Nunca me he considerado pesimista. Lo que ocurre es que, en
determinados períodos históricos, el pesimismo se confunde con el realismo. No
creo que en el verano del 493 con Odoacro y sus hérulos a las puertas de Roma,
ningún romano, por optimista que fuera, minimizara la evidencia de que el
Imperio estaba viviendo sus últimos días. En el verano de 1939, era, así mismo
evidente que se aproximaba una nueva guerra. No había más que leer la prensa
para advertirlo: y si íbamos más allá de los titulares y examinábamos la
cuestión cautelosamente, era evidente que la masacre que empezaría 1939 y
terminaría en 1945, estaba siendo instigada, en especial y por encima de todo,
desde el despacho oval de la Casa Blanca. Ese mismo, desde la llegada de Biden
al poder, se decidió que había que adelantar la frontera de la OTAN y colocar
las baterías de misiles nucleares a menos de 20 minutos de Moscú. Puede decirse
que no hay nada nuevo bajo el sol. Seamos más claros todavía: todo induce a
pensar que se aproxima una nueva guerra. Y esta vez sí, se tratará de la
Tercera Guerra Mundial. Una serie de noticias inquietantes permiten justificar
esta afirmación.
EUROPA DEBE TOMAR CONCIENCIA DEL BANDO EN EL QUE SE ENCUENTRA
En su absoluta mediocridad -decía el padre del cantante argentino
Facundo Cabral que los idiotas son peligrosos porque son mayoría y en ocasiones
“hasta eligen presidente”- los “líderes” de Europa Occidental, creen que, al
ponerse del lado de la OTAN, esto es, del lado de los EEUU, se encuentran del
lado de la “mayoría” de países. En esto, como en todo lo demás, se
equivocan. Unos informativos, verdaderas sucursales del “ministerio de la
verdad” orwelliano y unos medios de comunicación, convencionales y digitales,
sugieren que al alinearse con los EEUU y con Ucrania, la UE, está en la parte
de “la justicia, la libertad, contra el totalitarismo y por el libremercado”
que, además, son “la mayoría”. Quien no esté ahí, es un país aislado
internacionalmente. En estos últimos meses, los medios han insistido tanto
en que Rusia, al atacar a Ucrania, ha quedado “internacionalmente aislado” que
hemos terminado creyendo que la retirada de McDonals del territorio ruso
constituye una tragedia insuperable para el gobierno de Moscú.
En realidad, ocurre todo lo contrario. Cuando Rusia lanzó el
ataque limitado para detener la incorporación de Ucrania a la OTAN, sabía
perfectamente lo que hacía. No fue una decisión impulsiva de Vladimir Putin
(al que los medios de comunicación occidentales han llegado a tachar de
“loco”), sino que el gobierno ruso había valorado las consecuencias y estaba
preparado para ello. Quienes no habían valorado absolutamente nada eran los
gobiernos occidentales, cuyas sanciones, por primera vez en la historia, no han
tenido absolutamente ninguna consecuencia para Rusia, pero son susceptibles de
generar una catástrofe en la UE.
La UE no ha advertido todavía la debilidad de su posición. Se
enterará en el mes de octubre cuando empiece a arreciar el frío y la exigencia
de consumo energético y gasístico. Veremos qué gobierno occidental, resiste un
mes de restricciones energéticas. Pero el problema es mucho más agudo. Basta
mirar las maniobras, los gestos y las tendencias de la diplomacia rusa en los
últimos meses y cómo se han reordenado los principales actores en la escena
internacional.
Nadie duda que el primer y esperado efecto de la situación creada en Ucrania, ha sido la aproximación entre Moscú y Pekín. No es algo nuevo, pero si culmina una tendencia iniciada por la República Popular China tras la catástrofe económica de 2007-2011. En aquel momento, China era el principal inversor mundial en bolsas norteamericanas. En especial, el gobierno de Pekín había invertido en los dos bancos hipotecarios, Fannie Mae y Freddie Mac, una cantidad próxima a los 400.000 millones de dólares. Cuando ambas entidades entraron en crisis y el gobierno Bush anunció que no las “salvaría”, bastó la amenaza de Pekín de cortar cualquier otra inversión en EEUU y retirar los fondos invertidos en ese país, para que Ben Bernanke, entonces presidente de la Reserva Federal, asegurase a Zhou Xiaochuan, gobernador del Banco de China, que la administración, salvaría a ambos bancos hipotecarios y, con ello, las inversión chinas… Se dice incluso que los presidentes de ambos países pactaron ese acuerdo. ¿Todo olvidado? En absoluto: a partir de 2008, China se convenció de que los EEUU eran un “mal negocio”, en manos de irresponsables, disminuyó drásticamente sus inversiones y concentró sus excedentes de capital en inversiones interiores. Ese fue el principio del despegue chino que sitúa hoy a su economía, prácticamente, como la primera mundial. Por cierto, Rusia era el segundo inversor en importancia en ambos bancos hipotecarios.
Ambos países, desde entonces, aproximaron sus posiciones,
previendo que la crisis del capitalismo iniciada con las “subprimes” en el
verano de 2007, no terminaría ahí. En 2009, se creó la asociación de las
cinco economías emergentes, los llamados “Países BRICS”, por las iniciales de
sus respectivas naciones: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. En los
países occidentales apenas se difundió la noticia y, sin embargo, era
trascendental: se trataba de naciones que suponían algo más de la mitad de
la población mundial y un territorio de casi 40 millones de kilómetros
cuadrados. Pero era mucho más que eso: la economía brasileña es líder en
Iberoamérica, mientras que la sudafricana es la única que cuenta en todo aquel
continente. El ministro ruso de exteriores que participó como delegado de su
país en las reuniones de los “países BRICS” fue Serguéi Lavrov, el mismo que
sigue ostentando el cargo, quince años después.
Pero la actividad de Lavrov no se detuvo aquí, sino que, en el
verano de este año, realizó una gira por África para obtener apoyos, explicar
los motivos del conflicto ucraniano y preparar la Cumbre Rusia-África que
tendrá lugar en 2023. En cada país visitado, Lavrov firmó acuerdos
económicos de cooperación. No era una política improvisada, sino la
continuación de la cumbre de Sochi en la que Rusia invitó a los gobernantes de
los países africanos. Lavrov lo expresó con claridad: “Sabemos que nuestros
colegas africanos no aprueban los intentos no disimulados de Estados Unidos y
sus satélites europeos de tomar la delantera e imponer un orden mundial
unipolar” y agradeció el hecho de que los países africanos no se sumaran
a los llamamientos de la OTAN de romper relaciones con Moscú e introducir
sanciones económicas. El propio Borrell, tuvo que reconocer que “Europa”
estaba perdiendo la “narrativa global” en África.
El 24 de julio de 2022, Lavrov inició una gira en busca de apoyo y
se reunió en El Cairo con representantes de 22 países árabes durante la
reunión de la Liga Árabe, para “fortalecer la Alianza BRICS”. Es cierto que
la dinastía de los Saud está, históricamente, ligada a los EEUU, pero también
es cierto que Irán ha solicitado su entrada en la Alianza BRICS y que, la
mayoría de países de la Liga Árabe contempla con mucha más condescendencia la posición
rusa que la de la OTAN (que, en el fondo, está vinculada al antiguo
colonialismo, a los ataques injustificados a Iraq y Afganistán y, finalmente, a
la actitud favorable al Estado de Israel).
En cuanto a Brasil, dentro de poco se abrirá un nuevo ciclo
electoral. La tendencia general, desde hace dos años, es a registrar un giro a
la izquierda en los gobiernos de esa zona geográfica. Pero ya no se trata
aquella izquierda que se peleaba -como hemos visto directamente en Bolivia- por
ser invitada a las recepciones mundanas en la Embajada de los EEUU, antiguos
guerrilleros convertidos en “socialdemócratas” y servidores del gran capital. Dentro
de la confusión y el caos propios de la política Iberoamérica, los gobiernos de
derecha están siendo reemplazados por otros de carácter “bolivariano” e
“indigenista”. No se trata de un fenómeno profundo, sino de simples
oscilaciones pendulares en países en los que la corrupción, la incapacidad por
estabilizar la economía, la delincuencia, las mafias y la incapacidad y el
oportunismo de los partidos políticos, impiden que su potencial económico se
haga valer en el contexto mundial. Lo importante no es quién gobierno en
Iberoamérica, sino hacia donde mira: y la izquierda que en estos momentos
ascienda en países como Chile, está mucho más interesada por la “corrección
política”, el “indigenismo”, los lenguajes “inclusivos”, la ideología de género
y demás, que por la resolución de los problemas económicos reales. En Perú,
vamos a asistir al desmoronamiento de un gobierno indigenista, en Chile al
alumbramiento de una constitución “ultrasuperprogresista” imposible e inviable,
en Colombia a una forma de “bolivarismo nacional”, en Venezuela a una dinámica
adaptacionista a las circunstancias y a esperar que EEUU cese su presión sobre
el régimen, en Argentina a un giro a la izquierda que precederá a un ulterior
giro a la derecha y en Brasil un posible cambio de gobierno que, no por ello,
supondrá un giro en su política internacional.
Esta es la situación internacional. A partir de ahí, cabe
preguntarse ¿quién está verdaderamente aislado? ¿los países Rusia o la UE,
China o los EEUU? Más aún: cabe preguntarse, ¿la Unión Europea es
verdaderamente una “unión”? ¿o, más bien, en cualquier momento, corre el riesgo
de que las fuerzas centrífugas se impongan sobre unas fuerzas centrípetas que,
en el fondo, desde Maastrich no han hecho más que consagrada a la Unión Europea
como “pata” regional de la globalización económica?
Europa está aislada y dividida. Aislada en tanto que federación de
Estados. Sus relaciones internacionales están supeditadas a las exigencias de
Washington. Dividida, porque no todos los países que la componen tienen las
mismas orientaciones en política internacional y porque la situación de algunos
gobiernos nacionales es extremadamente precaria como se demostrará, en primer
lugar, a finales de septiembre cuando Italia vote.
En dos años, de persistir la actual situación y las sanciones a
Rusia, ninguno de los gobiernos que hoy están en el poder en los países de Europa
occidental podrá mantenerse en el poder. Si tras
la final de la Champions en París ocurrieron los incidentes que conocemos y que
están directamente relacionados con los 87 diputados obtenidos poco después por
Marine Le Pen, podemos pensar lo que ocurrirá dentro de dos veranos cuando se
abran los Juegos Olímpicos en la capital francesa. Ni en Italia, ni en España
existen buenas perspectivas para los gobiernos actualmente en el poder. Y, en
cuanto a Alemania, una crisis energética es el peor escenario para una
coalición tripartita verdes-socialdemócratas-liberales.
Europa no lo ha advertido, pero ha elegido el bando de los
perdedores, la OTAN, que, para colmo, ni siquiera tiene la legitimidad moral,
ni la honorabilidad que puede exigirse a aquel por el que uno decide
sacrificarse. Es el precio de haber perdido la Segunda Guerra Mundial. Hoy, en los distintos países europeos, hay 452 instalaciones
militares norteamericanas (219 del ejército, 53 de la marina y 180 de la USAF),
más de la mitad de estas bases están instaladas en Alemania. Solamente la base
de Ramstein tiene 50.000 militares, en Italia hay diez bases más y en Bélgica
se encuentra el cuartel de Daumerie, cerca de Mons, para apoyar las actividades
de las fuerzas estadounidenses en el cuartel general de la OTAN, dos bases en
España, en Morón de la Frontera y Rota… Sin olvidar 40 bases instaladas en las
islas del Japón.
Es el precio por haber perdido una guerra… y no estar en
condiciones de detener a la que vendrá.