ETA ENTREGA LAS ARMAS… ¿NOTICIA O BROMA DE MAL GUSTO?
La semana pasada ETA anunció la entrega de armas. Importa
muy poco porque esas armas ya deben estar herrumbrosas o ser simplemente inservibles.
Claro está que matar se puede hacer con una estaca. Pero hace mucho tiempo, más
de veinte años, que ETA iba a la desbandada. Demasiados topos, topetes y
topazos en su interior (y uno en su dirección) que hacían todo lo posible por
sobrevivir y por asegurarse una vejez tranquila sin tener que ver a los nietos
en los vis a vis en el Puerto de Santa María. Seguían matando porque eso era lo
que venían haciendo desde su nacimiento.
En cada tramo en la historia de ETA, las razones que encontraban
para justificar el recurso al gatillo eran diferentes, pero el resultado fue
siempre el mismo. Incluso los gudaris que se rindieron a las tropas italianas
en Santoña en 1937 se hubieran avergonzado del valor y de los argumentos de una
organización que, a medida que fue creciendo, iba reclutando cada vez más en
los estratos intelectualmente más indigentes del País Vasco.
De no haberles salvado por la campana, aquel gran mameluco
de la política española que fue José Luis Rodríguez Zapatero, el asunto ETA se
hubiera resuelto hacia 2004 ó máximo 2005, con todos los etarras en mazmorra
fría a ambos lados de la muga. ETA, estaba
vencida, vale la pena no olvidarlo, cuando el melifluo ZP le lanzó el
capote de la tregua. Lo que siguió luego fue el juego de la confusión que ha
durado hasta ahora y con la complicidad del PP, (también hay que recordarlo):
ETA nunca hubiera negociado en 2009-2010 con un ZP que estaba virtualmente
desahuciado y cuando era evidente que convocaría elecciones anticipadas.
El pacto para poner en libertad a los matarifes que seguían
presos (¡y que se ha puesto en marcha en tiempos de Mariano Rajoy!) se realizó
necesariamente con el visto bueno del PP. Puede entenderse el silencio de este
partido ante la política de puertas abiertas en las prisiones. ¿Qué quedan
etarras en cárcel? En torno a 300, de los que muchos están ya en segundo grado.
En cuatro o cinco años, ya no quedará ninguno.
A quienes les queda mucho por delante es a los familiares de las
víctimas y a quienes quedaron mermados en sus facultades tras ser objeto de
atentados.
ETA solo venció en un terreno: en el de hacer que la
izquierda se tomara sus crímenes como “políticos”. No lo eran. Eran simples
asesinatos. Sin más. Y, mal argumentados. El Estado también tenía sus culpas:
las torturas a presos, el GAL… sí, en efecto, el GAL existió pero, digámoslo
ya, fue una excusa del área de interior del felipismo para saquear el almacén
de los fondos reservados, no para acabar con ETA. Y en cuanto a las torturas,
existieron, claro está: elija usted, o que una banda que asesina siga
haciéndolo, o impedir que lo hagan. Las torturas no se realizaron contra gente
que pasaba por ahí, sino sobre gente que mataba y estaba dispuesta a matar. Sí,
ya sé que es políticamente incorrecto decir esto: pero es lo que piensa la
mayor parte de gente para la que los derechos de las víctimas están por delante
que la de los asesinos.
Y luego estaba el gran justificante de Herri Batasuna para
los crímenes cometidos: para entenderlos, se nos dijo durante treinta años,
había que “contextualizarlos”. Claro, si le estallaba una bomba a una niña, eso
era porque existía una “lucha de liberación”, si se mataba a los hijos de unos
Guardia Civiles o a los recién salidos de la Academia de Valdemorillo, era
porque el “Estado” se negaba a la “autodeterminación”. Todo estaba
contextualizado y cualquier agravio real o supuesto bastaba para apretar el
gatillo contra no importa quién.
La historia de ETA figura entre lo más bochornoso de la
España de la segunda mitad del siglo XX y de lo que llevamos de milenio. Ellos
creen que ETA es una parte de la “historia de Euzkadi”, una expresión del
nacionalismo abertzale, pero se equivocan: ETA forma parte de la historia de
cierta España, de la España negra y profunda, aquella de crímenes
incomprensibles y siniestros, de asesinatos zafios y las venganzas pueblerinas.
Nada más. Así que no demos épica a quienes no parece más que cuatro paredes
para un castigo.
A una historia triste y lamentable lo único que cabía era un
final sainetesco y grosero: “tu escenificas
la entrega de armas, te pones una máscara, una txapela y un mono blanco,
entregas solemnemente cuatro hierros oxidados, los pones de manera que parezca
un arsenal militar y, yo a cabio voy sacando a tus presos de la cárcel, me
olvido de investigar crímenes impunes y, sobre todo, eso sí, no insisto en que
tus asesinos paguen indemnizaciones civiles, ni me preocupo del “tesoro de ETA”,
es decir, a dónde ha ido a parar el dinero acopiado en décadas de raket,
secuestros, atracos y negocios”. ¿Entienden ustedes el porqué la historia
de ETA en los últimos años ha sido una lucha por el control de ese “tesoro” y
por qué miembros de la dirección han vendido
periódicamente a sus propias bases para garantizar su inmunidad, o por
qué se han peleado distintas fracciones? Al final era cuestión de supervivencia,
asegurarse la vejez y de control sobre la llave de la caja. Y el Estado ha
transigido.
Seamos claros: ETA no entregará más de 300 hierros viejos
(la mayoría robados en Vaubert en 2006) y unos cuantos barriles de explosivos
caducados. No tiene nada más. Los 800-900 muertos ocasionados por la banda, se redimen
–tal es el pacto- por menos de una tonelada de hierro y unos pocos barriles de
productos químicos inservibles. Medio millar de matarifes saldrán a la calle en
tandas. A esto, el gobierno, la oposición y el nacionalismo vasco, le llaman “proceso
de paz”.
Vivimos una democracia de mala calidad y un concepto de
autoridad y legitimidad del poder que derivan de la “voluntad popular”. A partir de estos presupuesto, y habida
cuenta de que la “voluntad popular” en un país carente de capacidad crítica y
que lleva como treinta años de sistema educativo en quiebra, es un concepto
cuestionale, cualquier cosa es posible. Incluso que un ZP renunciara a la
victoria sobre ETA que ya tenía a su alcance. Pocos de los antiguos presos de
ETA se reciclarán en la parte política: la mayoría de ellos son incapaces de articular ideas, 10 ó
15 años de talego han sido suficientes; no estaban en eso del tiro en la nuca
por ideales sino porque su peña lo estaba o para deslumbrar a alguna chati o
para hacer la machada y afirmar sus güebs ante el sedicente matriarcado vasco.
El terrorismo de ETA fue el último terrorismo que subsistió en Europa, ha
terminado más de un cuarto de siglo después del terrorismo irlandés y casi
cuarenta años después de las Brigadas
Rojas y de la Banda Baader. Acaba –y esto si que hay que contextualizarlo- cuando
empieza el terrorismo islámico.
Formulo una previsión: solamente puede existir una actitud
ante el terrorismo, liquidándolo y liquidando las causas que lo generan; la
debilidad que el Estado ha mostrado ante ETA volverá a repetirse con los
yihadistas. En 1976 ETA estaba vencida y pocos etarras se encontraban en la
cárcel. La amnistía de aquel año puso a muchos en libertad y los últimos que
quedaban en prisión por delitos de sangre, fueron “extrañados” por Suárez. Al
poco tiempo volvían a España y participaban en la campaña electoral de 1977
como si tal cosa. De ahí salió el terrorismo de los años 80, cuando ETA alcanzó
sus más altas cotas de crueldad.
Hoy los tiempos son otros: si la debilidad, el mirar a otros
lado, la cobardía a la hora de afrontar el fenómeno terrorista, el encontrarle
justificación, el “contextualizarlo”, siguen aplicándose al terrorismo
islámico, lo tendremos muy grave y lo pagaremos muy caro. No se trata solamente
de encarcelar a los terroristas, sino de impedir la progresión del fenómeno.
Nuestra sociedad no se puede permitir una ETA-2 con barba de talibán, chilaba
rifeña y crueldad de hiena del desierto.