Diario de un pobre Diablo (39)
LOS
NACIONALISTAS - LOS REFERENDUMS – LAS REALIDADES
Se
conoce la actitud de los nacionalistas: exigir referéndums una y mil veces
hasta que salga lo que ellos quiere y, a partir de entonces, negarse a realizar
más referéndums. En Canadá –país en el que la separación entre anglófonos y
francófonos, estaría más que justificada porque se trata de dos grupos
completamente diferentes, con historias de enfrentamientos hasta el siglo XIX-
los nacionalistas han forzado distintos referéndums. Ahora son los escoceses
los que quieren ir por el mismo camino. Y lo quieren ya: para 1918, cuando
apenas hace cuatro años que tuvieron el suyo… del que salieron, por cierto,
derrotados.
¿La
excusa? Es lo de menos; ahora es el Brexit, pero si no hubiera existido,
hubiera sido cualquier otro. Y eso en un momento en el que los sondeos de
opinión indican que ambas posiciones, a favor y en contra de la independencia, están
equilibradas (entre quienes les interesa el tema que, por cierto, no son muchos
tal como se puede ver en las calles de Edimburgo, Glasgow, Aberdeen o
Inverness. Lo que el presidente del Partido Nacionalista Escocés ha dicho es
que “Escocia ha sido sacada de la UE contra su voluntad”… y, por tanto, hace
falta plantear de nuevo el tema de la independencia. Forma, muy ingenua, por
otra parte, de recabar apoyo de la UE que ya nada pinta en la política interior
del Reino Unido.
Detrás de
todo esto quizás lo más cuestionable sea que con un 0’5% a favor del sí a la
independencia (lo que no deja de ser una instantánea de un estado de ánimo
localizado en un momento concreto del tiempo) sea suficiente como para crear
una nación… cuando para modificar un simple párrafo de una constitución es
preciso llegar a consensos de dos terceras partes de los votos. Theresa May ha
sido clara: no habrá segundo referéndum.
Todo esto
viene a cuento de la situación en Cataluña. Después de la sentencia de “baja
cota” contra Mas y contra el resto de los procesados en el que los procesados
han sido condenado a ligerísimas “inhabilitación” (como si a Más el electorado no le hubiera “inhabilitado”
ya de por vida y como si los procesos en curso por simples casos de corrupción
no hubieran hecho otro tanto con la CDC), lo cierto es que los independentistas
han perdido una excusa para reforzar su cohesión (justo en el momento en el que
Millet y Montull “cantan” con luz y taquígrafos sobre el verdadero y único
rostro de exCDC). Y lo que es peor: ERC juzga que ya está en condiciones de llevar
las cosas tal como hubiera deseado desde el principio y que si tarda más
tiempo, entrará en reflujo, no sólo su sigla, sino también la causa
nacionalista.
ERC
empieza a entender que a Puigdemont el independentismo le interesa menos que
mantenerse en el machito. El ex miembro de CDC es perfectamente consciente de
que no tiene absolutamente ninguna posibilidad de que el PDECat btenga
resultados remotamente parcidos a los de CiU y se ha convencido de que el “sorpasso”
de ERC ya se ha producido y solamente falta que las urnas lo sentencien. De ahí
que se niegue a lo que parecería, desde todos los puntos de vista, lo más recomendable:
convocar elecciones anticipadas en Cataluña. Pero una medida de este tipo
solamente la adoptan opciones que saben que van a salir ganando, en absoluto
quienes tienen conciencia de que ya han perdido el ritmo y no lo van a poder
recuperar fácilmente. El nacionalismo moderado ha perdido la partida: le quedan
dos opciones, o reconvertirse en “regionalismo” a lo Cambó o bien ir a morir en
ERC o, esperar a que este partido entre en alguna de sus habituales convulsiones
cíclicas… Ninguna de las tres opciones parece muy halagüeña, así que lo único
razonable es seguir en el machito por todo el tiempo en el que puedan
mantenerse. La cuestión es si la presión entre ERC y CUP no hará caer
irremisiblemente al gobierno Puigdemont al primer soplo. Las bases de ERC están
por esta opción, pero su dirección sabe perfectamente que si esto ocurre el
frente independentista estará roto para siempre y nunca contará con una
mayoría, ni siquiera parlamentaria, para desencadenar un proceso secesionista con
fuerza social suficiente como para ser creíble. La tensión entre la base y la
cúspide, entre el posibilismo y el realismo, han sido siempre el signo que ha precedido
a todas sus crisis anteriores. Claro que ninguna se había producido en una
posición de preponderancia política.
Y todo
esto se produce mientras las banderas independentistas se siguen destiñendo en
los cada vez menos balcones que las mantienen y cuando la cuestión cada vez es
menos eco de interés y seguimiento en Cataluña y ante la que, como decía el
poeta, “es de gran elegancia el bostezar”.