martes, 14 de junio de 2016

EL SOBERANISMO AUN EXISTE (AUNQUE A TÍTULO POSTUMO)



Las elecciones del 26-J no van a decidir nada esencial, pero si van a marcar el fin de una etapa para el soberanismo. En principio, las encuestas no son muy favorables a las candidaturas independentistas y todas indican que pueden descender globalmente en número de votos, lo que obligará, necesariamente, a las direcciones autistas de ERC y de CDC a plantear nuevos objetivos. Embarcados en una campaña electoral de carácter soberanista, ambos partidos se niegan a reconocer que la “hoja de ruta” del “procés” es papel mojado y ya no puede servir, ni para gobernar la Generalitat ni como propuesta a negociar con el Estado.

La única combinación surgida del 26-J en la que el soberanismo podría prosperar sería en la hipótesis de un gobierno de izquierdas formado entre Podemos y el PSOE (que no parece como de las más verosímiles y que, en cualquier caso, generaría problemas internos en este último partido, especialmente por la cuestión de la vertebración del Estado). En cualquier otra combinación, el soberanismo tiene la batalla perdida de antemano. Si a esto unimos su pérdida de vigor en los últimos meses, las dificultades internas que están apareciendo en todas las formaciones soberanistas, especialmente en la ANC y los choques entre CDC-ERC de un lado y CUP de otro, o incluso entre CUP y ERC, sorprende que este ambiente prosiga de manera obsesiva con el proyecto independentista cuando éste carece de apoyo popular suficientes y de base social, tal como han reflejado los resultados electorales.


La única esperanza del independentismo es ganar para su causa a ese espacio gris e indefinido en la materia que es En Comú Podem. Parece lógico que los votos perdidos por el independentismo vayan a parar a esta formación que, en materia de vertebración nacional, es un conglomerado contradictorio de opiniones. La idea de ERC es arrastra a En Comú Podem a la opción del RUI (Referéndum unilateral de independencia). Esta opción se estrellaría ante un gobierno de centro en el Estado, pero podría imponerse ante un gobierno de izquierdas. De todas formas, en Cataluña, en estos momentos, la situación del entorno de la izquierda podemita es particularmente confuso y carece de opinión unificada. Habrá que esperar al resultado de las elecciones del 26-J para ver hacia dónde se decantan las posiciones. Y la decantación dependerá de muchos factores, empezando por los propios resultados de Podemos en el Estado. De momento, la “galaxia podemos” en Cataluña no tiene opinión unificada en la cuestión del RIU: si todos están más o menos de acuerdo en que haya una consulta popular sobre la independencia, difieran sobre el contenido de la pregunta a formular, sobre su efecto posterior, e incluso sobre si lo que quieren es independencia, federalismo, autonomía, estado unitario o internacionalismo…

Pero lo que está claro es que el futuro del independentismo ya no está en las propias manos de los independentistas, sino de ese “espacio gris” generado en la izquierda.


La derecha y el centro, sin embargo, están cada vez más reforzadas por la actitud de la patronal catalana que, cada vez, se muestra públicamente más hostil al soberanismo (e incluso al nacionalismo catalán). Ayer 13 de junio, Gay de Montellá, presidente del Fomento del Trabajo ha asegurado que el proceso soberanista “ha ahogado el catalanismo y alejado inversiones y empresas de Cataluña”. Resaltó, igualmente, el “cansancio del proceso independentista” concluyendo que “Hace falta estabilidad política y seguridad jurídica para facilitar las inversiones”. Era la puntilla que la candidatura de CDC precisaba para empeorar unos resultados electorales que le serán ampliamente negativos.