El dogma de la igualdad de sexos
y de la paridad no resiste algunos ámbitos. El de la salud, por ejemplo. La
Academia Nacional de la Medicina de Francia, ha publicado un estudio sobre la “paridad
en la salud” en el que solicita pasar urgentemente de una “medicina
indiferenciada a una medicina sexuada”. ¿Por qué? Respuesta: “la investigación científica y la medicina no pueden ignorar las
diferencias biológicas entre los sexos”.
El estudio añade: “Los hombres y las mujeres no son iguales
ante la enfermedad y deben pues ser tratados de maneras diferentes. Varios
países europeos ya han adaptado en consecuencia su investigación científica y
sus estrategias terapéuticas, tomando así diez años de ventaja en relación a
Francia, donde bajo el pretexto de la paridad, se evitar reconocer las
diferencias entre los hombres y las mujeres, con desprecio hacia las evidencias”.
La Academia Nacional de Medicina
de Francia explica que “la incidencia y la progresión de numerosas enfermedades
difieren de un sexo a otro, de forma que el sexo puede constituir un factor
protectos, en ocasiones mucho más importante que los tratamientos existentes, y
que la eficacia de las estrategias terapéuticas o preventivas depende en gran
parte del sexo”.
Entre las recomendaciones que
emite la Academia, se encuentra el “concebir
e interpretar los estudios sobre el Hombre o el animal teniendo en cuenta el
sexo”, porque “el estudio de un solo
sexo o la amalgama de muestras de dos sexos diferentes corre el riesgo de no
permitir identificar una proporción importante de genes o de las redes que
contribuyen de manera diferente para el hombre y para la mujer al desarrollo de
enfermedades o de comportamientos complejos. En efecto, incluso si las
respuestas son equivalentes, la célula, según sea masculina o femenina,
reacciones a menudo de manera diferente”. Se propone, entre otras cosas “integrar en la formación de los médicos y
de los profesionales de la salud las diferencias ligadas al sexo además de las
que están solamente vinculadas a la reproducción”.
La Academia Nacional de la
Medicina fue fundada en 1820 por Luis XVIII como heredera de la antigua
Academia Real de Cirugía fundada en 1731 por Luis XV. Su función es “responder
a las pregunts del gobierno sobre todo lo que tenga relación con la salud
pública”.
A nadie se le escapa que este
documento tira por tierra medio siglo de “ideología de género” en la que la
ciencia tendía a las concepciones “unisex”. Era inevitable que los dogmatismos
ideológicos del progresismo terminaran por enfrentarse a las realidades
científicas. Lamentablemente para la ideología de género cuesta más pedir “paridad”
ante las enfermedades que en los consejos de administración de las empresas
(punta de lanza actual de las reivindicaciones feministas). La ciencia, cada
vez, advierte con más estupor del progresismo, que la naturaleza tiende a la
diferenciación progresiva y creciente, en absoluto a la igualdad y mucho menos
a la homogeneización que pretende el progresismo.