Podemos, el PSOE, e incluso
Ciudadanos ven en la candidatura de Donald Trumb a una especie de genio
maléfico del “fascismo americano”. ¿Los motivos? Los planteamientos
anti-inmigración, su hostilidad al islamismo, cierto tono de autoritarismo, su
defensa cerrada del “imperio” norteamericano y declaraciones de cierta
violencia verbal. ¿Basta esto para considerarlo neo-fascista? No, desde luego.
En primer lugar, el personaje, en
sí mismo, carece de los rasgos del liderazgo y la autoridad que pudieron tener
todos los dirigentes del fascismo histórico. La biografía de Trump nos lo
muestra como un especulador nato. No
crea riqueza, simplemente compra y vende propiedades. A veces le va bien y
otras no. Su fortuna se ha basado en la compra, venta y explotación de casinos.
En 1991 y arruinó a pequeños inversores que habían confiado en él. La otra
faceta de Trumb es la de haber participado en el negocio del ladrillo en Nueva
York. En cualquier caso, lo que ha hecho ha sido invertir los beneficios
obtenidos en los últimos años (su fortuna neta asciende a más de 4.000 millones
de dólares) en política. Una buena inversión que, de alcanzar la presidencia,
multiplicaría su capital. ¿Tiene esto algo que ver con alguno de los líderes de
los fascismos históricos?
De hecho, Trumb, en los veinte
años anteriores a 2011, había contribuido con fondos a la campaña de los
distintos candidatos… tanto republicanos como demócratas. Para Trumb, la
política es, simplemente, una inversión más. Y en estas elecciones se cuida de
que sus dineros sean invertidos en el que, para él es el mejor candidato: él
mismo.
En varias ocasiones, había
mostrado intenciones de participar en campañas electorales postulándose como
candidato, pero solamente fue, a partir de 2011, cuando las encuestas le
empezaron a ser favorables, situándolo a pocos puntos de Barak Obama. Sin
embargo, su ascenso fue tan rápido como su descenso. Desde el punto de vista
personal, es presbiteriano y su hija Ivanka se convirtió al judaísmo: “No sólo
tengo nietos judíos, tengo una hija judía y estoy muy orgulloso de eso”.
Sus posiciones sobre la presencia
de hispanos en territorios que hasta el siglo XIX fueron… hispanos, es, sin
duda, el elemento que más ha llamado la atención de su campaña. Trumb reconoce
algo que no suele decir en sus discursos: que la creciente presencia de
hispanos en los EEUU corre el riesgo, en una o dos generaciones como máximo, de
trastocar absolutamente todos los valores de la constitución americana:
defensores de la failia (Trumb ha protagonizado indecibles divorcios),
defensores del “Cristo de los pobres” frente al “Cristo de los triunfadores
económicos”, con una lengua propia, con cultura y valores propios, la comunidad
hispana es la primera que ha mantenido sus rasgos específicos en los EEUU y no se ha
asimilado a la población WASP. Cuando los hispanos sean mayoría –ya hoy en
algunas zonas, el inglés ha sido abandonado y el castellano es mayoritario- los
EEUU no podrán defender sus mismas actitudes políticas, imperialistas,
beligerantes y ofensivas en política exterior.
Trumb reacciona, especialmente
contra esto y a favor de los consorcios económicos (por ejemplo, su negativa a
reconocer que el autismo está relacionado con ciertas vacunas, algo que es
aceptado por la comunidad científica), sus declaraciones a favor de unos EEUU
fuertes dentro de un mundo globalizado, su negacionismo del cambio climático,
sus actitudes en política exterior, todo ello nos lo muestran como el espécimen
típico del conservadurismo norteamericano, su defensa cerrada del
libremercado y de la acumulación de
capital ilimitada, su neo-liberalismo, en definitiva, constituyen lo esencial
de las propuestas de Donald Trumb .
¿Neofascismo? Solamente un miope puede ver en Trump algo parecido.