El oportunismo es una práctica corriente en política. Se define como oportunismo a aquella
actitud acomodaticia para obtener un beneficio y a la subordinación de los
propios principios a ese objetivo. Al menos, así lo debe definir el
diccionario de la RAE. Pero eso
supondría que el político tiene “principios”, cuando en realidad tiene uno
solo: gozar de las mieles del poder, no porque el Estado, la gobernabilidad del
país o cualquier ideal le importen un poco, sino porque el poder le puede dar
una situación privilegiada en la sociedad. Ya se sabe: el que vale, vale y
el que es ambicioso y no vale, que se meta a político. Porque está visto que
los buenos negocios solamente se hacen a la sombra del poder. Y si no, te toca trabajar
como un cabrón. Pero no es de esto de lo que me quejo, porque esto es
suficientemente conocido por todos y resultaría ocioso repetirlo. Me quejo de
la noticia que leo hoy en El Confidencial: “Éxodo de cargos de PP y PSOE antes de las
elecciones”. Y todos dicen “Me
identifico más con Cs”. Al parecer,
Cs es el partido que está de moda. Y de eso es de lo que, en última instancia,
me quejo: de que puedan existir “modas” en política.
En política existe hoy,
como máximo, buena gestión o mala gestión. Y lo que debería existir es: buena
gestión en función de unos valores y principios o buena gestión en función de
otros valores y otros principios. Pero hace ya mucho tiempo que los
principios (y, no digamos, los valores) dejaron de estar presentes en política.
Recuerdo el soliloquio de Bruto tras la
muerte de César, pintado por Shakespeare (la versión
de Estudio 1 es fenomenal, por cierto y la recomiendo). Los valores estaban
presentes en tiempos del autor inglés y mucho más en los primeros pasos de la
Roma de los Césares. Recuerdo, la obra de Enrique Ibsen, El enemigo del pueblo, y veo
que, a principios del siglo XX todavía quedaban valores e incluso el bueno de
Ibsen y su protagonista no se dejaban arrastrar por la corrección política y el
oportunismo que ya hacían gala el resto de vecinos. Incluso más tardíamente, en
la época de los fascismos y del bolchevismo, hay que pensar que la mayoría de
sus militantes, vivían peligrosamente para hacer real unos ideales de reforma
social en los que, equivocados o no, creían firmemente.
Pero de todo esto hace casi un siglo. En los últimos 80 años hemos visto a poca gente que creyera
sinceramente en lo que defendía. Poco a poco, se ha ido imponiendo el
adaptacionismo y no sólo porque la ambición al materialismo (esto es al
disfrute de poder y de bienes materiales) se ha convertido en la tendencia
dominante, sino porque, paralelamente, las
ideologías (esto es, los intentos de explicar el mundo y la vida en función de
un esquema rígido que pronto pierde actualidad) se han hundido y no han
aparecido otras nuevas, ni, a lo que parece aparecerán en el siglo XXI. El
hundimiento de las ideologías es lo que ha impulsado a la clase política a
utilizar los argumentos más tontorrones y melifluos para justificar su
presencia en tal o cual opción política. Pero, si un político está bajo la férula de una sigla y no de otra, es por
puro azar, porque de alguna manera ha podido auparse, por pura casualidad, en
ella y no en su competencia. Los partidos políticos hoy, son como un dado
cúbico que no tiene marcado ningún valor en ninguna de sus causas. Da igual la
cara por la que caigan, valdrán exactamente lo mismo.
La prueba del nueve es la noticia que comentaba al principio
y que El Confidencial subtitulaba
así: “Alcaldes y concejales de muchas
provincias españolas decepcionados con PP y PSOE llaman a la puerta de
Ciudadanos en busca de una opción en la que se sienten más representados”…
De Ciudadanos solamente se saben dos cosas: una que son antinacionalistas y que
nacieron en Cataluña como respuesta al nacionalismo, a la vista de que el PSOE,
literalmente, “papalloneaba”, y que el PP nunca perdía la esperanza de que CiU
volviera a apuntalar una mayoría de derechas como hizo el día después del “Pujol
enano, habla castellano” y tras saber que “Aznar hablaba catalán en familia”
(¿qué había fumado ese día?). Lo otro
que se sabía de Cs es que era “centrista” que es como decir que no era ni de
derechas ni de izquierda, sino todo lo contrario. Preocupados por la
equidistancia, unas veces adoptan posiciones de izquierda y en otras de derecha…
¿en función de qué? De los réditos electorales que pudiera aportar.
No creo que vote en las próximas elecciones, ni en las
siguientes, ni en las otras, ni creo que valga la pena: ninguna de las seis
caras del dado se diferencia excesivamente de las otras, ni, desde luego, creo
que ninguna de las opciones en liza (al menos de las que tienen alguna
posibilidad de llegar a algo) tiene ni el análisis correcto de la situación, ni
los remedios. Y lo que hoy hace falta,
que diría Costa, es un CIRUJANO DE HIERRO, no un auxiliar de hospital que ni
siquiera es diestro en medir la tensión, ni en aplicar el termómetro. Ahora
toca la migración del PP y del PSOE hacia Cs, como hace unos años se produjo la
migración temporal del PSOE y de IU hacia Podemos. ¿Y qué pasará? Pasará que, cada cuatro años nos daremos
cuenta de que el país está peor y de que a otra generación de políticos le ha
ido mejor. Es la historia de España en estas últimas décadas. Muchas.
Demasiadas. Me quejo, a fin de cuentas, de que en este país nadie quiera asumir
el papel de CIRUJANO DE HIERRO y en su lugar sigamos teniendo oportunistas de
la peor especie hecho de la misma materia de los blandyblups. Porque eso y no otra cosa es Cs.