viernes, 23 de diciembre de 2022
miércoles, 21 de diciembre de 2022
Hitlerismo y ocultismo (7 de 7) – ALGUNAS CONCLUSIONES IRREBATIBLES
Esta fue toda la influencia ocultista en la cúpula del Tercer Reich: CERO ABSOLUTO. ¿Qué podemos deducir de todo esto. El primer lugar, y acaso lo más importante: es preciso saber distinguir el grano de la paja. Las fugas hacia lo paranormal, le conspiracionismo y el mundo mágico, no siempre resultan ciertos. Las divagaciones de personajes simpáticos y excéntricos, valen para las novelas de ciencia ficción, no para la Historia. Es preciso trabajar con material objetivo que solamente puede ser aportado por la historiografía, en absoluto por amantes del ocultismo y de las “emociones fuertes”. La confusión entre el Hitler ocultista, satanista y creyente en las doctrinas ariosóficas, fanático de la astrología y lector empedernido de Ostara, como hemos visto, no se corresponde con la realidad. Las cualidades de magnetismo personal, incluso de fuerza interior que impresionó a muchos, o las peculiaridades de su carácter pueden interpretarse e integrarse en su biografía de manera racional, sin necesidad de recurrir a la fantasía o tomar El Retorno de los Brujos como verdad revelada.
La
Sociedad Thule tuvo una relación directa con la prehistoria del nazismo, pero a
finales de 1919 el vínculo ya se había roto y el NSDAP estaba bajo el control
de Hitler que profesaba una hostilidad y una repugnancia natural hacia las
secta ariosóficos y los grupos ocultistas völkisch.
Cuando llegaron al poder, los miembros del NSDAP reformaron de arriba abajo el
Estado. Pronto se evidenció que su esfuerzo iba dirigido en dos direcciones: la
modernización de Alemania y su conversión en primera potencia europea en torno
a la cual crear el Nuevo Orden Europeo y la prolongación ad infinitum del régimen mediante la alianza entre las SS y la Hitler Jugend: élite para el nuevo
Estado y una juventud fanatizada que asegurara su futuro. El papel de los
ocultistas no ayudaba en ninguna de las dos direcciones.
Como
hemos visto, personajes tan dispares como Willigut o von Braun, fueron integrados
en las SS. También parece que alguna publicación de la época expuso las teorías
de Hans Horbiger sobre las glaciaciones, o las teorías sobre la “tierra hueca”
y sobre las corrientes geomagnéticas. Algunas de estas orientaciones, pronto se
revelaron quiméricas, otras, por el contrario, siendo prometedoras fueron
explotadas hasta el final. La sensación que produce este cuadro es el de un
régimen que cuando llega al poder está dirigido sobre todo por excombatientes,
activistas y militantes, abiertos a cualquier propuesta nueva que se les haga,
mientras no contenga ecos de liberalismo o de bolchevismo. Tales eran las
fronteras. Dentro de ellas, los nazis dieron muestras de grandes aperturas
mentales: dentro de esas fronteras –insistimos– no pusieron reparos a que se
divulgarán las más variadas teorías. Asumieron e impulsaron la realización de
proyectos inspirados en unas y abandonaron pronto otras.
La
élite del Tercer Reich eran las SS. En ellas, los símbolos, algunos lugares
como Wewelsburg y determinados rituales, habían sido diseñados por
Willigut–Wehistor y por sus colaboradores. Pero en los burgers de las SS, se enseñaba cultura germánica, historia y
prehistoria de Alemania, estrategia y táctica de combate… en absoluto ocultismo
o ariosofía. En 1942, finalmente, las sociedades, publicaciones y
organizaciones ariosóficas fueron prohibidas, disolviéndose todas ellas como se
habían disuelto seis años antes las organizaciones ocultistas.
Para
concluir, podemos recordar lo que hemos dicho antes: que el ocultismo
ariosófico formaba parte de la ideología
völkisch y pangermanista (no todos los völkisch
eran ariósofos, pero sí que todos los ariósofos eran völkisch) y que el universo völkisch era una parte de la Revolución
Conservadora alemana de los años veinte y treinta. El NSDAP, si bien cogió
buena parte de los elementos doctrinales y de los análisis, de la Revolución
Conservadora, se situó fuera de su disciplina. En la medida en que Hitler
construyó la “gran Alemania” y realizó, siquiera brevemente, el ideal
pangermanista, parece lógico que su acción fuera apreciada por la mayoría de
militantes völkisch y por los
ariósofos. Pero esta admiración no era recíproca: Hitler nunca sintió el más
mínimo interés por los pequeños conventículos y las sectas iniciáticas. No hubo
–salvo en la imaginación de sus promotores– “hitlerismo esotérico”.
HITLERISMO Y OCULTISMO (1 DE 7) – EL GRAN
EQUIVOCO Y LA GRAN FALACIA
HITLERISMO Y OCULTISMO (2 DE 7) – HITLER Y
SU PRESUNTA AFICIÓN AL OCULTISMO
HITLERISMO Y OCULTISMO (3 DE 7) – MILENARISMO
ARIOSOFICO Y HITLERIANO
HITLERISMO Y OCULTISMO (4 DE 7) – LA SOCIEDAD
THULE: MITO Y REALIDAD
HITLERISMO Y OCULTISMO (5 DE 7) – HITLER,
UNA EXTRAÑA PERSONALIDAD
HITLERISMO Y OCULTISMO (6 DE 7) – UNA EXCENTRICIDAD
LLAMADA ARIOSOFIA
HITLERISMO Y OCULTISMO (7 DE 7) – ALGUNAS CONCLUSIONES
martes, 20 de diciembre de 2022
Hitlerismo y ocultismo (6 de 7) – UNA EXCENTRICIDAD LLAMADA ARIOSOFIA
En 1848, año de revoluciones en Europa, en la pequeña
localidad norteamericana de Hydesville, las hermanas Fox iniciaban las “manifestaciones
espiritistas” en su domicilio. Pocos años después, el eco de aquellos espíritus
llegaría a Europa cautivando a socialistas utópicos como Robert Owen[2]. En el
Reino Unido, los fenómenos espiritistas causaron particular impresión
inspirando a autores como Bulwer Lytton, mientras que en Francia, Víctor Hugo
creía firmemente en aquellas “manifestaciones”. En toda Europa aparecieron
médiums que ejercían como “canales” para la manifestación de no importa qué “espíritus”.
Aquel fenómeno pronto se convirtió en una moda frívola con la misma extensión
que hoy pueden tener los videojuegos… Poco importaba que las propias hermanas
Fox reconocieran años después que todo había sido simulación o que entre los
médiums existiera un número desmesuradamente alto de alcohólicos (las propias
hermanas Fox lo eran), de estafadores o, simplemente, de individuos con
problemas mentales.
Pronto los espiritistas se dividieron en dos ramas:
quienes querían constituir un nuevo movimiento religioso y aquellos otros que
aspiraban solamente a examinar la fenomenología desde un punto de vista
científico. De la primera tendencia, de sus prácticas, de algunos aspectos de
su fenomenología, surgió la Sociedad Teosófica en 1875. Sus tres fundadores,
Helena Petrovna Blavatsky, Henry Steel Olcott y William Quan Judge habían sido
espiritistas, pero, a efectos de hacerlo aceptable para un público más culto
(y, por tanto, económicamente más “rentable”) rectificaron algunos aspectos del
espiritismo “religioso” e incorporaron algunas de las líneas de la rama “científica”.
De hecho, el propio nombre de “teosofía” sugería que la sociedad se quería dedicar
al estudio de la “sabiduría divina”. Cuando la Blavatsky empezó a redactar sus
largas y farragosas obras afirmó que no eran obra suya sino que habían sido
dictadas mediante “escritura automática” por “los mahatmas” o “guías del universo” (que derivaban de la idea de los “Superiores
Desconocidos” aparecida en algunas corrientes masónicas y martinistas del siglo
XVIII[3]).
Con el paso del tiempo, la Sociedad Teosófica, fundada
en Nueva York, irradió a todo el mundo y pudo contar especialmente con una
pléyade de personalidades procedentes de la nobleza (especialmente femenina) y
del mundo de los negocios. A pesar de que penetró en todos los países europeos,
su implantación fue desigual. Alemania fue uno de los países en los que la
Sociedad Teosófica tuvo un desarrollo más agitado. En la India, se le tachó de “agente
del colonialismo inglés” y esa misma sospecha caló en Alemania, país done,
además, apareció la personalidad de Rudolf Steiner que en 1902 se convirtió en
secretario de la rama alemana de la Sociedad Teosófica. Dos años después su
radio de acción abarcó también a Austria. Durante la gestión de Steiner la
teosofía consiguió arraigar en Alemania. Cuando se aproximaba la Primera Guerra
Mundial, en 1912, Steiner se escindió de la teosofía y fundó un movimiento
propio, la Sociedad Antroposófica, cuya sede central se encontraba en Dornach
(Suiza). Sin embargo, hasta la llegada de Steiner la teosofía alemana fue
extraordinariamente débil como realidad orgánica, a pesar de que las obras de
la Blavatsky habían tenido cierta difusión[4].
Una de las teorías teosóficas más peregrinas era la de
las “razas matrices”[5] en la
que la Blavatsky menciona a la “raza aria” como la actualmente hegemónica.
Dentro de ella, en el período en el que escribía sus divagaciones, afirmaba que
dominaba la “cuarta sub–raza”, la céltica que sería sustituida por la “quinta
sub–raza teutónica”… No es raro que una tendencia de los ocultistas del área
germanofona quisiera entender que ellos, los “arios” estaban predestinados a
ser hegemónicos en virtud de esta peregrina doctrina que adaptaron a su diseño
pangermanista.
En 1902, un teosofista, Guido von List operó la fusión
entre ocultismo y pangermanismo. Adaptó la doctrina de las “razas matrices” a
su particular perspectiva, eliminó las consideraciones sobre las subrazas y
simplificó el esquema reconociendo únicamente a cinco razas: la astral, la
hiperbórea (que habría habitado en el Polo Norte), la lemuria (que habitaba una
isla situada en el hemisferio Sur, en el Índico), la raza atlante (que
habitaría en el continente perdido situado más allá de Finisterre) y,
finalmente, la raza aria. Con esta última se cerraba el ciclo y se aproximaba a
la restauración del ciclo primordial, la Edad de Oro. En 1911 escribió que esta
restauración cristalizaría en la reaparición de un Imperio germánico,
racialmente puro derivado de la “religión armanista”. En cuanto al “armanismo”,
expuesto por List (y, en realidad, una simple creación suya) era el nombre que
daba a lo que en su particular y peculiar visión consideraba como “antigua
religión germánica” previa a la implantación del cristianismo por Carlomagno.
Descubría nociones que nunca han sido identificados por el estudio científico
de las religiones en la Germania antigua, pero que eran habituales en el
pensamiento teosófico: la idea de la reencarnación y la idea del karma. El armanismo sería la religión
germánica reservada a una pequeña élite de iniciados, es decir, el esoterismo
germánico, mientras que el “wotanismo” sería la forma religiosa exotérica
abierta a todos. List sostenía que al cristianizarse Germania, los iniciados
armanistas siguieron existiendo refugiados en las corporaciones artesanales, la
orden de los templarios, la Santa Veheme, la francamasonería, las órdenes de los
rosacruces, la heráldica y las formas arquitectónicas. Por todo ello
consideramos a la ariosofía como una forma de “teosofía germanizada”.
Las teorías de List conseguirían difundirse solamente
en sectores pangermanistas interesados por el ocultismo (a fin de cuentas les
ofrecía una forma “nacionalista”, una especie de ocultismo “germanizado”) que
cristalizaron en la formación de la Sociedad List y en 1911 en la constitución
de la Orden Superior de los Armanes que no sería sino la élite esotérica (o, si
se quiere, en el “círculo interior”) de la primera. Dentro de esta se
constituyó la Logia Wotan dirigida por Hermann Pohl de la que emanó en 1912 la
Germanenorden cuya rama bávara era la Sociedad Thule, tal como hemos visto.
List y su particular doctrina sería una de las fuentes
de esta corriente. La otra estaría en las ideas sostenidas por Jörg Lanz von
Liebenfeld, que, aun siendo diferentes en su forma a las de List, respondían a
la misma intención de estructurar una teosofía germanizada. Lanz fue a quien debe
su nombre esta tendencia: “ariosofía”, literalmente, “sabiduría de los arios”.
El “manifiesto” de Lanz es un libro publicado en 1905 cuyo título induce a la
sonrisa: Teozoología o la tradición de
los simios sodomitas o el electrón de los dioses… El título, en realidad,
resume el contenido: en tiempos primigenios existiría una “raza aria pura” que
habría procedido de “las estrellas” y que engendraban mediante “electricidad”.
La pareja originaria, Adán y Eva, eraa considerada por Lanz como hombres–dioses.
Fue Eva la que mantuvo relaciones sexuales con un simio, alumbrando el
nacimiento de razas inferiores (de hecho, interpretaba la atracción de mujeres “arias”
por hombres “oscuros” a este hecho). El “verdadero” episodio protagonizado por Eva era, para
Lanz, un símbolo del “pecado original” cometido por la “raza aria”:
copular con simios, la “caída” era, pues, el mestizaje”. Pero esta “caída” les
privó de sus poderes originarios (que eran, poco más o menos, divinos y, en
cualquier caso, paranormales). La restitución al “estado primordial” no podía
realizarse sin recuperar la “sangre pura de los arios”. Cuando los arios
nuevamente sean puros, podrán, no solamente recuperar sus poderes perdidos,
sino establecer también un Estado Ario Mundial (que Lanz llama “tercera edad”
que sigue a la edad de oro de los orígenes y a la edad de hierro generada
cuando la raza de las estrellas copuló con los simios…). Una de las medidas que
Lanz proponía para alcanzar tal estado de pureza era la castración de los “simioides”
y de cualquier otra “especie inferior”
Se observará que existen similitudes entre este
planteamiento y el bíblico. A fin de cuentas en ambos casos se trata del estado
edénico primordial que se interrumpe bruscamente al producirse una “caída”. En
cuanto a la doctrina de las “edades” es, verosímilmente una adaptación de las
bíblicas edades del “Padre”, del “Hijo” y del “Espíritu Santo”. Lanz,
deliberadamente, había realizado una reinterpretación de los textos bíblicos en
clave… sexual. La suya ha sido definida como una “gnosis sexo–racista”. Lanz,
en su juventud había sido miembro de la Orden del Císter y conocía la exégesis
bíblica que intentó adaptar a su planteamiento racista. Es curioso constata como,
en cada ocasión en la que aparece el tema de la “sangre” en el Antiguo o en el
Nuevo Testamento, Lanz lo interprete en clave racista. La “búsqueda del Grial”,
igualmente, no sería sino el proceso a través del cual, mediante relatos
alegóricos y símbolos, se alude a la búsqueda y restauración de la pureza de la
sangre aria.
A pesar de lo excéntrico de estas teorías, cayeron en
un campo de cultivo abonado por el ocultismo de matriz teosofista y por el
nacionalismo pangermanista. Poco después de la publicación de su teoría, Lanz
abordó la publicación de la revista Ostara
que se hizo portavoz de estas doctrinas y cuyos cuadernos aparecieron
regularmente entre 1905 y 1913 como vehículo doctrinal de la “ariosofía”. La
Orden del Nuevo Temple, así mismo fundada por Lanz en 1907 (y disuelta en1942
por el Tercer Reich), el Lumen Club austríaco (buena parte de cuyos miembros
pertenecían al NSDAP), la Sociedad Ariosófica (creada en 1928), en Instituto
Swástika creado en 1925, el Centro Cultural Ariosófico de 1931, la Sociedad del
Edda, fundada en 1925 por Rudolf John Gorsleven, miembro también de la Sociedad
Thule, fueron otras tantas organizaciones que surgieron a partir de las teorías
de Lanz.
Lanz, dividió la “ariosofía” en dos ramas: a una le
atribuyó un carácter “científico” (la teozoología), mientras que otra tuvo un
carácter religioso (el ario–cristianismo). A partir de 1920 se generalizará el
uso de la palabra “ariosofía”. Para él, “ariosofía” sería el estudio sobre el “conocimiento
esotérico de los arios”. Pero una acepción más amplia atribuirá a este término
el estudio de todos los cultos y teorías, místicas, míticas, religiosas y
esotéricas sobre los ario–germanos. Y en esta última acepción, cabían tanto las
tesis de Lanz como las de List y toda la galaxia de grupos y revistas que se
identificaban con el ocultismo völkisch.
Faltaría hablar –y tiene sentido que lo hayamos dejado
para el último lugar– de Karl María Willigut, cuyas excentricidades iban
solamente un poco más allá de todo lo anterior. En efecto, se debe a Willigut
haber creado la “religión irminista” de la que no hay rastro en los tratados de
historia de las religiones. Willigut decía tener “visiones” derivadas de una
capacidad de la que alardeaban algunos ocultistas de principios del siglo XX:
la “memoria ancestral”. Determinados lugares, olores, sensaciones, despertaban
en el vidente el recuerdo de lo que había ocurrido en otro tiempo en esos
mismos espacios y le permitían así penetrar en una pre–historia que de otra
manera se mostraba infranqueable a la vista de documentos objetivos. Willigut
decía haber reconstruido por este procedimiento la antigua religión germana
vigente doce mil años antes de nuestra era. Para él, el Cristo de los
evangelios, no era otro que el dios germánico Krist (del cual, obviamente, no
hay datos en ningún otro lugar más que en los delirios de Willigut) que
adoraban las tribus de tales enclaves. El papel de los misioneros cristianos
consistió en apropiarse del recuerdo del dios Krist y desfigurar las
tradiciones germánicas.
La figura de Willigut no tendría el menor interés sino
como una variante colateral de todo el magma ariosófico, de no ser porque
consiguió seducir durante unos años a Heinrich Himmler y entrar en su Estado Mayor
personal. Y esto nos lleva a la etapa final de nuestro estudio: la Orden Negra.
LA
PENETRACIÓN ARIOSÓFICA EN LAS SS (OTRO MITO)
Hasta aquí, los amantes del ocultismo estarán
decepcionados: si Hitler no tuvo nada que ver con la ariosofía, si esta tendencia
era un pequeño grupo incluido dentro del subgrupo de la “revolución
conservadora” conocido como völkisch,
si la Sociedad Thule dio lugar al antecedente inmediato del NSDAP que pronto
quedó fuera de la órbita de sus creadores, si, para colmo, las sociedades
ariosóficas fueron prohibidas en 1942… entonces ¿es que no hay ninguna relación
sólida entre lo ocultista y la política seguida por el Tercer Reich? La
respuesta, en principio, es negativa. No, no la hubo. Ahora bien… existió
dentro del régimen nacionalsocialista una institución, las SS, que deparaban un
tipo de enseñanzas que, si bien tienen una relación tangencial con todo esto,
mantienen algunas relaciones e intereses comunes con el ambiente ariosófico. Y,
por otra parte, en uno de los departamentos de las SS (el Estado Mayor Personal
de Himmler) encontraremos a personajes vinculados al mundo esotérico y a la
ariosofía. Vale la pueda, pues, establecer los límites de esta relación.
Hay que encuadrar a las SS en el contexto del
nacional–socialismo y a la figura de su impulsor Heinrich Himmler. Será
entonces cuando podamos ubicar con mayor facilidad figuras como Otto Rahn (el
estudioso sobre el tema cátaro) o Karl María Willigut. Podremos interpretar
mejor la expedición de las SS al Tíbet o la existencia de instituciones como la
Anhenerbe. Y, finalmente, estaremos
en condiciones de entender cuál era el proyecto que la dirección de las SS se
fijaba para la Europa que debería de haber surgido de una eventual victoria de
las armas alemanas.
Sobre la expedición al Tíbet se han elaborado todo
tipo de teorías[6], cuando
la verdad era extremadamente simple: bastaba con examinar los cientos de horas
que habían filmado y los miles de fotografías que se han conservado para
percibir que se trató de una expedición de carácter científico. No parece que
haya nada en ella –como en la aventura del alpinista Heinrich Harrer, autor de Siete años en el Tíbet– que remita a
aspectos esotéricos y muchos menos a una intencionalidad ocultista. El hecho de
que la expedición tuviera lugar en un país que en ese momento estaba cerrado a
cualquier influencia exterior y que constituía un misterio para Occidente era,
precisamente, lo que lo hacía atractivo desde el punto de vista científico.
Se ha repetido hasta la saciedad que la expedición
estaba guiada por el deseo de localizar al “rey del mundo” y de encontrar la “puerta
secreta que abría la ruta del Agartha”[7].
Pauwels y Bergier inundan con una amalgama de nombres entremezclados, datos
auténticos seguidos de informaciones falsas, o simplemente grotescas (atribuir
un valor más allá del literario –muy cuestionable por lo demás– a la obra de un
electricista inglés que firmaba sus libros de aventuras con el seudónimo de Lobsang Rampa[8]), para
luego desatarse en una sucesión de incoherencias que les lleva a intentar
demostrar que existió un nexo entre la figura mítica del “Rey del Mundo”,
Hitler, el Tíbet, la Sociedad Thule y el tan pintoresco como inexistente “monje
de los guantes verdes”[9] que
circularía por Berlín durante el Tercer Reich y cuya pista ha sido esquiva para
cualquier historiador, salvo para la pareja firmante de El Retorno de los Brujos[10]. Y, sin
embargo, todo era tan absolutamente simple que resulta incomprensible que la
piedra arrojada por los autores de este libro a las aguas de la verdad, haya
tenido efects que duren todavía hoy[11].
La expedición al Tíbet se realizó en el marco de las
actividades de la Ahnenerbe y estuvo
dirigida por el SS–Standartenfhürer Schaeffer.
Una expedición de este tipo era lógica desde el punto de vista científico: en
primer lugar porque el Tíbet era casi completamente desconocido para Occidente;
luego porque la Ahnenerbe era una
institución científica cuyo anagrama resumía perfectamente los objetivos que se
proponía: "Sociedad
para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana". La
sociedad, fundada el 1 de julio de 1935, se integró en 1940 en el organigrama
de las SS. Estuvo bajo la presidencia de Himmler, Walther Wüst y Wolfram von
Sievers. Sus campos de investigaciones fueron la arqueología, la antropología y
la etnología. A lo largo de su existencia fueron variando las influencias que
experimentó. Inicialmente, nació de la voluntad de Himmler, Walter Darré y
Hermann Wirth, los tres interesados en la cuestión racial y al mismo tiempo
defensores del origen nórdico–germánico de la cultura. Hasta ese momento,
Alfred Rosemberg había vetado la difusión de la obra de Wirth (de origen
holandés) en el interior del NSDAP. En 1934, Wirth se entrevistó por primera
vez con Himmler[12] y éste aceptó constituir un
instituto de investigación que, además, fuera capaz de difundir y popularizar
entre la población los temas de estudio que afectaban a las raíces del
germanismo.
Sin
embargo, a poco de la fundación de la entidad surgieron los primeros problemas:
Himmler consideraba que el germanismo se había formado en torno a la casta
guerrera, mientras que Wirth y Darré, opinaban que este papel correspondía al
campesinado. A medida que avanzó el tiempo, Himmler fue afinando la misión de
las SS y variando la función que inicialmente había atribuido a la Ahnenerbe.
Himmler
quiso reunir en torno suyo a la élite de todas las actividades científicas,
intelectuales, técnicas, militares y educativas que se desarrollaban en
Alemania. Eso garantizaba la supervivencia del régimen nacionalsocialista más
allá de la desaparición del führer
por muerte natural. En efecto, de la guerra debía de salir una élite heroica
forjada bajo el signo de las dos “S” rúnicas y, no solamente entre los pueblos
de habla germánica, sino en toda Europa. En efecto, a partir de 1941, las Waffen SS o SS–Armadas, incorporaron a
voluntarios de naciones extranjeras que en 1944 ya constituía la mitad de sus
efectivos[13] (unos 914.000 hombres). Los
planes de Himmler iban mucho más allá de la constitución de una élite militar.
Después de la guerra, el Nuevo Orden Europeo debía de haberse reconstituido en
torno a esta élite que, de regreso a sus países de origen se habría hecho cargo
progresivamente de los gobiernos que hasta ese momento estaban en manos de “colaboracionistas”,
muchos de ellos procedentes de la derecha conservadora y autoritaria.
El
eje formado entre las SS y la Hitler
Jugend, habría garantizado posibilidad de que el régimen hitleriano fuera
algo más que un paréntesis en la historia debido a la irrupción de la
personalidad carismática de Hitler. Vale la pena recordar que hasta último
hora, prácticamente hasta los primeros días de mayo de 1945, fueron
precisamente estas dos instituciones las que opusieron una resistencia más
fanática al avance de los aliados en el Este y en el Oeste. Cuando el Almirante
Dönitz firmó la rendición del Reich, los grupos clandestinos del Wehrwolf que siguieron resistiendo y
saboteando la retaguardia aliada estaban formados por miembros de estas dos
organizaciones. Así pues, el plan de Himmler no era descabellado sino que
estaba regido por una lógica aplastante y eso explica incluso por qué las
relaciones con el Vaticano se tornaron frías: en efecto, la Iglesia aspiraba en
Alemania, como había hecho en Italia, a mantenerse al margen de la trayectoria
del régimen a cambio de hacerse cargo de la educación de la juventud[14]. Sin embargo, la suerte de
las armas les fue adversa y las SS terminaron siendo consideradas (al igual que
la Ahnenerbe o el propio NSDAP) como “organización
criminal” y duramente tratados en la postguerra.
En
los juicios de Nuremberg y en los documentos que se conservan de la Ahnenerbe y de las SS, no hay nada que
pueda ser considerado como esotérico u ocultista. Como máximo se sabe que en
los cursos de formación que se realizaban (no para las Waffen–SS, sino para las SS) se daban clases sobre runas, mitología
y religiosidad germánica, pero siempre dentro de los criterios científicos
ortodoxos[15], nunca según los patrones
ariosóficos según las cuáles las runas serían el “filtro astral” utilizado para
la adivinación e incluso defendían la existencia de un “yoga rúnico” para el
que los trazados de los símbolos indicarían posiciones del cuerpo[16]). Se ha dicho con frecuencia
que Himmler era “apasionado del ocultismo”, pero no hay constancia de tal
afición fuera del dato de que leía libros sobre “los relatos míticos sobre el
pasado heroico de su país y los tratados de ocultismo”[17]. También consta que estuvo
afiliado a la Sociedad Alemana de Palingenesia[18]. Pero no hay absolutamente
ningún dato más sobre su pertenencia a ninguna sociedad secreta o iniciática,
ni siquiera a ningún grupo ocultista o ariosófico. Tampoco estuvo vinculado a
la Sociedad Thule. Le interesaba, sin embargo, el pasado mítico[19]. Ese fue uno de los motivos
por los que participó en la creación de la Ahneberbe.
Quiso que las SS fueran la élite de Alemania, que en su interior formaran los
mejores hombres, los más preparados, los más capaces; por eso patrocinó la
expedición al Tíbet o integró en sus filas a científicos como Wernher Von Braum
y el equipo que diseñó la V–2 (que luego proseguirían su obra con el Programa
Apolo que culminó con la llegada del hombre a la Luna[20]). Muchos profesores
universitarios, científicos, investigadores en determinados campos en los que
Himmler estaba personalmente interesado o que, simplemente, eran de carácter
estratégico, recibieron el grado de miembros de las SS y algunos fueron
incorporados a su Estado Mayor Personal.
Tal
fue el caso de Otto Rahn, el renovador en Alemania de los estudios sobre el
catarismo quien elaboró una teoría sobre las relaciones entre el Parsifal de Wolfram von Eschembach y el
catarismo occitano. Para Rahn, el Parsifal enmascararía la cruzada contra los
cátaros (a los que consideraba depositarios del Grial). Himmler becó las
investigaciones de Rahn (el cual es posible que durante su estancia en las
inmediaciones de Occitania realizara también algunos trabajos de inteligencia e
información para las SS[21]) y publicó a sus expensas los
dos libros que escribió[22]. La importancia de Rahn,
empieza y termina por el hecho de haber elaborado una teoría que, a fin de
cuentas, demostraba que lo sucedido en la Occitania del siglo XII estaba
relacionado con la cultura germana. Rahn, en sí mismo, no tuvo absolutamente
ninguna importancia, ni influencia en el interior del Tercer Reich.
Diferente
fue el papel desempeñado por Karl María Willigut, alias “Weisthor”, en el
entorno de Himmler que se prolongó durante un tiempo. Himmler conoció a
Willigut en 1934, cuando contaba 67 años y durante los cuatro años siguientes
mantuvo una relación relativamente estrecha con él. Finalmente, el General SS
Karl Wolf, uno de los más próximos colaboradores de Hitler, consiguió enterarse
de los trastornos psiquíatricos que había tenido Willigut desde los 40 años,
habló con su familia y consiguió deshacer el favor que Himmler le deparaba.
Willigut, oscuro militar, se había interesado por las sociedades secretas y el
ocultismo, ingresando en la masonería austríaca. Años después, tras haber ocupado
diversos cargos, dimitió. Se sabe que hacia 1903 empezó a interesarse por la
literatura ariosófica y los trabajos de Guido von List[23]. Hasta 1932 su destino no se
cruzó con el del NSDAP. Ese año conoció a Frieda Dorenberg, una de las miembros
fundadores del NSDAP (tenía el carné número 6 y fue llamada “la conciencia del
partido”, que pertenecía, como Willigut a la Sociedad del Edda y creía en la
doctrina airosófica. Le invitó a acudir a Munich y a integrarse en un círculo
local de esta corriente, los Hijos Libres de los Mares del Báltico y del Norte)
en donde repitió las excentricidades sobre su origen y filiación como
descendiente de Wotan, irminista y “rey oculto de Alemania”. Fue unos meses
después, en el verano de 1933, cuando un antiguo amigo suyo, convertido en
miembro de las SS, le presentó a Heinrich Himmler. Las supuestas capacidades de
“memoria ancestral” de Willigut (que utilizaba el seudónimo de Weisthor)
interesaron al Reichführer el cual lo
nombró en 1933 jefe del Departamento de Pre y Proto–Historia, dependiente de la
Oficina Central de la Raza y la Colonización y ascendido posteriormente al
rango de coronel de las SS Allgemeine.
A él se debe la elección del castillo de Wewelsburg como sede central de la
organización, el diseño el Totenkopfring
(anillo con la calavera) distintivo de las SS y algunos rituales utilizados en
ceremonias (como la del bautismo de hijos de miembros de las SS o las fórmulas
utilizadas en sus bodas). Tal fue toda su aportación a la “orden negra”. No
hubo más. La Ahnenerbe rechazó el
ingreso de Willigut en su organización. A partir de 1936 fue cayendo en el
alcoholismo y el tabaquismo y, finalmente, jubilado. La unidad que dirigía fue
disuelta a principios de 1939, en cuanto a el, se le concedió una pensión y una
asistenta, falleciendo en 1946.
[1] La mayoría de
referencias contenidas en este parágrafo han sido extraídas de Les racines occultistes du nazisme,
Nicholas Goodrick–Clarke, op. cit., especialmente de los capítulos 8 (págs.
127–150) y 9 (págs. 151–176)
[2] Cf. El Mandril de la Blavatsky, Peter
Washington, Edición digital, pág. 16. Cf. también Lo paranormal, los ovnis y la
izquierda del abuelo, Ernesto Milá, revista El
Viejo Topo, julio de 1996.
[3] El mito de la revolución masónica. La verdad
sobre los masones y la revolución francesa, los iluminados y el origen de la
masonería moderna, Eduardo R. Callaey, Editorial Nowtilus, Mdrid 2007,
pags. 110–113.
[4] Para una crítica a
las posiciones de Steiner y de la Blavatsky y, al mismo tiempo, para una
aproximación histórica a la teosofía y a la antroposofía puede leerse El teosofismo, René Guénon, Ediciones
Obelisco, Barcelona 1986 y El Mandril de
la Blavatsky, op. cit. En ambas obras se percibe que en la Europa de
finales del XIX el nacionalismo afectaba también a la difusión de este tipo de
ideas ocultistas. En efecto, si la teosofía no pudo arraigar en aquel país como
en otros, fue precisamente por la rivalidad anglo–alemana que desembocaría en
la Primera Guerra Mundial (es significativo, por ejemplo, que la formación de
la Sociedad Antroposófica precediera en solo dos años al estallido de la
guerra, cuando la guerra ya parecía inevitable).
[5] Guénon la resume
con bastante exactitud y pocas líneas: “Siete «razas madres» se suceden en el
curso de un «período mundial», es decir, mientras la «ola de vida» permanece en
un mismo planeta; cada «raza» comprende siete «sub–razas», de las cuales cada
una se divide a su vez en siete «ramas». Por otra parte, la «ola de vida»
recorre sucesivamente siete globos en una «ronda», y esta «ronda» se repite
siete ve–ces en una misma «cadena planetaria», después de lo cual la «ola de
vida» pasa a otra «cadena», compuesta igualmente de siete planetas, y que será
recorrida a su vez siete veces; hay así siete «cadenas» en un «sistema
planetario», llamado también «empresa de evolución», y, finalmente, nuestro
sistema solar está formado por diez «sistemas planetarios»; por lo demás, hay
alguna fluctuación sobre este último punto. Nosotros estamos, actualmente, en
la quinta «raza» de nuestro «período mundial», y en la cuarta «ronda» de la
«cadena» de la que forma parte la Tierra, y en la que ocupa el cuarto rango;
esta «cadena» es igualmente la cuarta de nuestro «sistema planetario», y
comprende, como ya lo hemos indicado, otros dos planetas físicos, Marte y
Mercurio, más cuatro globos que son invisibles y que pertenecen a «planos superiores»;
la «cadena» precedente es llamada «cadena lunar», porque es representada en el
«plano físico» sólo por la Luna. Por lo demás, algunos teosofistas interpretan
estos datos de una manera bastante diferente, y pretenden que en todo esto no
se trata más que de estados diversos y de «encarnaciones» sucesivas de la
Tierra misma, y que los nombres de los otros planetas no son aquí más que
designaciones puramente simbólicas; estas cosas son verdaderamente muy oscuras,
y no acabaríamos con ellas si quisiéramos hacer notar todas las aserciones
contradictorias a las que han dado lugar. Es menester agregar también que hay
siete «reinos», que son tres reinos «elementales», más los reinos mineral,
vegetal, animal y humano, y que, al pasar de una «cadena» a la siguiente, los
seres de uno de estos reinos pasan en general al reino inmediatamente superior;
en efecto, son siempre los mismos seres los que se supone que cumplen su
evolución mediante múltiples encarnaciones en el curso de los diferentes
períodos que acabamos de enumerar” (R. Guénon, op. cit., pág. 86).
[6] El nacional–socialismo y el Tíbet (I de II),
deshaciendo mitos, situando problemas, combatiendo exageraciones, Revista
de historia del Fascismo nº 29, febrero 2014, págs. 94–118; El nacional–socialismo y el Tíbet (I de II),
deshaciendo mitos, situando problemas, combatiendo exageraciones, Revista
de historia del Fascismo nº 30, marzo–abril 2014, págs. 92–95.
[7] Pauwels y Bergier,
op. cit., pág. 188.
[8] Ídem, pág. 164.
[9] Ídem, pág. 188.
[10] “En Berlín, un monje tibetano, apodado «el hombre de los
guantes verdes» y que anunció tres veces en la Prensa, con exactitud, el número
de diputados hitlerianos enviados al Reichstag, recibía con regularidad a
Hitler. Era, al decir de los iniciados, «detentador de las llaves que abren el reino
de Agarthi»”. Pauwels y Bergier, op.
cit. (pág. 188). Cabe decir que no existe la menor pista sobre el origen de
esta información más allá de esta referencia y los autores de este libro no
explican el origen de su fuente. En realidad, El Retorno de los Brujos
se convierte en absolutamente abracadabrante entre las páginas 188 y 196,
pasando del geopolítico Karl Haushoffer, al explorador Schaeffer, y de éste al
esoterista René Guénon, mezclando menciones a Austwitchz, al desierto del Gobi,
con citas extraídas del libro de Rauschning y fragmentos del Dalai Lama, etc:
un verdadero “popurrí”, siguiendo una técnica similar a la utilizada por la
Blavatsky (lanzar una abundancia extrema de datos procedentes de las fuentes
más diversas, todas ellas sin cribar, ni referenciar), a efectos de obtener una
síntesis sincrética que en este caso tendería a demostrar que el Tercer Reich
tenía una cúpula que respondía a tres rasgos: irracionalidad, criminalidad y
satanismo.
[11] Véase, por
ejemplo, el artículo publicado en la revista
Año Cero, nº 242, septiembre de 2010, artículo Hitler: médium, mago, mesías o poseso, págs. 10–22, o el libro Sangri–La: la cruz bajo la Antártida,
Julio Murillo, editorial Leer–E, Pamplona 2010. Ambos textos son lo
suficientemente recientes como para demostrar que la ola desencadenada por El Retorno de los Brujos todavía goza de
buena salud.
[12] El texto más
completo sobre la historia de la Ahnenerbe es, sin duda, Das “Ahnenerbe“ der SS 1935–1945. Ein Beitrag zur Kulturpolitik des
Dritten Reiches. Michael H.
Kater, Auflage, Oldenbourg, München 2006. En castellano
solamente existe Ahnenerbe, la demencia
científica de los nazis, José Antonio Solís Miranda, El Arca de Papel
Editores, 2007, libro poco fiable que sostiene que el inspirador de la
Ahnenerbe era… Karl María Willigut.
[13] Para una historia
de referencia sobre las SS puede leerse La
Orden de la Calavera, Heinz Höhne, Plaza & Janés, Barcelona 1976.
[14] Sobre la educación
en el Tercer Reich puede verse: Historia
Social del Tercer Reich (Richard Grunberge, Editorial Ariel, Barcelona
1971), especialmente los capítulos La
Juventud (pág. 284–301), La Educación
(pág. 303–322) y Las Universidades
(pág. 323–342).
[15] Adrian Weale, SS Una historia nueva, Turner
Publicaciones, Madrd 2013, especialmente el capítulo XIV La militarización de
los “soldados políticos”
[16] Un eco de esta
temática puede encontrarse en la obra El
Libro Mágico de las Runas, Fabiana Daversa, Editorial Kier, Buenos Aires
2004.
[17] Adrian Weale, op. cit., pág.
67.
[18] H. Höhne, op. cit., pág. 59.
[19] Himmler elaboró
para las SS una doctrina que remitía a los ideales románticos de la nobleza y
el honor y puso gran empeñó en dar una expresión concreta a este aspecto de su
“orden de caballería”. (…) Siempre tuvo apego a los relatos míticos que le
había enseñado su padre. Por lo demás, y aunque no conviene dar demasiada
importancia a su fe en el ocultismo, es innegable que incorporó ciertos
aspectos de este a su pensamiento” (A. Weale, op. cit., pág. 27).
[20] Para una biografía
esencial de Von Braun y sus relaciones con Hitler y el nacionalsocialismo,
véase Ciencia, Política y poder:
Napoleón, Hitler, Stalin y Eisenhower, José Manuel Sánchez Ron, Fundación
BBVA, Bilbao 2010 , pág. 126–134
[21] Tal es la tesis de
Christian Bernadac que presentó en su obra Le
mystere d’Otto Rahn, le Graal et Monsegur; du Catharisme au Nazisme,
Éditions France–Empire, París 1978, pág. 226 y sigs. Para Bernadac, Rahn era
una mezcla de investigador y agente de inteligencia. Después de que Himmler
ordenada a las SS que presentaran su “certificado de pureza racial”, Rhan (que
tenía antecedentes hebreos) simuló su suicidio y siguió trabajando para las SS
con el nombre de “Rudolf Rahn” (se da la circunstancia de que la secretaria de
Otto Rhan y de Rudolf Rhan era la misma mujer). Rudolf Rahn participaría en la
revuelta antibritánica de Irak en 1940 y posteriormente sería embajador alemán
en Roma después de la caída de Mussolini y durante la República Social
Italiana, subordinado al general SS, Karl Wolf.
[22] La Corte de Lucifer, Otto Rahn, Círculo
Latino, Madrid 2005 y La Cruzada Contra
el Grial, Otto Rahn, Editorial Hiperión, Brcelona 1994.
[23] Su primo Willy Thaler le presentó a Jörg Lanz von
Liebenfels, el fundador de la Orden del Nuevo Temple. Willigut consiguió
interesar a Lanz, el cual envió a uno de sus hombres de confianza para que
elaborara un informe sobre el desconocido durante el invierno de 1920–21. Así,
Lanz supo que Willigut se consideraba el “rey secreto de Alemania”, último
descendiente de la “religión irminista”. Willigut se consideraba dotado de
“memoria ancestral” o capacidad de reconstruir los sucesos que habían ocurrido
en un paraje concreto a los miembros de su raza. En esa época lanzó una revista
pangermanista, ariosófica e “irminista” titulada Der Eiserne Besen (La escoba de acero) orientada contra católicos,
judíos y masones. En 1924 fue detenido en plena calle –tras denunciar su esposa
que sufría trastornos mentales– e ingresado en una institución psiquiátrica de
Salzburgo durante dos años y medio. Los miembros de la ONT siguieron en
contacto con él y obtuvieron finalmente su salida del sanatorio. Los médicos
reconocieron que no era peligroso para la sociedad y que sus creencias
–incluida la de remontar su árbol genealógico a Wotan– eran “poco comunes”. Se
instaló en Salzburgo convirtiendo su hogar en un centro de recepción de las
diferentes corrientes ariosóficas (extraído de Karl María Willigut: le Raspotine d’Himmler, Christian Bouchet,
Avatar Éditions, París 2007).
HITLERISMO Y OCULTISMO (1 DE 7) – EL GRAN EQUIVOCO Y LA GRAN FALACIA
HITLERISMO Y OCULTISMO (2 DE 7) – HITLER Y SU PRESUNTA AFICIÓN AL OCULTISMO
HITLERISMO Y OCULTISMO (3 DE 7) – MILENARISMO ARIOSOFICO Y HITLERIANO
HITLERISMO Y OCULTISMO (4 DE 7) – LA SOCIEDAD THULE: MITO Y REALIDAD
HITLERISMO Y OCULTISMO (5 DE 7) – HITLER, UNA EXTRAÑA PERSONALIDAD
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HITLERISMOY OCULTISMO (7 DE 7) – ALGUNAS CONCLUSIONES