Del “sorpasso” de Podemos al PSOE
al “sorpresazo” (todas las encuestas han fallado estrepitosamente, incluso las
realizadas a pie de urna): los “viejos partidos” mejoran sus escaños y los “nuevos
partidos”, no logran avances significativos, sino todo lo contrario. En otras
palabras: el “frente de los corruptos” se refuerza, mientras que el “frente de
los aficionados” (hooligans de Podemos y centristas de Cs) se debilitan. El
voto cerril tradicional ha ganado sobre las esperanzas tenues en el cambio: la
abstención ha afectado más a los segundos y poco a los primeros. Falta, claro
está, ver los restos de cada circunscripción electoral y el efecto de los votos
por correo.
La abstención sigue siendo la
opción preferida por los españoles. Incluso el voto en blanco y el voto nulo
han aumentado en relación a diciembre.
La victoria es de Rajoy, al menos
a las 22:00. No tanto por su campaña electoral, como por su actitud durante las
negociaciones para formar gobierno y negarse a presentar en el parlamento una
propuesta que, sin duda, hubiera sido rechazada. El electorado centrista, ha
retornado al PP.
Ciudadanos se da cuenta,
tardíamente, de que el centrismo es la ambigüedad. Y todavía les podría haber
ido peor a tenor de la mala campaña realizada. Cs fue algo en Cataluña mientras
que su programa se basaba en un único punto radicalmente claro: “no a la
independencia”… Así arrancó Cs. Pero luego, cuando a este punto se añadieron
otros ambiguos, mal definidos o contradictorios, especialmente en materia económica,
el partido no tenía más atractivo que el perfil de chico bien de Rivera y algún
que otro rostro femenino atractivo. El resto, estaba próximo al cero absoluto.
De momento, la unión entre
Podemos e Izquierda Unida no parece haber llevado a un aumento de votos de la
fusión (la unión no siempre suma, ni multiplica, a veces, previene, alarma y
resta). Quienes creían que Podemos era la “nueva izquierda” vieron,
horrorizados, como se fusionaban con los profesionales de la memoria histórica,
los últimos resentidos de la guerra civil y con un sector poco atractivo para
las nuevas generaciones. Por otra parte, Podemos ha dado muestras de ser un
pozo de inmundicias: mala gestión de los ayuntamientos que gobiernan,
amateurismo, radicalismo de las bases que contrastaba con la imagen que querían
dar sus dirigentes, y responsables regionales de mala o malísima calidad, en ocasiones,
incluso, esperpénticos.
¿Qué ha hecho el PP para vencer?
Nada. Ese es el secreto: Rajoy ha preferido hacer poco y proponer menos: que
sean otros los que metan la pata. El PP bastante tiene con la acumulación de
casos de corrupción, como para dárselas ahora de honesto: no era creíble. Así
pues, Rajoy ha optado por generar miedo en el electorado y el resto le ha
venido dado por otros: por la incompetencia de Cs que le ha devuelto sus votos,
con el radicalismo de Podemos que ha movilizado el miedo de la derecha y con
las vacilaciones del PSOE .
¿Se ha salvado el “soldado
Sánchez”? De momento va perdiendo un escaño en relación al 20-D. No es el
desastre que auguraban las encuestas, pero ahora el problema es de orientación,
porque la pelota está en el tejado del PSOE: pactar con el PP o tratar de
pactar con Podemos y Cs. Para lo primero –que sigue siendo la opción más razonable desde el 20-D: el “frente de
los ancianos”, “la gran coalición”, los defensores del “viejo orden”- el “soldado
Sánchez deberá afrontar problemas en el interior de su partido. Lo segundo
parece improbable: Cs no está en condiciones de nada, ni pactar con el PP (que
debía haberlo hecho en la anterior y corta legislatura, ahora ya es muy pequeño
para poder sacar una “buena tajada”); y Podemos y Cs siguen siendo
incompatibles. Por lo tanto, la opción más viable sería una “gran coalición” en
donde Sánchez fuera desplazado por Susana Díaz.
De lo que no cabe la menor duda
es que el partido mayoritario es el PP, ha ganado en escaños y en porcentaje (y
veremos si también ha ganado votos).
El gran derrotado es Cs y, por
supuesto, las esperanzas de Podemos. Ambos se “atascan”, literalmente. Tanto
Rivera como Iglesias van a tener que moderar sus maximalismos: estas elecciones
los han redimensionado al nivel de “aspirantes permanentes” (son ya dos
elecciones generales en las que han participado).