En política, lo
importante no es dramatizar, sino ponderar las cosas en su justa medida. Hay
digitales de medio pelo y partidillos del mismo nicho que se obstinan por no
entender lo que está pasando en Cataluña y tienden a establecer una visión
apocalíptica según la cual nos encontraríamos ante una próxima ruptura del
Estado. Quim Torra, sustituiría como rostro agresivo, al flequillo de
Puigdemont, a la mandíbula de Artur Mas, o a la tripa de Oriol Junqueras. Él, a
fin de cuentas, reuniría las características más indeseables de todos estos
personajillos. Vamos a intentar poner
los puntos sobre las íes, porque me quejo de que muchos ni siquiera se han
enterado de lo que ha ocurrido en Cataluña y de lo que está ocurriendo.
Empecemos por el principio. ¿Quién diablos es el tal Quim Torra? Respuesta: un ilustre
desconocido. Nadie, absolutamente nadie en Cataluña, salvo quizás los más
iniciados en las familias del independentismo, lo conocían. Ha escrito
entre 2007 y 2013 cinco libros ninguno de los cuales ha tenido el más mínimo
éxito de público ni siquiera en el sector independentista radical. El hombre es
de Blanes, población gerundense y, dato importante, procede de Unión
Democrática de Catalunya (UDC). Trabajó sin éxito en Winterthur, fue sargento
de complemento en su servicio militar y tiene un título de derecho. De UDC pasó
al Reagrupament, una escisión por la derecha de ERC. Luego pasó, en la órbita
de CDC al Omnium y a la ANC. Y, claro, entendió
que como mejor se vive en Cataluña es a la sombra de la administración
autonómica. En cualquier caso, es un tipo que no ha tenido ni grandes
cargos, ni era conocido cuando lo eligieron como “molt honorable presidente”.
¿Y de qué va el
fulano? Eso es lo más bueno y eso es lo que define el actual momento del
independentismo. Él mismo se define como
“independentista emocional”. Ese es el primer dato. Pujol, Colom, Carod,
el propio Mas, tenían mucho de “emocional”, pero, siempre les quedó, en mayor o
menor medida, cierto tacticismo. El problema es que ese “tacticismo” ya ha
demostrado sus límites (y ni siquiera ha servido para poder negociar un
referéndum independentista, sino simplemente para negociar traslados e
impunidades a la autonomía catalana). Hoy ya no hay espacio para el “tacticismo”, porque, simplemente, aquellos
nacionalistas que creían que se podía alcanzar la independencia sin conflicto
civil, ya se han desengañado. Quedan sólo los fanáticos. Así pues, cuando
Torra se define como “independentista emocional” hay que leer “independentista
fanático”.
Ahora que lo tenemos situado emocionalmente, habrá que ver
cuál es su inspiración para redondear su ubicación política. Es un tipo cuya
mentalidad no es del siglo XXI, sino más bien del primer tercio del siglo XX. Sus inspiradores son Eugenio Xammar, Daniel
Cardona, Miguel Badía… Sobre ellos ha escrito y a ellos ha glorificado a
pesar de que los tres tenían poco por glorificar y la propia generalitat ha
hecho bien en estos últimos 40 años en recluirlos en el baúl de los irrecordables.
Los tres eran independentistas emocionales de pocas ideas y menos habilidad
política (en
esta artículo hay datos sobre toda esta temática lamentable).
Así pues, Quim
Torra es, en primer lugar un independentista, de extrema-derecha propiamente
dicha (cuando se dice que se apoya en la idea de “raza catalana” es,
rigurosamente cierto y esto vale para toda su tendencia histórica). Como los de
su variante taxonómica es un “militarista” (la variante independentista del
nacionalismo catalán es siempre militarista en la onda con la carrera del “coronal
Macià”) y Torra lo intentó ingresando en las Milicias Universitarias como hemos
visto y especializándose en el estudio de este sector que fue, sin duda alguna,
el más irrelevante de todo el período repúblicano (y, dicho sea de paso, el más
conflictivo).
El problema es que el independentismo catalán lo ignora todo
sobre sí mismo. Entre otras cosas que no está hecho para las gestas armadas.
Cuando lo han intentado han dado la medida de su valor: asalto al cuartel del
Ordal durante la dictadura de Primo, “hechos de Prats de Molló”, 6 de octubre
de 1934… Terra Lliure, crónica de fracasos y más fracasos en donde los alegres “independentistas
emocionales” se cubrieron de ridículo. Si en el siglo XX Cataluña no estaba
para “heroicidades”, ahora es que ni siquiera las contempla como posibilidad
remota. El propio Torra obtuvo el puesto
450 de su promoción de sargentos compuesta por 560 hombres…
Entonces ¿qué diablos
hace Quim Torra de “molt honorable”? El que un tipo de extrema-derecha
independentista, con unos ideales históricos de hace 100 años que ya en su
tiempo fueron ridiculeces de baja cota, indica a lo que se ha llegado en ese
ambiente: comprobado el fracaso de la
dinámica independentista, ya no había nadie de me diana tallana policía hacia
abajo capaz de asumir la responsabilidad de desmovilizar al sector y decirle
con claridad “la hemos cagao… una vez
más, y esta es la última”. Así que
hacía falta el rostro y el temple de un fanático de pocas luces para que
siguiera manteniendo viva la llama y, de paso, se llevara las eventuales
últimas “palos” que, antes o después, recibirá, sino de la justicia del Estado,
de sus propios colegas. Los “tacticistas”, se han retirado. Mejor que se
queme el que se tiene por reencarnación del independentismo radical de los años
30 y que, a fuerza de repetir que aquellas iniciativas fueron “heroicas” se lo
ha terminado de creer.
Así pues, ¿qué puede importar
el que un tipo así diga que quiere “atacar al Estado”? Ni siquiera es una
frase de cara a la galería, ad usum
delphini que se dice. Es un exabrupto, como puede ser una ventosidad
producto de sobredosis de fabas. Hace un año quizás no, pero ahora se sabe que
una pareja de picoletos puede conducirlo al juzgado de guardia, sin esforzarse
mucho. Multar la retirada de colgajos yellow, llenar las playas de cruces,
mantener ad inphinitum trapos
descoloridos de los balcones y la gigantesca ola para el próximo 11-S… son los
últimos fuegos de paja del independentismo.
Lo que saldrá de las próximas elecciones generales será un
gobierno en el que los independentistas no tendrán la opción ni de negociar un
nuevo referéndum (sea cual sea la
combinación estarán Cs, el PSOE y el PP y cualquiera de ellos sabe que
sobrevivir en el resto del Estado implica mantenerse firme en la periferia de
Tabarnia). En dos o tres años, los hoy enjaulados, se habrán llevado
condenas disuasivas ante nuevas intentonas y en ocho o diez años, los partidos
catalanes se habrán reconfigurado completamente. No se habrá resuelto la
situación porque en las escuelas catalanas se seguirá enseñando una historia de
colorín… pero, la noticia complementaria, es que el sistema educativo catalán
está destruido, así que lo que puedan aprender los críos en la escuela tendrá
poca importancia en su futura condición de ni-nis.
Es triste, pero es así.
El independentismo ha
perdido la partida. ¿Saben por qué? Porque
no es cosa del siglo XXI. De hecho, si en el XX perdió también la partida, es
porque era algo propio del siglo XIX, de cuando el romanticismo alemán marcó la
pauta. Lo que pasa es que algunos retrasadillos no se han enterado.
Es de lo único que me quejo sobre el tal Torra y sobre la hora política catalana.
Es de lo único que me quejo sobre el tal Torra y sobre la hora política catalana.