jueves, 23 de diciembre de 2021
ESTOS SON MIS PRINCIPIOS (LO LAMENTO, NO TENGO OTROS) (3 de 3)
En la primera
parte de este estudio, pasamos revista al gran problema que arrastra Europa
desde 1945 y la necesidad de superar los pequeños Estados-Nación en beneficio
de un bloque continental. En la segunda parte, advertíamos de la gravedad de la
crisis actual y de la espantosa sima ante la que nos encontramos, así como las
distintas actitudes de los cuatro sectores políticos presentes en las
partidocracias europeas. Advertíamos que, de esta situación no se sale con unas
simples elecciones. Terminábamos, finalmente, recordando las coberturas que
utiliza el “sistema” para garantizar que todas las discusiones y debates que se
den, no afectarán al núcleo central de su estructura: el libre-mercado, la
globalización y la desaparición de las identidades.
A partir de aquí, podemos plantear otro problema: aquel que tiene responsabilidades familiares o que por sus venas arde la necesidad de realizar una acción exterior de protesta que dé testimonio de que todavía existen focos de resistencia y de lucidez ¿qué ideas debería asumir y defender como irrenunciables allí en donde se encuentre? Una pregunta que también podríamos enunciar de otra manera: ¿cómo reconocer un “justo programa político” de otro que no sea más que una colección de tópicos reformistas que apenas lograrían varias mínimamente la fisonomía del sistema, pero sin tocar su “alma”?
Si estamos en
condiciones de enunciar unos cuantos principios elementales de carácter
político-económico, necesarios para revertir la tendencia hacia el abismo,
estaremos en condiciones de saber a qué opciones políticas puede apoyarse y
hasta dónde. Porque, es posible, que existan siglas bienintencionadas que, por
las razones que sea, acaso porque son conscientes de los límites que no pueden
franquear sin correr el peligro de verse completamente aislados y sometidos a
posiciones demasiado expuestas que impliquen una muerte política, o bien porque
no han caído en la cuenta de cuál es la naturaleza profunda de los problemas y,
por tanto, no hayan sido capaces de enunciar las soluciones “radicales” (esto
es, que apunten contra las “raíces” de los problemas y no contra sus
manifestaciones finales) que merezcan el apoyo de quienes todavía creen que es
posible “hacer algo” en política o, incluso “apoyar con el voto” a alguna
sigla. Estas orientaciones es posible que les ayuden a discernir la sigla a la
que apoyar, o bien les faciliten algunas ideas para introducir esas ideas en
tal o cual sigla.
Los puntos que vamos a introducir como condición sine qua non para una alternativa (o, si lo preferís, los elementos necesarios que deben estar presente en una alternativa digna de tal nombre), no están enunciados en el vacío. Pueden encontrar cristalización efectiva en la medida en que responden a los intereses reales de grupos sociales muy concretos. Porque la alternativa responde a las necesidades actuales (no a las de 1976, sino a la de 2021, la “era de la pandemia”) de las clases trabajadoras y de las clases medias, de los jóvenes y de lo que, en otro tiempo se llamó “poderes fácticos” (magistratura, fuerzas armadas, fuerzas de seguridad del Estado). La alianza histórica de estos sectores, por encima de los partidos, por encima de la constitución en su actual configuración, por encima de los tratados internacionales mal negociados y, por encima del caos que tenemos ante la vista, es lo que garantiza que el abismo se disipe ante nuestra vista.
Cualquier otra cosa que no sea esta Gran Alianza contra el Sistema,
supone defender seudo-alternativas, no ir a la raíz de los problemas y, por
tanto, permitir su reproducción, esto es, aproximarse más y más, aunque sea a
distintas velocidades, ante al abismo: estamos ante una “tormenta perfecta”,
inflación, deslocalización, dependencia tecnológica, inmigración masiva, falta
de liderazgo y autoridad, crisis de la educación y de la sanidad,
neutralización de los medios de comunicación social, manipulación de las redes
sociales, coberturas interesadas a los verdaderos problemas mediante la
construcción de problemas ficticios, crisis de suministros y, para colmo,
países enteros paralizados por una mutación del Covid, la Omicron, que, en
estos momentos, no es más que un simple resfriado que se contagia con facilidad…
Estos elementos,
podrían ser, por ejemplo:
1)
Refundación de la Unión Europea, con la renegociación del tratado de
adhesión de cada una de las naciones. No se trata de liquidar la UE que, en el
fondo es positiva en la medida en la que supone un primer paso para una
“federación” europea, pero que, en su forma actual es negativa en la medida en
que esa federación es la “pata europea” de la globalización. Se trata de
refundar la UE en la medida en que desde hace décadas hemos entrado en la etapa
de “política de los grandes bloques” que supera la dimensión nacional de cada
una de las naciones del continente.
2)
Emancipación y liquidación de la OTAN: la “alianza atlántica” es un residuo
de la Guerra Fría, sin interés, utilidad, ni misión, más allá de escenificar el
“vínculo” que une a Europa con uno de los vencedores de 1945, los EEUU, una
potencia en crisis cuyo desplome interior es inevitable por causas muy diversas
(económicas, étnicas, culturales, sociales, etc.) y solo tendrá parangón con el
que sacudió a la URSS en 19887-92. Europa, neutral, pero armada.
3) Alto a las
políticas migratorias y de sustitución de población: los defensores de
tales políticas deben ser expuestos a la luz pública y sus argumentos
contrastados con las realidades. Desde hace décadas no hace falta inmigración
en Europa y, mucho menos, inmigración sin cualificación profesional. Los
defensores de estas políticas deben ser considerados como criminales contra su
patria, su sangre y su cultura y juzgados como tales. Así mismo, es preciso
revertir estas oleadas procediendo a repatriaciones masivas y graduales.
4)
Disminución del peso de los partidos políticos en la vida pública: nunca
tan pocos han ostentado tanto monopolio representativo. Los partidos no son
“grupo de opinión”, sino “conglomerados de intereses sin opinión propia”, tienen
la opinión que imponen los grupos de presión que los controlan. Sin ideología,
sin apenas afiliación, con sospechas de corrupción continua, los partidos deben
ser progresivamente arrinconados como vehículos de representación y sustituidos
por otros modelos de representación profesional, sindical, corporativa,
regional. Y, por supuesto, el dinero público no puede entregarse alegremente a
los partidos mayoritarios para que sigan siéndolo ad infinitum. El espacio que
ocupan hoy los partidos políticos debe ser devuelto a la sociedad y, en todos
los escalones representativos es preciso reducir ese espacio, como mínimo en un
75% a nivel nacional y autonómico y ser prohibido a nivel municipal.
5) Gobierno
de técnicos y expertos, antes que gobierno de ambiciosos e ignorantes: un
país que vive una situación de normalidad institucional y prosperidad, puede
permitirse cualquier tipo de gobierno, incluso el más injusto (la
partidocracia), pero un país en crisis, una sociedad que vive sumido en el
miedo, sumido cada vez más en dificultades y sometido a “diversiones
políticamente correctas”, es un país que precisa medidas excepcionales para
restablecer la normalidad, el orden social y la prosperidad de la población. Y
esas medidas no serán jamás adoptadas por políticos elegidos por mayorías sin
cualificar. El gobierno no puede estar formado -como han estado los últimos
gobiernos- por patanes e ignorantes absolutos, ambiciosos sin escrúpulos o
verdaderos enfermos patológicos cuya única capacidad es la de engañar al
electorado: de la sima en la que nos encontramos se sale solamente con
gobiernos compuestos por técnicos y expertos capaces de planificar a medio y
largo plazo y de adoptar medidas coyunturales inmediatas para paliar los
frentes de crisis más urgentes.
6) La política
exterior de una Unión Europea refundada debe basarse en cuatro ejes:
política de amistad y alianza con Rusia; equidistancia de China y de los EEUU;
distanciamiento del mundo anglo-sajón considerado como algo ajeno a Europa e,
históricamente, antieuropeo; política de acercamiento a Iberoamérica en la que
España sería el puente natural. Está claro que la historia camina hacia la
política de “grandes bloques” y que el territorio de la Unión Europea es uno de
ellos. La estabilidad mundial depende de un sistema que esté apoyado en “patas”
sólidas, cuantas más, mejor. Se trata de lograr que cada una de estas “patas”
geográficas sea lo suficientemente autónoma como para garantizar su
supervivencia y estabilidad. La deslocalización, la globalización, debe dar
paso a la autonomía económica e independencia de estos bloques cuyos
intercambios comerciales deben de limitarse a sus excedentes de producción o a
sus materias primas.
7) Medidas
excepcionales en materia económica con la creación de una criptomoneda europea
no especulativa: las criptomonedas, así como las tecnologías blockchain permiten
competir con las monedas históricas ventajosamente, a condición de tener
organismos que regulen su estabilidad. De ahí la necesidad de que Europa se
dote de una criptomoneda propia con la que se realicen todos los pagos del
Estado: esto permite un seguimiento descentralizado y riguroso y al alcance de
todos, del destino hasta del último céntimo del dinero público, así como
resolver los problemas del endeudamiento. La criptomoneda, y la tecnología que
tiene detrás, permite independizarse del poder de la banca, de las grandes
acumulaciones de capital y de las dinastías financieras tradicionales. El blockchain
permite transparencia y seguridad, la Unión Europea debe garantizar estabilidad
a su criptomoneda.
8) Solución
del problema energético mediante la introducción de centrales nucleares de
nueva generación: los hidrocarburos, controlados desde el principio de la
era industrial por capitales anglosajones e impuesto a principios del siglo XX,
no es el tipo de energía que conviene a Europa. Las “energías alternativas”
distan mucho de satisfacer todas las necesidades de consumo. Europa no es rica
en gas natural, así pues, no queda más salida que la energía nuclear en sus dos
aspectos: dedicar presupuestos públicos a construir centrales nucleares de
nueva generación con índices de seguridad superiores a los de las antiguas
centrales y apostar por la energía de fusión invirtiendo capitales públicos.
9)
Inversiones preferente es sectores de alto valor añadido vinculados a las
nuevas tecnologías: la crisis de los chips que se está viviendo desde finales
de 2020 ha mostrado la importancia que tiene para Europa -y que un solo país no
puede afrontar- no solo utilizar e importar nuevas tecnologías, sino tener instaladas
en su territorio y de manera preferente, este tipo de recursos de los que
depende el futuro. Si el capital privado no está en condiciones, ni interesado
en estos sectores, debe ser el Estado, esto es, la Unión Europea reconstituida,
quien planifique y realice las inversiones necesarias para cortar nuestra
dependencia del exterior.
10) Cultura
de la excelencia y del esfuerzo en lugar de cultura de la complacencia: una
alternativa debe contemplar, ante todo, una profunda reforma educativa desde la
pre-escolar hasta los masters de post-grado. No se trata hoy de “hacer la educación
accesible a todos”, sino que esta educación sea de calidad y prepare a los
estudiantes para su vida futura: es preciso reintroducir desde la preescolar la
idea de excelencia, de esfuerzo, de sacrificio, evitar que la escuela se
convierta en un “juego” y que se “aprenda jugando”. No se trata de bajar el
listón, como están haciendo todos los planes de enseñanza en los últimos 50
años, sino de elevarlo, crear una enseñanza exigente, la única que estará en
condiciones de que colaborar en la construcción de la sociedad del futuro.
11) Respeto a
las tradiciones de los pueblos europeos: Europa es hija de tres
influencias, el mundo clásico greco-latino, el mundo nórdico-germánico y el
catolicismo. Y esas tres tradiciones deben permanecer vivas y renovadas.
Atentar contra cualquiera de ellas o intentar introducir tradiciones halógenas,
supone un “crimen contra Europa” y debe ser juzgado como tal. La tradición
implica “transmisión”, el nexo que une a las generaciones que han vivido sobre
la misma tierra y son de la misma sangre. Irrenunciable y fundamental,
cualquier atentado contra las tradiciones debe ser erradicado con la máxima
energía, sea quien sea que lo protagonice.
12)
Depuración de responsabilidades de todo lo ocurrido en Europa desde 1939:
en 1946 tuvo lugar el “Proceso de Nuremberg”, una mascarada jurídica producto
de la propaganda de guerra y que no puede ser considerado más que como un
espectáculo de venganza de los vencedores sobre los vencidos. Pero sería
absurdo pensar que hoy, por el hecho de estar alejados ochenta años de aquel
proceso, no tenemos derecho a conocer por qué murieron 100.000.000 de personas
en todo el mundo, qué y quiénes hicieron posible aquella masacre y se depurasen
no solamente las responsabilidades correspondientes a aquel conflicto, sino las
que se han venido sucediendo desde entonces. Los crímenes cometidos desde 1939
hasta nuestros días deben ser revisados y las responsabilidades depuradas,
afecten a quien afecten y caigan los mitos que caigan.
* *
*
Hemos repetido
en muchas ocasiones que no creemos que el terreno político sea, hoy por hoy, el
más adecuado para llevar a cabo una lucha de reconstrucción. Creemos, más bien,
que ésta debe partir del individuo, de una clarificación que debe realizar a
nivel interior y, posteriormente, realizada esta, ampliarse a su familia, a su
círculo social y tejer redes invisibles que se conviertan en islas de claridad
en el momento en el que se produzca el desplome interior de la civilización (a
causa de la “tormenta perfecta” que cada vez tenemos más cerca). Si hemos lanzado
estas ideas es para aquellos que todavía consideran que la política es un campo
de acción, gracias al cual puede retrasarse el estallido de la crisis y que
todavía existen partidos y siglas que mantienen posturas, más o menos, “correctas”
que pueden llegar a influir positivamente en la marcha de los acontecimientos. Recordamos,
en cualquier caso, que el tiempo de “jugar a la contra” ya ha quedado atrás: no
se trata de votar a unas siglas, no tanto por identidad con sus principios,
como para sacarse de encima rostros odiosos y malignos de la política española,
francesa o italiana. Se trata de realizar un trabajo sólido de reconstrucción. Los
amigos y antiguos camaradas que estén dentro de formaciones políticas en
activo, deberían de transmitir a las bases y a los dirigentes de estas
organizaciones que es preciso superar la etapa de las medias tintas (la
propuesta de medidas superficiales) para pasar a la etapa de radicalidad (el
afrontar los problemas yendo a sus raíces). Y esto solamente puede hacerse
teniendo muy claro que:
1) El marco nacional ya ha dejado de ser preferencial, es preciso trabajar en un marco europeo.
2) Los marcos constitucionales en toda Europa y el mismo estatuto de la UE deben ser modificados en la medida en que han contribuido a generar y agravar la crisis actual.
3) El pozo en el que nos encontramos es tan profundo que no se recuperará la normalidad con unas simples elecciones y un mero cambio de gobierno. Hace falta más, mucho más. Eso, o un buen día nos levantaremos y nos daremos cuenta de que el desplome final ha comenzado.
martes, 21 de diciembre de 2021
ESTOS SON MIS PRINCIPIOS (LO LAMENTO, NO TENGO OTROS) (2 de 3)
Resulta
imposible olvidar que, entre nuestros amigos y antiguos camaradas, existe la
conciencia clara de que las cosas no están yendo bien, ni en nuestro país, ni
en el resto de Europa. A pesar de esta coincidencia en el análisis, existen
distintas respuestas personales y políticas: unos (nosotros mismos, sin ir más
lejos), consideran que ya no vale la pena intentar realizar una acción
política, sino que es mejor, prepararse para el desplome -que inevitablemente
sucederá- del sistema mundial y contar, para ese momento, con una red capaz de
reaccionar y sobreponerse. Otros, en cambio, creen que todavía puede hacerse
algo sobre el terreno político. Sería inútil discriminar a unos y a otros,
especialmente, porque el análisis lleva a la misma conclusión: nos encontramos
ante el precipicio, como país, como continente, incluso como civilización.
Lo que negamos
algunos es que, de una crisis tan profunda, pueda salirse con unas meras
elecciones. De hecho, existen cuatro posiciones políticas posibles en todos los
países europeos:
- La de quienes marchan alegremente hacia el abismo, pidiendo, además, acelerar el paso, abriéndose cada vez más a las posiciones “progresistas” más extremas y al discurso más rigorista y fanático sobre la “corrección política”. Tal sería la posición en España de Podemos, el entorno de las “damas de rojo” (la Colau, Yolanda Díaz y las que quieren levantar otra alternativa de extrema-izquierda). “El precipicio es rojo, hermoso y permite volar antes del batacazo”.
- La de quienes consideran que hace falta caminar hacia el abismo con paso firme, pero prudente y sin acelerar tiempos. Se trataría de seguir en la misma dirección “progresista” que la recorrida hasta ahora, pero siendo conscientes de hasta dónde se puede llegar y ralentizando el paso en relación a la velocidad de carrera del grupo anterior. El programa que les place es el propuesto por la UNESCO con todos sus tópicos buenistas. Tal sería la posición del PSOE. “Ser progresista es caminar hacia el precipicio sin prisa, pero sin pausa”.
- La de aquellos conservadores que, simplemente, ven la botella medio vacía, pero consideran que manteniendo el libremercado y dejando actuar las leyes de la economía liberal, todo quedará resuelto con un gobierno de centro-derecha que frene aquellos aspectos más desagradables del “progresismo”, pero que, a su vez, sea expresión de otro “progresismo” más atenuado. Así piensa la dirección actual del Partido Popular. “Cuidado, no nos apresuremos, parece que hay cerca un precipicio”.
- La de aquellos decepcionados con todos los grupos políticos anteriores que aspiran solamente a forzar gobiernos de derecha y sienten que las “constituciones” son la gran defensa de las sociedades europeas. Así pues, se trataría de mantener esta normativa para garantizar un retorno a la normalidad. Con votar a su opción, todo se resolvería. Esta opción en España está representada por Vox. “Detengámonos ante el precipicio. Viva la constitución”.
Indudablemente,
estas cuatro posiciones son, todas ellas, en sí mismas, insuficientes, en la
medida en que buscan la resolución de los problemas por la vía electoral, sin
tener en cuenta tres aspectos:
1) Los pueblos europeos hace décadas que han perdido la capacidad crítica y el discernimiento en materia política. Hoy solamente se entienden “necesidades”, en absoluto “proyectos”. Se vota en contra de tal o cual opción, mucho más que a favor de esta o de aquella. El liderazgo político ha desaparecido. La figura del estadista se ausentó de la política europea sin dejar señas, hace más de medio siglo.
2) El empobrecimiento cultural de las poblaciones, hace que éstas ni siquiera sean capaces de entender la naturaleza de sus problemas, ni capten incluso los problemas más superficiales que les afectan y, por supuesto, ni siquiera se preocupen -como es tradición en democracia- por los contenidos de los programas políticos y por el nivel de cumplimiento de los mismos. La mejor opción, será olvidada por el electorado, si no se somete a reglas detestables de demagogia y coba al elector.
3) El respeto a la constitución implica que dentro de cuatro años volverán a convocarse nuevas elecciones y nunca hasta ahora, nunca, ni en Austria, ni en EEUU, ni en país alguno, un gobierno “ultraconservador” ha podido mantenerse en el poder con la oposición de medios, redes sociales, incluso con sospechas de fraude electoral. La fragilidad de las opciones “populistas” es tal, que nada garantiza el que las reformas que pudieran introducir, permanecieran vivas más allá de cuatro años.
Así pues, hay
que advertir a los amigos que optan por votar a opciones “populistas”, que,
dejando aparte, la satisfacción que pueden deparar algunas victorias parciales
(pasar a la segunda vuelta en Francia o entrando en gobiernos regionales en
España, o introducir determinadas medidas antiinmigración en Italia), lo cierto
es que, supone un optimismo inconsciente el pensar que por vía electoral va a
solucionarse algo.
El problema
puede entenderse con un ejemplo: cuando una camisa está algo sucia, se coloca
en la lavadora, se le aplica el programa más concienzudo de lavado y, asunto
resuelto, en algo más de media hora, esa camisa estará como nueva; pero cuando
tenemos una camisa llena de grasa, con desgarrones, con las costuras desgastadas
y zonas podridas por el sudor, remendada una y otra vez, lo mejor que podemos
hacer con esa camisa es tirarla y comprar otra. No hay solución posible ni
programa de limpieza que la pueda redimir. Pues bien, nuestro momento de
civilización corresponde a esa segunda camisa: ninguna opción política
convencional, ninguna elección, ningún porcentaje de votos que recibe, por alto
que sea, conseguirá sacar a nuestros países europeos del pozo.
En las cuatro
opciones que hemos visto anteriormente -y que están presentes en todos los
países europeos-, como máximo, puede ralentizarse la velocidad de caída (y, en
las mejores circunstancias), pero nunca, absolutamente nunca, será posible
alejarse de la zona de riesgo. Y esto por la sencilla razón de que los partidos
políticos están adaptados para responder a crisis coyunturales, jugar a la
contra, beneficiarse más de los errores y de la mala gestión del contrario, que
habilitados para introducir reformas en profundidad en el seno de los sistemas,
que, por lo demás, se han blindado para evitarlas (recurriendo a porcentajes
inalcanzables para que aparezcan consensos reformadores).
Uno de los
aspectos más desagradables de los actuales regímenes políticos europeos es la
degeneración de los partidos políticos, cuyos discursos se han convertido en
racimos de tópicos derivados de la lógica de su ubicación política, destinados
a enmascarar la única finalidad de sus clases políticos: el afán de lucrarse,
sin límite, sin medida y sin freno. ¿Cuántas legislaturas serán necesarias para
convencer al último ciudadano de que su voto se entrega a oportunistas sin
moral ni escrúpulos y que, gracias a ese voto, el “elegido” aumentará su
patrimonio sin esfuerzo, se convertirá en un privilegiado y dedicará la mayoría
de su tiempo a esa actividad antes que a la gestión, la planificación, la
previsión del futuro, la buena administración o la prosperidad de quienes les
han votado.
Votar, hoy, en
Europa, supone entrar en ese circuito diabólico de mentiras, ambiciones,
engaños, creación de “electorados cautivos”, halagos a los votantes, en el que
solamente se sienten a gusto, evolucionando en un circo infame y miserable, los
peores seres humanos que han nacido en esta época, frecuentemente, psicópatas
integrados y, en cualquier caso, ególatras enfermizos que en otro tiempo
habrían optado por el camino de la piratería y el bandidaje.
Supongamos, por
un momento, que queda algo de sinceridad en algún sector político. Nadie puede
dudar, a estas alturas, después de más de cuarenta años de partidocracia en
nuestro país, de decenas de elecciones municipales, autonómicas, generales,
europeas, nadie, absolutamente nadie, puede afirmar que, desvanecidas las
esperanzas iniciales en que la llegada de la democracia supondría aire fresco
en la vida pública española, a día de hoy, los problemas no se hayan eternizado
por una parte, agravado por otra e, incluso, aparecido en lugares en donde no
existía absolutamente ningún problema. Pero, la deuda de los Estados, la
presión fiscal creciente, recuerda la losa que todos tenemos a la espalda:
billones de euros de deuda pública, impagable y, sobre todo, negativa a
utilizar criptomonedas para realizar los pagos del Estado, en la medida, en que
ese método supone un libro abierto, rastreable, incluso la más mínima comisión
ilegal pagada.
Porque la gran
contradicción de nuestro tiempo es que, en un momento en el que existen medios
técnicos suficientes como para cortar de
raíz cualquier forma de corrupción, las excusas “garantistas” y las dramáticas
apelaciones a la “privacidad”, se enarbolan para evitar la transparencia en la
gestión de la cosa pública, blindar a los políticos ante cualquier
responsabilidad penal y convertir procesos por delitos suficientemente claros,
en culebrones interminables que siempre concluyen con la prescripción de los
hechos juzgados o con el fallecimiento de los reos.
Hoy, la única
sensación que puede sentirse ante los sistemas políticos europeos es náusea.
Pensar que unas elecciones afortunadas, lograrían invertir la tendencia y
conseguir restablecer una situación de normalidad, moralidad, equidad y
competencia, es soñar en un mundo sin gravedad. Desde Platón se sabe que un
político jamás ha legislado alguna medida que pudiera perjudicar sus
expectativas. Y lo que era válido en la Grecia del 600 AC, sigue estando
vigente en nuestros días.
No hay que
esperar, pues, solución en el marco de las actuales legislaciones y del sistema
democrático universalmente aceptado en Europa. Como máximo, se puede retrasar
algo el salto al abismo, pero éste, indudablemente, se producirá. Y no estamos
muy lejos de vivir esta situación.
Los Estados (y
los partidos que controlan esos estados, amamantados por los consorcios y los
grupos de presión, los carteles y los trusts, hoy más fuertes que nunca: puede
entenderse porqué desde hace décadas los ultraliberales que los gestionan
claman “menos Estado, más mercado”) ya ni siquiera están en condiciones de
hacer progresar a las poblaciones. Logran la pasividad de éstas mediante una
serie de recursos que se han ido sistemáticamente ensayando desde principios
del milenio:
1) El recurso al miedo y sus variantes (miedo al terrorismo de origen desconocido, miedo a las pandemias, al cambio climático, miedo a la pérdida de empleo, miedo a las crisis económicas)
2) El recurso a los problemas ficticios (problemas inexistentes que afectan especialmente a minorías LGTBIQ+ y que ocultan los verdaderos problemas de fondo)
3) El recurso a la corrección política (que intentan imponer, incluso un idioma considerado como “correcto” que prohibide con penas de cárcel parcelas de opinión cada vez mayores)
4) El recurso a las organizaciones mundialistas que nadie ha elegido (los principios morales y éticos políticamente correctos son enunciados por la UNESCO)
5) El recurso al empobrecimiento cultural de las poblaciones (con el lanzamiento de productos de cultura de masas de un nivel cada vez más bajo)
6) El recurso a la fragmentación y neutralización de las sociedades (con la inmigración masiva y la pérdida de todas las identidades desde la nacional a la sexual)
7) El recurso a la unidimensionalización del ser humano (a la dimensión económica y a la toma en consideración solo de los problemas materiales)
lunes, 20 de diciembre de 2021
ESTOS SON MIS PRINCIPIOS (LO LAMENTO, NO TENGO OTROS) (1 de 3)
De tanto en
tanto, vale la pena recordar algunos elementos que se dan por supuestos o que
se vienen repitiendo casi como tópicos. Recientemente, al elaborar un dossier
de la Revista de Historia del Fascismo sobre Joven Europa, hemos podido
recordar algunas ideas que ya teníamos en 1969, pero sobre las que no hemos
insistido suficientemente. Hoy, estas ideas -como veremos- se dan por supuestas
en unos casos y en otros por inaplicables. Constituyen la “madre de todas las
crisis”, al menos en nuestro marco geográfico. Vale la pena enumerar estas
ideas:
1) La “dimensión”
de los actuales Estados-Nación, desde finales de los años 30, ya no están en
condiciones de soportar los retos históricos. En los años 20, algunos
doctrinarios empezaron a advertir este problema -aparecieron las ideas “paneuropeas”
y en los años 40, al menos en el Ministerio de Asuntos Exteriores del Reich ya
se hablaba del “nuevo orden europeo”. El desenlace de la Segunda Guerra Mundial
y la “Guerra Fría” que siguió, dieron la razón a los que opinaban que se había
entrado en una nueva fase histórica en la que el protagonismo recaía en “los
bloques”. Así pues, España, Francia, Italia, Alemania, a partir de ese momento,
ya no estarían en condiciones de mantener su independencia y soberanía
nacionales, su subsistencia, su defensa nacional, su misma economía, si no
encontraban modos de cooperación continental, a la vista de que el espacio
político-histórico de las viejas naciones europeas era, el espacio continental.
Así pues, era preciso, superar los “nacionalismos” relacionados con estas
viejas naciones, en beneficio de un “nacionalismo europeo”, o, mejor aún: de la
idea de Imperio Europeo (en la medida en que siempre, en Europa, más haya del
Reino y del Estado-Nación, existía la idea Imperial como su culminación).
2) Entre 1945
y 1977, el modelo político anglo-sajón, el parlamentarismo, se exportó y
triunfó definitivamente en toda Europa Occidental. Los dirigentes políticos
europeos de esas tres décadas, a veces con reticencias y otras con un optimismo
desmesurado, iniciaron la “construcción de Europa” que se concretó, primero, en
la Comunidad Económica Europea y luego en la Unión Europea. Pero esta
construcción se detuvo a principios del nuevo milenio y hoy, esta institución, en
lugar de garantizar la libertad y la integridad, la prosperidad y la
competitividad europea, se ha convertido en un lastre para todas las naciones
del continente. La UE no pasa de ser la “pata europea” del sistema mundial
globalizado que afecta, de manera particularmente negativa, al continente y a
cada una de sus naciones.
3) Cuanto más
grande es un “espacio de convivencia”, más planificación técnica, a medio y
largo plazo, requiere. Sin embargo, el sistema político impuesto en todos
los países europeos -el parlamentarismo- es absolutamente incapaz de realizar
esta tarea. De hecho, la crítica que se formuló en los años 20 y 30 a este
sistema, sigue sin ser superada. Las cosas se entienden mucho mejor si se tiene
en cuenta que el parlamentarismo y la partidocracia (en la que,
inevitablemente, desemboca), están íntimamente vinculados al nacimiento del
capitalismo y a su desarrollo.
4) El
principal problema que plantea un sistema así es que los intereses económicos
de una parte, priman sobre los intereses políticos de la mayoría. Especialmente
desde los años 80 se viene fetichizando el “mercado”, la “libre concurrencia”,
las “privatizaciones”, todos los fundamentos del liberalismo salvaje, son los
que dominan la economía y lo que nos ha llevado a la globalización. Los trusts,
los carteles, los monopolios reales, los fondos de inversión, los poseedores
del capital, para rentabilizar al máximo sus beneficios, son los únicos y
verdaderos gobiernos, los que deciden el destino de los pueblos. Esto, un
gobierno real que nadie ha elegido y que solamente representa sus propios
intereses, es el resultado.
Podemos resumir
así estos cuatro puntos:
- Nueva fase
histórica de superación de los Estados-Nación.
- Estancamiento y
fracaso de la Unión Europea.
- Incapacidad de
la partidocracia para guiar a los pueblos en esta nueva fase histórica.
- Contradicción
entre el sistema político y el sistema económico.
Existen otros problemas
secundarios:
- las
cuestiones geopolíticas: la geopolítica es una ciencia auxiliar de la
política, inclina, pero no condiciona la vida de los pueblos. Habitualmente,
sirve solamente para justificar los deseos expansionistas de tal o cual grupo
dirigente y, por lo general, más que de “geopolítica”, cabría hablar de “geoeconomía”.
- las
cuestiones ecológicas: por definición, la ecología es la preservación del
medio ambiente, pero no existe posibilidades de aplicarla cuando los intereses
económicos dirigen y se superponen a los intereses políticos (la ecología
solamente puede ser aplicada y practicada desde el Estado)
- los
problemas étnico-culturales: básicamente son dos, por un lado, la
demostrada imposibilidad histórica de que dos comunidades étnicas separadas por
una brecha antropológica y cultural, convivan en un mismo territorio, vinculado,
por otro lado, al empobrecimiento cultural de Europa con la idea del “mestizaje”
y de la “fusión de cultural”. Se trata de un problema fácil de resolver: basta
con impedir las migraciones y trasvases masivos de población.
Si se acepta la
realidad y prevalencia de las cuatro primeras cuestiones, se reconocerá que los
problemas geopolíticos, ecológicos y etno-culturales, son menores y deberían solucionarse
por sí mismos, en cuanto se resolvieran las “grandes cuestiones”. Y este es el
problema:
1.- La funcionalidad
de las naciones-estado ha desaparecido por completo, sin embargo, lo que no ha
desaparecido son los nacionalismos. No existe una fuerza movilizadora del
espíritu humano que apele a la idea europea. De hecho, cuando los partidos “populistas”
han movilizado su electorado, lo han hecho, recurriendo al nacionalismo y, para
ellos, la idea y la conveniencia de Europa ocupa un lugar muy secundario.
2.- El
fracaso y el estancamiento de la EU corre el riesgo de arruinar la idea europea.
Es muy difícil, ahora mismo, ser entendido por las masas, cuando se proclama que
“Europa es nuestro futuro”. Cuando se habla de “Europa”, resulta inevitable
pensar en la Unión Europea, esa estructura burocrático-administrativa que,
empezó siendo tecnocrática y ha terminado siendo un reducto de funcionarios
grises al servicio de grupos económicos, convertida en parte de la
globalización.
3.- Los
sistemas democrático-liberales, en la práctica parlamentarismos partidocráticos,
carece en este momento de alternativas. A diferencia de en los años 30 del
siglo XX, donde la alternativa a la partidocracia era el corporativismo, en las
últimas décadas hemos asistido progresivamente a la destrucción de “corporaciones”
y formas tradicionales de organización, a la devaluación de los sindicatos, y a
la desaparición de los “cuerpos intermedios de la sociedad” que hacían posible
pensar en organizar la sociedad en función de tales estructuras.
4.- Las
grandes acumulaciones de capital y los intereses de los carteles económicas tienen
tales niveles que los hacen intocables. Cuando se piensa que en la
actualidad, programas espaciales que hace solamente 20 años solamente podían
ser desarrollados por los Estados más potentes, hoy están al alcance de
fortunas caprichosas, o que solamente en 2021, el cartel de las farmacéuticas
ha ganado 60.000 millones de euros con el covid, o que existen fondos de
inversión con presupuestos más altos que algunos Estados, se percibe con
claridad, porqué la economía domina sobre la política y porqué es fácil comprar
y vender, elevar o hundir el valor de rentabilidad de un político o de una
opción.
Así pues, esto nos lleva a una primera conclusión bastante decepcionante y que tiene mucho que ver con lo que René Guénon decía en El reino de la cantidad y los signos de los tiempos: Estamos asistiendo a un proceso de “solidificación” del mundo. Imprimir cualquier cambio de rumbo en la política, en la economía o en la sociedad, ya no está al alcance, ni de un gobierno, ni de un movimiento político, ni siquiera de un grupo de presión. Esto es lo que permite la instalación de concepciones del mundo que tienden a la “resignación” y a la inhibición de cualquier actividad política o social que tienda a lograr un cambio en la trayectoria social.
En estas circunstancias resulta aceptable, cesar cualquier
tipo de iniciativa e interés en el mundo exterior, para concentrarse únicamente
en el mundo interior. El principio de los que aceptamos “cabalgar el tigre” es el
siguiente: “ya que no es posible ninguna acción exterior de ruptura y
rectificación, mejor concentrarse en la propia interioridad, crear allí
pequeños espacios de libertad y bienestar y formar círculos subterráneos destinados
a operar a muy largo plazo”.
Esta posición es
justa, pero incompleta si no se define con más precisión.
martes, 14 de diciembre de 2021
Cuando Francia era antisemita - 1880–1906 “antisemitismo popular” en Francia (4 de 4) – Organizaciones antisemitas: Las ligas antisemitas
Lo que en La Libre Parole
habían sido ideas, artículos y letra impresa, en la Ligue Antisémitique de
France (LAF a partir de ahora) es de intentar aprovechar el potencial del
antisemitismo y transformarlo en impulso político. La LAF se crea justo en el
momento en el que el boulangismo está viviendo sus días álgidos y cuando
Francia ha sido anegada por el éxito de las obras de Drumont. El 5 de septiembre
de 1889 aparecen los primeros carteles de la LAF en los muros de París. Desde
las oficinas de la rue Lepic el comité organizador hará pública su intención:
“abatir el poder de Rothschild”. Pocos meses después participa en las
elecciones municipales con resultados extremadamente pobres. Al frente está el
Marqués de Morès y sus candidatos, presentes en las listas boulangistas, se
presentan como “socialistas–revisionistas”. El 1º de mayo lanzan un
“Llamamiento a los trabajadores de Francia” en el que aluden a las “virtudes
ascendentes del socialismo”. Drumont no albergaba mucha confianza en el
boulangismo y en particular en su grupo dirigente, sin embargo a través suyo el
antisemitismo se convierte en una fuerza política popular. En esa época el
antisemitismo “no es más que una variante del socialismo (…) que conduce de
forma natural a las capas populares”[1].
La campaña antisemita de la LAF y del boulangismo arrastrará especialmente a
los medios católicos. El diario La Croix
se integrará tardíamente y de manera oportunista en las campañas contra los
judíos e incluso intentará competir con La
Libre Parole para ver cuál es el “diario más antisemita de Francia”. Sin
embargo, la caída del boulangismo arrastraré el cese de las grandes campañas
antisemitas salvo en los barrios populares y entre los carniceros de La
Villette. Y es entonces cuando Drumont lanza La Libre Parole en un momento en el que la mayoría de la prensa
popular es antisemita. El “escándalo de Panamá” y las revelaciones que Drumont
aporta hacen que el éxito de la iniciativa sea enorme. En ese momento casi toda
la prensa popular[2]
es antisemita. Eso impulsa a Drumont a abandonar la acción política y centrarse
en su iniciativa periodística.
El campo queda libre para el grupo Morès et ses amis que sustituye a la LAF que se disuelve tras la
dimisión de su presidente Jacques de Biez[3].
A pesar de que la sede del grupo está en el Distrito I, sobre todo donde
reclutará es entre los carniceros de La Villette entre los que goza de enorme
popularidad y que lo seguirán de manera fanática. Sin embargo, la partida de
Morès hacia Argelia y su muerte hacen que el movimiento popular antisemita se
quede sin su jefe más activo y carismático. Su sucesor Jules Guérin[4]
resucitó la Liga Antisemita de Morès de
la que Barrés fue el presidente de honor, e intentó iniciar una carrera política en el Distrito
XIX, un barrio popular parisino verdadero feudo del boulangismo. Lanzó la
revista quincenal Le Réveil du XIXe
y afrontó la preparación de las elecciones municipales de 1893. Poco antes de
la cita en las urnas la revista se convirtió en semanal con el nombre de Réveil Social y terminó siendo el órgano
boulangista de los barrios populares de París. Se aproximó en esos meses a los
blanquistas de izquierda y a los anarquistas, lo que le valió un primer choque
con Drumont.
Los tres objetivos de la Ligue Antisémitica eran proteger el
“trabajo nacional”, “liberar a los franceses y a la nación del yugo judío” y
“prohibir a los judíos el acceso a todas las funciones públicas”. El programa
tuvo éxito a partir de 1897. Constituyeron secciones en todos los distritos
parisinos y ese año ya contaban con 8.000 adheridos que en julio del año
siguiente serían 11.000 distribuidos en 130 secciones; la policía indicó que en
1899 sus efectivos habían llegado a los 20.000 afiliados. Ese año fue el álgido
para la Ligue: los éxitos de los candidatos antisemitas en las elecciones
legislativas de 1898, los disturbios, la intentona golpista del 23 de febrero,
los procesos que siguieron y la agitación en la calle situaron al antisemitismo
francés en la cresta de la ola. En ese momento la Ligue tenía 270 secciones,
algunas importantes: Nancy con 2.800 afiliados, Marsella con 1.600, Lyon con
1.200, etc. También en las ciudades del Este, la Ligue prosperará, pero será en
la región de Burdeos en donde conseguirán enviar a dos diputados antisemitas al
parlamento. En Argelia cuatro diputados antisemitas serán elegidos en 1898 con
Drumont a la cabeza. Un total de 23 diputados antisemitas los que se sentarán
en el parlamento elegido en 1898. En París los barrios populares de la
Bastilla, Nation, Ternes, République, Belleville, Pigalle, Batignole, Gar du
Nord, serán los de mayor actividad antisemita.
Es curioso constatar que justamente en el barrio parisino en el que
se había producido más inmigración judía procedente de Europa central, la Liga
no tiene particular implantación. Sternhell aporta una explicación a este
fenómeno: “El antisemitismo popular no es una reacción a la presencia judía”[5].
En efecto, ese antisemitismo apunta contra
los judíos propietarios del capital, no
contra el judío de a pie que llega pobre y que, por tanto, no están en
condiciones de competir con la población francesa autóctona.
Pronto se producirán conflictos entre Drumont y Guérin. Éste acusará
a su maestro, pero oponente, de ser “demasiado clerical” (algo en lo que,
efectivamente tiene razón). Le lanzan el reproche de que a fuerza de acusar a
los judíos de enriquecerse, él mismo se ha enriquecido con los derechos de
autor de sus obras (innegable casuística). Le acusa también de no pretender
salir a la calle más que para distribuir La
Libre Parole (lo que también parece cierto). Y finalmente, lanza sobre él
la acusación de ser “viejo” (obviamente discutible a la vista de que en ese año
Drumont apenas tenía 54 años…). Terminarán por enfrentarse y la escisión entre
ambos se producirá tras las elecciones de 1898. Los cargos electos de la Ligue
permanecerán junto a Drumont, mientras que los carniceros de La Villette y las
Juventudes Antisemíticas seguirán a Guérin.
Esta lucha reviste también ciertos caracteres ideológicos: los
“drumonistas” se sitúan a la derecha, mientras que Guérin y los suyos se expresan
como socialistas–nacionales. Cuando se produce la escisión y enfrentándose al
precipicio que supone carecer de medios suficientes para mantenerla, aparece en
escena el Duque de Orleans que apoyará económicamente a Guérin. A partir de
ahora el antisemitismo popular estará subvencionado por el duque de Orleans
cuyos asesores le indicarán la convivencia de utilizar el antisemitismo popular
para crear un amplio movimiento que controle las calles y que pueda ser
utilizado en vistas a una restauración monárquica. El propio duque de Orleans
escribe de su puño y letra el llamado
Manifiesto de San Remo en el cual defenderá las mismas tesis del
antisemitismo popular, a saber, que la lucha contra los judíos es un factor de
unidad y consenso nacional.
Desde el verano de 1898 hasta abril de 1903, el duque de Orleans
pasará todos los meses entre 20 y 30.000 francos además de donativos de hasta
300.000 francos para el lanzamiento del Gran Occidente de Francia. En la sede
de este grupo en rue Chabrol se albergará también el semanario L’Antijuif cuya tirada pasará a 40.000
ejemplares a 90.000 en pocas semanas para alcanzar los 120.000 en enero de
1899. Allí instalará un verdadero cuartel general dotado de sala de reuniones
para 500 personas, gimnasio, corredor de tiro, con 50 “liberados” que acuden
allí en donde aparecen crisis susceptibles de ser aprovechadas por los
propagandistas antisemitas. Pero en ese tiempo, el proyecto más interesante de
la Ligue es el lanzamiento de una “Sociedad Mutua de Proteccion del Trabajo
Nacional”, una verdadera bolsa del trabajo capaz de rivalizar con la puesta en
marcha por los socialistas marxistas. Con ella, la Ligue sienta las bases de la
que luego será el sindicalismo antimarxista que ampliará su radio de acción con
los mineros y ferroviarios del norte que constituirán lo esencial del
“movimiento amarillo”[6].
Uno de los aspectos más interesantes del movimiento de Guérin es su
obsesión por localizar y abortar las infiltraciones policiales. Por eso se
preocupa por seleccionar a los nuevos militantes: cada aspirante debe ser
avalado por un par de militantes conocidos; cada dos meses distribuye nuevos
carnés para evitar que los robados puedan ser utilizados por infiltrados. Las
insignias se modifican ligeramente cada cuatro meses por lo mismo y tanto este
material como el correo es siempre entregado en mano y nunca dejado a los
porteros de los inmuebles. Esto les garantiza un razonable sistema de
seguridad. Luego están los ensayos de movilización general. Para Guérin se
trata de contar con miles de afiliados militarizados y encuadrados en apenas
cinco horas. Todas las informaciones confidenciales sobre la organización están
en posesión de Guérin y de su hermano Louis.
Y no es raro que se preocupe de todo esto. Cuando le preguntan cuál
es su programa explica: “La agitación y la violencia”, explicará un agente de
la policía que consiguió infiltrarse entre los liguistas, el cual añade:
“Guérin no dudará en emplear la fuerza donde la crea necesario (…) para él la
Ligue es un instrumento de agitación revolucionaria”[7].
Los carniceros de La
Villete y los agitadores de Argel
Entre enero de 1898 (cuando Zola publica su artículo J’Acuse y el coronel Henry se suicida) y
agosto de 1899 (cuando se ve el segundo juicio a Dreyfus) se produjeron en
Francia disturbios constantes de carácter antisemita. Es difícil establecer el
papel que jugó el “antisemitismo organizado” (en la Ligue) pero se sospecha que
fue importante. El clima antisemita que estaba en la calle aumentó las ventas
de la prensa de este carácter y reforzó las organizaciones que sostenían esta
posición. Hacia mediados de enero de 1898, la policía francesa preveía el
estallido de disturbios en París, tal como había ocurrido poco antes en
Argelia. Justo cuando se publica J’Acuse,
estallan incidentes “de extrema gravedad”[8]
en las principales ciudades francesas metropolitanas incluyendo en París y
Marsella. Los incidentes se inician en París y luego se trasladas a las plazas
fuertes del boulangismo, más tarde se desplazan hacia el Este de Francia. En
ocasiones se trata solamente de lanzamiento de piedras sobre comercios judíos
por parte de jóvenes y adolescentes, en otras de verdaderas revueltas populares
que degeneran en disturbios que duran varios días. Las manifestaciones marchan
con gritos de “Muerte a los judíos” a los que añaden “Viva el ejército”
(alusión a la actitud del Estado Mayor durante el Caso Dreyfus). En París, los
incidentes durante una semana y en Marsella cinco días seguidos: se atacan
sinagogas, comercios e incluso puestos
de policía. En Argelia, a la salida de un mitin, se producen dos muertos a
cuchilladas, uno entre los manifestantes, otro, en represalia, entre los
judíos. Es allí, precisamente, en donde se producen los incidentes más
violentos de todo el Imperio, especialmente entre el 22 y el 24 de enero de
1898 y que estallan en todas las ciudades del territorio argelino e incluso en
pequeños pueblos. Los almacenes y comercios judíos resultan saqueados y se
producen 47 heridos graves; los incidentes apenas se calmarán en las semanas
siguientes. Entre febrero y abril del año siguiente “no pasa un día sin que
haya una manifestación en Argel o en los alrededores”[9].
En ese clima de violencia antisemita emerge un líder, Max Régis[10].
Régis ha golpeado a su profesor (judío), se ha batido en duelo con quienes
defendían la preponderancia judía, es joven, es atractivo y es un exaltado
orador. Además es un periodista de talento que lanza la revista L’Antijuif en la senda de las ideas de
Drumont. Pronto tirará 20.000 ejemplares siendo uno de los periódicos argelinos
de mayor tirada. Crea un himno para sus hueses: La Marsellesa antijudía (Muerte a los judíos / Es preciso colgarlos
/sin esperar más / es preciso colgarlos / por las napias). Gracias a Régis y a
su atractivo personal, el antisemitismo argelino se convierte en un verdadero
movimiento de masas.
Entre 1898 y 1899 todos los líderes antisemitas, conservadores o
socialistas–nacionales, aspiraban a que Régis reforzara sus organizaciones uniéndose
a ellos. Pero Régis carecía de inteligencia política y le faltaban cualidades
intelectuales, su carrera se agotó pronto entre denuncias, duelos, condenas y
líos de faldas. No era, desde luego el líder que hacía falta para imponer un
rostro y una autoridad indiscutible a todo el magma antisemita, un rostro que
sustituyera al marqués de Morès y que, por lo mismo, tuviera más personalidad y
prestigio político que él. Fue la agitación desarrollada por Régis desde L’Antijuif lo que generó buena parte de
los disturbios a los que hemos aludido en la colonia argelina. Predicó con saña
el boicot a los establecimientos judíos: “El boicot implacable debe ser la
táctica utilizada por los franceses deseosos de defender su patria amenazada
por los judíos”[11]…
acto seguido en treinta ciudades argelinas se sucedieron acciones de boicot en
medio de un clima de violencia generalizado.
De Argelia los disturbios se extenderán a París y Nantes encabezados
por pequeños comerciantes movilizados por la Ligue Antisémitique que defienden
la “forma leal de hacer negocios” y proponer “defender sus intereses contra los
judíos”. Se difunde la consigna: “por el honor y la salvación de Francia, no
compréis a los judíos”. En mayo de 1899 la Liga Antisémitique imprime un millón
de carteles destinados a identificar los comercios judíos y prohibir el acceso
a los franceses[12].
En el parlamento, el grupo antisemita realiza proposiciones de ley que, aun
siendo derrotadas, consiguen apoyos por parte de diputados adscritos a otros
grupos[13].
Estas corrientes antisemitas son republicanas pero antijacobinas.
Ofrecen otro sistema de valores que se identifica con los de la extrema–derecha
y con los de la extrema–izquierda. En ellos, “lo nacional” y “lo social”
caminan íntimamente unidos. No buscan restaurar el Antiguo Régimen, como había
aspirado hasta ese momento las derechas, sino crear un nuevo marco en el que
ambos conceptos –nacional y social– caminen juntos. Esto entraña ciertas
dificultades y los tiempos todavía no están maduros para este tipo de fórmulas
para que se impongan. Además existe otro factor que contribuirá a que el
antisemitismo se deshinche como fenómeno de masas: el impacto del catolicismo.
En efecto, el antisemitismo seguía teniendo una parte importante de
componente católica y la Iglesia era, como puede intuirse, una fuerza
eminentemente conservadora. Drumont, siendo católico, tenía horror al
confesionalismo, a los obispos y a ese pragmatismo vaticano que solía
alternarse con el dogmatismo más acrisolado. Al igual que Maurras, Drumont
reconoce que Francia es un país de tradición católica, pero eso no le impide
despreciar a la jerarquía eclesiástica. Y los católicos seguidores de la “Santa
Madre Iglesia” no ahorran invectivas contra Drumont y los “socialistas
nacionales” a los que frecuentemente ven acompañados por anarquistas,
sindicalistas y socialistas, todos ellos sospechosos ante los ojos de Roma.
Juzgan, además, que los hombres de La Libre Parole no tiene fe y, por
tanto, la publicación es peligrosa en tanto que indiferentista ante el fenómeno
religioso. Y atacan a Drumont como atacan a cualquier otra cosa que no acepte
los dogmas católicos, la jerarquía y la primacía del papado. Y, como se sabe,
la Iglesia era solamente antisemita en la medida en que Cristo había sido
asesinado por judíos… El hecho de que existiera una colusión entre capitalistas
y judíos era secundario para la Iglesia. La Iglesia –a través de su prensa,
especialmente de La Croix– no
necesita una “doctrina antisemita”, se contenta con extender un “sentimiento
antisemita” entre sus fieles. Es más, la Iglesia, nominalmente al menos, no se
declara en ningún momento “antijudía”, ni nada parecido. Para ellos, las
revueltas antisemitas de la época tienen lugar, no para liberar a los
trabajadores de la tiranía de los “capitalistas judíos”, sino “a la mayor
gloria de Dios”, pero también para liquidar la herencia de la revolución
francesa. Se trata, pues, de un antisemitismo limitado a lo estrictamente
religioso y que oscila entre la defensa del antiguo régimen y la defensa pura y
simple del “capitalismo católico francés”. Ni regeneración de la república, ni
unión de lo nacional y lo social, ni nada parecido…
En este contexto los “socialistas nacionales” se ven forzados a
elegir entre colaborar con otras fracciones de la izquierda no antisemita o bien
alinearse con los católicos en la común lucha contra los judíos. En realidad,
Sternhell recuerda que la izquierda socialista francesa mantuvo en enero de
1898 una actitud hostil a la reapertura del caso Dreyfus y que en ese mismo año
algunas federaciones guesdistas[14]
adoptaran posiciones antisemitas. Incluso socialistas nacionales y socialistas
de izquierdas habían tomado la palabra juntos en mítines (Guesde y Lafargue
hablaron en reuniones en las que también tomaron la palabra Drumont, Morès o
Guérin[15])
que permitían pensar que ambas corrientes formaban parte de la misma familia de
pensamiento. La Libre Parole
publicaba constantemente artículos sosteniendo las huelgas de mineros y la
figura de Jean Jaurès e incluso Clemenceau se ven obligado a recordar que es un
error pensar que el antisemitismo tiene aspectos positivos porque “nos libra de
Rothschild”. Más aún: cuando los dirigentes de la izquierda socialista alemana,
Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, toman partido contra Dreyfus (les resulta
imposible concebir que un miembro de la clase dirigente haya podido ser
condenado injustamente…), Clemenceau les ataca y define que la izquierda debe
aceptar colaborar con la “República burguesa” y “aceptar estas ofertas del
destino y estas aperturas de la historia”.
Las ligas antisemitas han conseguido controlar amplias masas
populares, pero lo han podido hacer, en buena medida, porque los católicos
tienen posiciones similares a las suyas. A partir de ese momento, la dirección
socialista internacionalista empieza a difundir una explicación, inspirada en
el marxismo ortodoxo, según la cual el Caso Dreyfus supone el choque entre
distintas fracciones de la burguesía; el “partido del proletariado”, por tanto,
debe de abstenerse en tomar partido por unos o por otros. Su lucha está en otro
lugar y nada tiene que ganar ni que perder en las manifestaciones antisemitas.
La división entre socialistas nacionales y socialistas internacionalistas se ha
consumado. Los primeros se aproximarán a los católicos perdiendo vigor y
credibilidad ante las masas trabajadoras y los segundos abandonarán los temas
antisemitas y darán otra versión de la estructura del capitalismo en el que el
hecho de que una parte sustancial de la gran patronal y de la alta finanza,
esto es, de “los explotadores”, sea de origen judío no tiene sentido en tanto
que son capitalistas mucho antes que judíos…
Esta decantación se produce cuando llega al poder Waldeck–Rousseau
el 22 de junio de 1899, estabilizando la política francesa que se había visto
constantemente convulsionada por las consecuencias del Caso Dreyfus. Waldeck–Rousseau
se rodeó de progresistas, radicales y socialistas, se dio a sí mismo el cargo
de Ministro del Interior y abordó la lucha contra los sectores antisemitas del
ejército, de la iglesia y de la política. Adoptó igualmente leyes de carácter
social y en 1902 ganó las elecciones legislativas. Entre otras medidas reprimió
con dureza la actividad de los grupos antisemitas. Déroulède y Guérin sufrieron
sus iras y el grupo de los carniceros de La Villette fueron vigilados
estrechamente para evitar el más mínimo exceso, en especial los dirigentes de
la Jeunesse Antisémite. Así mismo se cortó la financiación de los monárquicos
legitimistas a las ligas antisemitas. Despues del “Fort Chabrol”, Guérin es
condenado el 4 de enero de 1900 a 10 años de cárcel y Déroulède a 10 de
destierro.
Incapaz de soportar un nivel tan duro de represión y la limitación de sus actuaciones, las ligas antisemitas entraron en un prolongado período de descomposición. Para colmo, la falta de recursos, la disputa por los lectores y por la clientela, ocasionaron duras polémicas entre las distintas fracciones, pérdidas de lectores, escándalos indecorosos por rivalidades del más bajo nivel, etc. Las tiradas de las revistas que sobrevivieron bajaron considerablemente, incluida la de La Libre Parole. Otros, como L’Antijuif, simplemente desaparecieron sin dejar rastros. En cuanto a las organizaciones se fracturaron en grupúsculos con cifras muy bajas de militancia. Incluso los terribles carniceros de La Villette sufrieron problemas. Prohibida la Jeunesse Antisémite, se reorganizó con el nombre de Volontaires de la Liberté y otros lo hicieron como Parti National Antijuif, mientras que el brazo derecho de Guérin constituyó el Groupe des Antijuifs Indépendents. Hacia 1903 todo esto estaba reducido a la mínima expresión.
Los ecos del Caso Dreyfus quedaban lejos y la polémica se había saldado con la victoria de los dreyfusards. En 1906 desaparecen los últimos diputados de la derecha radical presentes en la Asamblea Nacional. La primera generación de “socialistas nacionales” ha pasado a la historia. En esas mismas elecciones de 1906 obtiene su acta de diputado Pierre Biétry[16]. Valois y Sorel entran también en escena y lanzan las bases de lo que será el Cercle Prudhon. Pero esta ya es otra historia, en otra época, una historia que, por lo demás, ya hemos repasado.
[1] Cfr. La Droite… op. cit.,
pág. 216.
[2] Z. Sternhell da una relación de estos medios: “L’Intransigeant de Rochefort, La
Cocarde de Barrès –en el que cohabitan socialistas, anarquistas y futuros
maurrasianos- La Patrie de Millevoye,
L’Eclair, La Presse, Le Petit Journal son en este último decedio del siglo,
antisemitas” (cfr. La Droite… op. cit..,
pág. 217).
[3] Jacques de Biez (1852-1915), periodista e historiador, republicano
y antisemita, fue uno de los fundadores de la LAF y al disolverse esta siguió
colaborando en los medios de prensa antisemitas después de retirarse a su
castillo de Vienne, en especial en La
Libre Parole, Gil Blas y La Terre de France. Se trataba de un
personaje excéntrico y exótico que no dudaba en abordar constantemente la el
tema del origen celta de Cristo. El cristianismo sería, sostenía Biez, una
forma de druidismo exportado desde la Galia. El argumento estrella era que
Galilea tiene el prefijo “Gal” lo que indicaría su origen galo…
[4] Jules Guérin (1860-1910), periodista francés, director del
semanario L’Antijuif, nació en
Madrid, al regresar con su familia a París se identificó con los ideales de los
antiguos comuneros. Pronto trabará amistad con el marqués de Morès. Fue
arrestado en 1893 y los anarquistas hicieron causa común con él. Enemigo de la masonería constituye la Ligue
Antimaçonique et Antisémite du Gran Occidente de France, financiada por el
duque de Orleans y activa durante el caso Dreyfus. Esta liga colaboraba con la
LAF. Fue también miembro de la Ligue de la Patrie Française de Paul Dérouléde,
se caracterizó como antidreyfusard y fue director de la Ligue Antisémite. La
sede del Gran Occidente está en la rue Chabrol y será allí en donde Guérin y
una docena de hombres armados que habían conspirado contra la seguridad del
Estado junto al Duque de Orléans, se atrincheran durante 38 días. La prensa
llamará a esta sede “Fort Chabrol”. Al entregarse fue condenado junto a
Déroulède al exilio. Emprendió algunos
negocios con los que consiguió arruinar a sus socios a pesar de que él se
presentó siempre como símbolo “de la pequeña patronal vencida por los señores
de la finanza”. Llegó a incendiar su propia planta de refinado de petróleo para
cobrar el seguro. Hasta su muerte proseguirá realizando propaganda antisemita y
anti-dreyfusard. Louis Ferdinand Céline le rendirá un sentido homenaje en
Maudits soupirs pour une autre fois. Datos sobre Jules Guérin extraídos de http://fr.wikipedia.org/wiki/Jules_Gu%C3%A9rin
[5] La Droite… op. cit., pág.
224.
[6] La Droite, op. cit., pág.
228.
[7] Ibidem., pág. 230.
[8] S. Wilson, The antisemitic
riots in France, The historical Journal, vol I, nº 4, 1973, pág 789.
[10] De verdadero nombre Massimiliano Milano (1873-1950) fue elegido
alcalde de Argel con solamente 25 años en la lista “antijudía” (en Argelia no
se utilizaba el término “antisemita” pues, no en vano, los árabes son también
semitas), su padre era un masón originario de Milán. En Argelia, además de las
convulsiones del Caso Dreyfus existía un clima de protesta por la concesión de
la nacionalidad francesa a los judíos allí residentes que actuaban en bloque
apoyando a los republicanos de Gambetta y Ferry. El ala izquierda republicana,
los “radicales” realiza campañas antijudías y mide su impacto en la opinión
pública. En enero de 1897 un apellidado Levy es nombrado profesor de derecho
romano ante la protesta de los estudiantes, entre ellos Max Régis.
En pocas jornadas Régis se convierte en la figura mas conocida de
Argelia y al ser recibido en París por los “padres del antisemitismo” declarará:
“Con la sangre de los judíos se regará el árbol de la libertad”, a raíz de lo
cual deberá huir a España. Será condenado a cuatro meses de prisión y a otros
meses más a causa de un duelo que mantuvo con el capitán Oger que le había
presentado una denuncia a raíz de un artículo suyo publicado en L’Antijuif. Desde este medio (que
aparece tres veces por semana) exige la abolición del “decreto Cremieux” (que
concede la nacionalidad francesa a los judíos argelinos) y la expulsión de los
judíos de Argelia. Es precisamente Régis quien convence a Drumont de
presentarse como candidato por Argel. La llegada de Drumont a Argelia provoca
una oleada de entusiasmo… y el recrudecimiento de la agitación antisemita.
Régis llega a publicar los nombres de las mujeres que se proveen en las tiendas
judías. Drumont logrará ser elegido diputado el 8 de mayo de 1898 junto a seis
diputados más por la lista antijudía. El consejo de ministros deberá revocar
las condenas a que se han hecho acreedores los protagonistas de los incidentes,
incluido Régis. Sin embargo, a raíz de declaraciones posteriores de violencia
inusitada, Régis será acreedor de otra condena por agresión, lo cual no será
obstáculo para que en las elecciones municipales de octubre de 1898 la lista
antijudía obtenga 36 puestos. La audacia y el verbalismo de Régis le llevan
incluso a proponer la escisión de Argelia de la metrópoli: “Si Francia rechaza
liberarse de los judíos, que el pueblo argelino tome en sus manos su propio
destino”. Esta declaración es suficiente para suspenderlo de sus funciones como
Alcalde de Argel. Es reelegido en 1901 pero no logra tomar posesión del cargo a
causa de pasadas condenas no cumplidas. Será el final de la experiencia
antisemita argelina: la represión impide el desarrollo del programa antisemita
y por tanto no hay razón para votarle. En las elecciones de 1902, la
candidatura antijudía alcanzará un número irrisorio de votos. Perseguidos por
numerosas denuncias y procesos, Régis vendrá a España (en donde, contactará con
miembros de la Liga Regionalista de Cataluña; sobre estos contactos véase La raza catalana: el núcleo doctrinal del
catalanismo, Francisco Caja, Ediciones Encuentro SA, Madrid 2009, pág. 225.
El núcleo original de este tema está extraído de la obra El catalanisme conservador devant de l’affaire Dreyfus 1894-1906,
Curial, Barcelona 1994, págs. 124 y sigs.) y se retirará de la política activa.
Vivirá en el anonimato los últimos 50 años de su vida. Roger Peyrerife
escribirá en Les Juifs ( que Régis era hijo de
judíos italianos. En cuanto a Louis Ferdinand Céline será a él a quien tendrá
en mente cuando escriba: “Si en Francia hubiera una asociación antisemita, el
presidente, el secretario y el tesorero serían judíos”.
[11] La Droite, op. cit., pág.
235.
[12] La Droite, op. cit., pág.
236. Z. Sternhell explica que estos incidentes “no son otra cosa más que una
puesta en acción de la ideología antisemita de Toussenel y Proudhom hasta
Drumont, Barrès, Rochefort y Maurras”.
[13] La petición de que no se admita en la administración, en el
ejército o en la marina, solamente a franceses como oficiales o a personas
procedentes de familias que se hayan nacionalizado franceses tres generaciones
antes, recibe 158 votos a favor en la sesión del 10 de enero de 1898. Un mes
más tarde otra propuesta presentada por el diputado antisemita de Dax sobre las
medidas a tomar para detener la preponderan de los judíos en la administración
recibe el apoyo de 198 parlamentarios.
[14] Seguidores de Jules Guesde, uno de los primeros difusores de las
ideas marxistas en Francia y fundador junto con Paul Lafargue del Partido
Obrero Francés. Constituyó el ala izquierda y marxista del socialismo francés
que terminó fusionándose con el Partido Socialista de Francia en 1902. Durante
la Primera Guerra Mundial se situó en posiciones nacionalistas.
[15] La Droite, op. cit., pág.
240. Sternhell utiliza datos extraídos de la obra de A. Zévaès, Histoire du socialisme et du communisme en
France de 1801 a 1914, Ed. France-Empire, Paris 1947, pág. 258.
[16] Sobre Biétry ver el artículo publicado en la Revista de Historia del Fascismo, nº VIII, titulado Georges Valois y Le Faisceau. En aquella
ocasión nos faltó espacio para dar algunos datos biográficos sobre el fundador
de los sindicatos amarillos franceses. Pierre Biétry (1872-1918) viajó a lo
largo de toda su vida por los más diversos continentes y países y se adhirió
durante su juventud al Partido Obrero Francés de Jules Guesde para el que
organizó los sindicatos. Al frente de estos promovió manifestaciones
reivindicativas que en 1899 degeneraron en algún motín que obligó al ejército a
intervenir. Separado de Guesde, en 1901 se unió al Sindicato Amarillo fundado
por Paul Lenoir a cuya cabeza se colocó rápidamente. Se trataba de un
movimiento que puede considerarse como integrante de la corriente antisemita.
En 1902, Biétry, tras romper con Lenoir, fundó la Fédération Nationale des
Jaunes de France y luego el Parti Socialiste National. Su propuesta no difiere
en absoluto del resto de “socialistas nacionales”: 1) renacimiento nacional, 2)
reconciliación de las clases, 3) justicia social, 4) antisemitismo. Sobre el
“sindicalismo amarillo” y sus relaciones con los socialistas nacionales puede
leerse Idéologie, mythologie et structure
du Mouvement Jaune, Z. Sternhell, La
Doite…, op. cit., pág 284-316. Lamentablemente no existe ninguna obra
accesible en lengua castellana en donde se trate específicamente el tema de los
sindicatos amarillos (que también tuvieron en España cierto impacto).
Cuando Francia era antisemita