Los liberales no tienen remedio. Son de derechas, con cierta
tendencia hacia el centrismo, alardean
de que tienen una “ideología”, cuando lo que tienen es una serie de fracasos
históricos que llevan ya como 300 años tavistiendo de exitazos. Cuando se
les recuerda que la historia del liberalismo es la historia de sus crisis, alegan que,
en realidad, nunca se ha puesto en marcha un sistema totalmente liberal y que
siempre, el sacrosanto “mercado”, ha tenido algún tipo de intervención estatal… ¡Gracias a Odín que alguien ha impedido a las fuerzas del “mercado” llegar hasta
el final! De habérseles dado libre curso, haría ya 250 años que el liberalismo
habría desaparecido. ¿Me quejo del
liberalismo? No, en realidad, me quejo de que todavía sigan existiendo “liberales”
y alardeando de ello.
Para aquellos que no lo sepan, los partidos liberales alemán, austríaco e italiano, fueron creados
tras la Segunda Guerra Mundial para integrar en ellos a los “nazi-fascistas” de
segunda fila, especialmente al nivel de concejales, cargos municipales,
funcionarios poco visibles, que fueran considerados como reciclables para la “pax
americana”. Se sabe que el FPÖ austríaco se les fue, con Haider, de las
manos en los ochenta. Antes, el Partido Liberal Italiano había formado parte
del “arco constitucional” y negado el pan y la sal al MSI, que, poco a poco fue
royendo sus bases. Y en cuando al FPO alemán, actuó como cualquier partido
centrista para apuntalar coaliciones con el SPD y con la CSU según conviniera.
Hoy, salvo en Austria, el liberalismo prácticamente ha desaparecido de Europa yel austríaco es liberalismo con "peros" de los restos de todos los partidos liberales.
Aunque, claro está, como se sabe, en España, solar en el que siempre andamos
algo retrasadillos, siguen existiendo “liberales” o presuntos tales.
Jiménez Losantos y su equipo van de eso. Y algunos
tertulianos económicos de otras cadenas postulan los mismos principios. En el
PP hay un sector que se las da de liberal, más porque creen que el nombrecito
les da un “look” de “libertad” y respetabilidad, que por comunión por las doctrinas
liberales. De hecho, preguntar lo que es
el liberalismo, corre el riesgo de obtener una respuesta desoladora: porque,
además de recordar las crisis cíclicas, uno no puede olvidar que es una
ideología del siglo XVIII que lo tiene grave para gestionar el mundo del siglo XXI.
En cuanto a lo de “profundizar en la doctrina liberal” que
nunca se ha aplicado del todo, afortunadamente, es, seguramente la
inconsistencia más extrema a la que nos pueden inducir los liberales de
nuestros días: la desregularización
absoluta y total de la economía (de la que no estamos muy distintas, por
cierto) acarrearía un dominio absoluto de los grandes trust, consorcios, fondos
buitre, capital especulativo y dinero negro mafioso, por encima de los
intereses de los pueblos y de los Estados. De hecho es lo que está
ocurriendo y que ocurriría aun a mayor velocidad de no quedar los últimos
restos de regulaciones que ya fueran denunciados por Hayek y von Misses a finales
de los 40.
¿Lo peor? Lo peor es la confusión que genera el término. Hay
políticos que, para evitar ser catalogados de “extrema-derecha”, afirman: “No, verá, yo es que soy liberal”. ¡Como
si no hubiera liberales de extrema-derecha, de la misma forma que existen
independentistas de extrema-derecha y la extrema-derecha solamente fueran nanos
descerebrados! Cuando algún partido hoy se califica como “liberal” es que tiene
algo que ocultar. El problema, el gran
problema, el único problema del que me quejo, es que el liberalismo no es una solución
y si alguien empieza por engañar sobre su ubicación política, o a demostrar su
ignorancia de lo que es el liberalismo, eso inhibe cualquier “adhesión
incondicional”.
Y es lo que me pasa con Vox. Que esa ambigüedad en relación al liberalismo me inquieta y, además, le genera limitaciones: nadie creerá en una causa que predica el que los inmigrantes entren ordenadamente cuando sean necesarios y al mismo tiempo se muestre partidaria de una economía liberal, porque, eso implica fetichismo en torno al “mercado” y, por tanto, incomprensión de lo que es el fenómeno de la inmigración e imposibilidad de interpretar el fenómeno correctamente: la inmigración masiva no es más que un factor introducido por la globalización dentro del mercado laboral para rebajar los costes de producción en Occidente. El haber entendido que inmigracionismo rima con liberalismo y que tal sintonía no es casual, es lo que ha permitido a grupos políticos de toda Europa articular un discurso sólido, coherente y creíble en relación a este problema. Igual Vox cambia (de hecho si quiere prosperar deberá cambiar), pero mientras no lo haga será como un apéndice del PP, una emanación de sus chakras...
Y es lo que me pasa con Vox. Que esa ambigüedad en relación al liberalismo me inquieta y, además, le genera limitaciones: nadie creerá en una causa que predica el que los inmigrantes entren ordenadamente cuando sean necesarios y al mismo tiempo se muestre partidaria de una economía liberal, porque, eso implica fetichismo en torno al “mercado” y, por tanto, incomprensión de lo que es el fenómeno de la inmigración e imposibilidad de interpretar el fenómeno correctamente: la inmigración masiva no es más que un factor introducido por la globalización dentro del mercado laboral para rebajar los costes de producción en Occidente. El haber entendido que inmigracionismo rima con liberalismo y que tal sintonía no es casual, es lo que ha permitido a grupos políticos de toda Europa articular un discurso sólido, coherente y creíble en relación a este problema. Igual Vox cambia (de hecho si quiere prosperar deberá cambiar), pero mientras no lo haga será como un apéndice del PP, una emanación de sus chakras...
Porque estar contra
la inmigración es algo más que un eslogan para atraer electorado: es una
actitud que, en sí misma, supone una afirmación contra la economía ultraliberal.
Un partido que se dice liberal en economía y antiinmigracionista en política,
es como el chiste de aquel que caminaba poniendo un pie en el bordillo y el
otro en la calzada y decir: “Ozú, no
habré bebido pero qué borrachera he pillado”. Un imposible metafísico,
vamos. De eso me quejo.