Me quejo de que el
centro-centro tiene el atractivo de lo indefinido, la equidistancia ambigua y
que solamente aparece y reaparece en situaciones de tránsito, pero nunca como
estación término. En España estuvo presente durante la transición, cuando
Suárez se sacó de la manga la Unión del Centro Democrático que era “ni de
derecha, ni de izquierdas”. El pelo de la dehesa del ex falangista que fue
Suárez le hizo impulsar esta idea en una España polarizada entre un “búnker” y
una “oposición democrática” (que, en realidad, era el PCE, más algunas
individualidades). La creación del “centro” fue el gran hallazgo estratégico de
la democracia española para evitar una nueva guerra civil.
Acabada la transición, el franquismo quedaba ya muy atrás
como para que fuera posible involucionar. Así que los socialistas llegaron al
poder en septiembre de 1982 sobre las cenizas de UCD: ¿para qué podía servir un
centro-centro si la derecha y la izquierda no iban a liarse de nuevo a
estacazos? Sin darse cuenta de que el centrismo era agua pasada, Suárez
persistió con esa misma vía en su Centro Democrático y Social que alcanzó
cierta relevancia prometiendo la mili de tres meses, votado por las mamás que
no querían ver a sus hijos algo más de un año lejos de casa. A finales de los
80, el centrismo desapareció completamente del ruedo político.
Hubo que esperar a la crisis del 2007 para que una pequeña
formación localizada en Cataluña y respondona a las imposiciones lingüísticas
del nacionalismo catalán, diera el salto a nivel nacional y se impusiera como
nuevo centrismo redivivo. Era, claro está, Ciudadanos. El grupo había nacido para responder a la debilidad
del PP en Cataluña y a la búsqueda de apoyos de este partido entre los
nacionalistas catalanes cuando carecía de mayoría absoluta en el parlamento. De
hecho, lo único que se sabía de
Ciudadanos es que era “antinacionalista”. Y eso estaba bien. Luego logró saltar
al resto del Estado y, en la actualidad, siendo el primer partido en Cataluña,
de él solamente se sigue sabiendo que es “antinacionalista”. Que ya es algo
más de lo que fue UCD.
Y de esto es justamente de lo que me quejo. De que, más allá
de esa oposición a los desmanes de los clanes independentistas catalanes, la
nueva UCD, Ciudadanos no es absolutamente nada. En realidad, ni siquiera es el
garante de la “unidad nacional”, sino más bien el defensor de la constitución
(en su “ideología” es ella la que garantiza esa unidad). Y esto es un problema:
porque en el texto constitucional se apoyo el malhadado “Estado de las
Autonomías”. Hay en esta posición mucho de incoherente. Pero eso no ha evitado
que Ciudadanos creciera, como creció en su momento UCD.
El “centrismo”
solamente está vivo y activo en momentos de crisis. En 1977 y treinta años
después, en 2007. Afortunadamente en la actualidad no ha sido necesario que de
las alcantarillas nacionales y extranjeras se generara una violencia
artificial, han bastando, la crisis
económica de 2007, el desencanto hacia las excentricidades del zapaterismo, la
pusilanimidad de Rajoy y las miserias del independentismo catalán, para
constituir los factores que han
propulsado el neo-centrismo.
Me quejo de la ambigüedad de Cs, como me quejo de las
ambigüedades de toda forma de centrismo. Me quejo de que nada en su programa
está claro, ni a nadie parece interesarle mucho. ¿Su antinacionalismo? Sí, de
momento está ahí y es lo único que le da coherencia. Están obligados a
mantenerlo si quieren seguir existiendo. Pero, no lo duden, en cuanto la “crisis catalana” se archive, el suflé neo-centrista
se vendrá abajo.
¿De qué me quejo? Me quejo de el espacio de centro es una
entelequia: o se está a la derecha, o se está a la izquierda o se está contra
todo eso (el “ni derechas, ni izquierdas” joseantoniano). Me quejo de que vivimos 40 años de ambigüedad: no hay derecha, sino “centro-derecha”,
el PSOE solo gana elecciones cuando se define como de “centro-izquierda” y el “centro-centro”
son cristalizaciones coyunturales ante situaciones de crisis concretas. ¿Qué es
pues el centro político? Esa es la gracia –y de eso me quejo- que es todo y
nada al mismo tiempo.