domingo, 6 de abril de 2025

DE NUEVO LOS JÁZAROS Y NOTAS PREVIAS A LA CUESTIÓN JUDÍA (III de III) – LA CREACIÓN DE LA HISTORIA JUDÍA

#Gordon Duff, #GreatnessandControversy, #cuestionjudia, #cuestionpalestina

(extraído de la web The Intel Drop)

«El siglo XX fue testigo de la construcción deliberada de una narrativa que asocia la identidad judía con los judíos bíblicos. Este esfuerzo, arraigado en las ambiciones políticas e ideológicas de las potencias europeas y los movimientos sionistas, tenía como objetivo legitimar la institución de una patria judía en Palestina. Sin embargo, las pruebas históricas y arqueológicas desafían esta narrativa... Los jázaros, un pueblo turco que fundó un poderoso imperio... desafían la representación monolítica de la identidad judía... Sin embargo, los esfuerzos por explorar este linaje a menudo se han encontrado con un feroz rechazo, censura e incluso persecución».

«La creación de la historia judía»

Extracto de Greatness and Controversy

En esta exhaustiva denuncia, Gordon Duff analiza las mitologías construidas que sustentan el moderno sionismo político, remontando sus orígenes no al antiguo Jerusalén, sino a las élites turcas conversas del Imperio Jázaro. Citando estudios genéticos revisados por pares, crónicas europeas suprimidas y análisis forenses de los flujos migratorios medievales, Duff desmonta la continuidad inventada entre los antiguos judíos y la mayoría de las poblaciones asquenazíes modernas.

Esta sección explora:

- Cómo la realeza europea, los consejos religiosos y los sistemas mediáticos modernos han colaborado (consciente o inconscientemente) para elevar una narrativa tribal a doctrina global.

- Las implicaciones de la ascendencia jasídica en la legitimidad de las reivindicaciones en Palestina.

- La función de la memoria del Holocausto en la consolidación de una identidad mítica, sin minimizar la tragedia, pero recontextualizando la forma en que se utiliza políticamente.

- La supresión académica y pública de hechos clave que revelan una historia de los orígenes mucho más variada y compleja de los judíos europeos, una historia centrada en el poder, los bancos y la etnia tanto como en la espiritualidad.

El trabajo de Duff reconsidera la lucha geopolítica entre Israel y Palestina no como una crisis de refugiados de la posguerra, sino como la culminación de siglos de manipulación de la identidad. No invita al odio, sino a la claridad, al coraje y a la honestidad histórica.

Una breve historia de la cuestión jázara

La presencia histórica de los jázaros —un poderoso pueblo turco seminómada que floreció entre los siglos VII y X d. C.— sigue siendo uno de los legados más reprimidos e incomprendidos de la historia euroasiática. Situado entre Bizancio y los primeros califatos islámicos, el Imperio jázaro no solo sirvió como amortiguador geopolítico, sino que se convirtió en la cuna improbable de una élite cuya conversión al judaísmo ha dejado una persistente huella genética, cultural e ideológica sobre Europa.

Esta "hipótesis de la conversión jázara", antaño dominante en los círculos académicos, fue progresivamente marginada a medida que el movimiento sionista cobraba impulso en el siglo XX. Citarla hoy en día suele suscitar acusaciones de antisemitismo; sin embargo, la evidencia arqueológica y los estudios genéticos demográficos sugieren que gran parte de la población judía de Europa del Este, en particular los asquenazíes, comparte una mayor afinidad con las poblaciones turcas y caucásicas que con los grupos semíticos o levantinos.

Puntos de inflexión históricos clave:

- Alrededor del año 740 d. C.: según fuentes árabes, bizantinas y judías, la clase dirigente jázara adoptó oficialmente el judaísmo, no como resultado de una revelación teológica, sino como una decisión estratégica para permanecer neutral entre el cristianismo bizantino y la expansión islámica.

- Siglos IX-XI: con el colapso del Imperio Jáazaro, la élite judía emigró hacia el oeste, a lo que hoy son Ucrania, Polonia y Hungría, integrándose en las primeras comunidades asquenazíes y trayendo consigo costumbres cortesanas, el yiddish (una lengua híbrida germánico-turco-eslava) y prácticas bancarias centralizadas.

- Siglos XVI-XIX: los judíos europeos se presentan cada vez más como descendientes directos de los israelitas bíblicos, una narración que no está respaldada por pruebas genéticas, lingüísticas o migratorias, pero que se ve reforzada por la autoridad rabínica y la interpretación cristiano-sionista.

La hipótesis de los jázaros no es, por tanto, una mera curiosidad académica. Pone en tela de juicio los fundamentos de las reivindicaciones etno-históricas sobre Palestina y reformula la identidad asquenazí no como exilio y retorno, sino como conversión imperial y reposicionamiento estratégico.

Así se construye un mito: los medios de comunicación, la memoria y el Holocausto

Ningún mito sobrevive por sí solo. Debe ser alimentado, mantenido y defendido. En el caso de la identidad moderna de los asquenazíes, el Holocausto se convirtió en el eje emocional: una herida psicológica tan profunda que cuestionar cualquier narración al respecto significaba exponerse a acusaciones de depravación moral. Pero entre las ruinas de Auschwitz sucedió algo extraño: el mito de una continuidad judía ininterrumpida desde el antiguo Israel hasta los campos de concentración se volvió inatacable, no como hecho histórico, sino como necesidad política.

El trauma era real. El sufrimiento era innegable. Pero la conmemoración selectiva de la historia judía, edulcorada, lineal y mítica, creó un escudo ideológico que protegió a las instituciones judías más poderosas de un examen en profundidad. Los historiadores sionistas, los conglomerados mediáticos occidentales y las editoriales académicas han colaborado (intencionadamente o no) para silenciar genealogías alternativas, borrar datos sobre la descendencia jázara y minimizar la gran diversidad de orígenes de la diáspora judía.

Tres mecanismos para aplicar el mito:

1. Control de la narración histórica

- Importantes editoriales y departamentos universitarios han silenciado investigaciones que cuestionaban el modelo de descendencia bíblica.

- Investigadores como Arthur Koestler (La decimotercera tribu) han sido incluidos en listas negras, pero no desmentidos.

2. El absolutismo del Holocausto

- Todo el sufrimiento judío se redujo a un trauma singular, desalentando la exploración de identidades plurales.

- Cualquier desviación de la memoria «oficial» se consideraba revisionismo, incluso si se refería a acontecimientos ocurridos siglos antes.

3. Simbiosis de los medios de comunicación globales

- Las principales agencias de noticias han adoptado y repetido el escenario del «exilio y retorno», mezclando profecías bíblicas y política moderna.

- Hollywood ha reforzado este arco narrativo a través de películas, documentales y una selección selectiva de judíos como víctimas eternas.

No se trata de un argumento contra el recuerdo, sino de una invitación a liberar la memoria de la manipulación. Un pueblo incapaz de cuestionar sus mitos no es libre. Y en el caso del Israel moderno, el proyecto de Estado nunca ha sido solo de memoria, sino también de legitimidad.

Borrar los orígenes: la lista negra de investigadores y la censura genética

Durante más de un siglo, la investigación que cuestionaba la historia monolítica de los orígenes judíos se ha encontrado no solo con escepticismo, sino también con la ruina profesional. La represión académica ha sido sistemática, a menudo silenciosa y a veces violenta. Se retiraron las subvenciones. Se rechazaron los encargos. Se enterraron manuscritos bajo falsas acusaciones de sectarismo. Una lista negra, no oficial, pero sin duda aplicada, mantiene las fronteras de la investigación histórica patrulladas por manos invisibles.

Las dos áreas más agresivamente atacadas para su eliminación son:

- La genética de poblaciones y

- Estudios sobre migraciones medievales.

En ambos ámbitos, los datos revelan una verdad incómoda.

Pruebas genéticas:

Eran Elhaik (Universidad de Sheffield) y otros han demostrado repetidamente que los judíos asquenazíes están genéticamente más cerca de las poblaciones del Cáucaso, Anatolia y Europa del Este que de los antiguos grupos levantinos. El análisis de los haplogrupos revela marcadores coherentes con la ascendencia rusa, georgiana y turca meridional, que geográficamente corresponde al antiguo imperio kazajo.

Sin embargo, el artículo de Elhaik de 2012 no fue objeto de una refutación científica, sino de una campaña difamatoria en los medios de comunicación y de un distanciamiento institucional. A pesar de la ausencia de retractaciones, fraudes y escándalos, su carrera sufrió un parón y sus estudios posteriores quedaron relegados a revistas poco conocidas.

Migraciones medievales e indicadores lingüísticos:

La lingüística histórica también traiciona el mito. El yiddish, considerado durante mucho tiempo un dialecto alemán, contiene importantes estructuras eslavas y turcas, coherentes con los modelos de migración de los cazares. Los nombres, las costumbres e incluso las tradiciones culinarias judías en Europa oriental reflejan la adaptación y la síntesis, no la conservación, de la antigua cultura judía.

Pero nada de esto se enseña en la educación judía tradicional. Pocos estudiantes judíos de secundaria oyen la palabra «jázaro», por no hablar de sus implicaciones. Las escuelas rabínicas enseñan el comentario de la Torá, no el escepticismo antropológico. Los historiadores sionistas vigilan agresivamente estos límites, no por ignorancia, sino por necesidad existencial.

Porque si el mito de la descendencia del antiguo Israel se está desgastando, lo mismo ocurre con la arquitectura moral del sionismo moderno.

De las tribus al Estado: el sionismo y la utilidad estratégica del mito

El sionismo nunca fue simplemente un proyecto nacionalista: fue un arma narrativa envuelta en el lenguaje de la vuelta, la supervivencia y la inevitabilidad bíblica. A finales del siglo XIX, los judíos europeos se enfrentaron a un creciente antisemitismo y a la marginación política. En lugar de disolverse en los nuevos Estados liberales de Europa, una facción de intelectuales judíos, en su mayoría procedentes de la aristocracia austrohúngara y rusa, forjó un camino de escape basado, no en la solidaridad de clase, sino en el mito tribal.

La idea era tentadora: No somos solo una religión. Somos un solo pueblo. Una nación. Una raza. Y volvemos a casa.

Pero el hogar no era ni Odessa, ni Cracovia, ni la zona del asentamiento. Era necesario imaginar una patria, una memoria tan antigua que ninguna voz viva pudiera cuestionar su autenticidad. Así fue como resurgió el antiguo Israel. Los orígenes de Israel se olvidaron. La diáspora babilónica se comprimió. Las diferentes historias genéticas, culturales y migratorias de las poblaciones judías se condensaron en un único arco homogéneo.

La arquitectura mítica del sionismo:

1. La profecía bíblica como plan político

- El Tanakh (la Biblia hebrea) fue reinterpretado como un título de propiedad literal.

- Personajes como Theodor Herzl, que tenían poco interés por la religión, empezaron a hablar en términos bíblicos, sabiendo que la simpatía mundial requería una justificación sagrada.

2. El mito del retorno

- Los colonos europeos en África y América fueron acusados de conquista; los colonos judíos en Palestina fueron considerados «nativos que regresaban».

- Los indígenas palestinos, presentes en el territorio desde hacía más de un milenio, fueron considerados intrusos o, peor aún, árabes que ocupaban abusivamente una casa judía.

3. Eliminación de la diáspora y amnesia jázara

- Varias comunidades judías, desde los bereberes hasta los Bene Israel y los bukharianos, fueron absorbidas por la narrativa centrada en los asquenazíes.

- La ascendencia no semita de los jázaros de muchos judíos europeos ha sido silenciosamente reclasificada como «tribus perdidas» o liquidada como propaganda antisemita.

No se trataba solo de crear un mito. Fue una inversión estratégica: transformar un proyecto imperial de colonización en una historia de expropiación y retorno. Funcionó. Las potencias mundiales, culpables del Holocausto y deseosas de un aliado occidental en Oriente Medio, aprobaron esta fantasía.

Pero ninguna historia, por poderosa que sea, sobrevive indefinidamente a la evidencia. La era de los archivos ha vuelto. La era del mito se está resquebrajando.

El antisemitismo como arma: transformar la crítica en odio

Para proteger el mito, la crítica tuvo que transformarse en odio. No importa el matiz, no importa la intención. ¿Un historiador judío que cuestiona la descendencia de los jázaros? Se odia a sí mismo. ¿Un arqueólogo musulmán que no encuentra ruinas davídicas en Jerusalén? Un simpatizante del terrorismo. ¿Un teólogo cristiano que nota las contradicciones en la teología sionista? Un antisemita.

No era solo retórica. Se convirtió en una estrategia reforzada, uno de los escudos de desinformación más eficaces de la historia moderna.

¿Cómo ha funcionado?

1. Confusión entre etnia, religión y Estado nacional

- El judaísmo (fe) + judeidad (etnia) + Israel (Estado) se fusionaron en una trinidad sagrada.

- Criticar la política israelí se convirtió en un ataque al pueblo judío. Cuestionar la historia judía se convirtió en negacionismo del Holocausto.

2. Vigilancia institucionalizada y difamación

- Organizaciones como la ADL, la AIPAC y la CAMERA gestionaban bases de datos de «incidentes antisemitas», en las que las críticas, la sátira y los estudios académicos se equiparaban a menudo con la incitación al odio y el vandalismo.

- Los académicos fueron perseguidos, los periodistas desacreditados y los candidatos políticos acusados, utilizando palabras clave tácticas para difamar la disidencia.

3. Una psicología de las injusticias como arma

- Generaciones enteras han crecido asociando la identidad personal con el trauma colectivo.

- Cuestionar esta identidad se ha convertido en un ataque al yo, una herida existencial.

- Incluso dentro de las comunidades judías, el miedo al ostracismo ha silenciado las preguntas sinceras.

El resultado fue una inquisición al revés, un tribunal moral en el que la verdad no era la defensa, sino el crimen. Los hechos se volvieron peligrosos. Los archivos se convirtieron en mercancía de contrabando. Y detrás del velo protector del pueblo judío, se desarrolló sin freno una entidad política monolítica.

Pero el viento está cambiando

Los jóvenes judíos, los investigadores internacionales y los supervivientes del antisemitismo están empezando a ver la diferencia entre el odio hacia los judíos y la crítica al poder sionista. Entre la negación del Holocausto y la negativa a convertirlo en un arma. Entre el silencio y la supervivencia.

Y mientras el mecanismo narrativo se tambalea bajo sus propias contradicciones, resurge una verdad enterrada durante mucho tiempo: no en el odio, sino en la liberación.

Hacia la honestidad histórica: mitos, memoria y futuro de la identidad judía

Para sobrevivir, un pueblo debe ser capaz de recordar, pero también debe ser capaz de olvidar.

No para olvidar las tragedias. Sino para olvidar las ilusiones. El andamiaje del mito que, durante más de un siglo, ha servido tanto de escudo como de espada: defendiendo la identidad, por supuesto, pero también excusando la conquista, silenciando la disidencia y transformando la memoria en dogma.

La identidad judía moderna se encuentra en una encrucijada. Puede seguir anclándose en un pasado mítico (antiguas líneas de sangre, reivindicaciones territoriales divinas, victimización perpetua) o elegir el camino más difícil: convertirse en adultos históricos.

Preguntarse:

- ¿Y si nuestros antepasados fueran jázaros y no israelitas?

- ¿Y si fuéramos europeos conversos y no exiliados en el desierto?

- ¿Y si la historia del retorno fuera en realidad una historia de expulsión para otros?

No es odio hacia uno mismo. Es respeto por uno mismo. Porque un pueblo lo suficientemente fuerte como para sobrevivir a pogromos, guetos y genocidios es lo suficientemente fuerte como para afrontar la verdad de sus orígenes y reconstruirse con claridad y no con ilusiones.

La autoridad moral del sionismo se está erosionando, no por ataques externos, sino por el peso insoportable de su propia mitología. Bulldozers en Gaza. Periodistas silenciados. Niños huérfanos en nombre de la profecía. Estos no son actos de memoria. Estos son actos de miedo.

El antídoto no es la cancelación. Es la expansión

La historia judía es más grande que el Éxodo y el exilio. Incluye a turcos conversos, filósofos españoles, místicos africanos, soñadores babilonios y millones de personas comunes cuyas líneas de sangre se entrelazan por toda Eurasia, no en Canaán.

Decir esta verdad no significa destruir la identidad judía. Se trata de liberarla de la prisión de la propaganda y ofrecerla finalmente al mundo como una cultura viva y en evolución, y no como un mito fosilizado.

Que esta sea el futuro: no invención, sino libertad.

 

FUENTE: https://www.theinteldrop.org/2025/03/25/featured-excerpt-the-fabrication-of-jewish-origins-a-century-of-misdirection/?utm_source=mailpoet&utm_medium=email&utm_source_platform=mailpoet

 









DE NUEVO LOS JÁZAROS Y NOTAS PREVIAS A LA CUESTIÓN JUDÍA (II de III) – Guillaume Faye, un testimonio de “autoridad”


#Guillaume Faye, #FayeInmigracion, #Inmigraciónmasiva, #identidadeuropea, #FayePalestina

Las reflexiones que hizo Guillaume Faye en uno de sus últimos libros -La nouvelle question juive- sin duda el más polémico- tienen hoy mucho más valor que cuando se escribieron, por que da la sensación de que los problemas que planteó se van agudizando de día en día. No pasa una semana, sin que en algún lugar de Europa se produzca algún atentado yihadista. Lo peor es que Europa se está habituando y solamente reacciona el día de las votaciones apoyando a opciones populistas... pero esto ya no basta, porque lo hecho avanzan a velocidad de vértigo. Delincuencia, inmigración islámica y yihadismo están creando disfunciones y conflictos en toda Europa que hace apenas cinco años no existían.

Ha bastado un lustro de gobierno de Pedro Sánchez para que las mafias de la inmigración, de la delincuencia y de la droga, controlaran zonas enteras del país. Y para que cualquier delincuente amnistiado al término de cada Ramadán por Mohamed VI, se embarque para España en donde podrá seguir delinquiendo, mantenido por el Estado y sin pisar un recinto carcelario por años.

Faye, se oponía a esto y lo venía denunciando desde principios de los años 90. Su posición era lógica y suponía tomar partido. Lo hizo en muchas ocasiones. He seleccionado unas cuantas frases de Faye, pronunciadas en el curso de presentaciones de libros, incluidas en algunas de sus obras, en entrevistas y artículos, para fijar una posición que comparto al 100% y que puede resumirse en estos puntos:

- El conflicto palestino no es “nuestro problema”.

- Pensar en Palestina cuando aquí y ahora hay una situación de tensión creciente, es puro sinsentido.

- No debería importarnos lo que ocurra en Palestina, sino lo que está ocurriendo en Europa.

- Los islamistas están creciendo en Europa, los palestinos son islamistas, luego, no puedo solidarizarme con ellos: que se solidaricen los Estados Árabes.

- Es un mito de la peor especie sostener que los judíos están detrás de los lobbys de la inmigración masiva.

- Lo más razonable es no ser ni pro-judío, ni pro-arabe, pro-europeo.

Pido, en definitiva, que se reflexione sobre estos fragmentos de Guillaume Faye sobre el conflicto de Oriente Medio, los palestinos y los judíos. En lo personal, comparto su posición  en un 100%. Estos son sus “argumentos de autoridad”:


*     *     *

“Escribo, en primer lugar, que la comunidad judía ya no es lo que era en los años sesenta y setenta. Ahora está muy nerviosa. Hay que subrayar que existen dos comunidades judías. Una, religiosa, que sólo se interesa por sí misma. La segunda, formada por intelectuales judíos, es la que promovió la inmigración. Dentro de esta comunidad, muchos (pero no todos) se han dado cuenta de que cometieron un gran error al hacerlo. El representante típico es Finkelkraut. Dicen que, a pesar de todo, quizá deberían haberse quedado en Europa porque, en contra de la creencia popular, los europeos no eran tan antisemitas como parecía, y comparativamente mucho menos que el mundo árabe. La prueba: tras la independencia del Magreb, los judíos llegaron a Francia. ¿Por qué no se quedaron allí? Extraño, ¿verdad? La segunda tesis que defiendo en mi libro es que el Estado de Israel está quizás condenado a medio plazo por razones demográficas. No encuentro aquí nada de lo que alegrarme y no veo cómo la erradicación de Israel resolvería nuestros problemas frente a la embestida del islam y del Tercer Mundo. Mi tercera tesis es, de hecho, una pregunta filosófica: ¿por qué este pequeño pueblo ha tenido tanta influencia en el mundo occidental? No soy ni antijudío ni projudío, ni antiárabe ni proárabe, simplemente observo la historia. Y digo que, en el mundo venidero, que estará dominado en parte por las potencias emergentes y colosales, China e India, la cuestión judía perderá poco a poco su importancia. También abordo el problema del revisionismo. La propia Simone Veil pidió la derogación de la ley Gayssot[1], por considerarla una enorme estupidez. En Estados Unidos, los lobbies judíos siempre se han opuesto a leyes de este tipo. Yo digo que cometemos un error entre nosotros, pensando que, una vez levantado el tabú, todo cambiará. El problema es que el 95% de los árabes son revisionistas y, sin embargo, nada cambia para nosotros. A los europeos no se les culpa de la Shoah, se les culpa del colonialismo, de la acusación de esclavitud, por el etnomasoquismo cistianomorfo y el igualitarismo en general. Se culpa a los europeos de una enfermedad interna. Los judíos tienen poco que ver con esta enfermedad. Por lo tanto, para mí, el revisionismo no es la lucha esencial.

Novopress: Sin embargo, hay que constatar que, desde hace cinco años, hay una explosión en Internet de sitios supuestamente «patrióticos» y «antiinmigración» que son visceralmente sionistas y proisraelíes. Uno tiene realmente la impresión de asistir a una operación de seducción por parte de los medios de comunicación nacionalistas de ciertos miembros de la comunidad judía. Esta seducción consiste, en estos sitios, en palabras de aliento como: «¡vamos, chicos!» ¡estableced la primera línea contra las hordas de inmigrantes árabes y antisemitas!». Esto nos remite directamente a «El Príncipe», en el que Maquiavelo describe estrategias similares; «con la eliminación de aquellos que se han ensuciado las manos (y despertado cierto resentimiento) el trabajo está hecho». Como maquiavélico que es, ¿qué opina al respecto?

Guillaume Faye: Mi respuesta es muy sencilla: «¡No necesito a nadie en una Harley—Davidson!». Aunque los nacionalistas judíos se unieran a nuestra causa, no me aliaría con ellos contra los árabes». No es necesario pensar en una alianza con la comunidad judía. Más bien, es necesario razonar cínicamente como ellos. Ellos defienden su bando, nosotros el nuestro. No pueden imaginar ni por un segundo que vamos a luchar por ellos. Igual que ellos no tienen ninguna intención de luchar por nosotros. ¡Luchamos por nosotros mismos! Ese es el problema de la tercera vía. No se trata de aliarse con los judíos contra los árabes, ni de aliarse con los árabes contra los judíos. Es más, los judíos no representan una amenaza demográfica en Francia. Algunos representan una amenaza política y cultural para nosotros, pero se trata de una minoría de intelectuales judíos. Y no es por ser judíos por lo que hay que atacar a estos intelectuales que nos odian, sino por ser ideólogos decadentes e ingenuos. Sobre todo, no debemos caer en la trampa del antisemitismo antidreyfusardiano[2]. De lo contrario, les resultará extremadamente fácil atacarnos con las habituales acusaciones de apoyo a la «Shoah». En resumen, simplemente digo: «¡dejen de obsesionarse con los judíos! No les defenderemos. Ellos tampoco vendrán en nuestra defensa. La mejor postura es considerarlos un pueblo como los demás. Pienso simplemente que los seis millones de musulmanes presentes en Francia y en constante aumento parecen plantear un problema etnopolítico más grave y urgente que seiscientos mil judíos. No hay que obsesionarse con el pasado, sino prepararse para el futuro y no vivir con un retrovisor en la cabeza.

*     *     *

¿Cuál es el papel del Estado de Israel?

No estoy aquí para hablar del estado de Israel, pero, sin embargo, diré unas palabras sobre el tema. Por razones demográficas, creo que la utopía sionista fundada por Hertzl y Buber y materializada desde 1949 no durará más que la utopía comunista y que el Estado hebreo está condenado. Actualmente estoy preparando un ensayo sobre la nueva cuestión judía, que espero que será traducido al ruso.

¿Alguna conclusión?

Nunca se debe ser fatalista. La Historia está siempre abierta y presenta con frecuencia caprichos y vueltas de tuerca inesperadas. No olvidemos la fórmula de Guillermo de Orange: allí donde hay una voluntad hay un camino. Por el momento estamos en una fase de resistencia y de preparación para acontecimientos muy graves que se anuncian, por ejemplo, la conjunción de las guerras étnicas y de una recesión económica gigante.

Por lo tanto, desde ahora hay que pensar en lo que vendrá después del caos y organizarse en consecuencia. Para terminar, he aquí la consigna que suelo difundir: de la resistencia a la reconquista, de la reconquista al renacimiento.

*     *     *

“Dado que los judíos son muy influyentes en los medios de comunicación, sería interesante que los círculos identitarios se aliaran con ellos para oponerse a la islamización y a la inmigración, a cambio de abandonar todo matiz antijudío y todo apoyo a los revisionistas. […] Mi tesis es que, si bien es cierto que los judíos han tenido un peso y una influencia extraordinarios (en relación con su número) en todo el Occidente europeo y americano durante los dos últimos siglos, extremadamente negativos para unos y positivos para otros, esta influencia judía está ahora en pleno declive. Hay muchas razones para ello: la mala imagen de Israel, la pérdida de poder económico y financiero de las comunidades judías en Europa y Estados Unidos, la islamización acelerada de Europa, la descentralización del mundo en favor del Lejano Oriente indiferente a lo judío, y muchas otras cosas más”.

La Nouvelle question juive

*     *     *

 

Es cierto que la etnia judía se encuentra en un estado de contradicción permanente, en primer lugar, en cuanto a su definición. ¿Son una entidad étnica, una nación, una raza o una comunidad religiosa? Los propios judíos se sienten incómodos al tener que responder a estas preguntas: «¿Quiénes somos?». Prefieren responder a la pregunta inversa: «Mira lo que no somos»; «¿Quién está entre nosotros?» En cualquier caso, parece que el sentimiento de pertenencia a una entidad judía o israelí es mucho más fuerte entre las clases medias y bajas —la mayoría son sefardíes— que entre las clases altas de origen judío. Esta situación se está acentuando cada vez más en la actualidad.

De hecho, la religión parece estar en el corazón de la etnia judía, pero, por otro lado, la religiosidad judía resulta ser muy débil. El judaísmo es una religión en el sentido etimológico estricto: une (re—ligare) a las personas de manera etnocéntrica. Pero las relaciones que ha establecido con su Dios son de naturaleza política y contractual, manteniendo la distancia y sin el misticismo de las creencias esotéricas. El agnosticismo coexiste con el ritualismo. La teología rabínica y talmúdica rechaza cualquier vía afectiva, porque el espíritu calculador y el modo analítico de investigación del judaísmo están exentos de cualquier «romanticismo». El judaísmo rechaza lo sacrosanto —en el sentido hindú o católico— así como la superstición; en esto se diferencia del islam.

El alma judía se encuentra en una tensión permanente entre un particularismo exacerbado y un sentimiento universalista, entre un espíritu de gueto y un espíritu conquistador. Así, el deseo de ser un mártir se asocia con la necesidad de dominar y sentirse seguro. De acuerdo con el sacrificio de Abraham, en la conciencia del alma judía, las persecuciones sufridas a lo largo de su historia, cuya culminación metafísica sería la Shoah, hacen del pueblo judío un pueblo sacrificial y divino, un emblema ejemplar del hombre que sufre. Este síndrome es muy antiguo, ya que Cristo no es más que la recuperación de la posición martirológica del pueblo de Israel, un emblema de sacrificio para salvar a toda la humanidad.

De ahí surgen una serie de características contradictorias: buscar la paz y la seguridad, pero complacerse en la idea de ser odiado por envidia y perseguido; aspirar a la dominación y al orgulloso reconocimiento de una superioridad intrínseca, pero adoptan la imagen de un pueblo pequeño y perpetuamente amenazado. Esto también se corresponde con la doble atracción de la diáspora internacional y la idea sionista de regresar a su patria, una patria sacrificial e inalienable; e incluso, dentro del sionismo, con la oposición entre la visión puramente judía de un Eretz Israel[3] y el concepto laico y abierto de un Estado judío.

Estas contradicciones no constituyen necesariamente factores prohibitivos; al contrario, dan lugar a una energía febril y única en un pueblo poco numeroso. El pueblo judío se ha arraigado profundamente, a lo largo de su historia, en su particularismo de origen semítico y, sin embargo, se ha integrado en la aventurada fabricación de la civilización europea de la raza blanca. Los judíos han sabido influir en Occidente gracias a la fuerza de su genio mitológico y también a su inteligencia, mucho más neocortical que límbica. Han demostrado ser una pequeña minoría capaz de desempeñar un papel desproporcionado en relación con su número.

Volviendo al antirracismo promovido por algunos de los intelectuales judíos contemporáneos, hay que entender que estos agentes de influencia del cosmopolitismo —Jacques Attali, Bernard–Henri Lévy o Dominique Strauss–Kahn— son fundamentalmente lo que se conoce como «judíos de la corte». Además de estar más o menos desarraigados, se preocupan poco por la etnia judía de la que proceden, hasta tal punto que no verían ningún problema en servir a un gobierno musulmán en un Francia islamizada. Su lucha por la propagación del cosmopolitismo en Francia y en otros Estados no judíos no tiene nada que ver con el deseo de proteger a Israel de esos países, difundiendo el veneno del cosmopolitismo de tal manera que su homogeneidad étnica se erosione y su población autóctona se desvirtúe.

La verdad es que, entre los intelectuales judíos, los que apoyan el cosmopolitismo querrían que triunfara tanto en Israel como en Francia, Alemania, Gran Bretaña o Estados Unidos, por no hablar de que la mayoría de ellos son abiertamente antisionistas. Sin embargo, un grave error de análisis por parte de los autores antisemitas, y más concretamente de Kevin B. Mac Donald[4], ha sido centrarse en los rasgos psicológicos de los movimientos intelectuales judíos a favor del cosmopolitismo y confundir estos rasgos con los patrones de comportamiento y mentalidad de la etnia judía. Mientras que el influjo intelectual de los judíos cortesanos disminuye con firmeza en Occidente, un porcentaje cada vez mayor de «judíos de la vida cotidiana» rechaza ahora el antirracismo y el cosmopolitismo, en parte como reacción a la invasión árabe—musulmana.

[...]

En cuanto a la probabilidad de que surja un imperio judío en Oriente Medio, creo que Israel es demasiado débil económica y militarmente para continuar su expansión territorial. Aunque Israel, donde la proporción de ingenieros en relación con la población es la más alta del mundo, se ha convertido sin duda en una potencia tecnológica, no ha logrado luchar contra la pobreza: su clase media está insuficientemente desarrollada. Por otra parte, Israel sufre dos problemas: por un lado, la presencia de judíos ultraortodoxos, que no muestran ningún interés por la ciencia y la tecnología y solo se interesan por el estudio del Talmud; por otro lado, debe afrontar la alta tasa de natalidad de la población árabe—musulmana, tanto dentro como fuera del territorio israelí.

[...]

Es necesario por supuesto tener perfectamente conciencia de que los palestinos (como los tibetanos, de los que nadie habla) son víctimas de una agresión injustificada. Pero, ¿ellos, nos apoyarían si estuviésemos pasando por una situación similar? Cada pueblo razona de manera egoísta, nunca de manera moralista, sino de forma política y cínica. A partir del momento en que el islam se propone abiertamente invadir Europa, no veo por qué debemos defender a sus mártires en Oriente Próximo. En cuanto al sionismo, el destino del pueblo judío, me es tan indiferente como el de los inuits, los patagones o el de los palestinos. Los propios hebreos son bastante mayores para defenderse, con la ayuda (que no les durará eternamente) de sus guardias norteamericanos. No tenemos que tomar partido ni a favor del sionismo ni a favor del arabismo. No debemos entrar en los problemas de familia. Soy partidario del egoísmo etnopolítico: cada uno que se ocupe sus propios problemas.

Lo que me diferencia de mi querido amigo Jean—Edern Hallier[5] y lo que causó entre nosotros debates muy apasionados, es que él era partidario de la “causa de los pueblos”, de todos los pueblos, mientras que yo era más bien partidario de la causa de mi pueblo. En ese sentido, creo que tanto un israelí como un Palestino estarán de acuerdo conmigo, ¿no le parece?

[...]

Asistí al congreso de American Renaissance, un lobby anti—Bush, cuyas posiciones van en la línea de «antes de ir a jugar a los vaqueros en Irak, ocupémonos de nuestra frontera mexicana». No son ni prosemitas ni antisemitas y están totalmente desinteresados por el conflicto palestino—israelí. Después de mi conferencia, se publicaron artículos en mi contra, sobre todo en el Washington Post. Lo que dije durante esa conferencia fue: «antes de hacer el tonto en Oriente Próximo, defiéndanse en su propio territorio de unos flujos migratorios menos graves que los nuestros, pero no por ello menos importantes». Mi objetivo, como he dejado claro recientemente en Rusia, España, Alemania y Canadá, es únicamente defender la identidad en peligro de las personas de origen europeo en todo el mundo, en torno a cuatro nociones:

— La etnopolítica por encima de la geopolítica.

— Eurosiberia.

— El choque Norte—Sur.

— La amenaza del islam.

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 ¿Trata de comparar a los jóvenes palestinos con la escoria de los suburbios?

Guillaume Faye: ¡Claro que no! No se trata de desinteresarse ni de comparar a los revoltosos de los suburbios con los palestinos. La revuelta de los suburbios es étnica. Se basa principalmente en un complejo de inferioridad y de venganza que entra en el ámbito del psicoanálisis político. La comparación con los palestinos es una farsa. Lo que quiero decir es que tendríamos un problema en los suburbios incluso sin el conflicto de Oriente Próximo, y que tendríamos un problema con la Yihad y los musulmanes incluso sin la existencia del Estado de Israel. Israel no es un factor desencadenante, sino agravante. Lo que poca gente sabe, y que explicaré en mi próximo libro, es que el sionismo no data de 1947. Los primeros asentamientos judíos en Palestina se remontan a los años 80 del siglo XIX, en tierras compradas por el barón de Rothschild. Por tanto, no hay que desinteresarse de los problemas de Oriente Próximo y Oriente Medio, pero tampoco hay que centrarse sólo en eso. Cuando veo a ciertos activistas de nuestro entorno preocuparse por la causa palestina — «masturbación mental, sustitución del tipo ideal»— o compadecerse de los libaneses bombardeados por Israel, me doy cuenta de que no se interesan por nuestros problemas en el preciso momento en que estamos en pleno proceso de islamización masiva. ¿Por qué indignarse por los demás? Cuando veo que otros simpatizan profundamente con Israel, me hago la misma pregunta. ¿Por qué pensar que Israel es el escudo de Occidente? Nuestro único escudo somos nosotros mismos. Maquiavelo decía que sólo debemos luchar por los nuestros y que cualquier alianza nunca debe superar un cierto «grado de intensidad», que es «el umbral de la ingenuidad». Todo el problema reside en definirse a uno mismo, en aferrarse a la propia identidad y no a la de los demás.

[…] Se puede ser antiamericano, antisionista, lo que se quiera, pero es cansino que los europeos se interesen incesantemente por los demás. Tenemos problemas mucho más urgentes que resolver. No deberíamos posicionarnos en relación con un problema árabe—israelí. Eso es incultura política. Eso es no conocer la historia. Deberíamos centrarnos en los retos que nos amenazan. Por último, aprendamos a ser egoístas como todos los pueblos del mundo.

[…] ¿Qué tengo yo que ver con que los israelíes bombardearan Canaán? ¿Acaso Julio César, cuando se lanzó a la conquista de la Galia, se preocupó de lo que ocurría en China? Existe una obsesión judeomaníaca en nuestros círculos: ¿a favor o en contra de los judíos? ¿A favor o en contra de los israelíes? Pronto saldrá un libro mío, cuyo título aún no he revelado, pero que trata del problema judío. Escribo que la comunidad judía está completamente dividida, esquizofrénica y al borde de la explosión. Pero eso no resolverá nuestro problema. Es un tema que capta la atención de todo el mundo y es por ello que decidí escribir este libro, con la esperanza de poner efectivamente los «puntos sobre las íes», y así establecer para nuestro medio una doctrina realmente clara y sencilla sobre la cuestión judía y el problema de Israel, sin odios, sin tabúes, sin faccionalismos.

Novopress: Para aclarar las cosas una vez más y acallar los rumores, ¿se hizo o no sionista?

Guillaume Faye: ¡Por fin! ¿Cómo puedo ser sionista si no soy judío? No soy ni sionista ni antisionista: ¡ese no es mi problema! No hay que tomar partido. ¿Acaso un africano o un israelí se van a preguntar: «Estoy a favor de Ségolène Royal o de Sarkozy»? ¡No tiene ningún sentido! Tenemos que olvidarnos de estos problemas. En Francia tenemos un problema: la inmigración. La cuestión, entonces, es cuál es el papel de los intelectuales judíos en este asunto. Estos últimos, además, dan la espalda y se muerden el dedo por lo que han hecho. Pero, como mostraré en mi próximo ensayo, ¡el lobby de la inmigración está muy lejos de estar dirigido por la intelectualidad judía! El papel de los goym neomarxistas masones, cristianos e islamófilos es mucho más importante.



[1] La Ley Gayssot, ley francesa n.º 90-615 del 13 de julio de 1990, «destinada a reprimir todo propósito racista, antisemita o xenófobo». Fue propuesta por el diputado comunista Jean Claude-Gayssot y, entre otras cosas prohíbe el negacionismo del “holocausto”. El historiador revisionista Robert Faurisson consideró esta ley como una «violación de su derecho a la libertad de expresión». [NdT]

[2] Alusión a la lucha que tuvo lugar a finales del siglo XIX y principios del XX, entre partidarios y detractores de Alfred Dreyfus, oficial francés de origen judío, acusado de espionaje. [NdT]

[3] Tierra de Israel (ארץ ישראל‎, Eretz Yisra'el), término empleado para referirse a los antiguos reinos de Judá e Israel, esto es, al territorio de los hebreos.

[4] Kevin B. MacDonald (24 de enero de 1944), profesor emérito de psicología evolutiva en la Universidad de California. MacDonald es conocido por su tesis de que los judíos occidentales han tendido a ser políticamente liberales y a participar en movimientos sociales, filosóficos y artísticos política o sexualmente transgresores, porque los judíos han evolucionado biológicamente para socavar las sociedades en las que viven. [NdT] ​ 

[5][5] Jean—Edern Hallier (1936-1997), escritor, polemista, panfletario, crítico y editor judío-alsaciano, creador de los Premios anti-Goncourt y de la revista L’Idiot International. De vincularse a la extrema-izquierda, pasó a mantener relaciones con algunos miembros de la Nouvelle Droite e, incluso, en 1991, se habló de su probable ingreso en el Front National. En una entrevista a Le Monde había declarado: “Le Pen representa a muchos franceses de la Francia profunda. Es preciso reconciliar a Doriot y Thorez. Adoptó, igualmente, una postura particularmente hostil contra François Mitterand. [NdT]

 









 

DE NUEVO LOS JÁZAROS Y NOTAS PREVIAS A LA CUESTIÓN JUDÍA (I de III) – Las implicaciones del problema

 


#conflictopalestino, #orientemedio, #intifada, #inmigracionmasiva

La publicación en inglés del libro de Gordon Duff, Gratness and Controversy, reaviva la polémica en torno a los jázaros. Hace unos años tradujimos y prologamos un libro notable, La historia oculta de los falsos Hebreos. Los Jázaros: Los judíos modernos no descienden de Israel, de Benjamín H. Freedman, un hombre notable que estuvo situado en la alta política norteamericana en la primera mitad del siglo XX. Era judío convertido al catolicismo y su obra había sido olvidada después de 1945, cuando la sombra del Holocausto se proyectaba sobre toda la humanidad. Era evidente, que un libro escrito por un judío no podía ser antisemita y, seguramente por eso, su autor no fue perseguido. Sin embargo, cuanto menos se hablase de él, mejor, porque suscitaba dudas sobre la legitimidad de las reivindicaciones sionistas sobre Palestina. Así que fue relegado al olvido, hasta que supimos de su existencia y lo tradujimos para el público de lengua española.

Ahora, el libro de Gordon Duff, reaviva la polémica en torno a los jázaros. Y esto nos induce a reproducir el resumen de la obra publicado en la web The Intel Drop y también a hacer unas consideraciones sobre la “cuestión judía” y el conflicto en Oriente Medio, especialmente a la luz de los escritos de Guillaume Faye.

1. EL CONFLICTO DE ORIENTE MEDIO EN ABRIL DE 2025

El problema que plantean los trabajos de Gordon Duff y de Benjamin Freedman es el siguiente: la mayoría de “judíos” no tienen sangre judía… son judíos de religión (pero no de raza).

El planteamiento no es algo nuevo, sino que el “neosefarditismo” español de la primera mitad del XIX, (que contó con personajes tan interesantes como Ernesto Giménez Caballero y a Blas Piñar López como su último representante), ya contempló. Ya tratamos esta temática ampliamente en una serie de artículos publicada en Info-krisis en febrero de 2020. Esta tendencia consideraba como “irrecuperables” para la catolicidad, a los judíos “askenazíes” (procedentes de Europa Central y Oriental), mientras que veía a los judíos sefarditas como radicalmente diferentes, muchos de los cuales se convirtieron al cristianismo y renunciaron a su origen, abrazando el catolicismo “con la fe del converso”, es decir, que no solamente ha cambiado de religión, sino que adoptar opiniones no solo totalmente contrarias a lo que antes pensaba, sino incluso extremas dentro de su nueva religión.

A los “neosefarditas españoles les admiraba el que algunas comunidades judías instaladas en Turquía conservase cuatrocientos años después su propia lengua (el “ladino”) y se transmitieran de generación en generación las llaves de los hogares de los que habían sido expulsados. El “neosefarditismo” español consideraba a los askenazíes como un verdadero fermento revolucionario y disgregador, pero sostenían la necesidad de integrar en la “hispanidad” a los judíos sefarditas.

Freedman, por su parte, sostenía que la inmensa mayoría de judíos no pueden ser considerados como tales por su raza, sino, más bien, por su religión o por sus costumbres. Explicaba que proceden del antiguo Imperio Jázaro, situado en el territorio del Cáucaso y en parte de la Ucrania actual que, en un momento dado, se convirtieron masivamente al judaísmo, despés de oir a predicadores cristianos, a emisarios mahometanos y a rabinos judíos. Quisieron formar parte del “pueblo elegido”. Luego, cuando se produjeron corrimientos de pueblos, iniciaron una emigración hacia Europa Central, lo que explicaría, en primer lugar, la existencia de yidish (una lengua que no tiene nada que ver con el hebreo, pero es hablada por el judíos askenazíes como rasgo de identidad), costumbres antropológicas completamente diferentes a los sefarditas y el hecho de que existan amplias comunidades en la actual Ucrania, en Polonía, Hungría y en el área germánica.

Los sionista no hicieron mucho caso de esta diferenciación entre askenazíes y sefarditas. El fundador del sionismo, Teodoro Hertz, no estaba impregnado por la religión y tenia ideas completamente laicas: el movimiento que creó estaba en sintonía con los ideales del XIX, la época de los nacionalismos y, de hecho, el sionismo, es el “nacionalismo judío”. El sionismo originario reivindicaba una “patria” para Israel y despachó la “cuestión jázara”, incluyéndola en la leyenda -y decimos bien: “en la leyenda”- de las “tribus perdidas” de Israel.

Pero esto, naturalmente, restaba legitimidad a la reivindicación de Palestina como emplazamiento del futuro Estado de Israel. Si solo una ínfima minoría de los judíos existentes en el mundo podía reivindicar el derecho a volver a Palestina, tierra que habían abandonado en la “diáspora”, esto suponía un débil argumento ante la realidad de que la mayoría de judíos nunca, ni por sangre ni por religión, tenían nada que ver con la tierra de Palestina. Benjamin Freedman investigó la cuestión y redactó su trabajo que supuso el descubrimiento para muchos del “Imperio Jázaro”, el extraño caso de un pueblo caucásico convertido al judaísmo. Hoy sabemos, gracias al ADN, que tenía razón. Inapelablemente.

Teodoro Herz, probablemente también conocía algo del Imperio Jázaro y esto explicaría que, en los primeros pasos del movimiento sionista no reivindicara con particular énfasis Palestina, sino que contemplara otras posibilidades, incluso en la Patagonia, aún reconociendo que para el judaismo, existía un vínculo sentimental con Palestina.

¿Supone eso negar, aquí y ahora, en pleno siglo XXI, el derecho a la existencia del Estado de Israel? No exactamente. ¿Implica tomar partido por los palestinos en detrimento del Estado de Israel? Tampoco es eso. Vale la pena realizar una retrospectiva para entender la situación.

Desde principios del siglo XX, poco a poco, mediante la compra de terrenos y el establecimiento de colonias, los judíos fueron asentándose en Palestina. Es una historia bien conocida. Hace ya un siglo empezaron las hostilidades entre las comunidades palestinas y los incipientes grupos de colonos judíos. No se llevaban bien. Se produjo la Declaración Balfour (como pago a los servicios prestados por la prensa judía norteamericana para facilitar la entrada de EEUU en la Primera Guerra Mundial, es Freedman quien lo cuenta y debía saberlo porque estaba próximo a las esferas del poder), luego, la subida al poder de Hitler en Alemania (que, básicamente, estaba de acuerdo en que la solución a la “cuestión judía” era la que proponía el sionismo: que los judíos alemanes se marcharan del país hacia su nueva nación, con o que coincidía, directamente, con los ideales sionistas: disponer de una nación propia en la que no se sintieran “extranjeros”), más tarde la creación del Estado de Israel y una sucesión sin fin de conflictos con grupos palestinos y países árabes...

Dentro de poco se cumplirá el 80 aniversario de la fundación del Estado de Israel. Hasta 1967, esto es, hasta la Guerra de los Seis días, podía cuestionarse su existencia y sostener que los territorios que formaban parte del Estado de Israel habían sido usurpados a sus antiguos propietarios palestinos. Incluso cabía recordar que la mayoría de judíos que se habían asentado allí eran de orgien askenazí y, por tanto, tenían poco que ver con Oriente Medio.

Pero, desde 1967, hasta 2025, han pasado casi 70 años y en esas décadas han cambiado muchas cosas. Lo primero que cabe decir es que los palestinos no han sabido defender su causa. Ni ellos, ni sus aliados árabes. Sin olvidar, naturalmente, que en 1967, los gobiernos árabes de la región eran laicos y que hoy, en cambio, son islamistas. Algunos, como Arabia Saudí, se han convertido en el centro irradiador del wahabismo a todo el mundo. Por no recordar que, Turquía, Arabia Saudí e Irán, se disputan la primacía en el mundo islámico y que resulta difícil hacer coincidir a los tres países en cuestiones políticas. Irán es, desde luego, el que más se ha preocupado de “exportar” su chiísmo a Palestina, a través de las organizaciones creadas en los años 80: Hamas y Hezboláh. Estamos muy lejos de 1967, cundo Al Fatah y la Organización para la Liberación de Palestina, eran organizaciones laicas: hoy la “resistencia palestina” está fanatizada por el mensaje islamista radical.

Cuando decimos que los palestinos no han sabido defender su causa nos referimos a que han confundido la “guerra santa” con el terrorismo. Subir a un autobus repleto de civiles en Tel Aviv e inmolarse haciendo estallar una bomba, no tiene nada que ver con una “lucha de liberación” (entre otras cosas, por que un 20% de la población del Estado de Israel es de origen palestino), sino solamente con el terrorismo más ciego e irresponsable.

Aún estamos intentando entender quién tomó la más estúpida decisión  de todas las que haya adoptado la “resistencia palestina”, el pasado 7 de octubre de 2023, atacando las colonias judías próximas a Gaza cuando se cumplía el medio siglo del inicio de la Guerra del Yom Kipur. El ataque se saldó con el asesinato de 695 civiles israelíes (de los que 36 eran menores de edad), 71 civiles extranjeros, 373 soldados y policías y la toma de 251 rehenes (iniciativa definida por el derecho internacional como “crimen de guerra”). ¿Era una operación meditada? ¿Es que Hamas y la Yihad Islámica -que protagonizaron el ataque- no eran conscientes de que represalia judía sería terrible? ¿Es que se les había escapado el detalle de que Benjamin Netatyahu, antes de dedicarse a la política, era soldado de élite y que para un soldado solamente hay una reacción posible ante un ataque así: la destrucción completa del enemigo? ¿Es que se sentían seguros en sus miles de kilómetros subterráneos y de arsenales situados cerca de escuelas y hospitales e, ingenuamente, pensaban que Israel no iba a atacarlos con bombas que destrozaban los túneles y todo lo que se encontraba en la superficie? Hemos visto imágenes del conflicto ucraniano, del que siempre hemos dicho que se trataba -al menos para la Federación Rusa- de una “guerra limitada”- e imágenes de la franja de Gaza apenas 15 días después del primer ataque palestino: no quedaba nada en pie...

La zona lleva un siglo de conflicto continuo. Parece claro que no queda más camino que la negociación y para negociar es preciso, en primer lugar, tener voluntad de hacerlo y comprender que los ataques terroristas, lejos de favorecer la causa que se defiende, contribuyen a que un país dirigido por un antiguo soldado de élite y que siempre ha tenido preferencia por la “ley del talión” (“ojo por ojo y diente por diente”) no iba a permanecer acobardado. Lo que ha ocurrido después, puede cargarse a hombros de los que desencadenaron aquel primer atraque terrorista.

Sí, claro está que podemos remontarnos a las “causas primeras” y que los ataques contra colonos del 7 de octubre de 2023 eran el resultado de un pueblo arrinconado y expulsado de su tierra natal... o bien, remontarnos al Moisés bíblico para defender que Palestina es la “tierra prometida”... cada cual, pro-palestino o pro-judío, se quedará en el tramo histórico que contribuya a justificar su posición. Con lo cual, deberemos concluir, que no hay solución al conflicto de Oriente Medio: o los judíos derrotan a los árabes (como han hecho a través de cuatro guerras árabe-israelíes) o bien los palestinos echan al mar al Estado de Israel (lo que parece difícil a tenor de las diferencias entre los distintos centros de poder árabes y dada la protección que EEUU ejerce sobre Israel y a los continuos errores palestinos). ¿Unica solución? La negociacion. Y esa piltrafa de la “Unión Europea” haría bien en tratar de mediar, antes de seguir financiando las estructuras de un “Estado Palestino” o bien de aceptar inmigrantes palestinos en su territorio (inmigrantes palestinos que, por lo demás, son rechazados sistemáticamente por los países árabes vecinos).

Esto nos lleva a otro problema: por increíble que parezca, Gaza, una pequeña franja costera de 6 km de ancho y 360 km de largo, está poblada por casi dos millones de habitantes, siendo la tercera entidad política más densamente poblada del globo (después de Singapur y Hong-Kong, con un crecimiento anual de 2,33% en 2017, una de las más elevadas del mundo). Se suele recordar que Israel tiene bloqueada militarmente a la franja desde 2007... pero se suele olvidar que Egipto también la mantiene bloqueada.

Así pues, Europa es la tierra de promisión: 25.000 palestinos viven en Francia, 20.000 en el Reino Unido, Otros 20.000 en la pequeña Dinamarca, 18.000 en Suecia, y varios miles en España... Nada comparado con Alemania en donde se han asentado 200.000 gracias a los “esfuerzos humanitarios” de la Merkel. La facilidad con que se da la nacionalidad en España, hace que las cifras de palestinos sean mucho más bajas de lo que la realidad y la lógica imponen: existen palestinos en España desde 1970, como resultado de “nuestra tradicional amistad con los árabes” de la que alardeara el franquismo; muchos de los que llegaron como estudiantes, se quedaron luego a vivir aquí y han recibido la nacionalidad española. Pero, en nuestro país, existe una completa opacidad estadística en la materia y, probablemente, las cifras estén próximas a las de Suecia.

Resulta incomprensible que Gaza suea una de las zonas con una de las tasas de reproducción más altas del mundo, cuando sus habitantes deberían ser conscientes de que -en las actuales circunstancias- el “creced y multiplicaros” solamente puede generar hijos traumatizados, arrojados a una existencia insegura y a un futuro de tristeza y desolación. No podemos olvidar que, si hace 100 años que dura el conflicto judeo-palestino, ya son cuatro generaciones enteras que han nacido y vivido entre humo de incendios, tableteos de ametralladoras y detonaciones de bombas. Razones suficientes como para buscar una salida negociada al conflicto.

Pero, veamos ahora la postura que puede tomarse desde Europa. Cuando se inició la “segunda intifada” (que duró hasta 2005), se produjeron manifestaciones de solidaridad con Palestina en diversas ciudades de España... A ellas acudieron, miembros de la extrema-derecha que suele sostener, por tradición, posiciones antisemitas. Se sorprendieron porque algo había cambiado en relación a las manifestaciones de solidaridad con la “primera intifada”: en 1987, las manifestaciones estaban protagonizados por españoles que se solidarizaban con la causa palestina, dieciocho años después, en esas mismas manifestaciones, el número de españoles había disminuido, sustituidos por inmigrantes de origen árabe... entre los que los pocos miembros de la extrema-derecha, que estaban con la inmigración masiva y contra la islamización de Europa se encontraron subsumidos en medio de una marejada de chilabas, velos islámicas e imprecaciones en árabe...

Hay que ser coherentes. En política, hay que saber elegir entre “amigo y “enemigo” (Carl Schmidt). Y, utilizando una clasificación clásica y romana, entre “enemigo” y “adversario”. O, si se prefiere una clasificación política, entre “enemigo principal” y “enemigo secundario” o entre “amigos”, “camaradas” y “compañeros de viaje”. No importa el sistema elegido: lo fundamental es no caer en contradicciones. Resulta contradictorio estar contra la inmigración masiva (problema más grave que tien Europa en estos momentos, porque, el contingente islámico va creciendo y cada vez tiene más conciencia de su propio poder y de la debilidad de las sociedades europeas para afrontarlo, lo que genera un futuro incierto en el que la guerra civil religiosa-social-étnica está cada vez más cerca), pero a favor de la causa palestina. Especialmente, en estos momentos en los que el [des]gobierno Sánchez, en cualquier momento, puede declarar puertas abiertas a la inmigración de palestinos procedentes de Gaza... por “razones humanitarias”, claro está.