Info|krisis.- La largamente esperada dimisión
de Ana Mato ha precedido en apenas unas horas al anuncio en el parlamento de
nuevas medidas anticorrupción. Ana Mato era una ministra políticamente muerta,
no desde que estalló la crisis del Ébola, ni cuando cedió a la presión de la
industria farmacéutica para eliminar determinados medicamentos de la lista de
subvencionados por la SS para sustituirlos por otros más caros, sino desde el
momento mismo en el que fue nombrado a la vista de su relación directa con la
trama Gürtel. Lo que debería dar credibilidad a las medidas anticorrupción era
precisamente forzar la dimisión de la Mato. Sin embargo, una vez oído el
discurso de Rajoy en el Parlamento quedan algunas sensaciones indelebles que
confirmar.
Vamos extraer algunas conclusiones breves sobre la
situación de la corrupción en España y lo que implica:
1. Ya existe legislación anticorrupción porque existe un código penal.
Bastaría con voluntad política para erradicar la corrupción, pero eso
implicaría restar a “la política” del atractivo que tiene para la clase
política: la posibilidad de lucrarse rápida, abundantemente y con poco
esfuerzo.
2. No se trata de combatir “ahora” a la corrupción sino de haberla
combatido desde hace 36 años. Hoy es inevitable reconocer que apenas se ha
hecho nada contra la corrupción –al menos nada esencial, nada radical, nada
necesario– en ningún nivel de la administración.
3. No se trata ya de legislar sino de enviar corruptos a la cárcel.
Se investiga a pocos políticos. Se imputa a menos. Se juzga a menos aún. Pocos
resultan ser culpables y siempre cuando median entre 10 y 15 años de los hechos
juzgados. Muchos se salvan por la prescripción de los delitos. Nunca,
absolutamente nunca, devuelven lo sustraído. Y nunca cumplen íntegramente la
pena de prisión.
4. No se trata ya de reforzar el arsenal legal, sino el policial y el
judicial para investigar y juzgar casos de corrupción. Una legislación
extremadamente dura y completa sin posibilidades de aplicarse ágil y
rápidamente, equivale a no tener legislación. Investigaciones policiales
boicoteadas por el Ministerio del Interior y juzgados sin medios ni personal
suficientes para conseguir que los casos de corrupción terminen en sentencias
en firme, son el pan de cada día y la realidad cotidiana del régimen.
5. No es que la corrupción afecte a “unos pocos políticos” sino que las
cúpulas de los partidos están todas carcomidas por la corrupción. El Caso
Pujol, los Casos Gürtel y Púnico, el Caso ERE–UGT–PSOE andaluz, por citar sólo
a los más conocidos, no proceden de las “bases” sino de las cúpulas de los
partidos implicados. La lógica aristotélica implica que si la cúpula está
podrida por la corrupción, toda la estructura del partido lo está.
6. No es que haya unos partidos más corruptos y otros menos, es que el
sistema político en su actual configuración favorece la corrupción. Vale la
pena no olvidar que una de las instituciones afectadas por la corrupción es,
precisamente, la Casa Real, considerada por la Constitución como la cúspide del
Estado y del entramado constitucional.
7. La corrupción es la característica axial del sistema político
español nacido en 1978, como el caciquismo lo fue de la Restauración, el
caos de la II República o la ausencia de partidos y de libertades políticas estuvo
ligada al franquismo. Cada época, cada régimen, tienen sus rasgos
característicos y la corrupción generalizada lo es de este tiempo.
8. Hoy, cualquier intento por parte del PSOE, del PP, de CiU o del PNV,
de luchar contra la corrupción son iniciativas increíbles llegan tarde,
demasiado tarde, para ser creíble. Cualquier medida que no incluya la no
prescripción de los delitos de corrupción, la confiscación de los bienes de los
corruptos y de su entorno familiar, penas de idéntica dureza contra los
testaferros, imposibilidad de acogerse a beneficios penitenciarios en caso de
no devolver las cantidades sustraídas, etc, es inútil. Y nada de todo esto es
contemplado por las nuevas medidas anticorrupción.
9. La clase política no se ha dado cuenta todavía de la brecha que
separa el “país real” del “país oficial” porque todavía hay gente que les vota.
Pero ese apoyo disminuye de día en día. Es precisamente el ascenso de nuevas
fuerzas políticas lo que ha forzado a Rajoy a establecer las “nuevas medidas”
anticorrupción en un intento desesperado (y lamentable) de evitar la sangría de
votos de los grandes partidos.
10. En este contexto, las acusaciones que los medios del régimen han
lanzado contra Podemos por corrupción apenas son otra cosa que chistes malos
(el cobrar sueldos no declarados de 1.500 euros, el ganar 50.000 la compañera
de Iglesias en una “operación especulativa”, el que el padre de la compañera de
Iglesias tiene casa de protección oficial con piscina, o el recibir ayudas de
Venezuela, son malos chistes.
Estas conclusiones se resumen en
una sola:
La corrupción es una muestra más de la iniquidad ética y moral que se
ha instalado en España al paso con la Constitución de 1978. No puede superarse
esta etapa triste y lamentable –mucho más en tiempos de crisis– sin dejar
atrás, como un enésimo fracaso de nuestra historia, el orden instaurado desde
1978.
© Ernesto Milá – info|krisis – infokrisis@yahoo.es – Prohibida la
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