué no? Agarres relativos los hay: en realidad, en el concepto de “Hispanidad” hay un elemento étnico que presupone síntesis entre el grupo étnico europeo y el amerindio; dicho lo cual puede añadirse que la presencia española en África fue episódica y reducida a unas pocas décadas del siglo XX y la Hispanidad allí fue poco menos que nula. Pero Hispanidad no es multiculturalidad, sino otra cosa. Ahora bien, si de lo que se trata es de defender la “multiculturalidad”, cabría decir que Falange está en el error, aunque, les importe a pocos, a la vista de sus dimensiones actuales.


El problema, tanto para Falange como para los partidos menores, es que solamente cuatro formaciones políticas de alcance estatal tienen posibilidades de obtener diputados (amén de los regionalistas, nacionalistas y separatistas, claro está) y el resto, no le importan absolutamente a nadie. A nadie. Con candidata negra o sin ella. Hará como 15 años, a alguien se le ocurrió la idea de presentar una lista electoral falangista compuesta exclusivamente por mujeres para unas elecciones europeas. Aquello debe figurar también como otra “excepcionalidad única”. Ni siquiera desató más comentarios que los que corresponden a la mera anécdota. Y es que, una cosa es la historia y otra la anécdota. Una cosa es la Política y otra el anecdotario político. Y es bueno distinguir entre lo uno y lo otro.