ÁFRICA DEL SUR: LA MASACRE OLVIDADA DE LOS GRANJEROS BLANCOS
Estoy utilizando el titular que hoy mismo dedica el diario
francés Le Figaro que en ningún momento puede ser acusado de partidario del “apartheid”
o de cualquier connivencia con supremacistas blancos. El artículo está
ilustrado con una foto en la que se muestra a un afrikáner ante un bosque de
cruces con los nombres de CIENTOS de granjeros blancos asesinados en los últimos
años. No es un montaje, es una foto de la colina de Petersburg en donde existe
ese verdadero monumento a la Republica de Sudáfrica posterior al apartheid.
Vale la pena recordar que en los años 90, buena parte de las multinacionales
huyeron de Sudáfrica a la vista de la corta esperanza de vida de sus
directivos. Luego, se supo de la existencia de una nueva clase de mendigos: los
miembros de la clase obrera blanca, que ni recibían ayudas de ningún tipo –no eran
negros de raza- ni nadie se preocupaba por ellos. Ahora se sabe, además, que
sistemáticamente, las granjas propiedad de afrikáners son asaltadas, saqueadas
y, habitualmente, sus miembros –familias enteras- asesinadas gratuitamente y por
puro odio ¿odio a qué? Los asesinos son jóvenes, han nacido en la “nueva
Sudáfrica? La de Nelson Mandela, el premio nobel de la paz (minúsculas
obligadas). Así pues no han conocido los excesos del supremacismo blanco (que,
por cierto, llevó a los sudraficanos, blancos y negros, a disfrutar del nivel
de vida más alto del continente en los años 70). Odian: su resentimiento es
racial. Al igual que en Rodhesia (conocida como Zimbabue) y que en cualquier
otro lugar de África, la inmensa mayoría de la población africana pensaba que
cuando se fueran los blancos, la riqueza les caería del cielo. Atribuía el
trabajo a la presencia de los blancos: eran ellos los que les obligaban a
trabajar. Cuando se fueran los blancos, serían “libres”. Harían lo que
quisieran. De hecho es lo que han hecho desde los años 60. ¿El resultado? Ha sido
el holocausto africano: la actual República de Sudáfrica es el lugar del mundo
más castigado por el SIDA… era enfermedad creada por los blancos para liquidar
a los negros, tal como fue “doctrina oficial” del gobierno sudafricano durante
años. Las independencias africanas de los 60 no empezaron bien: empezaron como
masacres. El problema es que la masacre continúa todavía. Hoy, Le Figaro lo ha recordado. Hacerse eco
de la noticia será para muchos significativo: un acto de racismo, de odio a los
negros, de supremacismo blanco… En realidad, es mucho más que todo eso: es el
recuerdo de que el continente africano estaría en el neolítico de no ser por
los colonos y por la época de la colonización que tuvo –como todo- aspectos
positivos y negativos. Pero la dejadez del gobierno sudafricano ante la
eliminación sistemática de colonos blancos y la liquidación genocida de la
etnia afrikáner hace imposible que el culto a lo políticamente correcto nos haga
olvidar que negros están asesinando impunemente a blancos. Y todas las idealizaciones
de Mandela o las celebraciones
deportivas a toque de vuvuzela que se puedan realizar en el extremo sur de
África no deben hacerlos olvidar esta ignominia que se está produciendo ahora
mismo.
ABLACIÓN EL CLÍTORIS EN TERRITORIO CATALÁN Y ALMUDENA GRANDES
Noticia del día de El Periódico: “Los pediatras detectaron
el año pasado tres niñas de Girona con mutilación genital”. Es de hoy. Los
padres de tres niñas residentes en
Gerona afrontarán un proceso judicial después de que los pediatras de las
pequeñas detectaran que en 2016 habían sufrido una ablación el clítoris. El
mismo día, la escritora Almudena Grandes ha comparado la ablación del clítoris
con la reforma laboral, para mayor gloria de la inoportunidad y de la estupidez
progre. Tienen entre 7 y 14 años. La ley castiga la ablación con penas de entre
6 y 12 años de prisión. Se persigue, no solo las que se realizan en España, sino las que se llevan a
cabo durante un desplazamiento a África. Esta muestra de salvajismo no es lo
más sorprendente sino que en 1993 ya se detectaron casos en esa misma provincia
de realizaciones de esa práctica primitiva y salvaje: entonces fue la dirección
el hospital Josep Trueba de Gerona la que detectó ablaciones del clítoris en
niñas gambianas. Del asunto se habló poco: la Generalitat de Pujol había
abierto las puertas a la emigración de marroquíes y africanos) y no se trataba
de empañar la entrada de las primeras remesas de inmigración. Desde entonces,
con cierta regularidad, se han ido publicando noticias sobre delitos idénticos.
Y, por supuesto, se ignora en este momento, a cuántas de niñas se les ha
practicado la ablación del clítoris en nuestro país. Hay que pensar que a una
mayoría de gambianas, senegalesas, nigerianas… y son miles. Sin embargo, no
sabemos que se haya celebrado ningún juicio, ni tenemos noticia de que ningún
africano haya sido encarcelado por entrar en este supuesto del Código Penal. Y,
probablemente, lo que convenga sea una sentencia ejemplar, ver el rostro de los
impresentables que viven en la civilización, aquí entre nosotros, pero
practican costumbres bárbaras y primitivas. ¿O es que alguien va a negar la
barbarie de la ablación del clítoris? Llama la atención el silencio del
feminismo (hoy preocupado en la preparación del próximo día de la mujer trabajadora)
y de los políticamente correctos. Aún hoy, reprochar la práctica de la barbarie
a un no europeo, es considerado por algunos progres como racismo. ¿Saben lo que
me guía a escribir estas líneas? Dos cosas: de uno que no me gusta que la
barbarie se instale entre nosotros (y se ha instalado). Y de otro que el hecho
de que África sea un caos irreprimible e irremediable, no quiere decir que no
debamos compadecernos de los africanos.