sábado, 8 de marzo de 2025

Revista de Historia del Fascismo nº XCIV - ROSENBERG – TEÓRICO DE LA RAZA – ANTOLOGÍA DE TEXTOS

#HISTORIA, #ROSENBERG #NAZISMO, #RACISMO, #FASCISMO, 

Si hoy viviera Alfred Rosenberg explicaría la liquidación de Europa y su desaparición como uno de los actores de la política internacional, como efecto del caos étnico en el que está ha sumergido el continente. Podría alardear de haber figurado entre los primeros en advertir las consecuencias de una de sus tesis centrales: cuando se produce una mezcla racial, el espíritu de un pueblo se “apaga” y su “voluntad formativa” se extingue. Porque ese es, finalmente, el resumen del legado intelectual que nos ha dejado Alfred Rosenberg. Y que, se  quiera o no aceptarlo, es uno de los temas de actualidad en nuestro tiempo.

En este volumen de la Revista de Historia del Fascismo, no vamos a preocuparnos de las vicisitudes recientes de Europa y de la problemática posición con la que la Union Europea afrontar el futuro. Ya hemos dicho, donde corresponde –en nuestro blog Info|Krisis– que la UE amenaza con ser el “islote woke” mundial. El único. Es aquí, y solamente aquí, en el territorio de la Unión Europea, en donde se sigue creyendo en el ultraprogresismo, en la ideología “humanitarista” hecha de igualdad a ultranza, de “cancelaciones” para quien no la comparte en su totalidad, de confusiones entre “sexo” y “género” y, por supuesto de “corrección política” cuya aplicación en el terreno étnico y antropológico es de obligado cumplimiento con el llamado “multiculturalismo” En otros continentes, el “wokismo” o bien nunca ha podido penetrar, o bien, tras hacerlo ha desencadenado en su contra la “revolución del sentido común”. Pues bien, en el extremo opuesto al wokismo de nuestros días, se encuentra el pensamiento de Alfred Rosenberg, elaborado hace un siglo. Con este volumen y las notas preliminares queremos ofrecer una panorámica sobre su vida y el análisis de las ideas del que fuera el ideólogo más conocido del NSDAP.

 

Sumario:

Rosenberg: una vida y una obra al servicio del “Volk”

ANTOLOGÍA DE TEXTOS

I. RAZA E HISTORIA DE LA RAZA

RAZA Y ALMA DE LA RAZA

II. LA RELIGION NÓRDICA

III. KULTUR: LA ESTETICA VOLKISH

BEETHOVEN

NIETZSCHE

GOETHE

LA PINTURA

LOS CAMINOS DEL ARTE

SOBRE LA LUCHA ACTUAL DEL ARTE

EL ARTE “VOLKISH”

¿REVOLUCION EN LAS BELLAS ARTES?

EL EXPRESIONISMO

EL ARTE ALEMÁN

EL CINE

IV. EL ENEMIGO  

CODIGO MORAL JUDIO

V. EL ESTADO IDEAL

EL MOVIMIENTO NACIONALSOCIALISTA

 

CARACTERÍSTICAS TÉCNICAS

Tamaño 15x21 cm

Páginas: 230

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martes, 4 de marzo de 2025

La nueva geopolítica mundial (II): ¿Qué es lo que está cambiando?

 

#geopolítica #conflictoucrania #guerra #geopolitica #nuevordenmundial #Trump #Zelensky #

¿Qué es lo que ha cambiado en la geopolítica mundial?

La geopolítica nació para justificar (mucho más que para explicar) los distintos expansionismos nacionalistas del siglo XIX y, por tanto, está vinculada a la Segunda Revolución Industrial, período en el que aparecieron los distintos nacionalismos y fue la época dorada del colonialismo. A partir de 1945, la única geopolítica válida y aplicable a la realidad fue la enunciada desde los EEUU: es decir, “el atlantismo”. Fue la victoria del “poder marítimo – comercial” sobre el poder estatal terrestre. Y, entre 1989 y 2001, esa victoria fue total y coincide con el inicio del período globalizador que entraría en crisis en 2007 y se desmoronaría definitivamente con el inicio del conflicto ucraniano. A partir de 2021, los paquetes de sanciones impuestos por EEUU a Rusia, tenderían a estrechar la alianza de los “países BRICS” y a enterrar las fantasías de un “mercado único global”.

En esa nueva situación, la administración Biden (que estaba aupada por el “dinero viejo”, por las dinastías económicas vinculadas al capital especulativo, al mundo de la banca y de las finanzas, a las multinacionales y al complejo militar-industrial) siguió considerando a Rusia como el “único enemigo geopolítico”, fieles de estricta observancia de la geopolítica enunciada en la segunda mitad del siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX. Pero se trataba de una visión esclerotizada de la política mundial que ignoraba los elementos nuevos que se habían incorporado a la ecuación.

Y son esos nuevos elementos los que han sido, finalmente, reconocidos por la nueva administración norteamericana, mucho más realista, mejor orientada de cara al futuro y con apoyo electoral suficiente como para imponer una nueva línea en política exterior. Una línea que se traduce en un nuevo diseño geopolítico, basado en los siguientes principios:

1. Rusia ha dejado de ser “el enemigo”

Para la nueva administración norteamericana, Moscú ya no es el enemigo. No solamente no propone un sistema comunista, sino que no muestra ninguna ambición expansionista. Pero, eso sí, es extremadamente celosa con su seguridad y con su soberanía. La administración norteamericana, por primera vez desde 1945, ha podido constar que Moscú ni desea exportar una ideología, ni incorporar otros territorios y que, todos aquellos que acusan a Rusia de querer “incorporar a Polonia” a su territorio o de preparar la “invasión de Rumania”, no son más que patanes, loros que repiten lecciones que otros han redactado, o simplemente mentirosos que diariamente son desmentidos por los hechos. Y lo que es aún mas importante para los EEUU: Rusia no aspira a la hegemonía mundial, ni siquiera a desestabilizar a adversarios geopolíticos. Los territorios de los que dispone son inmensos, interminables, especialmente en Siberia, absolutamente inexplotados, reservas naturales de petróleo, gas, tierras raras y demás minerales estratégicos. Todo lo que necesita para impulsar su crecimiento económico está en el interior de sus fronteras. En buena lógica, ni el gobierno Putin, ni los gobiernos que le sustituirán aspirarán jamás a desestabilizar a adversarios geopolíticos o a imponer gobiernos “comunistas”.

2. Si Rusia no es “el enemigo”, la OTAN no es tan importante para EEUU

Este reconocimiento de que Rusia ya no es el enemigo geopolítico, devalúa la importancia de la alianza atlántica: si Rusia no tiene aspiraciones territoriales, Europa no está en peligro, por mucho que sus élites al servicio del “dinero viejo”, repitan una y otra vez que el Viejo Continente está amenazado por Rusia. Los envíos de gas de Rusia a Europa han demostrado suficientemente que, desde Moscú, se mira a la UE como un “cliente”. Lo único que Rusia no está dispuesta a ceder es en la instalación de los misiles de la OTAN en las puertas de su frontera y a 15 minutos de sus objetivos en Moscú. La administración Trump no está dispuesta a disolver la OTAN, pero si a sumirla en la irrelevancia estratégica. De ahí la necesidad tantas veces proclamada por Donald Trump de que “Europa debe aumentar su presupuesto de defensa”… lo que, en otras palabras, quiere decir que “Europa debe defenderse a sí misma”. A diferencia de las anteriores administraciones norteamericanas, Donald Trump no está dispuesto a ejercer críticas a sus aliados, pero tampoco a romper con ellos. Por el momento, todo se reduce a pedirles que aumenten sus presupuestos de defensa y se rearmen… consciente de que ese rearme supondrá un incremento de ingresos para el complejo militar-industrial que, al menos en una generación, no tendrá necesidad de nuevas guerras para dar salida a lo producido en sus fábricas: Europa pagará su defensa… que nunca será “ofensiva” frente al poder ruso. Por lo tanto, la paz quedaría asegurada en Europa.

3. Y, por tanto, la OTAN no es una prioridad, ni Ucrania una necesidad

La OTAN seguirá existiendo, aunque languidecerá. La falta de liderazgo en Europa, la ausencia de cualquier sentido de realismo por parte de los distintos jefes de Estado y de gobierno europeos, garantiza la irrelevancia de Europa en las próximas décadas. Ni el rearme se consigue de un día para otro, ni Europa está en condiciones de afrontar enemigos exteriores, a la vista de que, como se encargó de recordar J.D. Vance, vicepresidente de los EEUU, en la Conferencia de Seguridad de Múnich: el enemigo de Europa “ya está dentro de Europa”. La triste realidad es que Volodimir Zelensky creyó en las promesas de la administración Biden y en las seguridades dadas por el “dinero viejo” que le aconsejaron entrar en la OTAN y en la UE, sin pensar que las elecciones celebradas cada cuatro años, podrían dar un vuelco a la situación internacional. La alianza entre el sector tecnológico (el “dinero nuevo”) y el nuevo conservadurismo, ha roto las esperanzas de una integración de Ucrania en la OTAN y alejado el sueño del complejo militar-industrial y del “dinero viejo”: ampliar la guerra, multiplicando las destrucciones y la quema de armamentos, para aumentar la cuenta de beneficios, tanto durante la guerra como en la posterior reconstrucción. Pero, el “dinero viejo” ha sido derrotado en las pasadas elecciones norteamericanas y solo tiene peso en los países europeos. Zelensky, ante esta realidad, se ha quedado en la cuerda floja: abandonado por los EEUU, sostenido solamente por países europeos que no han advertido todavía su irrelevancia, sin ninguna as en la manga, con las peores cartas de la baraja y sin posibilidades de ligar ninguna alternativa (como se encargó de recordarle Trump), recibe abrazos de Starmer, Macron y Sánchez, que no pueden aportarle ninguna ayuda efectiva, sino créditos a devolver y un plan de paz irreal que básicamente consiste en que fuerzas pertenecientes a países de la OTAN constituirían la “fuerza de paz” presente en Ucrania… justo lo que desencadenó la guerra en febrero de 2022.

4. Sólo el “dinero viejo” sigue considerando a Rusia como su enemigo.

En anteriores artículos hemos señalado la contradicción entre dos formas de capitalismo avanzado: el “dinero viejo” y el “dinero nuevo”. En otras palabras, a un lado, el dinero procedente de las multinacionales, de los fondos de inversión, del préstamo con interés, del complejo militar-industrial de los EEUU y de la actividad financiera clásica; de otro, el dinero procedente del capital-riesgo y de las empresas tecnológicas. Ambas representan dos estadios sucesivos del capitalismo: el vinculado a la Segunda y Tercera Revolución Industrial y el vinculado a la Cuarta, actualmente en curso. El “dinero viejo” apoya las políticas clásicas surgidas desde 1945 y, tiene una concepción surgida de la Guerra Fría: “Rusia es culpable”. Necesita “enemigos” y guerras para multiplicar sus beneficios. Por otra parte, está vinculada al comercio mundial y precisa un sistema globalizado cuyos garantes son las estructuras internacionales surgidos de la derrota de 1945: la ONU y sus agencias, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional. El “dinero viejo”, políticamente, mantiene a los partidos de centro-derecha y centro-izquierda como únicas alternativas y tiende a adjetivar todo lo que escapa a su control como “extrema-derecha”, o “gobiernos antidemocráticos”. Su discurso es inmovilista en relación a la Guerra Fría, sin advertir que la Cuarta Revolución Industrial está afectando radicalmente a las sociedades y que las fórmulas que en otro tiempo fueron eficientes, están hoy esclerotizadas, especialmente las políticas (partidocracia, subordinación de la política a la economía). El “dinero viejo”, en particular, teme que Rusia, a través de los BRICS, precipite el final del orden económico mundial.

5. Y el “dinero viejo” es el que marca la agenda política europea.

El orden mundial surgido en 1945 se aplicó especialmente en Europa, y durante ocho décadas, el continente fue dirigido por partidos de centro-derecha y de centro-izquierda (democristianos y socialdemócratas), primero la Europa Occidental y después de 1989, el resto del continente. Pero, poco a poco, los efectos negativos de la globalización y de su “pata europea”, la UE, ha ido restando apoyo electoral a estas opciones que, finalmente, con la estrategia del “cinturón sanitario” han revelado lo que verdaderamente son: un “partido único” en el que todas sus tendencias están de acuerdo en lo esencial: mantener el statu quo mundial, aceptar la globalización y sus instituciones (la UE, en concreto), ver a Rusia -el país más refractario al poder del “dinero viejo” y de las instituciones internacionales- como “el enemigo” y mantener como apestados y marginados a todos aquellos que critiquen la decadencia europea, la llegada masiva de inmigración, la multiculturalidad. En la práctica, el “dinero viejo”, hasta ahora, ha tenido una orientación política única: ha priorizado a las opciones “progresistas” frente a las “conservadoras”·(la única derecha a la que apoyaban era la “derecha progresista”) que era, justo lo que proponían los centros de poder económico: la Comisión Trilateral, el Foro de Roma, el Club Bildelberg, el Foro de Davos. El poder político en Europa está, en la actualidad, ligado directamente a opciones dependientes de todas estas instituciones económicas. Y este es el principal factor de degradación de la vida político-económica y cultural en Europa

6. Las fortalezas del “dinero viejo”: ONU, Agenda 2030 y UE.

A partir de los años 90, resultó evidente que las organizaciones internacionales, concluida la Guerra Fría, estaban asumiendo un papel para el cual no habían sido creadas: si hasta ese momento, se habían limitado a intervenir en algunas situaciones de crisis internacional, a enviar “fuerzas de interposición” en “zonas calientes” y su organismo esencial era el “Consejo de Seguridad”, a partir de mediados de los 90, pasaron a ser instrumentos para impulsar un “gobierno mundial” y laboratorios del “nuevo orden mundial”: establecieron, inicialmente, “objetivos del milenio”, tras cuyo fracaso, optaron por transformar en “Agenda 2030”. El “prestigio internacional” de la ONU y de sus agencias, hizo que, de ser un foro de gobiernos de los distintos países, pasaran a ser un laboratorio de ideas y de propuestas progresistas que emanaban de gentes a las que nadie había elegido (una burocracia funcionarial) y que proponían a los gobiernos nacionales tomas de posición que iban en contra de sus intereses nacionales y de la propia lógica. La ONU estableció las prioridades del “progresismo” a través de la Agenda 2030: multiculturalidad, idea del cambio climático antropológico, de la “huella de carbono”, de las energías verdes, de la libre circulación mundial de personas, de los “estudios de género”. Pues bien, solamente la UE ha asumido la totalidad del programa suicida incluido en la “Agenda 2030” que ha pasado completamente desapercibido en otros continentes. Y esto ha supuesto lo que algunos han definido como “la soga verde” que está liquidando con pasos agigantados, la industria, la prosperidad y el trabajo en Europa para mayor gloria de la “Agenda 2030”. En la medida en que es en Europa donde se han conquistado más derechos sociales, el “dinero viejo” ha optado por destruir el tejido industrial (mediante la deslocalización y la conversión en una zona de servicios) y social (a través de la inmigración masiva y la multiculturalidad) europeo. Y esto se ha hecho y se está haciendo a través de la UE.

7. Los BRICS: como alternativa al dólar y la hegemonía norteamericana.

Hasta la administración Biden, los EEUU consideraban a Europa como su “protectorado”. Los propios gobernantes europeos se consideraban “aliados” de los EEUU, olvidan que los “imperios” no tienen aliados: tienen “súbditos”. Estaban convencidos de que la globalización prosperaría sin menoscabo para Europa y, por tanto, sin alteraciones en su relación con los EEUU. Sin embargo, la situación mundial estaba cambiando y solamente la narcosis en la que habían caído los gobiernos europeos provocada por los “objetivos del milenio” o por la Agenda 2030, les impedía ver una realidad mundial cambiante: el inicio del conflicto ucraniano en 2022 evidenció algunos de estos problemas: los dieciséis “paquetes de sanciones” ordenados por la administración Biden contra Rusia, generaron más dificultades a la UE que a Rusia: el precio del gas y del petróleo se encareció. Amparados en la creencia de que “todo el mundo” respaldaba a Ucrania no advirtieron que la mayor parte del mundo estaba, precisamente, apoyando, activa o pasivamente, la posición rusa. Países como China, India, Irán, se ubicaban en una posición neutral que, de hecho, era favorable a los intereses rusos. Los países BRICS, ralentizaron -pero no descartaron- la creación de una nueva moneda de cambio internacional que compitiera con el dólar (que siguen teniendo como proyecto). No hay que olvidar que los países BRICS, tienen como objetivo un mundo multipolar que no era, precisamente, el diseño del progresismo norteamericano: un mundo globalizado con un único gendarme mundial y una única moneda de cambio internacional, el dólar. Sueño en el que los EEUU han persistido hasta el cambio de administración y se ha impuesto el realismo y el sentido común. Es significativo que, en este contexto, la voz de la UE haya estado completamente ausente y los distintos gobiernos europeos hayan seguido las órdenes de la administración Biden en el tema de las sanciones a Rusia: pero es más significativo todavía que los medios de comunicación de la UE insistieran en la “soledad de Putin”, en que “la invasión de Ucrania ha aislado a Rusia”, cuando en realidad, lo que había ocurrido es que la globalización había saltado por los aires: de repente, desapareció el “mercado único mundial”, el comercio volvió a tener fronteras (generadas por las sanciones a Rusia, adoptadas solamente por la UE). ¿Qué había ocurrido? Acaso el “dinero viejo” no buscaba un modelo globalizado. Sí, pero cuando hablamos de “capitalismo” y de “dinero viejo”, no debemos pensar que éste es una realidad homogénea: en su interior existen distintos intereses: el conflicto ucraniano fue el resultado de la presión del complejo militar-industrial norteamericano, por una parte, y del sector energético para aumentar sus ventas en la UE.

8. El intento trumpista: aproximarse a Rusia para que se aleje de China

El “American First” de Donald Trump no puede extrañar a nadie. Es una consigna lógica: mucho más absurdas son las políticas europeas de “Europa tierra de acogida” o el “Welcome refugies”, por no hablar de renunciar a la autonomía alimentaria para promover la economía marroquí... En realidad, los países BRICS habían descubierto el trumpismo ante litteram: sus países primero, por encima de un orden mundial querido por el “dinero viejo” que les perjudicaba. Si en política interior, la administración Trump ha marcado claramente sus prioridades (reconstrucción de infraestructuras, relocalización empresarial, crear puestos de trabajo en el sector industrial), falta definir una política internacional que considere a los países BRICS como actores internacionales y potencias emergentes. Y aquí el vuelco ha sido histórico: el conflicto ucraniano ha dado la excusa a los EEUU para cambiar sus alianzas y sus prioridades geopolíticas. Europa ya no es el aliado preferencial. La política trumpista está tratando de aproximarse a Rusia para hacer que este país sea equidistante tanto de EEUU como de China y evitar así que el frente de los países BRICS erosione para siempre el poder del dólar y, por tanto, sea un menoscabo para los EEUU. Es una apuesta arriesgada, pero que confirma una realidad: EEUU, Rusia y China son el tríptico sobre el que descansa la geopolítica mundial. La capacidad de producción industrial china es muy superior a lo que su propio país puede absorber y, por tanto, precisa de exportaciones. Esto choca con la política de relocalizaciones y rearme industrial de la administración Trump. La esperanza de la administración Trump es que un parón en la actividad comercial china, genere problemas en el interior del país y obliguen a China a cambiar su política comercial al tiempo que aumentan las contradicciones entre el Partido Comunista y las empresas tecnológicas chinas. Pero, el punto débil de esta estrategia es si Rusia optará por aproximarse a EEUU o bien mantendrá su cooperación con China dentro de los BRICS. Para Rusia, lo esencial, seguirá siendo su seguridad y la exportación de productos energéticos a cualquiera que se lo solicite. China, por su parte, mantiene fundadas esperanzas en alcanzar la hegemonía mundial en los próximos años: para ello cuenta con población homogénea, territorio, riquezas en minerales estratégicos y tecnología, pero su debilidad es la dependencia del comercio mundial. Debilidad que no afecta a Rusia y de la que los EEUU quieren protegerse relocalizando industrias e impulsando la reforma del sector primario para alcanzar autonomía alimentaria.

9. La globalización añorada por el “dinero viejo”

Hasta ahora, el principal beneficiario de la globalización ha sido, en términos nacionales, la República Popular China. Esto genera una alianza objetiva entre el “dinero viejo” (partidario de la globalización y las deslocalizaciones) y el conjunto chino (Partido Comunista y empresas tecnológicas). China es consciente de que su gran enemigo, no es, en realidad, el conservadurismo norteamericano, sino la alianza de éste con las empresas tecnológicas de EEUU y que es en el terreno de las nuevas tecnologías en donde se dirimirá la hegemonía mundial. Pero hay contradicciones importantes: el “dinero viejo” nació de la explotación capitalista durante la primera y en los orígenes de la segunda revolución industrial. Esta explotación generó dos fenómenos opuestos como protesta y reivindicación de las clases trabajadoras: el fascismo (nacido en las clases medias, con vocación nacionalista y social) y el comunismo (nacido en la clase obrera, con vocación internacionalista y social). El actual gobierno chino ha unido lo peor del capitalismo (consumismo, derechos sociales disminuidos, grandes acumulaciones de capital) a lo peor del comunismo (sometimiento al Estado, falta de libertades cívicas, pensamiento único obligatorio). Tal es la realidad del eslogan: “un país, dos sistemas”. Por su parte, el “dinero viejo”, tendía hacia una realidad similar a escala mundial: sometimiento del Estado a la economía, gobierno de las grandes acumulaciones de capital, consumismo, recorte creciente a las libertades, pensamiento único. Su eslogan, en la práctica, era “un mundo globalizado, un único sistema mundial”… pero, en el fondo, lo que más se parece al proyecto globalizador es lo realizado por China, su máximo beneficiario junto con las élites mundialistas propietarias del “dinero viejo”. De ahí que, el problema no sea la política exterior y comercial china, sino su alianza objetiva con las élites occidentales propietarias del “dinero viejo”, el enemigo jurado de la alianza temporal entre el conservadurismo norteamericano y los propietarios de las empresas tecnológicas. Aquel que logre romper primero las alianzas del contrario, es el que saldrá victorioso de este conflicto: o la alianza entre el Partido Comunista Chino y las tecnológicas del país, o la alianza entre los conservadores y las tecnológicas norteamericanas.

10. Del Atlántico Norte al arco del Pacífico.

Pero el elemento más destacado de la nueva situación internacional es el reconocimiento explícito de que el eje de la economía mundial, ya no se sitúa, como durante todo el siglo XX en el eje Europa-Estados Unidos (esto es, en el “Atlántico Norte”), sino en el eje Asia-Pacífico. Y allí nuevos actores entran en juego: Taiwán, Australia, Filipinas, Japón, Corea, el sudeste asiático… además, naturalmente, de los dos polos de atracción, EEUU y la República Popular China. En esa zona es donde se encuentra concentrada la mayor parte de la población mundial y, por tanto, los nuevos y más prometedores mercados de consumo. La administración Trump ha entendido perfectamente que, para tratar de emancipar a Rusia de la amistad con China, es preciso acabar con la guerra de Ucrania que, desde el principio, solo ha tenido interés para el complejo militar-industrial norteamericano. Esa actitud pacifista, muestra de mano tendida de EEUU hacia Rusia, mientras que los gobiernos europeos, todos ellos debilitados por la mezcla étnica, la partidocracia terminal y la ignorancia del rechazo a sus políticas (que se muestra en el crecimiento del “euroescepticismo” y en el voto a los partidos “populistas”, sometidos al cerco del “cinturón sanitario”), todavía no han entendido que ya no representan nada en el contexto político mundial. Siguen viéndose a sí mismos, como las potencias coloniales que fueron en el siglo XIX o con pretensiones de ganar protagonismo en política internacional que haga olvidar sus errores, sus omisiones y sus fracasos, tanto en sus respectivas políticas nacionales, como en la política de la UE. Derrotado en EEUU, derrotado por la política cotidiana cada vez en más países europeos e iberoamericanos, derrotado por el fin de la globalización, el “dinero viejo” tenderá a hacer de la UE su refugio: convertir a la UE en el “islote woke mundial”, seguir manteniendo los objetivos de la Agenda 2030, y esperar mejores tiempos para que el “cordón sanitario” pueda mantenerse por tiempo indefinido y a despecho del electorado europeo que cada vez con más fuerza pide un cambio radical. Cambio que, por supuesto, ni los Sánchez, ni los Draghi, ni los Von der Leyen, ni los Schwab, ni los Macron, ni los Merz, ni los Trudeau en Canadá, todo ellos “hijos de Soros”, ni están dispuestos a llevar a cabo, ni sabrían cómo hacerlo sin traicionar al “dinero viejo” del que son sus últimos valedores.

                  













lunes, 3 de marzo de 2025

La nueva geopolítica mundial: la historia está discurriendo ante nuestros ojos. (I)

En 1989, los publicistas sentenciaron el final de la Guerra Fría. Y, para desmentirlo, en lugar de proceder al desguace de la OTAN -desguace obligado al carecer de enemigo, dada la quiebra del sistema de alianzas de la URSS- no solamente se reforzó, sino que inició una inexorable “marcha hacia el Este”, incumpliendo la promesa dada por George Bush a Mijail Gorbachov en Malta en diciembre de 1989. Rusia tenía en aquel momento graves problemas que se agravaron aún más en el período 1991-1999, cuando el país cayó en manos de un alcohólico, Boris Eltsin. Pero, a partir de 2000, se inició el enderezamiento de Rusia que en 2013 ya estaba en condiciones de detener la “marcha hacia el Este” de la OTAN. Luego vino el conflicto ucraniano, los 16 paquetes de sanciones contra Rusia y, finalmente, el cambio de política internacional que se produjo con la segunda llegada de Trump al poder. Ahora, el cambio histórico es radical y los únicos que no se han dado cuenta son aquellos países que creen que se les paró el reloj antes de 1939 y creen que todavía pesan en el concierto mundial: Francia y el Reino Unido. Vale la pena revisar los cambios geopolíticos que se están produciendo en estos momentos y que marcarán el resto del siglo.

1945: LAS ÚLTIMAS HORAS DE EUROPA

Adriano Romualdi, escribió un libro con ese título: aludía a las horas que precedieron a la capitulación alemana tras la caída de Berlín en manos del ejército rojo. Romualdi sostenía -con razón- que el desenlace de la Segunda Guerra Mundial -querida por la santa alianza entre el capitalismo americano, las finanzas judeo-anglosajonas y el “partido de la guerra” encabezado por el tándem Roosevelt-Churchill, no lo olvidemos- había sido la “derrota de Europa”. A partir de ese momento, la URSS y los EEUU, convertidos en superpotencias enfrentadas dominaban en Europa despedazada.

Los gobernantes ingleses y franceses, se negaron a creer que sus respectivos países figuraban en el bando de los derrotados y que la victoria hacia sido soviético-norteamericana, mientras que Europa figuraba como el continente arrasado. Además, tenían un asiendo en el Consejo de Seguridad de la recién creada ONU y, por tanto, figuraban entre los rectores del nuevo orden mundial surgido de Yalta en 1945. No era así: de hecho, era todo lo contrario. Ni ingleses ni franceses podían retener en 1939 a sus colonias que ya hacían gala de movimientos independentistas muy desarrollados. Oswald Spengler tenia razón cuando, en Años Decisivos, comentó que la utilización de fuerzas coloniales por parte de ambos países en la Primera Guerra Mundial demostró a los indígenas que los “blancos” no eran invulnerables y, de la misma forma, que habían luchado contra los Imperios Centrales, podrían luchas contra los colonialistas ingleses y franceses. No se equivocó. Aunque no hubiera existido la ONU, ni su “comité de descolonización”, era más que evidente que los imperios coloniales estaban en franca desintegración que se aceleró con el resultado de la Segunda Guerra Mundial.

EL PROYECTO DE LA COMUNIDAD EUROPEA DE DEFENSA

En efecto, diez años después de finalizado el conflicto, Francia e Inglaterra habían perdido lo esencial de su Imperio. La intervención anglo-francesa en Suez en 1956, fue cortada en seco por los EEUU: Europa ya nunca volvería a intentar actuar por su cuenta en política internacional. Los europeos, todavía no habían extraído conclusiones del proyecto frustrado de la Comunidad Europea de Defensa (CED) vinculado a los seis países que habían suscrito el pacto de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), primer paso en la larga construcción de lo que es hoy la UE.

Francia en aquel momento, se encontraba embarcada en la guerra de Indochina (1946-1954) oliendo la derrota de Diem-Bien-Phu, tras la negativa del presidente Eisenhower de apoyar a Francia con bombarderos B-29 Superfortress. En agosto de 1954, el proyecto de la CED se desmoronó cuando la Asamblea Francesa se negó a apoyar el Tratado constitutivo que debía ir en paralelo a la creación de la CECA y a los intentos de unificación europea. El concepto del CED implicaba el “rearme alemán”, a lo que el gobierno francés se negó.

Y sin embargo, el proyecto de la CED era extraordinariamente coherente con la idea de “unificación europea”: previa que un ejército europeo sustituiría así a los ejércitos nacionales y los "soldados nacionales" existirían sólo bajo el mando de un Ministro de Defensa europeo. Esto hubiera debido de satisfacer al nacionalismo francés: Alemania no habría sido rearmada directamente, sino que se le habrían suministrado armas que sólo se utilizarían bajo supervisión europea… Fue lo más cerca que se estuvo de crear un ejército europeo unificado.

Sólo después de Suez, Francia y el Reino Unido entendieron que, a pesar de la “grandeur” y de la filosofía de la “Commonwealth of Nations”, a pesar de sus asientos en el Consejo de Seguridad de la ONU, eran, en la escena internacional, irrelevantes. Aquella era la hora del duopolio USA-URSS…

UE: PACIFISMO, ANTIMILITARISMO, DEBILIDAD

En 1968, cuando todo esto empezaba a ser historia, se produjo el boom del antimilitarismo y el pacifismo: nadie quería la guerra y, de hecho, ni siquiera quería defenderse. Los ejércitos, por lo demás, tras la guerra de Argelia, se habían convertido en dóciles cuerpos funcionariales sometidos a las constituciones nacionales que los excluían de cualquier decisión política. El resultado fue que, cuando cayó el Muro de Berlín, Europa respiró: ya no serían necesarios ni grandes presupuestos de defensa, ni grandes inversiones armamentísticas, ni siquiera ministros de defensa que conocieran el sector

Todos esperábamos que, al haberse quedado sin “enemigo” (con el hundimiento de la URSS), la OTAN entraría en letargo. Pero ocurrió todo lo contrario.

La unificación de Alemania, la desintegración y el cambio de sistema de la URSS, la desaparición del Pacto de Varsovia y del COMECON y la fragmentación de Yugoslavia, fueron los grandes acontecimientos históricos de finales de los 80 y principios de los 90, y fue en ese contexto cuando EEUU, literalmente, engañó a Gorbachov con la promesa incumplida de que aceptara la unificación alemana a cambio de que la OTAN no avanzaría “ni una pulgada” hacia el Este.

Luego, la guerra de Kuwait y su rápido desenlace hizo que el presidente George Bush proclamara el “nuevo orden mundial” en el que EEUU era la “única potencia hegemónica”. Nadie se le opuso: China estaba concentrada en su despertar, Rusia tenía suficientes problemas internos y Europa pasaba las horas muertas discutiendo unos reglamentos inextricables y creando una burocracia que fue sustituyendo, poco a poco, a la “tecnocracia” inicial. Creada en virtud del Tratado de Maastricht, el 1 de noviembre de 1993, la UE no es, en la práctica, ni un “Supraestado federal”, ni una “Unión”, ni siquiera una alianza: es una “unión de facto” de 27 miembros que han renunciado a tener una constitución y unas reglas sencillas de convivencia para mayor gloria de su burocracia parasitaria. Desde el comienzo de su andadura, la UE, se configuró como “la pata europea de la globalización”. En un mundo sin la URSS, la UE no atribuyó ningún papel especial a la defensa que siguió encomendada a la OTAN, esto es, al Pentágono.

LA MADRE DE TODOS LOS CONFLICTOS: UNA GEOPOLÍTICA ERRÓNEA

Y entonces se desencadenó el problema: los estrategas de la OTAN [norteamericanos] seguían obsesionados por la geopolítica clásica y consideraban que el “gran enemigo” de “Occidente” era la URSS, devenida Rusia. Y, contra toda lógica, contra todo respecto a los acuerdos firmados, contra toda evidencia, concluyeron que “Rusia es culpable” y, por tanto, había que ampliar la “defensa occidental”, incorporando a más y más miembros (a pesar de que algunos de ellos, disponían de ejércitos testimoniales y en otros, la integración fue tan rápida que ni siquiera se dio la oportunidad a sus ciudadanos de opinar).

La OTAN es una “alianza” en la que todos sus miembros son responsables solidarios de las iniciativas tomadas por solo uno de ellos: el Pentágono, esto es, el complejo militar-industrial norteamericano. Hipotecar la defensa europea a un grupo extraeuropeo representante del “dinero viejo”, supone dejar en manos de otros el propio destino y renunciar a una política exterior tendente a defender los intereses del viejo continente. Pues bien, esto es lo que han hecho los gobiernos europeos de derechas o de izquierdas desde los años 90…

Los Brzezinsky, los Kissinger, los geopolíticos “clásicos” no supieron ver que la Rusia postcomunista no aspiraba a la “expansión” (tiene territorios suficientes en Siberia), sino solamente a su SEGURIDAD. Las administraciones norteamericanas no entendieron que las humillaciones que sufrió Rusia durante la perestroika y el gobierno de Eltsin, marcaron a fuego a las siguientes generaciones que si extrajeron consecuencias prácticas encarnadas en la figura de Vladimir Putin. No advirtieron en 2013, cuando organizaron el “euromaidan” (la “revolución naranja”) que no estaban ante una Rusia gobernada por un alcohólico, sino por un país que se había reconstruido y no iba a tolerar más ofensas.

ZELENSKY, SU CAMARILLA JUDÍA Y GEORGE SOROS

Un año después del “euromaidan” (un verdadero golpe de Estado organizado por la CIA y por las fundaciones de Soros) las repúblicas del Donetsk y Lugansk se separaban de Ucrania y solicitaban su ingreso en la Federación Rusa, mientras que Crimea se constituyó en República, convocó un referéndum el 16 de marzo de 2014, en donde un 85% de la población aprobó su adhesión a la Federación Rusa. A partir de ese momento, el gobierno ucraniano, envió grupos armados irregulares a estas repúblicas, hostigando a la población civil pro-rusa y causando entre 14.000 y 20.000 víctimas.

Los intentos de integración de Ucrania en la OTAN son viejos: en septiembre de 1992, abrió Embajada en Bruselas, desde donde prosiguieron los contactos entre Ucrania y la OTAN. El 29 de diciembre de 2014, Petró Poroshenko, el entonces presidente ucraniano, prometió celebrar un referéndum sobre el ingreso en la OTAN. Entonces llegó Volodimir Zelensky.

Zelenski fue elegido presidente de Ucrania el 21 de abril de 2019. Uno de sus primeros actos de gobierno fue solicitar la incorporación de su país a la OTAN y a la UE… Zelensky, recién llegado a la política es de origen judío y había sido aupado por Igor Kolomoisky, oligarca igualmente judío. Sin ánimo de avivar la idea de una “conspiración judía”, lo cierto es que un tercer judío, George Soros, entra, desde el principio en esta historia dramática: fue uno de los primeros partidarios del cambio político en Ucrania tras su independencia de la Unión Soviética en 1991. Soros, a través de su Open Society Foundation, y canalizó millones de dólares para promover el “euromaidan” y trabajó con la CIA, la National Endowment for Democracy y la USAID–, para crear grupos antirrusos. Soros y el Departamento de Estado de Estados Unidos, junto con el entonces vicepresidente Joe Biden, fueron fundamentales para instaurar en el poder a Zelensky.

Se ha dicho que tanto Kolomoisky como Soros han financiado las actividades paramilitares de la extrema-derecha neo-nazi en Ucrania. ¿Judíos apoyando  neo-nazis? La propaganda de Putin ha insistido mucho en que el régimen ucraniano está apoyado por los neo-nazis locales… La cosa se entiende mucho mejor si se tiene en cuenta que el Batallón Azov ha sido enviado siempre a puestos de primera línea en donde se han ido desgastando y sufriendo ingentes bajas… ¿Podía esperarse otra cosa que judíos enviando a neo-nazis a morir? En cualquier caso, la colusión entre Soros y Zelensky es tan extrema que, incluso en Instagram se ha bromeado -jugando con los parecidos físicos- en que el segundo es hijo del primero o, incluso, un clon.

LOS OBJETIVOS ESTRATÉGICOS RUSOS EN EL CONFLICTO UCRANIANO

El problema en marzo de 2025 es grave: tras casi cuarenta meses de combate y de que los medios occidentales (gracias a los subsidios de la USAIDS) anunciaran una retahíla de victorias y ofensivas continuas ucranianas, el panorama militar es absolutamente desolador para Zelensky: desde los primeros meses de combates, los rusos demostraron que, para ellos, se trataba de una guerra con unos objetivos estratégicos muy claros:

- Sellar la incorporación del Este ucraniano a la Madre Rusia.

- Impedir la adhesión de Ucrania a la OTAN y a la UE.

- Establecer la neutralidad de Ucrania (similar a la austríaca durante la Guerra Fría).

- Defender los derechos de las minorías rusas en el Oeste ucraniano.

- Borrar a Zelensky y a su camarilla de oligarcas judíos del poder.

Pues bien, los primeros objetivos están prácticamente cubiertos, mientras que el resto (neutralidad, minorías rusas, liquidación de la oligarquía) quedarán resueltos en las “negociaciones de paz”. ¿Entre quién? Ente los EEUU y Rusia, por supuesto.

Y esto nos lleva al gran cambio geopolítico que se está produciendo ante nuestra mirada y de la que ni los servicios de inteligencia europeos, ni los ministerios de exteriores, ni “mister PESC” de la UE, están advirtiendo. Esta parte del análisis nos confirmará en el hecho de que, para los antiguos Estados colonialistas, Francia y el Reino Unido, el tiempo no ha pasado y el choque con la realidad que se inició con el final de la Primer Guerra Mundial y terminó con la derrota de Suez y con la descolonización, todavía no se ha producido. Macron y Starmer creen que abrazando a Zelensky (el gran perdedor que mendiga el abrazo mientras pone el cazo…) y sentándose en el Consejo de Seguridad de la ONU, siguen siendo “grandes potencias”. No lo son, ni lo volverán a ser. La nueva geopolítica les ha rematado. Es el precio de haber pasado algo más de un siglo viviendo de fantasías, recuerdos del pasado e imperios coloniales en estado gaseoso…