Hace veinte años hubiera sido una
excepción sorprendente. Ahora no. Omar Mateen es uno más de esos individuos
enloquecidos que un buen día, se les funde una neurona, y deciden masacrar a no
importa quién. En esta ocasión, el objetivo ha sido un Club Gay. De momento,
los muertos son 50 y los heridos 53. La novedad es que el crimen se produce en
semanas pre-electorales en los EEUU y, necesariamente, el episodio condicionará
el proceso electoral, constituyendo el mejor aval para las tesis de Donald
Trumb. Lo había advertido. De poco servirá que Hillary Clinton aparezca mañana
con una bandera gay con el crespón negro. La candidatura de Trumb es la que se
identifica con las posiciones de fuerza, las de Hillary con “las libertades”. Omar
Mateen ha ahorrado millones de dólares a Donald Trumb en su campaña electoral.
Cuando se produce uno de estos
atentados es importante no perder de vista las referencias: en primer lugar, se
trata de un atentado cometido por un islamista. Claro, no todos los islamistas
son asesinos, ni tienen instintos homicidas, pero si es rigurosamente cierto
que llevamos una década en la que los atentados no proceden ni de budistas, ni de
cristianos ortodoxos, ni siquiera de católicos integristas: sólo de islamistas.
Llevamos unos años en los que las únicas manifestaciones terroristas vienen de
ese lado. Y esto es preocupante por dos motivos: por el hecho en sí de que una
religión concreta aparezca reiteradamente unida a episodios terroristas y en
segundo lugar porque, contra toda lógica, ni medios de comunicación, ni
gobiernos, nadie parece dispuesto a reconocer este hecho consumado, por mucho que
duela y por mucho que parezca criminalizar a fieles islamistas pacíficos.
Hay que aceptar de una vez por
todas que LA INMENSA MAYORÍA DE ISLAMISTAS SON PACÍFICOS, PERO QUE LA TOTALIDAD
DE TERRORISTAS SON ISLAMISTAS… y actuar en consecuencia antes de que las cosas
vayan más lejos y este tipo de terrorismo se vaya generalizando.
Mañana, los medios de
comunicación os dirán que “el islam no
tiene nada que ver con el atentado”. Bergoglio volverá a repetir que el
Islam es una “religión de paz”. Se
atribuirá el crimen a un psicópata. A fin de cuentas, la figura del “asesino en
serie” es un fenómeno típicamente estadounidense, así pues, este tipo no ha
hecho más que seguir una tradición de la criminalidad de aquel país. Sí, esto
es cierto y demuestra hasta qué punto la figura del serial killer es una
patología típicamente americana, con permiso de Andrei Chikatilov, ruso, con 56
asesinatos y de nuestro carpetovetónico “Arropiero” con su récord nacional,
quizás, de 30-40. Pero lo que en un marco geográfico son excepciones, en los
EEUU son, desgraciadamente, tradición. No es este el lugar para explicar porqué
en Canadá no aparecen asesinos en serie y la criminalidad es la que cabe
esperar de un país desarrollado y, sin embargo, unos pocos kilómetros al sur de
la frontera canadiense, hay más asesinos en serie que abejas en un panal.
Quizás sea que esté en la genética de los EEUU o que la civilización americana
induzca, simplemente, a desequilibrios psíquicos exteriorizados en la
personalidad de los serial killer.
Cabe preguntarse si Omar Matteen
se ha convertido en asesino por vivir en una tierra que no era la suya o por
ser islamista radical, o por una combinación de ambos factores. Las fotos que
han circulado desde que se supo que era el autor de la masacre, lo dibujan,
literalmente, como un gilipollas más de los muchos que dejan rastro de su
presencia en Internet. La diferencia es que este gilipollas estuvo relacionado
con el islamismo integrista y él mismo declaró su lealtad al Estado Islámico…
Su ex mujer ha declarado que se trataba de un tipo violento e inestable, la
pegaba habitualmente con cualquier excusa. Lo dicho: estaba fatal, “como una
jaca” que se dice en Andalucía. El lugar de los locos, islamistas o no, era el
frenopático. Cabe preguntarse por qué si maltrataba a su esposa cómo es que no
ha sido juzgado, condenado y encarcelado. Cabe también preguntarse por qué,
siendo islamista radical, circulaba acopiando armas. Y, sobre todo, cabe
preguntarse cómo piensa atajar la sociedad americana este problema y, ya de
paso, que nos cuenten los mismo las autoridades europeas antes de que el
problema del terrorismo islamista se descontrole completamente.
Cualquiera que ha tenido algún
tipo de relaciones y de conocimiento de técnicas de defensa y seguridad sabe
que cuando un grupo social concreto ha
demostrado su peligrosidad, no hay mejor defensa que 1) aislarlo, 2) impedir su
crecimiento, 3) someterlo a vigilancia y 4) ir disminuyendo su presencia. En
lugar de esto, desde Bergoglio hasta la izquierda podemita, desde la derecha
liberal a la socialdemocracia, todos, absolutamente todos, coinciden en
adoptar: 1) tender la mano a los que tienen en la mano el Klasnikov, 2) aumentar su influencia admitiendo a cuántos más
inmigrantes mejor, 3) quitar hierro a la relación, cada vez más evidente
islamismo-terrorismo y 4) mirar a otro lado mientras la presencia islamista
aumenta más y más. Y, repetimos, LA INMENSA MAYORÍA DE ISLAMISTAS SON
PACÍFICOS, PERO QUE LA TOTALIDAD DE TERRORISTAS SON ISLAMISTAS.
El hecho aleatorio es que la
masacre se ha desarrollado en un club gay. Podía haberse desarrollado en una
iglesia católica, en un club de Streeptease o en un McDonald. El tarado que ha
manejado el fusil de asalto en esta ocasión, hubiera podido emprenderla
perfectamente contra los “cruzados”, los “pornógrafos” o los comedores de jalufo,
contra una revista compuesta por dibujantes lo suficientemente ignorantes como
para desconocer que Mahoma no puede ser reproducido y lo suficientemente
incrédulos como para no enterarse de que en Europa existe un islamismo radical capaz
de degollarlos por un quítame allá esas pajas. Mañana, será ese elemento –la homofobia-
el que se destacará por encima de cualquier otro. ¿Apostamos? Claro que no,
ganaría. Cansa ya esta resistencia a hablar claro: todos somos potencialmente
víctimas, pero parece como si el sector del que proceden los asesinos, sea
innombrable. Realmente, no hace falta nombrarlo: “Asesino en serie, nacido en
Afganistán, homófobo, llamado Omar”, blanco y en botella, no hace falta
explicar mucho más.
© Ernesto Milà – info|krisis – ernesto-mila-rodri@gmail.com –
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