miércoles, 25 de julio de 2018

365 QUEJAS (87) – PENSAMIENTO POSITIVO = PENSAMIENTO TÓXICO


Me quejo de la tendencia omnipresente al “pensamiento positivo” y hacia todas sus derivaciones. Considero que la falacia del pensamiento positivo es una de las mayores perversiones de la moderna psicología y de los distintos regímenes de autoayuda. Seamos claros: un optimista es un imbécil alegre, un pesimista es un imbécil triste. Entre esto y lo de la botella medio llena y medio vacía, sabemos todo lo necesario sobre este asunto. Lo que nos dicen los popes del pensamiento positivo es que hay que ser optimistas y ver la botella medio llena, porque de lo contrario nos amargaremos y haremos de nuestra vida un infierno. Me quejo de que estos saben tanto de la naturaleza humana como una hormiga de lo que pasa por la cabeza de un elefante.

Servidor, cada día tiene a bien quejarse. La queja es una revuelta contra lo que uno ve y tiene la virtud de que le hace sentir vivo y con criterio propio. Lo que no puede hacerse es ver una majadería y decir: “Que majo…”.  El pensamiento positivo es la mejor forma de parecer una hoja muerta que todavía no se ha dado cuenta de que ha caído, que su verdor se ha vuelto mate y que los tiempos de primavera en los que apareció han pasado. ¿Qué pensamiento positivo ni qué gaitas? El pensamiento positivo lo único que sirve es para autoengañarnos: el Titanic se está hundiendo, pero ¡qué buena música toca la orquesta! ¿para qué vamos a pensar ni por un momento que dentro de diez minutos estaremos con hipotermia quedándonos pajarito en las procelosas aguas del Atlántico? Eso es el pensamiento positivo, la aplicación de la ley del autoengaño. Díganme si no es para quejarse.

El pensamiento positivo se basa en cuatro banalidades escritas por Toureau y Emerson en el XIX y en la supersticiosa creencia de que “si somos positivos, todo nos lucirá bien…” Me gustaría saber por qué debería será así. En realidad, hay dos actitudes correctas ante la falacia del pensamiento positivo. Una es la budista, la otra, más próxima, la unamuniana. La primera tiene de bueno que nos sitúa en un espacio interior de reflexión continua que es poco comprometido. El segundo, nos puede costar algún que otro disgusto.

Dice el Buda que no hay que alegrarse por la juventud porque precede a la vejez. Dice que siempre que hay bondad, la maldad acecha. Que las alegrías de hoy se pueden transformar en tristezas mañanas. Que, como el Eclesiastés, todo es vanidad de vanidades y siempre vanidad. Y que el origen del dolor está en el apego que podemos tener a las cosas. Dicho de otra manera: el budismo es una forma de psicología trascendente que nos obliga cada día, en cada momento, a revisar nuestros comportamientos y la realidad que nos rodea con el único fin de percibirla hasta en toda su objetividad. Eso lleva a un estado incondicionado y a la experiencia de la trascendencia… que es algo que está mucho más allá del ingenuo y tontorrón pensamiento positivo y del negativismo propio del cenizo insoportable.

Luego está Unamuno. El Unamuno de la Vida de Don Quijote y Sancho, claro. Escribe en la introducción: 

“¡Poneos en marcha! ¿Que adónde vais? La estrella os lo dirá: ¡al sepulcro! ¿Qué vamos a hacer en el camino mientras marchamos? ¿Qué? ¡Luchar! ¡Luchar!, y ¿cómo? ¿Cómo? ¿Tropezáis con uno que miente?, gritarle a la cara: ¡mentira!, y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que roba?, gritarle: ¡ladrón!, y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que dice tonterías, a quien oye toda una muchedumbre con la boca abierta?, gritarles: ¡estúpidos!, y ¡adelante! ¡Adelante siempre!”. 

Lo que Unamuno nos está proponiendo es  algo parecido a la doctrina del Buda, pero no expresada hacia adentro, sino hacia el exterior: ¿que el parlamento no sirve para nada?, pues se dice: “Vaya manada de impresentables que han elegido los votantes”.  ¿Qué los independentistas son unos tocapelotas insoportables?, pues uno se pone al frente de sus manifestaciones y lo dice. ¿Qué el vecino es un plasta? Pues ya saben lo que toca. 

Servidor se queda con la doctrina del Gran Buda (que no es religión, contrariamente a lo que se tiene tendencia a pensar sino estilo de vida compatible con cualquier religión o con el ateísmo). Pero no puede olvidar que Unamuno es de los suyos y que el viejo rector de Salamanca habría tronado contra el pensamiento positivo, esa forma de enmascarar la realidad. A ellos, quizás, les hubiera dedicado otro párrafo del mismo libro: 

“La más miserable de todas las miserias, la más repugnante y apestosa argucia de la cobardía es esa de decir que nada se adelanta con denunciar a un ladrón porque otros seguirán robando, que nada se adelanta con decirle en su cara majadero al majadero, porque no por eso la majadería disminuiría en el mundo. Sí, hay que repetirlo una y mil veces: con que una vez, una sola vez, acabases del todo y para siempre con un solo embustero habríase acabado el embuste de una vez para siempre”. 

Quizás entenderán ahora, no solamente por qué me quejo del “pensamiento canelo”, sino porque, cada día, de 7:30 a 8:45 me quejo de algo.