De las “anécdotas” de las
elecciones del 26-J, se recordarán dos: un par de abuelos que perdieron la vida
a pie de urna, uno con 92 años, que pudo entregar su voto, falleciendo acto
seguido antes de abandonar el colegio electoral. Dos casos dramáticos: votar no
vale una vida, ni siquiera vale los euros que el Estado paga a cada partido a
cambio del voto. Mucho más chusca es la anécdota del yihadista que debía
figurar entre los miembros de la mesa electoral de Ca n’Anglada.
En efecto, el 8 de abril de 2015
tuvo lugar la “operación Caronte”, una de tantas redadas antiyihadistas que se
vienen produciendo cada año desde el 2001 en nuestro país (curiosa la
efectividad policial que hace que en 15 años no se haya producido ningún atentado
yihadista en nuestro país, ni siquiera el lanzamiento de un cóctel molotov en
una sinagoga o algo similar…). Resultó entonces detenido David Franco Portolés.
La policía autonómica catalana pretendía que Franco y sus compañeros pretendían
degollar a un rehén y colocar bombas en las instituciones autonómicas catalanas
y en una “librería judía” de Barcelona. Se les acusó a todos de pertenecen al “Estado
Islámico”, incluido a Franco. A pesar de tan grave acusación fue pues en
libertad inmediatamente. Franco, por cierto, se había convertido al islam
renunciando al nombre, David, y a su primer apellido, ciertamente inoportuno,
para reinventarse como “Ibrahim Portolés”.
Después de su detención, Ibrahim
ha procurado no realizar declaraciones a los medios. Sin embargo, ahí lo
teníamos, en el Centro Cívico Montserrat Roig de Terrassa, formando parte de la
mesa electoral, disfrazado de fundamentalista islámico. Tanto él como su esposa,
defienden que no tiene nada que ver con el yihadismo “salvo por haber visto una
película”… de publicidad del Estado Islámico, claro. En este caso se trata de
un islamista de “producción nacional” contaminado por otro converso, Antonio
Sáez, alias “Alí”, habituales de la mezquita de Terrassa, una de las zonas más
islamizadas de Cataluña. Al parecer, otros detenidos en aquella operación le
acusan de haber sido el chivato que llevó a la detención del grupo. Algo que él
niega: “Ni soy terrorista, ni espía, ni infiltrado”.
No vamos a negar su derecho a la
presunción de inocencia, pero sí a plantear si un acusado de yihadismo es la
mejor opción para presidir una mesa electoral.