Cuando ganó la selección española
ganó los mundiales de fútbol, la alcaldía de Barcelona, multó a los jóvenes que
manifestaban su alegría tocando las bocinas de sus coches, algo que jamás han
hecho ante un victoria del CF Barcelona… El fútbol es una banalidad social,
pero los equipos municipales soberanistas tienen sus preferencias: siempre el
Barça, nunca la selección nacional. Y lo han vuelto a demostrar: por orden del
ayuntamiento, la Guardia Urbana de Barcelona ha denunciado a la plataforma “Barcelona con la Selección” por haber instalado sin
autorización una pantalla en la plaza de Cataluña de Barcelona para ver el
partido de España contra Italia.
Y la gracia es esa: que los
organizadores tenían permiso de la Consejería de Interior de la Generalitat
para una “concentración”, pero no para instalar una pantalla. Hay que decir que
la pantalla no era una de esas megapantallas que acompañan a los conciertos de
las estrellas de rock, sino una modesta pantalla que apenas pudieron ver unas mil
quinientas personas, instalada sobre un camión. Y, para colmo, aparecieron
problemas técnicos que impidieron ver la imagen en la primera parte… No es raro
que, durante la concentración de la Plaza de Cataluña algunos espectadores
gritarán “Colau, canalla, queremos la pantalla”. Sutilezas
jurídicas aparte, está claro que para el ayuntamiento de Barcelona, presidida
por la coriácea Ada Colau, existen “dos pesos, dos medidas”.
Esa actitud es lo que hace que la
posición de la Colau y de su partido en materia soberanista sea extremadamente
ambigua. No van más allá de aceptar que se convoque un referéndum en el que
ellos no tienen una actitud definida: no dicen si votarán sí o no a la
independencia de Cataluña, sino todo lo contrario. Mal asunto, especialmente en
tiempos en los que definirse es el mejor favor que puede hacer un “político” a
los ciudadanos. De todas formas, en Cataluña, se tiene la sensación de que
cuando se evita pronunciarse claramente ante el sí o el no a la independencia,
es que se tiene miedo de la violencia de los independentistas y a la “incomprensión”
de los medios amamantados por la Generalitat, pero que en caso de consulta
real, en el secreto del sobre y de la cabina de votaciones, la opinión de los
miembros de En Común Podemos, sería contraria a la independencia. Y en las
pasadas elecciones, los vencedores –aunque magullados- fue En Común Podemos, mientras el voto independentista se contrajo y se
confirmó el “sorpasso” y la pérdida creciente de vigor de CDC, que no sobrevivirá
a sus múltiples problemas judiciales.
De momento, Artur Mas va a tener
que responder ante la justicia, junto a Joana Ortega, vicepresidenta de la
Generalitat e Irene Rigau, consejera de Enseñanza, por lo sucedido el 9N de
2014, el “botifarrendum”. La fiscalía les imputa delitos de “desobediencia, prevaricación y malversación de fondos públicos”
y corren el riesgo de ser condenados hasta siete años de cárcel. La petición de
archivo realizada por las defensas ha sido desestimada.
Homs, el rostro visible de CDC en
la última campaña, es también investigado, a pesar de que, de momento, la
trinchera del aforamiento, le salve temporalmente del banquillo. Homs es
acusado de “Comportamiento
consciente e intencionado de indudable trascendencia para garantizar la
celebración de la consulta suspendida por el Tribunal Constitucional”.
Homs, era por entonces, “portavoz de la presidencia” y el gallito que desde la
tribuna del Palacio de Gobierno de la Generalidad afirmaba con una seriedad
pasmosa que su hija solamente veía TV3 (criatura…).
Para colmo de males, CDC obtuvo 8 escaños, pero
perdió 80.000 votos y un punto, no alcanzando el 15% en ninguna circunscripción.
Si se aplica el reglamento del Congreso de los Diputados, CC no tendrá grupo
parlamentario propio. CDC apenas ha obtenido 20.000 votos más que el PP en
Cataluña… cinco años después de ganar por mayoría absoluta las elecciones autonómicas
catalanas: cinco años perdidos en el “procés”. Los avances de ERC (votos
llegados de CDC y de CUP) no logran evitar la sensación de que el
independentismo está socialmente estancado y electoralmente en recesión.
Así pues, cuatro elementos juegan
en contra del “procés”: 1)
el resultado de las urnas en España, que refuerza al PP y debilita a la única
fuerza que hubiera podido apoyar la celebración de un referéndum soberanista en
Cataluña, Podemos; 2) el retroceso del nacionalismo vasco (y, particularmente,
del entorno etarra) que hace que el independentismo catalán no pueda tener un “balón
de oxígeno” en el País Vasco; 3) los resultados electorales en Cataluña que han
mermado el voto independentista y que, unidos al problema interior de la CUP,
debilitan la fuerza social del independentismo; y 4) las medidas judiciales que
ahora ya son algo más que un aviso, sino la convicción de que quien vulnera el
ordenamiento constitucional puede perder algo más que la poltrona.
El “procés” está muerto y
enterrado y sería bueno que sus impulsores lo reconocieran públicamente y pidieran
a sus últimos mohicanos que retiraran de los balcones esos trapos descoloridos con
el triángulo azulado que indican dónde vive alguien que se entera de lo que
pasa...