Info|Krisis.- Ante la proximidad del 9-N, creo
que vale la pena recordar algunos elementos que concurren en el “problema
catalán” y que son los argumentos por los que el autor de estas líneas rechaza
la posibilidad de acudir a votar. No es un trabajo orgánico, ni siquiera
exhaustivo, es simplemente un recordatorio personal de aspectos relevantes
ninguno de los cuales, absolutamente ninguno, ha sido recordado ni sugerido por
los medios de comunicación dependientes directamente o alimentados por la
Generalitat. Estos puntos aspiran solo a estimular la capacidad crítica de los
ciudadanos llamados a las urnas. Puestos a votar, hace falta saber qué es lo
que se vota y quién convoca a las urnas. En estas líneas, esperamos que los
lectores tengan claro estos aspectos.
PRIMERA PARTE:
EN EL FIN DE UN CICLO POLÍTICO
EN EL FIN DE UN CICLO POLÍTICO
I. La Generalitat no tiene ni legalidad ni legitimidad para convocar
referéndums
La retahíla de corruptelas de las
que todo aquel que quería enterarse, podía conocer desde mediados de los años
ochenta y que ha acompañado desde entonces a la Generalitat de Cataluña,
afectando a sus máximos dignatarios y las sospechas que hoy planean sobre el
actual gobierno de la Generalitat, la deslegitimizan
por completo para cualquier otra cosa que no sea para declarar ante los
juzgados de guardia. Es posible que a la presidencia de la Generalitat
todavía le correspondan hacer uso de sus atribuciones legales (entre las que,
por cierto, no se encuentra la convocatoria de un referéndum soberanista), pero
ha perdido desde hace tiempo la
legitimidad moral para ejercer cualquier tarea de gobierno. La extensión de
la corrupción y su carácter sistémico y anidado en su interior, hubiera
recomendado desde hace décadas la suspensión
temporal de la autonomía catalana y la realización de una auditoría capaz de
presentar los distintos niveles de responsabilidad moral y criminal de los
dirigentes del gobierno autónomo catalán. Pero, dado que en esto de la
corrupción, Cataluña demuestra formar parte del Estado Español y éste está a su
vez, en todos los niveles administrativos, se encuentra afectado por esta lacra,
la Generalitat nacionalista ha podido seguir manteniendo su impunidad.
Obviamente, en las actuales circunstancias, la solución a este problema no consiste en un referéndum soberanista,
sino en una nueva constitución que entierre el “Estado de las Autonomías”, el
“Estado de la corrupción” y el “Estado de la partidocracia”, las tres lacras
producto de la constitución de 1978.
II. Depuración de responsabilidades
Estamos viviendo momentos de fin de ciclo: todo lo que ha aparecido
como habitual y normal ante nuestros ojos durante 36 años, se está desplomando
entre el aroma de la corrupción, la realidad de la ineficacia en la gestión, el
faraonismo insostenible y la partidocracia. Este desplome se está
produciendo tanto a nivel catalán como a nivel del Estado. Sea como sea el
futuro, será necesario asumir que distintas concepciones del Estado basadas en
doctrinas e ideales pueden ser contradictorias y opuestas, pero no por ello una
parte puede exigir depurar responsabilidades ideológicas. Ahora bien: la
honestidad en la gestión si es algo que debe exigirse al margen de las opciones
y de los colores políticos. Los delitos
de corrupción no pueden prescribir nunca y deben ser objeto de una legislación
especial entendiendo que se trata de delitos de gravedad extrema en tanto que
no son cometidos contra una sola persona, sino contra la comunidad entera.
Todos los organismos del Estado, empezando por el mismo Estado, descendiendo a
las Comunidades Autónomas y más tarde a los Ayuntamientos, deben ser objeto de
auditorías que establezcan niveles de responsabilidad que corresponderá depurar
a tribunales especiales. De otra forma será imposible “resetear” el sistema.
III. Encuadrar el soberanismo catalán en el contexto de crisis del
Estado
La eclosión del soberanismo no es más que el resultado de siete años de
crisis económica en todo el Estado, en el curso de los cuales la inicial crisis
inmobiliaria ha ido mutando, convirtiéndose en crisis bancaria, crisis de
deuda, crisis social y, finalmente, a causa de su persistencia, en crisis
política. La crisis soberanista es un fenómeno más de la crisis política,
junto a la crisis de la monarquía juancarlista, la crisis del Estado de las
Autonomías, la crisis de los partidos políticos tradicionales, la corrupción
generalizada, los seis millones de parados o el desprestigio de todas las instituciones
del Estado.
IV. Cataluña: frente avanzado de la crisis del Estado
La habilidad del nacionalismo catalán ha consistido en atribuirse todos
los éxitos y responsabilizar a otros de sus fracasos. Desde hace veinte
años, Cataluña vive inmersa en la presión soberanista. Las reivindicaciones
permanentes de un mayor techo autonómico parecen eximir al nacionalismo de
practicar políticas eficientes especialmente en materia de sanidad y educación.
El gobierno de la Generalitat siempre ha tenido una excusa para presentarse
como ajena a los problemas de Cataluña. El nacionalismo siempre ha dado una
respuesta simple a un problema completa: “¿Por qué las cosas no van bien en
Cataluña?”, “Por culpa de Madrid”, como si la gestión de gobierno no fuera con
ella. En realidad, el nivel de
competencias de la autonomía catalana y el papel privilegiado como interlocutor
del gobierno central tanto en períodos de gobierno del PSOE como del PP, hacen
al nacionalismo catalán como responsable de los errores cometidos, no solamente
en Cataluña sino en todo el Estado.
V. No hay lugar para microestados en la UE.
La independencia de Cataluña, desde todos los puntos de vista, es
completamente inviable, no solamente en su aspecto económico, sino en su
vertiente política. La inclusión de España en la Unión Europea, la ha hecho
partícipe de un “club de Estados-Nación”, la mayoría de los cuales son de
factura más reciente que España y ninguno de los cuales –especialmente en su
núcleo duro franco-alemán- están dispuestos a permitir que un Estado de tamaño
medio se desintegre en partes en un proceso que luego podría afectar también a
sus propios países. Hoy, quedar fuera de la UE supone perder el mercado al que
van a parar la mayor parte de productos manufacturados en Cataluña. No es que
la independencia catalana redujera drásticamente el comercio con España… es que
hundiría también sus relaciones con la UE.
SEGUNDA PARTE:
LA CRISIS SOBERANISTA EN SUS RASGOS GENERALES
LA CRISIS SOBERANISTA EN SUS RASGOS GENERALES
VI. Las naciones no se crean ni se destruyen mediante referéndums.
Ninguna nación digna de tal nombre se ha creado en base a un referéndum
y mucho menos cuando, como en el caso de Cataluña, el resultado sería, en
cualquier caso, extremadamente ajustado y ni siquiera está claro cuál sería el
resultado y en favor de qué opción. Las
naciones no se crean ni se mantienen en función de referéndums sino que son el
resultado de procesos históricos, voluntades de poder, proyectos comunes. Por
otra parte, el destino de una nación no puede depender del estado de ánimo del
electorado en un momento dado de la historia, sino que es el resultado de una
voluntad colectiva y de un proyecto histórico que no está presente en el
nacionalismo catalán, el cual es un fenómeno histórico reciente que se ha
afirmado precisamente en un momento de quiebra y reflujo de todos los
nacionalismos.
VII. No estamos ante España contra Cataluña, sino ante CiU-PPSOE contra
la ciudadanía
Los medios de comunicación de la
Generalitat han tenido la habilidad de presentar el conflicto soberanista
desencadenado por el nacionalismo como un conflicto entre Cataluña y España,
cuando en realidad no es más que un
episodio de la lucha entre CiU y el PP-PSOE por el control de inmensos recursos
económicos generados en Cataluña. La crisis ha hecho disminuir los
beneficios de la casta política catalana que precisa un control total sobre sus
recursos, sin compartirlos, ni atender a fondos de solidaridad
interterritorial. No es un choque entre
“Cataluña” y “España”, sino entre los partidos políticos que controlan los
resortes de poder en Cataluña y en España contra la ciudadanía que solamente
aspira a estabilidad, prosperidad, trabajo y bienestar.
VIII. La solución ya no está en la constitución del 78
El único argumento utilizado por
el gobierno Rajoy para prohibir el referéndum soberanista y defender la unidad
del Estado y la integridad de la Nación, ha sido la legalidad constitucional.
Este argumento, siendo limitado –una nación es permanente, mientras que sus
constituciones son productos temporales; la nación está por encima de la
constitución en tanto que pre-existe a ella- solamente podía ser asumible en el
caso de que la constitución de 1978 y el régimen que se edificó sobre ella,
tuviera algún prestigio. En realidad, estamos
ante una crisis “de régimen” y la constitución de 1978 ya no es la solución,
sino que obstinarse en considerarla como un tótem intocable es uno de los
problemas más graves del país.
IX. Cataluña rota por la Generalitat, abandonada por el Estado,
destrozada por la globalización
Las más de tres décadas de gobierno nacionalista
(el nacionalismo ha estado presente en los años de CiU, pero también en los del
tripartito a través de ERC y de un PSC que siempre estuvo gobernado por hijos
de la alta burguesía catalana para encuadrar a las clases trabajadoras
mayoritariamente castellanoparlantes) han roto a Cataluña que ha visto como
descendía su capacidad industrial, llegaban legiones de inmigrantes islamistas
inintegrables, se practicaban políticas tendentes a asfixiar el uso de la
lengua castellana, se abordaban proyectos faraónicos, planes irrealizables y
todo ello para mayor gloria de una clase política regional corrupta. Es cierto
que las inversiones en Cataluña han
disminuido y que en los dos últimos años la inversión extranjera se ha reducido
a la mitad, como fruto de las tensiones soberanistas. Pero los grandes
problemas de Cataluña, deslocalización e inmigración masiva, no proceden del
Estado Español, sino que son productos directos de la globalización.
TERCERA PARTE:
EL VERDADERO ROSTRO DEL SOBERANISMO
EL VERDADERO ROSTRO DEL SOBERANISMO
X. Del nacionalismo al soberanismo: relevo de clase
Si el nacionalismo catalán es un
producto relativamente reciente de la alta burguesía catalana, el movimiento
soberanista es otra cosa. En la transición y hasta los últimos años del
gobierno de Jordi Pujol, esa misma burguesía que había crecido al calor del
franquismo (con el que lejos de oponerse, colaboró y del que se benefició
ampliamente) y de la Generalitat restaurada (no solamente haciendo buenos
negocios a la sombra del poder, sino extorsionando entre el 3 y el 5% de
cualquier negocio o contrato que se firmara con la institución), a partir de los años 90 empezó a
desinteresarse por realizar sus inversiones en Cataluña y empezó a invertir
preferentemente en otros escenarios económicos, sumándose a la tendencia
internacional a reforzar el capitalismo especulador. De ahí que hoy, el
soberanismo ya no esté controlado por la alta burguesía industrial sino por
grupos periféricos: beneficiarios de la Generalitat (CiU, Ómnium, ANC),
pequeña burguesía del interior (ERC), borrokas (CUP), ecosocialistas (ICV), que
han arrastrado a Artur Mas a las posiciones rupturistas.
XI. Lo “inédito” del independentismo catalán
Cataluña nunca ha sido históricamente una “nación independiente”,
siempre estuvo ligada al resto de territorios que constituyen esta unidad
geopolítica que es la Península Ibérica y que la historia ha hecho cristalizar
en dos Estados (Portugal y España). Hispania Citerior, Tarraconense, Reino
Visigodo, Condados Pirenaicos, Marca Hispánica, Reino de Aragón, unidad con el
Reino de Castilla, Españas de los Austrias, España de los Borbones, España
Nación, son las formas políticas en las que ha participado Cataluña. La brecha
se abre en el último tercio del siglo XIX con la aparición del nacionalismo y
la pretensión inédita de lo que ha sido una “nacionalidad” (conjunto de tierras
con algunos rasgos antropológicos característicos) pase a ser “nación” y, por
tanto, aspire a formar un “Estado” independiente.
XII. El nacimiento del nacionalismo catalán
Así pues, el nacionalismo catalán (como el vasco) es un fenómeno reciente nacido
al calor de la burguesía regional con la intención de preservar sus negocios.
Esa misma alta burguesía industrial catalana, se había beneficiado del
proteccionismo que había impuesto al gobierno español para preservar ese
mercado de penetraciones de productos exteriores a España. Basado únicamente en el hecho diferencial de la lengua, se preocupó en
lo que se llamó “construcción nacional de Cataluña”, de improvisar
–frecuentemente a golpe de talonario- una cultura, unas tradiciones y una
historia propias, forzando diferencias, aumentando distancias y creando
oposiciones antes inexistentes.
XIV. La falsificación de la historia de Cataluña
La Generalitat ha instaurado una “historia nacional de Cataluña” que
choca con cualquier criterio historiográfico mínimamente honesto y científico.
Episodios que nada tienen que ver con una “historia nacional de Cataluña”
(desde la existencia de la Tarraconense, hasta la revuelta del conde Paulus en
el reino visigodo, hasta la Guerra de Sucesión, todo, absolutamente todo, ha
sido desnaturalizado y transformado en episodios de una historia nacional
difícilmente sostenible). A ello se ha sumado la falsificación o destrucción de documentos que inició en el siglo XIX
Próspero de Bofarull o la subvención a las más peregrinas teorías sobre la
catalanidad de Colón, de Santa Teresa de Ávila o las montañas de Montserrat
como fondo a la Gioconda, que son tomadas en serio por muchos nacionalistas y
que tienen su origen en la lingüística freaky que inauguró el conde de Güell en
los juegos florales de 1901 (que pagaba de su bolsillo) según la cual el
catalán era más antiguo que el latín y descendía del dialecto hablado en los
Alpes Réticos, el retho-romanche. Tales enormidades solamente han podido
imponerse gracias al control ejercido en los últimos 36 años por el
nacionalismo sobre el sistema educativo catalán y sobre los medios de
comunicación. El resultado ha sido la
transformación de la Historia de Cataluña en un amasijo de contenidos freakys,
interpretaciones grotescas, falsificaciones puras y simples y deformaciones
constantes tendentes a demostrar que desde la más remota antigüedad existió una
“historia nacional de Cataluña” que “los españoles” han querido ocultar.
XV. El peligro es el nacionalismo
En Cataluña como en el País Vasco
se ha dicho a menudo que el peligro lo constituían los “grupos violentos”.
Estos eran prácticamente inexistentes en Cataluña en donde jamás ha cuajado la
existencia de una organización terrorista como ETA más allá de copias grotescas
y risibles como Terra Lliure, organización terrorista que consiguió el récord
de militantes muertos por las propias bombas que intentaban colocar, hasta el
punto de que puede decirse que deberían estar agradecidos a que la policía los
desarticulara completamente en 1992, o de lo contrario todos hubieran terminado
haciéndose pupa. El peligro, ni en Cataluña ni en el País Vasco, ha sido el
terrorismo. El terrorismo, como máximo,
ha sido un riesgo para el orden público y la seguridad de la población, pero
nunca ha constituido un verdadero riesgo. El auténtico riesgo ha sido siempre
el nacionalismo “moderado y democrático” en cuyo programa se incluían objetivos
que solamente podían alcanzarse mediante el envenenamiento de las conciencias
realizada a través del control sobre los mecanismos educativos. Los
espasmos soberanistas que estamos viviendo hoy no son más que el resultado de
más de tres décadas de intoxicación nacionalista y falsificación de la
historia, operados desde el control de las estructuras autonómicas. Si para
algo ha servido el “Estado de las Autonomias”, aparte de para ir devorando al
Estado del Bienestar y de enriquecer a las clases políticas regionales, no ha
sido desde luego para descentralizar la Nación, sino para crear el clima cultural favorable para la centrifugación nacional.
XVI. Cuarenta años de franquismo, cuarenta de democracia
Tienen razón los soberanistas en
decir que durante 40 años el catalán fue marginado de la vida pública. Algo
todavía más incomprensible toda vez que entre las filas de los vencedores
figuraba el carlismo que se expresaba perfectamente en catalán y que tenía un
arraigo profundo en tierras de Cataluña. Sin embargo, Franco optó por el
jacobinismo, mucho más alejado de su concepción ideológica, pero como rechazo
por los excesos separatistas protagonizados en 1931 y 1934. Realmente no
existió persecución contra el catalán, sino marginación de la vida
institucional. En 1967 ya se editaban revistas en catalán de alta tirada y
existían varias colecciones de libros en esa lengua. Lo que no estaba era
subvencionada y, sin embargo, la lengua
catalana resistió y en algunas zonas existían en los años 60 niveles de
utilización del catalán muy similares a los actuales. El problema es que en
los 36 años siguientes, la Generalitat se creyó obligada a devolver ojo por
ojo, entrando en una dinámica de multas lingüísticas, prohibiciones, exigencias
y falta de sensibilidad hacia la lengua castellana, cayendo frecuentemente en
imposiciones, rivalidades ridículas y
sobreprotegiendo el catalán cuya supervivencia hoy depende en gran medida de
este régimen de subsidios e imposiciones. Y las lenguas son como los cauces de
los ríos, resulta muy difícil alterar su curso. Recordar los excesos de la
Generalitat nacionalista no quiere decir exculpar al franquismo de sus
responsabilidades. De hecho, ambos son muestras del mismo error.
XVII. La extensión del conflicto a Valencia, Baleares, Aragón y Francia
Desde los tiempos de Prat de la
Riba y de su obra La Nacionalitat
Catalana, se tiene conciencia de que el territorio catalán no da de sí lo
suficiente como para forjar a partir suyo un Estado con capacidad para
sobrevivir y ocupar un lugar en el concierto de las naciones. De ahí que ya en
esa obra, se adjuntara un significativo capítulo titulado Imperialismo catalán. El autor y sus herederos consideran que el
“núcleo histórico catalán” identificado con las cuatro provincias gobernadas
hoy por la Generalitat de Catalunya, debe expandirse “desde Fraga a Mahón y de
Salses a Guardamar, integrando territorios pertenecientes a las comunidades
autónomas de Aragón, Baleares, Valencia y a territorios franceses del Rosellón
y la Cerdaña. El mero hecho de que
exista ese proyecto y que algunos lo compartan, indica que el soberanismo
catalán no se agota en el mero hecho soberanista catalán sino que esta es
solamente un primera fase de un proyecto mayor.
XVIII. La realidad económica catalana
La industria catalana se vio
inicialmente beneficiada por el proteccionismo español y por el retorno de
capitales de Cuba y Maracaibo que generaron una fuerte acumulación de capital y
el nacimiento de una burguesía industrial dotada de gran dinamismo y que se
beneficiaba de un mercado que disponía en exclusiva: el mercado español. Desde
entonces no ha cambiado gran cosa: hoy
el superávit del comercio catalán con el resto de España es de 24.000 millones
de euros. La economía catalana depende en primer lugar de que sus productos se
vendan en el resto del Estado, pero eso obliga a la sociedad catalana a algo
que parece lógico: contribuir a la solidaridad interterritorial… aunque
solamente sea para que el dinero redistribuido por el Estado genere mayor
crecimiento en otras zonas y una mayor posibilidad de adquisición de producto
elaborados en Cataluña. La
irresponsabilidad del soberanismo se demuestra en que quiere seguir teniendo
acceso a ese mercado (y al francés, su segundo cliente), pero sin la
contrapartida de contribuir a ningún tipo de solidaridad interterritorial.
A nadie con unos conocimientos mínimos en economía se le escapa el que una
Cataluña independiente, situada fuera de la UE, perdería a sus dos principales
clientes y obligaría a miles de firmas a trasladar inmediatamente sus sedes
sociales. Una Cataluña independiente es inviable mientras persistan las
actuales condiciones económicas y los actuales niveles de intercambios
comerciales.
CUARTA PARTE:
DEMOGRAFIA E INMIGRACIÓN EN CATALUÑA
DEMOGRAFIA E INMIGRACIÓN EN CATALUÑA
XIX. El problema demográfico catalán
La natalidad en Cataluña (1,2)
está muy por debajo de la tasa de reposición (2,2). Pero el problema va mucho
más allá de esta relación: en realidad, en
Cataluña sólo uno de cada cuatro nacimientos pertenecen al grupo étnico
autóctono. El resto son hijos de inmigrantes. En 1996 Cataluña tenía
ligeramente algo más de 6.000.000 de habitantes, hoy tiene 7.500.000
habitantes, lo que quiere decir que en
torno a 1.750.000 son o inmigrantes o hijos de inmigrantes. Es decir por encima
del 30%. Esto no está reflejado en las estadísticas que consideran que
según el ius solis todo nacido sobre territorio español adquiere solo por eso
la nacionalidad española. Pero basta con esperar a la puerta de colegios
públicos, incluso en zonas que no registran una particular concentración de
inmigrantes para comprobar que, efectivamente, el grado del problema. En
escuelas del Raval o de Salt se ha llegado a un 80-90% de alumnos hijos de
inmigrantes. El error de la Generalitat
consiste en pensar que todo este volumen de inmigración está “integrado” en la
sociedad catalana por el mero hecho de… hablar catalán. Con la mayor parte de
estos grupos étnicos existe una brecha cultural y antropológica que no ha
existido nunca con los contingentes de población desplazada a Cataluña
procedente del resto del Estado.
XX. El riesgo de fractura social y étnica
Cataluña se precipita a marchas forzadas a una fractura interior que
será a la vez étnica y social. El 1.500.000 de inmigrantes que han llegado
a Cataluña en los últimos 20 años y sus hijos vinieron, como en el resto de
España, atraídos por el falso “crecimiento económico español” de los años
1996-2007; incluso cuando se inició la crisis siguieron llegando y siguieron
aumentando en número. Y todo esto en el momento en el que Cataluña sufría un
proceso de desindustrialización y el turismo y la hostelería tomaban el relevo.
Mayoritariamente, los inmigrantes trabajan en el sector de hostelería (y en
segundo lugar en el agrario) sectores con bajo valor añadido y con salarios
bajos en el límite del salario mínimo. Pero en Cataluña no cotizan más de 400.000 inmigrantes, es decir, menos de
un 30% y casi siempre por las franjas salariales más bajas y, por tanto, con
ingresos muy limitados y siempre próximos al umbral de la pobreza. Eso genera
el caldo de cultivo adecuado para futuras revueltas que serán a la vez,
raciales y sociales, configurándose como el principal problema de la Cataluña
del futuro que, obviamente, sería inasumible por un “Estado catalán”
independiente.
XXI. El Islam en Cataluña, nuevo e inintegrable actor
Desde los años noventa, la Generalitat de Catalunya se preocupó por
canalizar un flujo de inmigración procedente del Magreb para evitar la llegada
a Cataluña de inmigración hispanoparlante procedente de países andinos. Se
presuponía que los magrebíes educados en escuelas catalanas, aprenderían a
hablar catalán, mientras que los andinos no se esforzarían al poder comunicarse
en castellano. Esta “genial” política de inmigración ha convertido a Cataluña
en la verdadera meca de la inmigración islamista en España: a Cataluña han
afluido inmigrantes no solamente magrebíes, sino paquistaníes y subsaharianos
todos ellos de religión islámica. Dotados de unas tasas de reproducción algo
más de tres veces superior a la de la población autóctona, el crecimiento de
esta impresionante masa inintegrable, es el principal riesgo que afronta
Cataluña en estos momentos. La Generalitat cree que tendiendo la mano, estos
contingentes se integrarán: ignoran la brecha antropológica, religiosa y
cultural que separa a la comunidad autóctona de esta bolsa de inmigración
islámica. Ni hay, ni ha habido, n puede
haber un “Islam catalán” como quieren los soberanistas: lo que existe es un
islam presente en Cataluña que percibe claramente que ahí puede imponerse más
que en cualquier otro lugar del Estado y que, precisamente, por eso está
dispuesta a apoyar el proceso soberanista. No mentimos cuando vemos a una
eventual “Cataluña independiente”, no un “nuevo Estado de la EU”, sino como un
futuro “nuevo califato de la Liga Árabe”…
QUINTA PARTE:
APUNTES PARA UNA SOLUCIÓN
APUNTES PARA UNA SOLUCIÓN
XXIII. España federal, España jacobina y España Foralista
España al salir del franquismo
precisaba una descentralización urgente en 1976 que, al hacerse a prisa y
corriendo sin medir suficientemente las consecuencias, degeneró pronto en el
inviable “Estado de las Autonomías”. Quienes reconocen su fracaso, proponen
ahora una “España Federal”, olvidando que no existe ningún caso en la historia
de “estado unitario” que se haya desmembrado para reagruparse después en
“federación”. Sin olvidar que el nacionalismo periférico solamente admitiría un
“federalismo asimétrico” que reconociera a sus territorios una categoría
diferenciada a la del resto de partes. Queda
la solución Foralista: máxima descentralización a cambio de máxima lealtad.
No es algo inédito en nuestra historia. El absurdo actual es que se concede más
autonomía a cambio de mayor presión, cuando la autonomía debería ser un premio
a la lealtad, no el producto de una presión egoísta.
XXIV. El problema de fondo: un país, dos identidades
La realidad sociológica catalana
es que sobre el territorio de las cuatro
provincias coexisten dos identidades lingüísticas, la identidad
castellanoparlante y la identidad catalanoparlante. Al tratarse de dos
lenguas hispano-romances, al existir contigüidad antropológica y cultural, la sociedad catalana es una sociedad
integrada y sin más problemas que los que plantea el soberanismo y su intención
de que sobre el territorio catalán solamente exista una identidad. Lo
sorprendente es que sin los excesos soberanistas (y, obviamente, sin los
“españolismos excluyentes”), nunca han existido problemas de convivencia, ni
fricciones sociales entre ambas comunidades lingüísticas, lo que demuestra a
las claras que la convivencia es posible en situaciones de normalidad.
XXV. Cataluña – España – Europa
Cataluña no es una realidad aparte de España, ni España es una realidad
aparte de Europa. Geográficamente los caminos de España hacia Europa pasan
a través de Cataluña. No está fuera de lugar recordar que los orígenes
culturales de Cataluña y de España son idénticos derivan del mundo clásico y de
la aportación del cristianismo y, en este sentido, son cultural y
antropológicamente próximos sino superponibles a los de cualquier otra nación
europea. La integración en una Europa hecha a través de Naciones-Estado
(hacerlo a través de 150 regiones sólo en Europa Occidental es, simplemente,
impracticable) obliga de manera natural a que Cataluña afirme su presencia a
través del Estado Español. Las soluciones artificiosas propuestas por el
soberanismo catalán para compensar la falta de “entidad nacional” y aludiendo a
una “euro-región” que ocupe los inexistentes “Països Catalans” y una especie de
Occitania ampliada a la Septimania y a la Aquitania francesa, crea más
problemas que resuelve situaciones ya superadas y enmarca el hecho esencial: el
odio soberanista hacia todo lo que sea una implicación con España.
XXVI. La cuestión lingüística
La lengua catalana se habla en Cataluña
(con un nivel de utilización como lengua vehicular de entorno al 35%), de la
misma forma que la lengua castellana se habla en todo el Estado. Cualquier
intento de imposición de una sobre otra o de asfixia de una por otra, debe ser
excluido y condenado. De cara a la
enseñanza, tanto el Estado como la Generalitat tienen que facilitar al
ciudadano la máxima libertad para que pueda poner en práctica su proyecto de
vida personal, pueda elegir libremente la lengua en la que quiere hablar y en
la que quiere que se eduquen sus hijos. Se entiende que el conocimiento de
ambas lenguas es importante y la opción para hablar una u otra debe ser una
decisión personal enteramente libre y realizada en función de expectativas y
proyectos personales, no una imposición de ninguna estructura de poder.
XXVII. La solución al problema catalán en una nueva constitución
Como decíamos al principio, el
“problema catalán” no es más que uno de los muchos problemas que han aparecido
o se han recrudecido con la irrupción de la crisis económica a partir de 2007,
la primera y gran crisis de la globalización. El soberanismo es un problema más generado en el ambiente de crisis
económica que ha mutado en crisis social y cuya persistencia ha terminado
afectando de manera demoledora al régimen nacido en 1978. No hay solución ni al
soberanismo catalán, ni al resto de problemas, dentro del actual marco político
y dentro del actual ciclo histórico que puede darse por concluido y fracasado.
Estamos viviendo una situación similar a las que se vivió en España desde el 21
de noviembre de 1975 hasta el 12 de octubre de 1978: momentos de transición
hacia un cambio de régimen. La diferencia estriba en que, mientras que en
1975 las fuerzas de recambio estaban mucho mejor definidas y sus apoyos en
Europa mucho más claros, en la actualidad, la sensación es que no existe
recambio, ni fuerza política con suficiente empuje social como para liderar un
cambio de régimen. Fenómenos nuevos como Podemos,
son el síntoma del pudrimiento del régimen nacido en 1978, pero carecen de
fuerza social suficiente e incluso de proyecto viable como para asumir la
transformación. El resultado de la contradicción entre un régimen que cae y
otro que carece de fuerza para imponerse, solamente puede generar un escenario
de inestabilidad permanente durante un largo período.
XXVIII. Liquidar el Estado de las Autonomías
El Estado de las Autonomías ha constituido un bochornoso fracaso en la
historia de España. La guinda de un pastel de una larga serie de fracasos
históricos que se remonta a tres siglos. Las tendencias centrífugas han
terminado por prevalecer. El Estado de
las Autonomías no era más que una etapa intermedia entre la España jacobina y
la España descoyuntada. En el mejor de los casos, las Autonomías se han
convertido en estructuras burocrático-administrativas pensadas para alimentar a
las clases políticas regionales; en el peor, en estructuras paralelas al Estado
previas a la secesión. Pero en cualquiera de los casos, en todas las
autonomías, se ha procurado utilizar el factor emotivo y sentimental relativo a
la “patria chica” como argumento y excusa para alimentar una pesada burocracia.
Incluso en zonas en donde nunca ha existido nacionalismo ni soberanismo, han
aparecido partidos que intentan aprovechar la tendencia natural al arraigo en
la tierra natal, y transformarlo en un escudo para justificar el reparto de
beneficios entre las clases políticas regionales. Para salir de esta situación solamente hay tres opciones: o volver al
jacobinismo, o descoyuntar por completo al Estado, o asumir un modelo
foralista. No hay una cuarta opción.
(c) E. Milà - info|krisis - infokrisis@yahoo.es - Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen