Contra todo pronóstico, contra lo que cabía esperar, el
Tribunal Constitucional austríaco ha declarado nulas e invalidado los
resultados de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales austríacas. Se
trata de una gran victoria de las fuerzas identitarias que apoyaron la candidatura
de Norbert Hofer y del FPÖ.
El Tribunal Constitucional estima que las elecciones del
pasado 22 de mayo registraron irregularidades generalizadas y que la victoria
por el estrecho margen de 30.000 votos recibidos por correo que proclamó al
candidato ecologista vencedor, Alexander van der Bellen, no debe ser tenido en
cuenta.
Las elecciones deberán repetirse a principios de octubre o a
finales de septiembre. A pesar de que el presidente del Tribunal Constitucional
ha declarado tras la lectura de la sentencia que “nadie es el ganador, salvo la
democracia”, lo cierto es que está muy claro quién ha ganado y a quien le han
robado votos.
Es la segunda vez en una semana que la Unión Europea sufre
una sacudida desde sus cimientos. Después del Brexit, cuando se daba por
conjurado el “peligro xenófobo y racista” que
hubiera representado una victoria del FPÖ, la UE ha sido la gran
perdedora de esta semana. Los partidos que defienden la identidad nacional han
impuesto es respeto a la legalidad democrática: después de esto ¿quién se
atreverá a definir al FPÖ como “peligro para la democracia”. El único peligro
es el de quienes organizaron sistemáticamente el falseamiento de los resultados
y que están del lado de los “partidos eurosumisos”.
El escrito de 150 páginas presentado por el FPÖ dando cuenta
de todas las irregularidades que tuvieron lugar, fue completado con un
pormenorizado estudio del Tribunal Constitucional que añadió otros más: se
abrieron los sobres antes del plazo, votaron menores de 16 años. Fueron
llamados 90 testigos y muchos de ellos reconocieron que no se cumplió la ley
electoral sobre todo a la hora de contabilizar los votos recibidos por correo.