viernes, 3 de junio de 2016

ANGUITA, BEIRAS Y LA IZQUIERDA SENIL


El que la izquierda española exponga esporádicamente alguna idea sensata, es una buena noticia que no suele prodigarse. Julio Anguita y Miguel Beiras, son los exponentes de una izquierda progresista que, a fuerza de hablar mucho, de tanto en tanto, dice alguna obviedad.

El pasado jueves, la Fundación de Investigaciones Marxista (sí, a estas alturas), y el Mundo Obrero (en otro tiempo diario del PCE, muerto por falta de lectores) celebraron un acto avalado por la Facultad de Ciencias de la Información de la UCM sobre “La izquierda del siglo XXI ante los cambios y transformaciones de la sociedad española contemporánea”. Asistieron al acto como ponentes Julio Anguita y José Manuel Veiras.

El acto fue decepcionante para los que esperaban algún tipo de discurso nuevo e inteligente. Para advertir el nivel del discurso vale la pena recordar la temática expuesta por Anguita. Dijo que el enemigo de la izquierda es la “globalización” (aunque, más bien, sea el enemigo de los pueblos y de las naciones, más que de la izquierda que, por otra parte, ha colaborado reiteradamente y a lo largo y ancho del mundo con el dispositivo globalizador, vale la pena no olvidarlo) y que la oposición a la globalización debe hacerse en nombre de “los Derechos Humanos”...


Ciertamente, Anguita ha perdido facultades. Su discurso es muy parecido al de Zapatero. Y, al igual que Podemos e IU, es incapaz de establecer las características del proceso globalizador. Tampoco se le puede pedir, a estas alturas, que distinga entre “mundialismo” (el impulso ideológico de la globalización que alcanza a la izquierda y, aun diríamos más, especialmente a la izquierda) y “globalización” (un proceso económico sustentado y justificado por aquella ideología). La ideología de los “derechos humanos” es una parte de la ideología mundialista y, hasta ahora, no ha sido más que la coreografía sentimental. Todos los Estados han firmado la declaración universal de Derechos Humanos… y, nunca como ahora, tales derechos son conculcados por todas partes, reiterada y continuamente.

Peor fue la intervención de Beiras que dio la impresión a los asistentes de sufrir los mismos problemas que evidenció Adolfo Suárez durante la campaña electoral realizada por su hijo y que apoyó, para la presidencia de la Comunidad de Castilla La Mancha. Eso o que iba atiborrado de tranquilizantes. Después de frases inacabadas, vacilaciones, silencios, y onomatopeyas que se hicieron interminables para la audiencia, Beiras, en la parte más inteligente de su intervención, se limitó a dar la razón a lo expuesto por Anguita. Lo peor fue cuando decidió ir más allá.

De sus labios (ya que no de un cerebro en funcionamiento) frases como “La derecha sólo puede existir mintiendo y representando al explotador”, “la derecha es el fascismo”, “el PP ha reinventado el partido único, como los nazis”, “no hubo transición, seguimos en el franquismo”… y otras frases similares. Se diría que estamos en 1939 cuando el fascismo amenazaba a las últimas democracias que quedaban en Europa.

El encuentro de la Fundación de Investigaciones Marxistas y de Mundo Obrero confirmó lo que se temía: que el discurso de Anguita es tan primitivo como el del Partido Comunista de siempre, que a él y a Beiras les resulta imposible ir más allá del esquematismo propio de los catecismos marxistas de otro tiempo: “derecha-mala”, “izquierda-buena”… Cualquier otro matiz les resulta demasiado complicado para asumirlo. Ambos ven en la globalización un proceso económico, cuando en realidad es mucho más que eso: es un mecanismo ideológico.

Anguita, reflexivo y reconcentrado, huidizo y con más espantás que El Gallo (incluso en entrevistas concedidas a sus propios camaradas), Beiras, el energúmeno de incontenible y enfermiza catarata verbal plagada de tópicos radicales de izquierda y de mensaje final nacionalista gallego, son a fin de cuentas dos caras del mismo modelo de una ideología superada por la historia, plana y de esquematismos insultantes para el sentido común.


Que la derecha no sea mejor, no quiere decir que les debamos excusar el nivel intelectual que evidencian, próximo a la indigencia.