miércoles, 16 de febrero de 2022

La Falange “de izquierdas” o los delirios del ocaso (3 de 8) – EL ARRANQUE EXTRAÑO DE LA “AUTÉNTICA”

 

En una versión repetida habitualmente en medios falangistas[1] y reproducida en blogs, se acepta que los orígenes de la denominación “Auténtica” se remontarían al Decreto de Unificación del 19 de abril de 1937, promovido por el General Franco, al que se opuso el II Jefe Nacional de Falange Española, Manuel Hedilla Larrey, condenado por ello a muerte bajo la acusación de conspiración, pena que fue conmutada por la de destierro (que cumplió en Mallorca hasta 1947). Los seguidores de Manuel Hedilla, opuestos a la dictadura franquista y a la Falange oficialista, fueron conocidos como “falangistas auténticos”. Pedro Conde, que sería “jefe nacional” de FE–JONS(A) en la transición, escribió que, en diciembre 1937, es decir, pocos meses después del Decreto de Unificación, se distribuyeron en la “zona nacional” las “primeras octavillas de la auténtica Falange Española de las JONS” [2].

En el domicilio madrileño de Emilio Rodríguez Tarduchy tuvo lugar en diciembre de 1939 la fundación de la “Falange Auténtica”, según unos, y de una “junta política” para otros, que, en cualquier caso, suponía la aparición de una organización clandestina. El anfitrión presidió la primera Junta de Mando formada por González de Canales[3] (Madrid), Daniel Buhigas, Ricardo Sanz Fernández (Asturias), Ventura López Coterilla (Santander), Luis de Caralt y Borrel[4] (Cataluña), José Antonio Pérez de Cabo[5] (Levante), Gregorio Ortega Gil (Canarias) y Ramón Cazañas[6] (Protectorado de Marruecos). Los nombres de Buhigas y Cazañas desaparecerían pronto: en efecto, fueron acusados de “malversación de fondos públicos”[7].

Informaciones igualmente vagas, sitúan “a finales de marzo de 1939” una reunión entre Rodríguez Tarduchy y González de Canales que se habrían reunido “clandestinamente en la ermita de San Antonio de la Florida, bajo los frescos de Goya y al pie de su panteón, para hablar de la ejecución de Franco”. Creían que se le podía asesinar el 1º de abril durante su visita al Teatro Español en donde asistiría a la representación de Las mocedades del Cid. Esta versión añade que “días antes, Tarduchy, convoca una reunión en su casa, en Alberto Aguilera 40, a los cabecillas de la Falange Auténtica, a la que asisten Pérez de Cabo, Ventura López y Gregorio Ortega, además de Canales y el anfitrión. El orden del día era “aprobar el atentado contra Franco” y “realizar la operación” y, en caso de no aprobarse el atentado, disolverse. Fueron consecuentes: cuatro votos en contra del asesinato y uno a favor…[8].

Nada de todo esto parece coherente. En primer lugar, el argumento que se da para rechazar el plan: “la muerte de Franco podría significar una invasión nazi y la liquidación material de Falange Auténtica”… Los comprometidos, deberían saber perfectamente que la embajada alemana había intentado, infructuosamente, tanto liberar a José Antonio como evitar el fusilamiento de Manuel Hedilla. Incluso los falangistas que con más fervor trabajaban por la “revolución nacional” en aquel momento, confiaban en el apoyo del Tercer Reich, más que en ningún otro país, para llevar a cabo sus planes.

Por otra parte, la versión de este atentado es tardía y aparece cuando los protagonistas están muertos. Es, así mismo, poco creíble que una persona como Patricio González de Canales, de cuyo catolicismo fervoroso y estricto, no cabían dudas, fuera el que propusiera el atentado (mucho más, si tenemos en cuenta que la revista Fuerza Nueva dio cuenta de su fallecimiento con un caluroso elogio). Y mucho menos aún que todo esto tuviera lugar en el domicilio de Rodríguez Tarduchy, que había sido uno de los monárquicos alfonsinos que se integraron en Falange Española inmediatamente se fundó, partidario de la Dictadura y fundador de la Unión Militar Española.

No es raro que estas informaciones aparecieran en el arranque de FE–JONS(A), difundidas por una parte de su equipo dirigente y, muy en especial, por José María Gussoni[9]. Salvo la conversación de Caralt con Payne, no hay más rastros documentales y en ningún lugar existen materiales históricos objetivos sobre esta intentona que alude a una “Falange Española Auténtica” (sino, como máximo a “la auténtica Falange Española”). Por otra parte, la obsesión de FE–JONS(A) en esa época era mostrar que existió una Falange que se opuso al franquismo desde la firma del Decreto de Unificación y que era tan antifranquista que estuvo dispuesta a asesinar a Franco, como lo habían intentado anarquistas, separatistas y comunistas… Por otra parte, en la endiablada dinámica de la transición nadie era muy exigente en la edición de libros y de material sobre estos temas. Pero, en lo que sabemos, posteriormente a la publicación de este libro, no se ha producido ninguna investigación histórica sobre este tema. La impresión que da es que, efectivamente, en el período 1939–41, un grupo de falangistas de primera hora, quisieron revivir a la Falange histórica sin conseguirlo: no es raro que Rodríguez Tarduchy estuviera entre ellos. Ledesma ya lo trata como individuo misterioso, por otra parte, no hay que olvidar que había organizado la Unión Militar Española y que era, cualquier cosa, menos un “falangista de izquierdas”, ni siquiera un “falangista” en el sentido que lo entendió FE–JONS(A).

El Manifiesto de la Legitimidad Falangista

El 1 de septiembre de 1976, fue presentado el llamado Manifiesto de la Legitimidad[10], un documento en el que presentaban sus aspiraciones y explicaban por qué “la Falange Auténtica” era la “auténtica Falange”. Se trata de un clásico documento sectario y excluyente, repleto de argumentos que decían muy poco a las nuevas generaciones y que, en el fondo, no eran más que un ajuste de cuentas con el pasado: con los falangistas de los Círculos José Antonio, con los del grupo con el que existía una disputa por las siglas “FE–JONS”, dirigido por Fernández Cuesta, e incluso ante el grupo de Serrano Suñer que no existía en la práctica desde 1942 y que se difuminó completamente en los primeros años 50. Existe en el texto una doble pretensión: establecer una línea de continuidad entre la oposición falangista que apoyó a Hedilla en el 1937–39 y el grupo constituido en el arranque de la transición con el nombre de FE–JONS(A), pero también alude a una legitimidad ideológica[11].

El análisis histórico empieza afirmando que Falange Española no tuvo nada que ver con la conspiración del 18 de julio “como queda perfectamente demostrado en el texto taquigráfico de su juicio en Alicante”[12]. Debilísimo argumento a la vista de que una declaración negativa realizada durante un juicio en el que se pide la pena de muerte para el acusado, obliga a éste –y especialmente si es abogado– a utilizar todos los recursos del oficio para evitar que queden demostradas las acusaciones. Hoy sabemos –y se sabía en septiembre de 1976 cuando se emitió el manifiesto– que, desde el verano de 1935, José Antonio había optado por la vía golpista y que, desde entonces, persistió en esta estrategia. Lo sorprendente no es solamente eso, sino que la Falange Auténtica no podía ignorar, pues se decía “hedillista”, que, en el Testimonio de Manuel Hedilla, estas vinculaciones de José Antonio y del propio Hedilla con el golpismo están suficientemente claras[13], como no podía ignorarse que el texto de García Venero –encargado, tutelado y aprobado por Hedilla– es suficientemente explícito al respecto. El propio Hedilla trabajó directamente para el éxito de la sublevación del 18 de julio:

         “Lo realizado por Hedilla, dirigiendo los trabajos de sendas organizaciones provinciales de la Falange, tiene un testimonio definitivo: las numerosas provincias a las que acudió por orden del Mando, constituyeron el primer baluarte del Alzamiento. Lo secundaron. Acudió a diecisiete provincias. De éstas, Guipúzcoa, en su zona fronteriza y capitalina estuvo sólo dos meses en poder del enemigo. Vizcaya fue rescatada al cabo de once meses. Las quince provincias restantes fueron nacionales inmediatamente. La casualidad apenas existe en la Historia, o no existe en modo alguno. La Historia está regida por la causalidad”.[14]

Fue el propio José Antonio –que ya se encontraba en la cárcel Modelo de Madrid– quien encargó a Hedilla la impresión y difusión de la Carta a los Militares de España que, en la práctica, era el llamamiento del jefe de la Falange para inducir el movimiento cívico–militar. En la obra se explica que el enlace entre Falange y la Unión Militar Española “fueron sostenidas por Joaquín Miranda, con el capitán Eduardo Álvarez Rentería” [15]. Y, por si quedaba alguna duda sobre la implicación concreta de Falange, de los falangistas, en el golpe de Estado, siguiendo las instrucciones de su Jefe Nacional cabe recordar este otro párrafo, aprobado por Hedilla en su Testimonio:

         ¿Quién abrió los caminos del Alzamiento y lo sostuvo? ¿Fueron, acaso, los partidos y los hombres que gobernaron de 1933 a 1935? La energía revolucionaria partió de las celdas de la Cárcel Modelo de Madrid y del Cuartel General del Requeté en San Juan de Luz. Unos cuantos españoles pusieron en vilo a la nación para que los militares tuvieran las precisas condiciones que su intervención exigía. [16]

Así pues, el Manifiesto por la Legitimidad Histórica miente en este terreno[17]. No es que “se equivoque”, es que el Testimonio de Manuel Hedilla, había sido escrito en los años 60 y publicado por Ediciones Acervo antes de la aparición del Manifiesto por la Legitimidad. Sin olvidar que, en la medida en que, figuraban hijos de Hedilla, entre los miembros de la Falange Auténtica, era imposible que no conocieran el texto que había aprobado aquel al que consideraban su referente histórico.

A partir de aquí, el valor histórico del documento es relativo. Sirve para explicar las tomas de posición de FE–JONS(A) en relación a otros grupos falangistas y para establecer como la justifican. El documento es, en la parte histórica, confuso, mal documentado, contradictorio y limitado: el hecho es que ningún miembro de FE–JONS(A), ni ningún historiador profesional, ha estado en condiciones de confirmar los datos o ampliarlos, elaborar monografías y concretar un poco más, contextualizar siglas y acompañarlas por nombres o por material documental (panfletos, manifiestos). En los años siguientes, cuando buena parte de los implicados en las siglas citadas deberían haber vivido todavía, ningún estudio complementario se publicó y sigue sin publicarse, lo que indica que, en el mejor de los casos se trataba de rumores o, simplemente, de informaciones ambiguas (o simplemente falsedades) presentadas como auténticas. Sorprendentemente, las únicas informaciones concretas mencionan a falangistas muertos o que acaban de morir poco antes de la publicación del documento...

Cuando se dice, por ejemplo, “En 1939, como respuesta de los falangistas auténticos al Decreto de Unificación, fue fundada la FEA (Falange Española Auténtica)”, para añadir luego que se creó una Junta Política clandestina (presidida por Rodríguez Tarduchy y con Patricio González de Canales como Secretario) que habría intentado, en primer lugar asesinar a Serrano Suñer y luego a Franco, la explicación que se nos da para que nadie se enterara del atentado es poco creíble (“Los conspiradores, sin embargo, no fueron inquietados por temor al escándalo que se produciría al descubrirse públicamente la oposición de la auténtica Falange al régimen de Franco” [18]...) y la explicación que se da a la desaparición de esta FEA primigenia es el fusilamiento de Pérez de Cabo, uno de sus dirigentes en Levante. No han aparecido datos históricos en los 40 años que median desde la publicación del documento en cuestión hasta nuestros días que avalen nada de todo esto. Así pues, el rastro de aquella primera FEA es tenue.

Se sabe solamente –por el testimonio de Luis de Caralt y González de Canales a Stanley G. Payne– que existieron falangistas que miraban con recelo lo que estaba ocurriendo y que soportaban mal la convivencia con otras fuerzas políticas, pero los indicios de que existiera una voluntad organizativa, de reconstruir Falange Española como entidad autónoma, son mínimos y, si existieron, fueron poco relevantes y cesaron pronto. En cuanto al testimonio que dio González de Canales Payne añade: “La principal fuente para este relato de la conspiración de 1939–1941 son la conversación y las notas de Patricio Canales. El lector debe tener en cuenta que los recuerdos personales fácilmente se encuentran sujetos a exageración”[19].

Por otra parte, se ignora cuáles eran las líneas doctrinales o programáticas de todos estos grupos. Se insiste en que eran contrarios a Serrano Suñer y a Fernández Cuesta… pero los dos estaban alineados en distintos sectores del régimen: el primero dirigía el núcleo que quería llevar a cabo una “revolución nacional” al estilo del fascismo y del nacional–socialismo en España: es decir, una revolución modernizadora. Ellos fueron los que más contribuyeron a crear el mito de José Antonio. Eran, además de Serrano Suñer, Pedro Laín, Antonio Tovar, Dionisio Ridruejo, Gerardo Sáez Merino, etc. Y no era un grupo homogéneo en cuanto a su origen: los que no eran falangistas como Serrano, habían sido amigos íntimos de José Antonio y habían colaborado con él (Serrano fue quien facilitó el encuentro entre Franco y José Antonio). Contrariamente a lo que se tiene tendencia a pensar, en el período 1939–1942, este fue el grupo falangista más radical que actuó en el interior del franquismo. Es más, a él se debió la salida de Hedilla de la cárcel y el paso a la situación de preso a la de deportado.

En cuanto al otro grupo, el de “falangistas históricos”, se acomodaron con facilidad, a los cargos dentro del aparato del Estado. Ambos grupos, colaboraron circunstancialmente, y la habilidad de Franco consistió en impedir que aunaran sus esfuerzos. Los mantuvo fácilmente a ambos a raya, facilitando la división y la desconfianza entre ellos (aisló a la tendencia Serrano especialmente a partir de 1942, y ofreció cargos a la tendencia “histórica”). Quienes presentaron un borrador de Fuero del Trabajo que despertó las iras de Pedro Sainz Rodríguez y del resto de alfonsinos, fue Ridruejo, no Girón; quien fue defenestrado de la jefatura de los sindicatos con la pobre excusa de haber tenido relaciones con la masonería, fue Salvador Merino, no Arrese.

Pero, sobre todo, lo que no se entiende es cuál podía ser el programa de una FEA en 1939: ¿hacer la “revolución nacional”? ¡El grupo de Serrano era el que con más decisión trabajaba en esa dirección! No basta con decir que había un grupo que quería reconstruir la “auténtica Falange”, es preciso añadir la orientación política y estratégica del grupo. Y mucho más si, en un momento dado, a poco de nacer, deciden… matar a Franco. Además, fue en 1944, a través de Dionisio Ridruejo, uno de los miembros del grupo, inicialmente dirigido por Serrano Suñer, cuando sondeó a Hedilla en el castillo de Bellver para que se activara políticamente[20]. La respuesta fue negativa, pero si interesa ahora es porque, efectivamente, tanto Hedilla como su redactor García Venero, tenían claro la existencia de los dos sectores (el de Serrano Suñer y el de los “históricos”). Girón de Velasco (de quien dice García–Venero que “jamás se había interesado favorablemente por el ex jefe nacional, al que debía protección personal y nombramiento que por su audacísima habilidad le abrieron caminos hacia el Gobierno”), también se reunión con él siendo tajante: “No quiero intervenir en nada, ni aceptar nada que no sea mi rehabilitación”, le dijo[21].


[1]           El origen de esta versión es Stanley Payne, Falange, historia del fascismo español, págs. 211–220. Es posible que la fuente que le proporcionó estas informaciones fuera Luis de Caralt del que, en la nota [590] a pie de página, explica que “los conspiradores podían contar con unos 900 excombatientes en Cataluña en 1940. Conversación en Barcelona, 31 de marzo de 1959”). La nota está situada al terminar el párrafo en el que explica la composición de esta junta, pero no la alude a Falange “Auténtica”, sino solamente a una “junta política clandestina”.

[2]           Falange Española de las JONS (Auténtica), Pedro Conde Soladana, Ediciones Albia, Bilbao, 1977, y edición digital pág. 16. El artificio que utiliza Conde es considerar estas octavillas como difundidas por la “auténtica Falange”, lo que no equivale a que existiera una organización que se llamara “Falange Auténtica”… La organización presidida por Conde, hay que recordarlo, sostenía que su legitimidad se transmitía por línea directa desde este grupo constituido durante la guerra o inmediatamente después.

[3]           Patricio González de Canales (1912–1976). Fundador de las JONS en Sevilla y de Falange Española, descendiente del conde Fernán González. Desde el principio de la Guerra Civil mantuvo polémicas con los otros implicados en la sublevación y con los propios miembros de Falange Española. Jefe territorial de prensa y propaganda para Andalucía, abandonó el cargo por discrepancias con Sancho Dávila. Pasó a combatir en el frente de Madrid en una Bandera de Falange.  Detenido por su oposición al Decreto de Unificación de 1937. Dirigió los periódicos FE de Sevilla y Alerta de Santander. Designado por Arrese Secretario Nacional de Propaganda de FET y JONS. Doctor en Derecho y en Filosofía y Letras, Delegado de Primera Enseñanza de Madrid, Profesor de la Escuela de Periodismo y director de la Agencia Fiel. Mostró su disidencia en relación a la línea del Movimiento al fundarse los Círculos Doctrinales José Antonio de los que fue vicepresidente. Participó con Hedilla en la fundación del FNAL, y a la muerte de éste asumió su presidencia. Católico ferviente y ejemplar, era Hermano Mayor de la Hermandad de San Felipe Neri y fue Presidente de la Sociedad Cervantina.

[4]           Luis de Caralt i Borrell (1916–1984?), uno de los fundadores más jóvenes de la Falange catalana y uno de sus jefes de centuria. Después de un período de clandestinidad al estallar la Guerra Civil, logró pasar a la “zona nacional” e incorporarse a la centuria Virgen de Montserrat con la que combatió. Encarcelado por haber tomado partido a favor de Hedilla durante las jornadas posteriores al Decreto de Unificación, fue puesto en libertad y siguió combatiendo como Alférez Provisional. Acabada la guerra, en 1942, y, a pesar de que su familia se había dedicado a la industria y carecía de experiencia en el terreno editorial, fundó la Editorial Luis de Caralt y fue uno de los introductores de la literatura extranjera en España durante el franquismo, además de publicar una colección sobre la Segunda Guerra Mundial y reeditar en 1972 el facsímil de La Conquista del Estado, cuyos beneficios cedió al Círculo Doctrinal José Antonio de Barcelona, de cuya junta de gobierno era miembro junto al arquitecto Celestino Chinchilla y al doctor Joaquín Encuentra. En 1949 instituyó el Premio Ciudad de Barcelona que se concedía cada año el 26 de febrero, aniversario de la entrada de las tropas de Franco en la Ciudad Condal. Fue nombrado concejal del Ayuntamiento de Barcelona. En su actividad editorial figura especialmente la traducción y edición en castellano de autores como Faulkner, Graham Green, Jack Kerouac, Simenon, etc. Durante su actividad, la Editorial Luis de Caralt, publicó en torno a 1.500 títulos y contribuyó a hacer de Barcelona la capital española de la edición. Estaba emparentado con la nobleza catalana: era uno de los hijos del primer Conde de Caralt, título que había recibido su padre, José de Caralt i Sala, senador y ministro de hacienda, del rey Alfonso XIII.

[5]           José Antonio Pérez de Cabo ha pasado a la historia como el autor del primer libro sobre Falange Española (¡Arriba España!, Madrid, 1935) que fue prorrogado por José Antonio quien escribió: “Las cuartillas estaban llenas de brío y no escasas de errores. Pérez de Cabo, en parte, quizá –no en vano es español–, porque estuviera seguro de haber acertado sin necesidad de texto alguno, veía a la Falange con bastante deformidad. Pero aquellas páginas estaban escritas con buen pulso. Su autor era capaz de hacer cosas mejores. Y en esta creencia tuve con él tan largos coloquios, que en las dos refundiciones a que sometió su libro lo transformó por entero. Pérez de Cabo, contra lo que hubiera podido hacer sospechar una impresión primera, tiene la virtud rara entre nosotros: la de saber escuchar y leer”. Fue fusilado en 1942 bajo la acusación poco creíble de “estraperlista”. Parece que vendió algunas partidas de botes de leche condensada destinadas a Auxilio Social –del que era administrador en Valencia (S. Payne, op. cit., pág. 213)– para financiar las actividades del grupo falangista de oposición. El material vendido había sido enviado por la Cruz Roja Internacional y Pérez de Cabo se limitó a hacer algo que era frecuente en la época: utilizar un porcentaje del envío para venderlo en el mercado negro. Se atribuye al general Varela presionar para que Pérez de Cabo fuera castigado ejemplarmente. Por otra parte, se argumenta que esta práctica era todavía más habitual en envíos de la Cruz Roja en la medida en que no había dinero para pagar el salario de los estibadores que debían proceder a la descarga y las propias autoridades aceptaban que se vendiera en el mercado negro una parte del material para poder pagar la descarga del resto. Según esta versión, el fusilamiento –castigo desmesurado por lo que, a fin de cuentas, era sólo una infracción administrativa– no era otra cosa que un aviso a los primeros falangistas disidentes sobre las consecuencias de su actitud. (Datos extraídos del libro Objetivo, matar a Franco: La Falange contra el Caudillo (historia secreta del franquismo), Armando Romero Cuesta, Ediciones 99, 1976. Hay que decir que el contenido del libro fue facilitado por José María Gussoni, entonces secretario general de “FE–JONS” –tal como reconoce el autor que elude explicar que, en realidad, se trataba de FE–JONS(Auténtica). El valor del libro disminuye si tenemos en cuenta que, en ese momento, el único interés de “la Auténtica” consistía en separar “falange” del “franquismo” y trazar una línea de continuidad histórica entre la Falange Auténtica creada en 1939 y la que existió durante la transición.

[6]           S. Payne, op. cit., pág. 211.

[7]           S. Payne, op. cit., pág. 212, nota 591 a pie de página.

[8]           Matar a Franco. Los atentados contra el dictador, de Antoni Batista, Editorial Debate, Madrid, 2015. El libro añade malévolamente que “Luis de Caralt, hijo del primer conde de Caralt, muy hábilmente excusó su asistencia, tenía otros planes y con el tiempo se convirtió en un editor de prestigio”. Cuando se propagó esta versión, Caralt era el único miembro de la “junta falangista clandestina” que seguía vivo, era el único que hubiera podido negar –o decir algo– sobre dicho plan. Canales había muerto en 1976 justo después se publica esta obra… 


[9]           En el Real Decreto 352/2009, de 13 de marzo, firmado por Juan Carlos I, indulta a José María Gussoni Rodríguez. En el Boletín Oficial del Estado, nº 81, de 3 de abril de 2009, pág. 31911, referencia BOE–A–2009–5601, puede leerse: “Visto el expediente de indulto de don José María Gussoni Rodríguez, condenado por la Audiencia Provincial, sección primera, de Madrid, en sentencia de 29 de diciembre de 2006, como autor de un delito continuado de estafa, a la pena de cinco años y siete meses de prisión; y de un delito continuado de falsedad, a la pena de dos años de prisión y multa de 11 meses con una cuota diaria de 12 euros, con la accesoria de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la condena, por hechos cometidos en los años 1994–1997, en el que se han considerado los informes del tribunal sentenciador y del Ministerio Fiscal, a propuesta del Ministro de Justicia y previa deliberación del Consejo de Ministros en su reunión del día 13 de marzo de 2009. Vengo en conmutar a don José María Gussoni Rodríguez las penas privativas de libertad impuestas por otra de cinco años de prisión, dejando subsistentes los demás pronunciamientos contenidos en sentencia, a condición de que no vuelva a cometer delito doloso en el plazo de seis años desde la publicación del real decreto. Dado en Madrid, el 13 de marzo de 2009”. En el Primer Congreso de FE–JONS(A), celebrado el 20 y 21 de noviembre de 1976 en Alicante, José María Gussoni Rodríguez aparece como “secretario general”. Al acabar el congreso tuvo lugar una manifestación en la que Gussoni resultó detenido junto a Pedro Conde que había sido nombrado presidente del partido. En el II Congreso Nacional celebrado el 19, 290 y 21 de marzo de 1977 en Madrid en el Hotel Don Quijote, fue revalidado en el cargo. Gussoni, era hijo de Don José Gussoni López, Caballero Mutilado Permanente “en posesión de diversas condecoraciones militares y civiles”. Gussoni había conocido a Patricio González de Canales en el marco del Frente Nacional de Alianza Libre del cual el segundo fue presidente cuando murió Manuel Hedilla.

[10]         El grupo hedillista se considera depositario de la legitimidad falangista, El País, miércoles, 1 de septiembre de 1976

[11]         “La auténtica FALANGE ESPAÑOLA DE LAS J.O.N.S. da a conocer el siguiente Manifiesto con ánimo de ofrecer a la opinión pública las pruebas históricas y doctrinales por las que pueda ser juzgada con rigor la legitimidad de nuestra organización” (Introducción al Manifiesto, edición digital).

[12]         Manifiesto por la Legitimidad. Parte I. Análisis histórico, pág. 1.

[13]         Testimonio…, M. García–Venero, op. cit., Capítulo IV – La dramática realidad: marzo de 1936, pág. 38 y sigs. y Capitulo V – Los Días sin tregua, pág. 49 y sigs. Es importante destacar que, el autor cuando alude a la sublevación del 18 de julio utiliza la palabra “Alzamiento” con mayúsculas indicando la legitimidad que concede Hedilla al episodio.

 [14]         Ídem, pág. 42.

[15]         Ídem, pág. 47. Por otra parte, en la misma obra, pág. 52, se dice: “Hedilla tuvo relaciones más intensas con los militantes adscritos a la U.M.E. que con la Falange bilbaína. Solía reunirse, en la oficina que en la calle Ascaso tenía Mario Ormaechea, con el comandante Ichaso, el capitán Ramos, el teniente Ausin... Cumplía entonces las instrucciones recibidas del general Mola”. Dicho de otra manera: No es que José Antonio conspirase contra la República y a favor de la sublevación, sino que el hombre que lo estaba sustituyendo en la práctica, Manuel Hedilla Larrey, estaba ¡en el mismo centro de la conspiración!

[16]         Ídem, pág. 49.

[17]         Resulta casi irónico, a la vista de este intento de desvincular a la Falange de José Antonio y de Hedilla, de la sublevación del 18 de julio, fuera precedido por un fragmento del discurso de José Antonio en Campo de Criptana: “Si os engañamos, alguna soga hallaréis en vuestros desvanes y algún árbol quedará en vuestra llanura; ahorcadnos sin misericordia; la última orden que yo daré a mis camisas azules será que nos tiren de los pies, para justicia y escarmiento (José Antonio, O.C., Pág. 580, discurso en Campo de Criptana, 1935)”. Es casi un “te lo digo para que no me lo digas”...

[18]         Manifiesto por la Legitimidad… op. cit., pág. 2. La versión original, casi con las mismas palabras, de este episodio está extraída de Falange, historia del Fascismo español, S. Payne, op. cit., pág. 212:

[19]         S. Payne, op.cit., pág. 213, nota 592 a pie de página.

[20]         M. García–Venero, op. cit., pág. 326–327.