Este 1º de mayo llega en un momento de
ofensiva neoliberal en todos los frentes y cuando las organizaciones que hasta
ahora habían servido tradicionalmente de muro de contención de y de defensa de
los trabajadores ya se han convertido en un ridículo e inútil espantajo.
En efecto, al holocausto laboral que se
encamina implacable hasta los 6.000.000 de trabajadores en paro, se unen los
salarios de miseria, el submileurismo que permite tener un trabajo pero no
vivir de él, ni siquiera disfrutar del ocio, inmerso en la precariedad laboral,
en la inseguridad y en el riesgo de perderlo a poco que se levante la voz o se
proteste por las condiciones de trabajo o por lo bajo de la remuneración.
Parece que estemos en camino de retroceder al siglo XIX y a las condiciones laborales
de la primera revolución industrial cuando el capitalismo nos obsequiaba con la
libertad de elegir un trabajo miserable o morirse de hambre.
A esto se une la incapacidad gubernamental
(del partido único, PPSOE) para resolver el problema de la deuda con la presión
de las instituciones financieras internacionales que garantiza que en breve
plazo de producirá una nueva reforma del sistema de pensiones y un nuevo
retraso en la edad de jubilación con la idea de aproximarla cada vez más a la
edad de fallecimiento y de reducir drásticamente el gasto en esa materia.