En la primera
parte de este estudio, pasamos revista al gran problema que arrastra Europa
desde 1945 y la necesidad de superar los pequeños Estados-Nación en beneficio
de un bloque continental. En la segunda parte, advertíamos de la gravedad de la
crisis actual y de la espantosa sima ante la que nos encontramos, así como las
distintas actitudes de los cuatro sectores políticos presentes en las
partidocracias europeas. Advertíamos que, de esta situación no se sale con unas
simples elecciones. Terminábamos, finalmente, recordando las coberturas que
utiliza el “sistema” para garantizar que todas las discusiones y debates que se
den, no afectarán al núcleo central de su estructura: el libre-mercado, la
globalización y la desaparición de las identidades.
A partir de aquí, podemos plantear otro problema: aquel que tiene responsabilidades familiares o que por sus venas arde la necesidad de realizar una acción exterior de protesta que dé testimonio de que todavía existen focos de resistencia y de lucidez ¿qué ideas debería asumir y defender como irrenunciables allí en donde se encuentre? Una pregunta que también podríamos enunciar de otra manera: ¿cómo reconocer un “justo programa político” de otro que no sea más que una colección de tópicos reformistas que apenas lograrían varias mínimamente la fisonomía del sistema, pero sin tocar su “alma”?
Si estamos en
condiciones de enunciar unos cuantos principios elementales de carácter
político-económico, necesarios para revertir la tendencia hacia el abismo,
estaremos en condiciones de saber a qué opciones políticas puede apoyarse y
hasta dónde. Porque, es posible, que existan siglas bienintencionadas que, por
las razones que sea, acaso porque son conscientes de los límites que no pueden
franquear sin correr el peligro de verse completamente aislados y sometidos a
posiciones demasiado expuestas que impliquen una muerte política, o bien porque
no han caído en la cuenta de cuál es la naturaleza profunda de los problemas y,
por tanto, no hayan sido capaces de enunciar las soluciones “radicales” (esto
es, que apunten contra las “raíces” de los problemas y no contra sus
manifestaciones finales) que merezcan el apoyo de quienes todavía creen que es
posible “hacer algo” en política o, incluso “apoyar con el voto” a alguna
sigla. Estas orientaciones es posible que les ayuden a discernir la sigla a la
que apoyar, o bien les faciliten algunas ideas para introducir esas ideas en
tal o cual sigla.
Los puntos que vamos a introducir como condición sine qua non para una alternativa (o, si lo preferís, los elementos necesarios que deben estar presente en una alternativa digna de tal nombre), no están enunciados en el vacío. Pueden encontrar cristalización efectiva en la medida en que responden a los intereses reales de grupos sociales muy concretos. Porque la alternativa responde a las necesidades actuales (no a las de 1976, sino a la de 2021, la “era de la pandemia”) de las clases trabajadoras y de las clases medias, de los jóvenes y de lo que, en otro tiempo se llamó “poderes fácticos” (magistratura, fuerzas armadas, fuerzas de seguridad del Estado). La alianza histórica de estos sectores, por encima de los partidos, por encima de la constitución en su actual configuración, por encima de los tratados internacionales mal negociados y, por encima del caos que tenemos ante la vista, es lo que garantiza que el abismo se disipe ante nuestra vista.
Cualquier otra cosa que no sea esta Gran Alianza contra el Sistema,
supone defender seudo-alternativas, no ir a la raíz de los problemas y, por
tanto, permitir su reproducción, esto es, aproximarse más y más, aunque sea a
distintas velocidades, ante al abismo: estamos ante una “tormenta perfecta”,
inflación, deslocalización, dependencia tecnológica, inmigración masiva, falta
de liderazgo y autoridad, crisis de la educación y de la sanidad,
neutralización de los medios de comunicación social, manipulación de las redes
sociales, coberturas interesadas a los verdaderos problemas mediante la
construcción de problemas ficticios, crisis de suministros y, para colmo,
países enteros paralizados por una mutación del Covid, la Omicron, que, en
estos momentos, no es más que un simple resfriado que se contagia con facilidad…
Estos elementos,
podrían ser, por ejemplo:
1)
Refundación de la Unión Europea, con la renegociación del tratado de
adhesión de cada una de las naciones. No se trata de liquidar la UE que, en el
fondo es positiva en la medida en la que supone un primer paso para una
“federación” europea, pero que, en su forma actual es negativa en la medida en
que esa federación es la “pata europea” de la globalización. Se trata de
refundar la UE en la medida en que desde hace décadas hemos entrado en la etapa
de “política de los grandes bloques” que supera la dimensión nacional de cada
una de las naciones del continente.
2)
Emancipación y liquidación de la OTAN: la “alianza atlántica” es un residuo
de la Guerra Fría, sin interés, utilidad, ni misión, más allá de escenificar el
“vínculo” que une a Europa con uno de los vencedores de 1945, los EEUU, una
potencia en crisis cuyo desplome interior es inevitable por causas muy diversas
(económicas, étnicas, culturales, sociales, etc.) y solo tendrá parangón con el
que sacudió a la URSS en 19887-92. Europa, neutral, pero armada.
3) Alto a las
políticas migratorias y de sustitución de población: los defensores de
tales políticas deben ser expuestos a la luz pública y sus argumentos
contrastados con las realidades. Desde hace décadas no hace falta inmigración
en Europa y, mucho menos, inmigración sin cualificación profesional. Los
defensores de estas políticas deben ser considerados como criminales contra su
patria, su sangre y su cultura y juzgados como tales. Así mismo, es preciso
revertir estas oleadas procediendo a repatriaciones masivas y graduales.
4)
Disminución del peso de los partidos políticos en la vida pública: nunca
tan pocos han ostentado tanto monopolio representativo. Los partidos no son
“grupo de opinión”, sino “conglomerados de intereses sin opinión propia”, tienen
la opinión que imponen los grupos de presión que los controlan. Sin ideología,
sin apenas afiliación, con sospechas de corrupción continua, los partidos deben
ser progresivamente arrinconados como vehículos de representación y sustituidos
por otros modelos de representación profesional, sindical, corporativa,
regional. Y, por supuesto, el dinero público no puede entregarse alegremente a
los partidos mayoritarios para que sigan siéndolo ad infinitum. El espacio que
ocupan hoy los partidos políticos debe ser devuelto a la sociedad y, en todos
los escalones representativos es preciso reducir ese espacio, como mínimo en un
75% a nivel nacional y autonómico y ser prohibido a nivel municipal.
5) Gobierno
de técnicos y expertos, antes que gobierno de ambiciosos e ignorantes: un
país que vive una situación de normalidad institucional y prosperidad, puede
permitirse cualquier tipo de gobierno, incluso el más injusto (la
partidocracia), pero un país en crisis, una sociedad que vive sumido en el
miedo, sumido cada vez más en dificultades y sometido a “diversiones
políticamente correctas”, es un país que precisa medidas excepcionales para
restablecer la normalidad, el orden social y la prosperidad de la población. Y
esas medidas no serán jamás adoptadas por políticos elegidos por mayorías sin
cualificar. El gobierno no puede estar formado -como han estado los últimos
gobiernos- por patanes e ignorantes absolutos, ambiciosos sin escrúpulos o
verdaderos enfermos patológicos cuya única capacidad es la de engañar al
electorado: de la sima en la que nos encontramos se sale solamente con
gobiernos compuestos por técnicos y expertos capaces de planificar a medio y
largo plazo y de adoptar medidas coyunturales inmediatas para paliar los
frentes de crisis más urgentes.
6) La política
exterior de una Unión Europea refundada debe basarse en cuatro ejes:
política de amistad y alianza con Rusia; equidistancia de China y de los EEUU;
distanciamiento del mundo anglo-sajón considerado como algo ajeno a Europa e,
históricamente, antieuropeo; política de acercamiento a Iberoamérica en la que
España sería el puente natural. Está claro que la historia camina hacia la
política de “grandes bloques” y que el territorio de la Unión Europea es uno de
ellos. La estabilidad mundial depende de un sistema que esté apoyado en “patas”
sólidas, cuantas más, mejor. Se trata de lograr que cada una de estas “patas”
geográficas sea lo suficientemente autónoma como para garantizar su
supervivencia y estabilidad. La deslocalización, la globalización, debe dar
paso a la autonomía económica e independencia de estos bloques cuyos
intercambios comerciales deben de limitarse a sus excedentes de producción o a
sus materias primas.
7) Medidas
excepcionales en materia económica con la creación de una criptomoneda europea
no especulativa: las criptomonedas, así como las tecnologías blockchain permiten
competir con las monedas históricas ventajosamente, a condición de tener
organismos que regulen su estabilidad. De ahí la necesidad de que Europa se
dote de una criptomoneda propia con la que se realicen todos los pagos del
Estado: esto permite un seguimiento descentralizado y riguroso y al alcance de
todos, del destino hasta del último céntimo del dinero público, así como
resolver los problemas del endeudamiento. La criptomoneda, y la tecnología que
tiene detrás, permite independizarse del poder de la banca, de las grandes
acumulaciones de capital y de las dinastías financieras tradicionales. El blockchain
permite transparencia y seguridad, la Unión Europea debe garantizar estabilidad
a su criptomoneda.
8) Solución
del problema energético mediante la introducción de centrales nucleares de
nueva generación: los hidrocarburos, controlados desde el principio de la
era industrial por capitales anglosajones e impuesto a principios del siglo XX,
no es el tipo de energía que conviene a Europa. Las “energías alternativas”
distan mucho de satisfacer todas las necesidades de consumo. Europa no es rica
en gas natural, así pues, no queda más salida que la energía nuclear en sus dos
aspectos: dedicar presupuestos públicos a construir centrales nucleares de
nueva generación con índices de seguridad superiores a los de las antiguas
centrales y apostar por la energía de fusión invirtiendo capitales públicos.
9)
Inversiones preferente es sectores de alto valor añadido vinculados a las
nuevas tecnologías: la crisis de los chips que se está viviendo desde finales
de 2020 ha mostrado la importancia que tiene para Europa -y que un solo país no
puede afrontar- no solo utilizar e importar nuevas tecnologías, sino tener instaladas
en su territorio y de manera preferente, este tipo de recursos de los que
depende el futuro. Si el capital privado no está en condiciones, ni interesado
en estos sectores, debe ser el Estado, esto es, la Unión Europea reconstituida,
quien planifique y realice las inversiones necesarias para cortar nuestra
dependencia del exterior.
10) Cultura
de la excelencia y del esfuerzo en lugar de cultura de la complacencia: una
alternativa debe contemplar, ante todo, una profunda reforma educativa desde la
pre-escolar hasta los masters de post-grado. No se trata hoy de “hacer la educación
accesible a todos”, sino que esta educación sea de calidad y prepare a los
estudiantes para su vida futura: es preciso reintroducir desde la preescolar la
idea de excelencia, de esfuerzo, de sacrificio, evitar que la escuela se
convierta en un “juego” y que se “aprenda jugando”. No se trata de bajar el
listón, como están haciendo todos los planes de enseñanza en los últimos 50
años, sino de elevarlo, crear una enseñanza exigente, la única que estará en
condiciones de que colaborar en la construcción de la sociedad del futuro.
11) Respeto a
las tradiciones de los pueblos europeos: Europa es hija de tres
influencias, el mundo clásico greco-latino, el mundo nórdico-germánico y el
catolicismo. Y esas tres tradiciones deben permanecer vivas y renovadas.
Atentar contra cualquiera de ellas o intentar introducir tradiciones halógenas,
supone un “crimen contra Europa” y debe ser juzgado como tal. La tradición
implica “transmisión”, el nexo que une a las generaciones que han vivido sobre
la misma tierra y son de la misma sangre. Irrenunciable y fundamental,
cualquier atentado contra las tradiciones debe ser erradicado con la máxima
energía, sea quien sea que lo protagonice.
12)
Depuración de responsabilidades de todo lo ocurrido en Europa desde 1939:
en 1946 tuvo lugar el “Proceso de Nuremberg”, una mascarada jurídica producto
de la propaganda de guerra y que no puede ser considerado más que como un
espectáculo de venganza de los vencedores sobre los vencidos. Pero sería
absurdo pensar que hoy, por el hecho de estar alejados ochenta años de aquel
proceso, no tenemos derecho a conocer por qué murieron 100.000.000 de personas
en todo el mundo, qué y quiénes hicieron posible aquella masacre y se depurasen
no solamente las responsabilidades correspondientes a aquel conflicto, sino las
que se han venido sucediendo desde entonces. Los crímenes cometidos desde 1939
hasta nuestros días deben ser revisados y las responsabilidades depuradas,
afecten a quien afecten y caigan los mitos que caigan.
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Hemos repetido
en muchas ocasiones que no creemos que el terreno político sea, hoy por hoy, el
más adecuado para llevar a cabo una lucha de reconstrucción. Creemos, más bien,
que ésta debe partir del individuo, de una clarificación que debe realizar a
nivel interior y, posteriormente, realizada esta, ampliarse a su familia, a su
círculo social y tejer redes invisibles que se conviertan en islas de claridad
en el momento en el que se produzca el desplome interior de la civilización (a
causa de la “tormenta perfecta” que cada vez tenemos más cerca). Si hemos lanzado
estas ideas es para aquellos que todavía consideran que la política es un campo
de acción, gracias al cual puede retrasarse el estallido de la crisis y que
todavía existen partidos y siglas que mantienen posturas, más o menos, “correctas”
que pueden llegar a influir positivamente en la marcha de los acontecimientos. Recordamos,
en cualquier caso, que el tiempo de “jugar a la contra” ya ha quedado atrás: no
se trata de votar a unas siglas, no tanto por identidad con sus principios,
como para sacarse de encima rostros odiosos y malignos de la política española,
francesa o italiana. Se trata de realizar un trabajo sólido de reconstrucción. Los
amigos y antiguos camaradas que estén dentro de formaciones políticas en
activo, deberían de transmitir a las bases y a los dirigentes de estas
organizaciones que es preciso superar la etapa de las medias tintas (la
propuesta de medidas superficiales) para pasar a la etapa de radicalidad (el
afrontar los problemas yendo a sus raíces). Y esto solamente puede hacerse
teniendo muy claro que:
1) El marco nacional ya ha dejado de ser preferencial, es preciso trabajar en un marco europeo.
2) Los marcos constitucionales en toda Europa y el mismo estatuto de la UE deben ser modificados en la medida en que han contribuido a generar y agravar la crisis actual.
3) El pozo en el que nos encontramos es tan profundo que no se recuperará la normalidad con unas simples elecciones y un mero cambio de gobierno. Hace falta más, mucho más. Eso, o un buen día nos levantaremos y nos daremos cuenta de que el desplome final ha comenzado.