No me quejo de que
haya gentes de izquierdas o que se crean de izquierdas o que se sitúen a la
izquierda. Me quejo de que la izquierda es hoy un páramo de ideas. O si lo
prefieren más poéticamente, un vergel de tópicos y dogmas. Añoro los
tiempos en los que existía una izquierda marxista con pies y cabeza, método
analítico, orden y lógica. O me quejo de la desaparición de aquella otra
izquierda anarquista que no se complicaba las cosas y sabía lo que quería: libertad.
Yo nunca estuve en la izquierda, pero podía hablar con gentes de izquierda,
incluso podía discutir con ellos. Hoy resulta imposible discutir con alguien de
izquierdas. Dicen que son humanos, pero sospecho que, en realidad, bajo la cama
tienen los restos de una vaina: los marcianos los han sustituido por réplicas
humanoides.
Marx y Engels elaboraron una “ideología” sencilla en su concepción y en su
método. Pero toda “ideología” no es más
que un esquema dogmático de interpretación de la realidad que pronto queda
desfasado. Responde a un momento concreto de la evolución histórica, pasado el
cual, la “ideología” ya no sirve para interpretar la realidad, sino que hay que
encajar esa realidad a martillazos dentro del esquema ideológico. Eso fue
lo que le pasó al marxismo: nació en pleno capitalismo industrial, pero cuando
llegó el capitalismo multinacional perdió fuelle y al final del proceso, poco
antes de que el capitalismo globalizado se instaurara tras la Caída del Muro de
Berlín, ya era un arcaísmo viviente.
Primero quedaron
fuera de juego los “marxistas ortodoxos” que habían hecho de la URSS la columna
vertebral de su andamiaje ideológico. La experiencia soviética fracasó y, a
partir de los años 50, tras la revuelta húngara y con el cuerpo de Stalin
pudriéndose, resultaba difícil negar que los partidos comunistas apenas eran
una especie de quinta columna de la política del Estado Soviético en cada país.
El “eurocomunismo” lo negó, pero ¿quién se acuerda una del “eurocomunismo” que
se quiso presentar como una “tercera vía” entre el estalinismo y la
socialdemocracia? Cuando murió la URSS, murió el “eurocomunismo”.
Los maoístas no
superaron el encuentro entre Kissinger y Mao Tse Tung ni la llamada “política
del ping-pong” que restableció las buenas relaciones entre EEUU y la China
comunista, aliadas contra el neostalinismo de Breznev. Los trotskistas, cuyo dogmatismo ideológico los reducía a pequeñas
capillas disgregadas, terminaron practicando “entrismo” en
cualquier formación de izquierda pujante (eran muchos los que “entraban”,
pero pocos los que “salían”; el entrismo fue para la mayoría solamente una
posibilidad de socializarse con otros sectores de izquierda y reciclarse en
posiciones más digeribles.
Los socialistas alemanes
en Bad Godesberg sellaron su abandono del marxismo y se sometimiento al capital.
A través de la Internacional Socialista y de organismos como La Comisión
Trilateral, esa posición se convirtió en dominante en todo el movimiento
socialista… Repercutió tardíamente en España durante la transición cuando el
PSOE se incluyó en esta tendencia. Pero luego vino la crisis de 2008 en la que
la socialdemocracia mundial optó por defender al capital y a la alta finanza,
en lugar de a los trabajadores y a las clases desfavorecidas. Fue la confirmación de que aquello había
llegado a la estación término.
¿Que le quedaba a la izquierda? ¿Cuál iba a ser su deriva ideológica? Ya no fueron Marx, ni los clásicos de la socialdemocracia, los que marcaban la ruta a
seguir, sino El Correo de la UNESCO: para leer y anticiparnos a los puntos
defendidos hoy por la izquierda solamente había que leer esa revista. Ahí estaba todo:
derechos de los homosexuales, de las lesbianas y de los transexuales,
ideologías de género, aborto libre y gratuito, multiculturalidad, inmigración
masiva, una sola religión mundial para una sola raza mundial, una sola cultura
mundial, surgido todo ello del mestizaje, derechos de los okupas, de las
minorías más minoritarias, ideales finalistas de paz, amor, fraternidad
universal… No es una “ideología” porque
no hay en ella nada de coherente. Es una “doctrina marciana”, llegada de otro
planeta, producto de alucinados y dirigida a provocar alucinaciones colectivas
y éxtasis místicos…
Imposible discutir con ellos. No nos separan dos formas de considerar la realidad, sino dos mundos
completamente diferentes: el del razonamiento socrático y el del dogma
transfigurador. Me quejo de que esta izquierda es la única que existe hoy.
Me quejo de que la religión tradicional y la ideología racional han sido sustituidas
por supersticiones sociales y que ese es hoy el único camino a la izquierda. No es una ideología, ni una doctrina lo que
defiende hoy la izquierda: es un modelo religioso dogmático invertido, por
tanto, irracional. De eso me quejo.