Lo gay, como cualquier otra
opción sexual, es aceptable en tanto que manifestación de lo humano. Ciertamente,
cabría analizar el porqué hoy hay más gays que en épocas anteriores (a ver si
resulta que será por culpa del pollo como decía Evo Morales). Y, por supuesto,
habría que distinguir a la homosexualidad como opción, de la predicación de la
homosexualidad, de las manifestaciones grotescas el “orgullo gay” y, por
supuesto, de la existencia de lobbys gays. Estos últimos con los que Zatzinger
acusa de haber intentado influir en su pontificado.
En sus memorias, que van a ser publicadas
en breve y a las que el diario italiano Il
Corriere della Sera ha tenido acceso, Ratzinger afirma que nadie le presionó
para que renunciara a su cargo. Lo cual supone, en primer lugar, que su
dimisión se debió al hartazgo generado por la situación de la Iglesia y la
imposibilidad manifiesta de enderezarla. Supone, igualmente, el reconocimiento
de “falta de fe” en la tarea de la Iglesia y en su misión histórica, en su
eternidad y perennidad.
Pero todo esto era algo que podía
intuirse antes de conocer la existencia de las memorias de Ratzinger (el ex
miembro de las Hitler Jugeng, luego
servidor de una pieza de artillería antiaérea durante la guerra y finalmente
Papa emérito), lo que no podía intuirse es que el “lobby gay” intentó influir y
tener poder en el Vaticano. Ratzinger cuenta en Las últimas conversaciones, que saldrá a la venta el 9 de
septiembre, que el “lobby gay” vaticano está formado por “cuatro o cinco
personas” y trató de ejercer su poder. Ratzinger, entonces Benedicto XVI,
intentó frenar su influencia. A partir de ese momento, empezaron los problemas
que le llevaron a la dimisión y de los que la filtración de documentos personales
realizado por su mayordomo, fueron la primera parte.
Estaremos atentos a la
publicación de esta obra que, suponemos, será demoledora para el Vaticano… especialmente,
si Ratzinger tiene el valor de dar los nombres de esas “cuatro o cino personas”.