Tal como podía preverse, hay guerra de cifras. Pero lo
primero que se observa es que ni una ni otra parte esgrimen los datos
concretos, sino que, por el contrario, unos presentan descalificaciones (la
prensa catalana que habla de “pinchazo”), otros más prudentes aluden a “miles
de personas” (El País, El Mundo), los periódicos de la derecha aluden a una
“Plaza de Colón que se salía” (ABC) y La Razón cifra la asistencia en 168.000
personas, mientras los organizadores la elevan a 200.000 y la guardia urbana a
45.000. Al pobre Blas Piñar no tenia problema en llenar la plaza de Oriente,
pero luego, los votos se iban a cualquiera menos a él. Los indepes han llegado
a hablar en 2012 de “dos millones de asistentes al 11-S” (El Alcázar cifró en
1.500.000 los que fueron a la Plaza Oriente en 1980…), lo que implicaba que uno
de cada tres catalanes estaba allí… especialmente cuando el voto nacionalista
en las siguientes elecciones autonómicas se quedó por debajo de esa cifra.
Pero, a estas alturas, parece claro que, lo
importante no es cuánta gente acude a una manifestación, sino los efectos
políticos de la misma y, sobre todo, lo que se escenifica.
Por sí mismas, las manifestaciones de masas no son efectivas: lo que es efectivo es la demostración de que tras los manifestantes, muchos o pocos, existe una voluntad política asumida por organizaciones concretas que están dispuestas a llevar esta voluntad a las instituciones. De lo contrario, ocurre lo que siempre ocurrió los 20-N post-franquistas: había “masas oceánicas” en la calle, pero no existía clase política, no correas de transmisión mediáticas, que tradujeran esas masas en peso político específico. Las masas no podían transformarse en "capital político".
Los efectos de la manifestación del 10-F no se han dejado esperar. ¿Cuáles han sido esos efectos inmediatos?
1) La reacción de un
siempre desubicado y troglodítico Torra que lo único que tiene en la mano para
negociar es su apoyo a los presupuestos de Sánchez. Quiere cambiar apoyo a
los presupuestos por convocatorio de un referéndum de autodeterminación,
consciente de que, Sánchez puede encontrarse ante la presión de los “patas
negras” del PSOE y aplicar él mismo el artículo 155. La manifestación ha
indicado a Torra que se le acaba el tiempo. Si apoya los presupuestos rebaja la
tensión con Sánchez (y más que con él, con los “barones” socialistas)… pero abre
una brecha con las indicaciones que el de Waterloo le ha indicado como línea a
seguir.
2) La manifestación
de ayer era importante, porque más que el número de asistentes, lo que se
dirimía era si un “frente anti-PSOE” saldría a la superficie en todo el país o
sería un fenómeno local andaluz. Y ha salido a la superficie: ahora ya
nadie duda de que el eje Cs-PP puede desplazar al PSOE del poder, siempre y
cuando… tenga el apoyo de Vox
3) Una cosa eran los
convocantes y la composición de la tribuna y otra muy diferente, la correlación
de fuerzas entre los manifestantes. A nadie -ni, por supuesto, a los
organizadores- se le escapó que una mayoría significativa de allí presentes,
apoyaban a Abascal. Los gritos en favor de Vox, los aplausos, etc, jugaban a
favor del partido recién llegado al festival de los grandes. Menos a Casado y
menos aún a Ribera.
4) Manuel Valls no
estuvo en la tribuna por decisión propio. Dijo que jamás se fotografiaría con
alguien de “extrema-derecha”, en alusión a Abascal. Así que fue paseando su
cara de mal humor y a ratos congestionada entre los manifestantes. Para Valls,
la mejor salida es un gobierno de centro-izquierda (Cs+PSOE) o, al menos, esa
fue la intención con la que llegó. A la vista de la situación, me da la
sensación de que empieza a dudar de que haya sido una buena idea venir a España
y plantear una escalada de tres peldaños: primero alcaldía de Barcelona,
segundo presidente de la gencat y tercero, ya como secretario general de Cs,
presidencia del gobierno. Ahora que conoce mejor la distribución y la
mentalidad de la derecha, el centro y la izquierda, su posición es más realista
y quizás reproche a quienes le han enviado a España no haberle advertido de la
indigencia intelectual de la izquierda.
5) El PP, por su
parte, ha iniciado lo que estima será una “ofensiva de la victoria” que
culminará con la convocatoria de elecciones generales antes del verano (según
la previsión de Casado). El miedo de Casado es la facilidad con que pueden
producirse trasvases de votos del PP a Vox y el no terminar de encontrar un
discurso propio que genere confianza, toda vez que los años de Rajoy están
demasiado próximos y que cualquier promesa electoral desde la oposición tiene
como respuesta el “¿Y por qué no lo habéis hecho antes cuanto estabais en el
poder hace menos de un año?”. El problema del PP es que se ha lanzado a la
carrera pre-electoral cuando aún no ha recuperado un perfil propio entre el
centrismo de Cs y la derecha nacional de Vox.
6) Y luego está Vox.
¿Para qué acudir como tercero en discordia a una manifestación que, de haberla
convocado el propio partido de Abascal hubiera tenido, poco más o menos,
idénticas dimensiones? Es simple: Vox tiene voluntad de hacer política, no
testimonialismo. Y si quiere hacerla, sabe que debe subir una serie de
peldaños: el primero de todos, descabalgar al PSOE y para ello, la única forma,
es recurrir a pactos con otras fuerzas políticas próximas. Pero Vox está
delante de un dilema: o se contenta con restar votos de la derecha liberal
(PP), con lo que la situación no variaría excesivamente (sube Vox, pero baja el
PP, con lo que el conjunto de fuerzas de la derecha sigue siendo, poco más o
menos, el mismo), o bien asume los rasgos de un partido transversal,
imprimiendo una fuerte carga social a sus propuestas, sin miedo y sin
contemplaciones, para atraer:
- el voto de protesta, harto de las promesas incumplidas de la derecha liberal, cansado de la corrupción que afecta a todos los partidos, grito de rabia de los damnificados por la globalización
- el voto joven, harto de una clase política que le ha hurtado el futuro y de una izquierda que le ofrece ideología de género, permisividad ante el porro, inmigración masiva, un sistema de enseñanza hundido a todos los niveles (desde la prescolar hasta el postgrado) y que está ante la posibilidad de la emigración o del subempleo.
- horadar el centro (especialmente sumando a las propuestas sobre la cuestión catalana, la de devolución de las competencias en materia de educación y sanidad al Estado por parte de TODAS las comunidades autónomas, a la vista de que, por el momento, desmontar el andamiaje del Estado Autonómico es, no por necesario, ilusorio, y
- apuntar a la izquierda proponiendo programas sociales, anteponiendo los intereses de las familias a los de las inmobiliarias, reconociendo que los EEUU están en una crisis y que la OTAN es una organización arcaica, inútil y peligrosa, denunciando corrupción, grupos sociales subvencionados, inmigración masiva, políticas agrarias del PP y del PSOE de cara a la UE, etc, etc.
Para Vox ahora, se
trata de elegir: o un programa y una actitud transversal o contentarse con
estar a la derecha de la derecha; o jugar la carta populista y atraer a un
electorado descontento con las opciones tradicionales, incorporando altas dosis
de sensibilidad social, o mantener los tics liberales del programa económico
aznariano… inviables entonces e inasumibles ahora.
La situación en estos momentos es buena para Vox: las
encuestas le otorgan un “gran avance” y posiblemente obtenga en torno al 15% de
los votos, quizás más, cuanto más tarden las elecciones en convocarse. Por el
momento, los intentos de aislar a Vox están fracasando, el partido ha
despegado, hay euforia por los avances y el problema es que no tenga un
crecimiento demasiado rápido, cuando aun queda mucho por andar en cuestión de
programa, cuadros, consignas, etc., que no se resolverán sino hasta la
celebración de su congreso.
7) Se han terminado
los tiempos de las mayorías absolutas y de los gobiernos monocolores, hemos
entrado de lleno (y durará todo el tiempo que dure esta constitución) en la
época de las coaliciones. Vale la pena que los electores se hagan a la idea
de este fatum y que la clase política se habitúe a las negociaciones. La
manifestación del domingo, era una muestra de esta nueva situación y un mensaje
al electorado: “habituaros a ver este tipo de actos, negociaciones y
compromisos a la hora de formar gobiernos del Estado y de las Autonomías. En
estos momentos, las posibles coaliciones son:
- O bien una “coalición de centro-derecha” formada por PP y Cs que, en las actuales circunstancias no obtendría mayoría absoluta, salvo con el apoyo externo de Vox (con las consiguientes contrapartidas)
- O bien una “coalición de fuerzas democráticas” (PP+PSOE+Cs) versión española de la “gran koalition” a la alemana (que es la propuesta de la masonería francesa realizada a través de Valls). Esta opción implica: aislamiento de los populistas.
- O bien una “coalición de derechas” en la que Vox estuviera integrada de pleno derecho y que contara con un PP desgastado, un Cs en pérdida y con problemas interno y un Vox en fase de ascenso.
- O bien una “coalición de izquierdas” (PSOE+Podemos) que contaría con la oposición de los “patas negras” y que resulta de todas la mas inviable habida cuenta de los estropicios de Podemos en los Ayuntamientos y en comunidades autónomas.
Obviamente, hemos
clasificado estas opciones en función de sus posibilidades de concreción.
Serán las elecciones municipales y autonómicas de marzo y las elecciones
europeas de mayo las que marcarán la pauta que, creemos, no diferirá mucho de
estas posibilidades. Y, por el momento, salvo
las previsiones del chef del CIS, el
resto de encuestas que van apareciendo, apuntan a la primera opción (PP+Cs con
apoyo exterior de Vox). Una posibilidad así cerraría de una vez y para
siempre la “cuestión independentista” y situaría a Vox en posición para forzar,
en el siguiente ciclo electoral, la opción c).