¿Cuál es el origen de
todas las neurosis sociales que estamos viviendo en Europa Occidental?
Respuesta inequívoca: el dogma de la igualdad. Detrás de las ideologías de
género, detrás de la multiculturalidad, detrás de los promotores del mestizaje
étnico, detrás del humanismo integral, detrás de la new-age y de todas sus
variantes, lo que subyace es la idea de igualdad llevada al límite. Ni
siquiera existe una respuesta unánime para la pregunta de ¿dónde se inició el
mito de la igualdad? Me quejo de que no somos conscientes de a dónde conduce
este dogma.
El lema “libertad,
igualdad, fraternidad” con que irrumpieron las revoluciones liberales marca un
antes y un después en la civilización occidental. Desde 1789 no hay forma
de zafarse de ese lema: está presente en las democracias liberales, luego
reapareció en la revolución de 1917 y más tarde en la nueva izquierda y en las
revueltas de mayo del 68, para cuarenta años después ser heredada por los “indignados”
y demás variedades taxonómicas de la izquierda. La excusa para este tránsito ha
sido que en su anterior formulación, la igualdad no se ha hecho posible, así
que los que han venido detrás de las revoluciones liberales, han intentado
reactualizarlo. Dicho de otra manera: desde hace 230 años, los “revolucionarios”
siempre han pedido “libertad, igualdad y fraternidad”. Ya saben: ¡Imaginación
al poder!
Claro está que, desde el momento en que alguien se le
ocurrió decir “todos somos iguales antes
Dios”, cagada pastoret, porque ni ante Dios éramos iguales (laética del
artesano no es la misma que la del guerrero, ni que la del monje, ni dentro de
cada grupo todos cumplían exactamente igual y con el mismo celo, los preceptos de
su gremio, de su orden militar o de su orden religiosa). Se dirá que el dogma tenía un sentido religioso… pero era evidente que,
antes o después, existirían aquellos que lo considerarían realizable no en el “más
allá”, sino en el “más acá”. Ese momento llegó en 1789.
Desde entonces ha sido imposible huir del dogma de la
igualdad (es dogma en tanto que indemostrable, y si se nos apura, falso dogma,
porque en la naturaleza lo que rige es el principio de la desigualdad y de la
diferenciación progresiva). Y hoy, en Europa Occidental y entre los liberales
norteamericanos se está llegando a la aplicación del dogma en sus últimos
extremos (en el resto del mundo, este dogma ni se considera, salvo como una
patraña para idiotas): ¿igualdad racial?
El extremo es el mestizaje. Y se propone el mestizaje. En cuestión de cultura: todas las culturas son iguales
y se propone la multiculturalidad y la “fusión cultural” (hip-hop + Betthoven =
cacalavaca). En cuestión religiosa:
ecumenismo y “nueva religión mundial” porque, como se sabe, todas las
religiones “son iguales”. En cuestión sexual:
igualdad hasta el extremo de restar toda la polaridad que pueda haber entre los
dos sexos y trasladar la “lógica borrosa” al mundo de los sexos: no existe blanco
y negro, sino una gama interminable de grises. Y luego está la “cuestión nacional”: cualquier puede
reivindicar el cantonalismo porque las fronteras ya no importante en un mundo
globalizado.
¿Cuál es la clave? El mundo globalizado dirigido por una pequeña
élite que controla el capitalismo financiero y una gran masa que no se plegaría
a ese dominio si formara grupos sociales homogéneos y poderosos. La clave es
que toda esta ideología de la igualdad
se ha establecido para atomizar la sociedad, evitar la existencia de clases o
de élites con peso e influencia suficiente para oponerse a la globalización.
Dicho de otra manera: los promotores de la globalización, a través de sus
correas de transmisión (Bildelberg, Trilateral, Club de Roma, UNESCO, etc.)
transmiten una ideología igualitaria
destinada a convertirnos en granos de arena en una playa, absolutamente
idénticos, absolutamente iguales, absolutamente minúsculos, incapaces de ser
roca en el océano y de frenar las embestidas de la globalización.
No sea iluso: usted
no es igual a nadie. Usted tiene su personalidad. Usted tiene sus rasgos
diferenciales. Es más, usted debe tenerlos. Usted tiene rostro propio. No es un
grano de arena. Usted pertenece a un grupo, usted tiene una Identidad. Usted
tiene carácter propio: es hijo de una familia, es hijo de una cultura, es hijo
de una tradición, ha bebido de las fuentes de todo esto y ahora se lo quieren
amputar unos ideólogos enloquecidos al servicio de un proyecto globalizador
cuyo paradigma es: “Todos sois iguales e insignificantes antes el capital
financiero”.
De eso me quejo: de
que en el país en el que he nacido –y que hoy por hoy, ya no considero “mío”-
muy pocos piensan en estos términos. Rectifico: que en el país que fue el
mío, casi nadie ejerce la funesta manía de pensar.