Dicen que la hora se cambia dos veces al año para ahorrar
energía y que todo deriva de la crisis del petróleo de 1973. Un organismo
internacional surgido en aquella ocasión y con sede en París, la Agencia Internacional
de la Energía, elaboró un catálogo de medidas para “ahorrar energía” y una de
ellas fue el cambio de hora. Se trataba
de adaptar la vida de los europeos a la luz solar. Problema: que la tierra es
redonda y con eje inclinado, lo que hace que el aprovechamiento no sea el mismo
en Narvik (Noruega) que en La Línea de la Concepción (España). O lo que es
lo mismo: que los del Norte se
beneficien algo de la medida y apenas tengan problemas, mientras que los del
Sur, bruscamente, vemos como nuestra vida cambia y lo que el día anterior
disfrutábamos como última hora de sol, se convierta en una triste noche de
otoño. Estoy harto y me quejo de esta medida que nunca tuvo sentido y que
el gobierno español jamás discutió.
Una cosa es cambiar el horario… pero lo que no cambia son los hábitos de vida. La naturaleza que es sabia, hace que el ciclo de las estaciones se suceda inexorable, pero con suavidad, en la Naturaleza y que, tras las oscuridades del invierno, a partir del 25 de diciembre el Solis Invictus vuelva a razón de una media de un minuto más al día y así hasta la otra “puerta solsticial” anunciada por San Juan, cuando el Sol vuelve a decrecer un minuto al día la estancia entre, nosotros, sus hijos. Este ciclo anual inevitable y su lentitud, ayuda a que el ser humano pueda adaptarse a él sin brusquedades ni brutalidades. Justo lo contrario que la medida de retrasar o adelantar el reloj una hora lo que implica comerse dos meses. Para un occidental del siglo XXI, psicológicamente frágil, esto no hace sino aumentar el riesgo de la “depresión postvacacional” favorecida por la noche repentina que se cierne sobre nosotros por decisión gubernamental…
Pero es que, además, lo que debería estar justificado por un
ahorro de energía no lo es tanto. Leo
que en los Países Nórdicos se ahorra en electricidad un 10%. Bien por ellos.
Pero que en España, no hay unanimidad, pero, en cualquier caso oscila entre el
5% (de las estimaciones del gobierno de turno) y el 1% de las que realizan observatorios
independientes. El hecho de que el ahorro sea tan minúsculo y el riesgo de
alteraciones psicológicas tan elevado, es uno de los elementos que desaconsejan
seguir con esta pantomima horaria. Por lo demás, el único ahorro que se produce es en la factura de la luz… pero esta –vuelvo
a leer- supone un 5% del consumo total energético. Está claro: los que
vayan a trabajar seguirán haciéndolo y consumiendo carburante… y poco importa
si lo hacen una hora antes o una hora después.
Los gobiernos
mediterráneos deberían de haber roto esta baraja del cambio horario hace mucho
tiempo en lugar de callar, permanecer despreocupados ante el aumento alarmante
del insomnio y del consumo en pastillas para dormir. Han callado. De
derechas, de izquierdas y mediopensionistas. Muestra inequívoca de que el
principal objetivo de un político no es el buen funcionamiento de la comunidad,
sino el poder disfrutar de las mieles del poder en beneficio propio.
Bien, consintamos en que, hoy, en democracia, todos los que
compiten por el poder lo hacen en beneficio propio… Consintámoslo, porque es,
indiscutiblemente, así (¿por qué otra cosa va a ser en tiempos en los que no
hay ni rastro de convicciones doctrinales, ni, por tanto, de proyectos
políticos de alcance?), pero, ¿es que es
necesario fiarlo todo al marketing electoral, a la propaganda política y al
falseamiento de cifras? No sería
bueno que algún gobierno pensara en realizar algún tipo de reforma que mejorase
efectivamente las condiciones de vida de la población, o rectificase patrones
problemáticos heredados de anteriores gobiernos.
Digo yo: ¿no sería mejor
que el molusco de la Moncloa –duro por fuera, blando por dentro- en lugar de
preocuparse tanto por el cadáver de Franco, variase la medida del cambio
horario heredada de los últimos años del franquismo? Me quejo de que, puestos a
carecer de ideas, al baranda de turno de La Moncloa y sus mariachis no se les
ocurren ni siquiera obviedades como esta.