Ha bastado la muerte de la
diputada laborista Jo Cox para que la ventaja de 7 puntos que tenían los
partidarios del Brexit quedara anulada. La responsabilidad recae sobre el
habitual “loco solitario” que, casualmente, mantenía vínculos con un pequeño
grupo de extrema-derecha, que no pasan de ser provocadores de manual… ¿Hay que
recordar que la diputada Jo Cox, además de ser la más destacada
pro-inmigracionista el Reino Unido tenía la ambición de dirigir el partido? ¿Vale
la pena recordar que era una especie de Zapatero con faldas?
Cuando no se cumplía ni un mes
del fraude en las elecciones presidenciales austríacas en las que el resultado final
ha sido impugnado por fraude evidente y generalizado en el recuento de votos por
correo, el asesinato de la diputada Cox tiene todas las características que
corresponden a un atentado de “bandera falsa”, que sensibiliza a la opinión
pública y le induce a cambiar su voto por razones emotivas. Es una técnica bien
conocida. Casi tópica.
En 1992, poco antes de celebrarse
el referéndum en Francia sobre el Tratado de Maastrich, el presidente François
Mitterrand, anunció públicamente que padecía cáncer de próstata. Solamente este
dato inclinó a una parte del electorado a votar a favor de la propuesta
presidencial de sumarse a lo que ha constituido uno de los acuerdos más
catastróficos que ha terminado por poner en riesgo la estabilidad de la Unión
Europea. En aquel momento, las encuestas de intención de voto estaban, como
ahora con el Brexit, bastante igualadas con una ligera ventaja a favor de la
propuesta contraria a la oficialista.
Otro ejemplo: Suecia, referéndum
sobre la moneda única europea en el año 2003. La ministra de asuntos
exteriores, Anna Lindh, resulta asesinada cuatro días antes de la consulta por
el consabido “loco solitario”. La
campaña fue suspendida. Los contrarios a la “opción oficial” aparecen mecánicamente
como “solarios” con los asesinos. ¿Reacción del electorado? Votar contra ellos.
En este caso, no se pudo evitar que la propuesta oficial fuera rechazada por el
55,9% del electorado.
Se trata de una reacción que
conocen perfectamente los mercados financieros (que en todos estos casos se “tranquilizaron”
después de la revelación de la enfermedad de Mitterrand y de las muertes de Jo
Cox y Anna Lindh. Quienes parecen ignorarlo son los medios de comunicación que,
en estos casos, evitan sacar los archivos y extraer las conclusiones a las que
obliga el sentido común y la lógica.
Y todo esto, claro está, sin
hablar de los “grandes atentados”: un 11-S que sirvió de excusa para que la opinión
pública norteamericana aceptara las invasiones de Afganistán e Irak y callara
ante el Acta Patriótica; un 11-M que sirvió para transvasar 4.000.000 de votos
del PP al PSOE y saliera elegido como presidente de gobierno, una catástrofe
con cejas; y así sucesivamente…