Hace cuatro días, La Vanguardia publicó la noticia de que un barrio de Sabadell, Espronceda, construido
en los 60 por la Obra Sindical del Hogar y el Instituto Nacional de la Vivienda,
se había visto asaltado, por primera vez en su historia, por una plaga de
chinches. El Ayuntamiento tardó en reaccionar y de la Generalitat no se
puede esperar nada porque el 97% de sus esfuerzos están encaminados a
enmascarar el fracaso del “procés” y el otro 3%... bueno, ustedes ya saben. ¿Qué alguien quería verse libre de los
chinches? Que contratara servicios de desinfección (entre 600 y 1.000 euros),
se deshiciera de todos sus muebles y rezara una oración al dios más próximo,
porque lo más habitual es que la plaga se reproduzca. Me quejo de que eso
ocurra en Cataluña en el siglo XXI. Pero, sobre todo, me quejo de la pasividad
de las autoridades (de TODAS las autoridades porque, “autoridades” es, precisamente lo que sobran en este país y Autoridad
lo que falta). Y, ya puestos, me quejo de por qué ha ocurrido este “problemilla”.
Verán…
El barrio de Espronceda fue inaugurado por Franco en 1963.
Hasta no hacía mucho, la zona en donde se levantaba el barrio estaba ocupado
por campos de cultivo de maíz, alfalfa, avena y cebada, explotadas por
distintos propietarios. Había que dar cabida a la inmigración que absorbía la
industria catalana y que procedía masivamente del Sur de España. Era la época
en la que el gobierno del Estado se había propuesto eliminar el cinturón de
barracas que rodeaba Barcelona y, ya se sabe que esto solamente puede hacerse construyendo.
El problema era que llegaba más inmigración interior. Así que el entonces
alcalde escribió al ministerio de la vivienda instándole a la construcción del
barrio “dada la gravedad del problema
humano, cristiano y social”. Un año después de la visita de Franco, el
barrio empezó a poblarse. Luego se construyó una escuela. Los pisos se
adjudicaron a economías modestas. El problema fue que algunos bloques estaban
mal construidos y en 1970, los vecinos se negaron a pagar las cuotas mensuales.
Hubo movilizaciones vecinales, se hicieron reformas, se asfaltó el barrio y a
principios de los 80 era como cualquier otro barrio de la zona… salvo que algún
bloque tenía aluminosis.
Hoy los problemas son
otros: inmigración, inseguridad ciudadana, degradación de infraestructuras.
Allí ha gobernado la izquierda sin interrupción desde 1979. A partir de 1996 se
produjo un desembarco masivo de inmigrantes… y un cierre progresivo de empresas,
de tal manera que el aumento demográfico entre esa fecha y 2018, unos 25.000
habitantes nos dael mínimo de inmigración extranjero que ha llegado, pero la
novedad es que muchos de los que habitaron el barrio en 1963 han vendido los
pisos y se han ido del barrio. En
Espronceda estamos en torno al 25%: especialmente marroquíes, gambianos y
ecuatorianos, sin contar, por supuesto, con los que ya han obtenido la
nacionalidad o hijos que han nacido en España, lo que puede hacer subir la
cifra hasta el 35-40%...
Sabadell, en tanto que ciudad “de izquierdas”, tiene
numerosas ONGs que se preocupan por ayudar a la inmigración. Claro… Pero la desinfección es un big bussines, aquí y en cualquier otro
sitio. Las Asociaciones de Vecinos (antaño tan combativas) no es que hayan
armado mucho ruido con este tema que venía siendo una molestia insoportable
para la población desde hacía unos meses. Los que sí se han movilizado, por
pura publicidad, es la media docena de empresas de desinfección que han salido
de no se sabe dónde, todas ofreciendo, inicialmente, sus servicios “gratuitos”
y “de muestra”. El Ayuntamiento mirando
hacia otra parte. Las ONGs preocupadas porque los chinches no les afecten. Los
vecinos obligados a pagar entre 600 y 1.000 euros por una desinfección que ni
siquiera se garantiza que tendrá éxito, sino se vacía el piso y se compran
muebles nuevos.
He visto chinches en dos experiencias en mi vida: en la
cárcel Modelo en donde pasé 16 meses en el período socialista condenado por “manifestación
ilícita” (condena 2 años) y mantenido hasta el límite legal por el departamento
de prisiones de la generalidad, y en Montreal.
Claro que allí la epidemia de chinches abarcaba toda la ciudad y había llegado
de los guetos negros de la Costa Este de los EEUU. A la que notabas un chinche,
lo notificabas al ayuntamiento y al día siguiente tenías, con cargo al
presupuesto municipal, a la brigada de desinfección. Lo que en Canadá era
una tarea social y sanitaria del ayuntamiento, en Sabadell, gobernada por las
izquierdas y en una Cataluña quince años paralizada por el independentismo, es
un “big bussines”.
Me quejo de que nadie en Sabadell habla de que el único
fenómeno nuevo que hay en la ciudad y que permite explicar la irrupción de
chinches es la inmigración masiva y descontrolada. Me quejo de que el gobierno
de izquierdas de la ciudad no tiene cuajo para tomar cartas en el asunto. Me
quejo de que han surgido empresas de desinfección de debajo de las piedras. Me
quejo de que, para la Generalitat el problema no existe, porque, ahora sí,
ahora el Poncio de la Moncloa va a convocar un nuevo referéndum en Cataluña… Me
quejo de que en Cataluña la “construcción nacional” pasa por “tocar el flaviol”.